Decíamos ayer que la Montaña
Palentina y sus estribaciones comarcales Boedo/Ojeda y Vega/Valdavia se
caracterizan por fuertes contrates entre las planicies de los diversos valles paralelos
en dirección sur, y las altitudes de las
montañas donde los
desniveles configuran un contexto natural típico de Alta Montaña. Esto es
extremamente evidente y real: entre los 1.050-1.200m -el monte de Prádanos alcanza
1.180m de altitud- y las zonas más bajas
por donde discurren los ríos Pisuerga y Carrión y sus tributarios, se pasa en
apenas 10km a cimas que ultrapasan los 2400m, con valles recortados y fuertes
pendientes. El M.A.P.A (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación)
califica estas áreas en sus estudios como de Alta Montaña. Curiosamente, en los
límites provinciales de Palencia/Burgos, en el término municipal de Aguilar de
Campoó –a penas 15km de Santibáñez de Ecla, Prádanos de Ojeda, Becerril del Carpio
y Nogales/Villela, frontera septentrional de nuestras comarcas al este - surge una pequeña área geográfica que pocos
conocen: llamase Valdivia/Loras (no
confundir, por favor, con Valdavia).
Está situada entre largos y estrechos sinclinales colgados, un modelado
cárstico y algunos enclaves de gran valor paisajístico, ecológico, botánico y
turístico. Ahí encontramos El Cañón de La
Horadada, Las Tuerces, La Covalagua y La Cueva de los Franceses – los
parajes más bellos y emblemáticos de la Montaña Palentina. En esta región se
dan cita las dos cuencas sedimentares más importantes de la península Ibérica: el
río Duero con las nacientes de sus
más importantes tributarios en territorio palentino (Carrión y Pisuerga, en
cujas cuencas se han construido 5 embalses), y el río Ebro que nada más nacer en Cantabria atraviesa una pequeña área
palentina, en tierras de Báscones de Ebro. La orografía y el clima de inviernos
largos y fríos (limitan las potencialidades agrícolas del territorio), así como
un clima de veranos breves y húmedos que comprometen la maduración de numerosos
productos, marcan tradicionalmente las actividades y creaciones humanas en esta
comarca. Inconvenientes además prolongados por períodos de incomunicación por causa
de la nieve y a veces superados por los rebaños trashumantes y de trastermitancia.
Esta comarca tan desconocida entre los habitantes de nuestros pueblos presenta
características individuales que los geógrafos españoles califican como ‘el confín más remoto e inaccesible de la
provincia de Palencia, con su
espectacular y desconocida cadena montañosa’ de la cual forman parte los
pueblos arriba citados, o sea, Santibáñez de Ecla, Prádanos de Ojeda, Becerril
del Carpio y Nogales/Villela.
La comarca de Valdivia/Loras, cuyas
estribaciones montañosas alcanzan nuestro pueblo –Pico y Peña Cortada forman parte de este conjunto cárstico- es un
de los enclaves paisajísticos más importantes de Palencia, como resultado de varios y múltiples procesos de erosión en
rocas calizas. Situada en el entorno de los páramos de La Lora, una zona de contacto entre los relieves cántabros y la
cuenca sedimentar del Duero, el conjunto orogénico de Las Tuerces se describe como un auténtico laberinto en que se alternan
grandes bloques de formas caprichosas e inconfundibles ej.: el Cañón de la Horadada, denominado por
los geólogos de Colorado Español. Tratase de una garganta
profunda con paredes verticales y rocas calcáreas en cuyo fundo abre camino el
río Pisuerga. Esas paredes están llenas de cuevas > algunas de carácter
prehistórico, ‘setas’ gigantescas, puentes y arcos naturales, cerrados callejones
y umbrías covachas, que dan lugar a un encantado paisaje de paseo,
contemplación y encantamiento. En realidad, Las
Tuerces constituyen una pequeña meseta de 1.095m de altitud, situadas al
sur de Aguilar de Campoó, sobre el río Pisuerga. Sus formas son denominadas loras > cerros elevados de cumbre
casi plana y paredes verticales que caracterizan toda esta zona limítrofe entre
Burgos y Palencia, y marcada por el río Pisuerga; Prádanos está a penas a 4km de este
río. Las Tuerces se diferencian de
las demás loras por constituir un
espectacular conjunto de formaciones ‘retorcidas’ que nos recuerdan la famosa Ciudad Encantada de Cuenca. Los
diferentes procesos de erosión (superiores e inferiores) acabaron por componer y
‘dibujar’ ese variado, singular y curioso paisaje rocoso, repleto de oquedades,
cuevas, callejones, grietas, lapiaces, valles hundidos, pináculos, viseras,
‘setas’, etc, que las tornan un Monumento
Natural de la Biosfera. Además, Las
Tuerces constituyen el más conocido y visitado paisaje cárstico tan
dominante en esta parte de la Montaña Palentina y zonas linderas.
Me desvié un poco del título programado,
para deciros que la Ojeda de la cual formamos parte importante también ostenta
algunas características de la comarca Valdivia/Loras. En verdad, la Ojeda y
Boedo son dos comarcas naturales del centro-norte de Palencia, en su sector más
oriental, junto a la provincia de Burgos, precisamente en su límite más
interesante desde el punto de vista paisajístico y etnobotánico. La Ojeda/Boedo
– comienza su recorrido orográfico siguiendo la Ruta Alar del Rey por la P-223,
a la derecha donde se encuentra nuestro pueblo sesteando en La Cerrilla, pionero que es del valle
más emblemático de Palencia-, un territorio de transición entre las llanuras de
la Tierra de Campos, al sur, y de los contrafuertes cantábricos, al norte. Y empleo
la palabra emblemático porque en él
aparecen diversos monumentos históricos que marcaron nuestra trayectoria y la
geografía del lugar. Sus mayores cumbres como el Espigüete (2.450m) > en la parte occidental de los Picos de
Europa; el Naranjo de Bulnes (2.518m)
– indiscutible rey de estas montañas y de todas las restantes de la geografía
hispánica- en la parte central; y la Morra de Lechugales (2.444m), en la parte
Oriental y su famoso macizo de Ándara-, son montañas que aparecen como
verdaderas murallas rocosas al norte de Palencia. La Ojeda y su pequeño
territorio de 1.538km² se reparten entre los valles por donde deslizan los ríos
Boedo (72,7km) y Burejo (33,6km), formando este último la cuenca principal de La
Ojeda. A él confluyen espaciadamente numerosos arroyos y riachuelos que a su
vez abren a incontables vallejos secundarios.
En realidad, aunque de pequeñas dimensiones – nace en
Colmenares de Ojeda (mi hermana Cristi nació en este pueblecito montañés) y
desemboca en Herrera de Pisuerga-, el río Burejo discurre su diminuto caudal integralmente
en la provincia de Palencia. Es más un típico arroyo de montaña que serpentea por prados húmedos muy próximos a
la Peña de Cantoral (1.130m) en cuyo
pueblo de 13 habitantes recoge las aguas provenientes del deshielo y de las
nevadas de invierno. En Colmenares duplica su correntía debido a un minúsculo
tributario, el Valdeur. Por el
camino, otros afluentes van engrosando su modesto caudal como lo hacen el
arroyo Tarabás (en Olmos de Ojeda) y
el Payo (en La Vid de Ojeda), antes
de engolfarse en el Pisuerga (en Herrera). Cosas del destino: mi hermana nació
en Colmenares como el río Burejo, y posiblemente terminará sus días en Herrera,
donde mueren las aguas de este río símbolo y pasatiempo de la Ojeda. Los tres arroyos
de Prádanos son un caso a parte: nacen a los pies de la montaña y terminan en
un solo tramo en los términos de Alar y Villorquite, en un lugarejo que
llamaban la venta El Hambre (hoy
despoblado), poco abajo del molino de harinas. Los tres se unían en la Huerta de los Blases, después de irrigar
la vega pradanense por unos 5/6km. Y como hijos de una misma madre se echaban
adormecidos y cansados en los placenteros brazos del río Pisuerga.
El río Burejo y su pariente cercano
el Boedo al no atravesar núcleos urbanos ni grandes poblaciones, posee aguas de
buena calidad (o poseía en mis tiempos de niño), lo que favorecía la presencia
de peces entre los cuales se destacaba la trucha. Hoy evidentemente todo está
cambiado, pero aún existe un coto de pesca libre en Herrera de Pisuerga.
Antiguamente había muchos molinos en sus márgenes, en función de las
necesidades de los habitantes ribereños: casi todos han desaparecido; en mi
visita reciente (2012) el caserío molinero de Villabermudo, aún estaba en pie.
El problema mayor del río Burejo es el fuerte estiaje en los meses de verano
(julio/agosto) cuando prácticamente es un río seco. Sin embargo, y a pesar de
ser la cuenca o valle más importante de la comarca, con los temporales del
invierno y el deshielo en la primavera a veces transborda y sus aguas invaden
campos, puentes, acequias y hasta viviendas que encuentra en su camino. Pero las
aguas del Burejo también son benéficas para las fincas de patatas, ajos,
remolachas y diversas hortalizas, así como para los pueblos (y ganados)
circundantes que aprovechan su corriente para el regadío. Que lo diga mí cuñado
Elpidio: ¡cuantas veces le vi conducir las aguas de este rio para su mimosa
huerta!
Los ríos Boedo y Valdavia (81,4km) poseen
asimismo modestos caudales. El Boedo es un afluente del río Pisuerga, y nace en
las proximidades de Santibáñez de la Peña, a los pies de la sierra del Brezo,
en un lugarejo llamado Villafría de la Peña, a 1.242m de altitud. Después de
recorrer unos 72,7km desemboca en el río Valdavia, en Osorno la Mayor. A su
vez, el río Valdavia que nace en la misma sierra del Brezo, después de irrigar
el valle con su nombre y recibir las aguas del río Boedo, desemboca en el río
Pisuerga, en Melgar de Fernamental (Burgos). Como el Burejo, tanto el Boedo
como el Valdavia y sus pequeños afluentes discurren por valles paralelos en
dirección sur, que en determinado punto se entroncan formando el conjunto comarcal
Boedo/Ojeda/Valdavia, de mayor proyección románica de España. Por estos valles se
explaya un patrimonio monumental del Arte Románico que estuvo en comunicación
con los grandes centros de renovación eclesial hispánica (reforma de Cluny) y
bajo los auspicios de otros monasterios. Un ejemplo histórico fue San Román de Entrepeñas (940) -hoy solo
resta el torreón, único vestigio de su antiguo esplendor-, superior en
importancia como priorato cisterciense al Real Monasterio de San Zoilo (948),
en Carrión de los Condes. Para tener una idea de su importancia histórica basta
recordar que este monasterio fue el más famoso priorato en el Camino de Santiago (¡permitía a los
peregrinos comer pan y vino a discreción!), de grande relevancia y prosperidad
por causa de los condes de Carrión [Gómez Díaz y su mujer Teresa Peláez, nieta
del rey Bermudo II], que le escogieron como panteón familiar. En 1219, la
princesa Beatriz de Suabia (nieta del emperador de Constantinopla) contrajo
matrimonio, aquí, con Fernando III el Santo. Hoy es un hotel de lujo.
Los pueblos de La Ojeda y Boedo se
asientan con frecuencia al abrigo de esos tres valles fluviales o en sus
cerrillas, disfrutando muchos de ellos de abundantes vegas o prados de siega,
esto es, sistemas seminaturales donde prevalece la intervención del hombre en
función de su manejo agrícola (número de cortes, riego, abonado, pastoreo y
siembra). Casi todos ellos proceden de antiguos panares (> campos de cereal de montaña, normalmente trigo,
centeno y cebada), o patatales
revertidos en prados para la producción de hierba a fin alimentar al ganado en
el invierno. Actualmente, muchos prados sufren constantes regresiones al
cambiar de actividad laboral. Ganaderos abandonan el manejo o lo hacen más extensivo
y menos cuidado. En sus alrededores, sin embargo, aún se pueden ver buenos
ejemplos de praderías todavía productivas en los tres valles, incluso en
Prádanos de Ojeda. Otros son transformados en herbazales y convertidos en
pastos secos invadidos por ulagas, majuelos, zarzas y arañones (endrinas),
evolucionando en diversos lugares para el pinar o el quejigal. Y hay lugares
donde los prados situados en fajas estrechas y pendientes casi imposibles de
cultivos que procuran integrarse con funciones ecológicas, paisajísticas y de turismo.
A lo largo de estos valles vemos evidencias de abancalamiento > terrazas o bancales que reducen la pendiente de
las laderas semimontañosas, y restos de prados, en su mayoría convertidos en pastos
o colonizados por leñosas de orla de bosque o pinos. Evidentemente, los mejores
prados como en Prádanos se encuentran en las zonas bajas, en la cola de los
arroyos o cursos de agua aún disponibles. En algunos prados supraforestales los
labriegos se permiten dallar los pastos
durante el día, antes de la entrada del ganado (¡cuando aún existe!) en las
estivas realizadas a principio de agosto. Los estudiosos de este asunto hablan
en prados de siega de montaña, o sea,
prados ricos en especies herbáceas y productores de heno, poco o moderadamente
fertilizados, preferentemente ubicados en los pisos montano y de cerrilla en
zonas montañosas del norte peninsular (entre 400 y 1.600m de altitud), aunque
también ocurran en la región mediterránea. Por lo general, son prados de suelos
profundos, casi siempre neutros o básicos y abonados con estiércol y con las
deyecciones directas del ganado. En condiciones benignas producen gran cantidad
de biomasa que puede ser segada una o dos veces al año, y aprovechada también
directamente para el ganado. Este tipo de prados se distribuye en pequeñas
parcelas ocupando laderas y fondo de valle, generalmente separados por árboles,
setos y en algunos lugares con muros de piedra, formando un conjunto
característico que se suele llamar de pradería.
La mitad de nuestro pueblo se encaja en estos comentarios.
El clima de La Ojeda/Boedo es
mediterráneo continentalizado, lo que quiere decir que los inviernos son largos
y fríos, con heladas frecuentes y abundante pluviosidad. El verano por lo
general es corto, con estación seca, temperaturas frescas debido a la
proximidad de la Montaña Palentina. En este particular, nuestras comarcas
siguen las características de la meseta castellana, aunque más suaves y húmedas y
con valores termométricos no tan extremos. Entre los 400 y 1.600m de altitud, en
lo que tradicionalmente se llamó de fondo de valle y laderas, el clima es
generalmente templado oceánico submediterráneo, con temperaturas medias/ano
entre 8/10ºC y precipitaciones totales anuales de 950 a 1.400mm. Los prados de
nuestros valles (Valdavia, Boedo y Ojeda) de la llamada comarca Zona Norte, según criterios del
M.A.P.A., forman comunidades que requieren un mantenimiento agrario estable,
que básicamente consiste en una o dos siegas anuales condicionadas a riegos en
la mayoría de los casos, y a un ligero pastoreo en el comienzo de la primavera.
Los prados de nuestras comarcas tienen un interés agrario importante, dada su
incorporación a las producciones de materia seca y a las cualidades forrajeras
en algunos lugares de montaña en las zonas cantábricas. Muchos prados, como los
de Prádanos, tienen una total dependencia de las actividades agrícolas,
ocupando incluso formaciones boscosas. Tal vez por eso aparecen formando
mosaicos con otros prados con mayor grado de intensificación en su manejo anual.
Los técnicos aconsejan la utilización de un sistema de Información Geográfica,
basándose en un modelo digital de los terrenos, estimando por ejemplo las
variaciones de temperatura debidas a la altitud, exposición solar, latitud,
distribución pluviométrica y orientación de las pendientes. Claro, técnica
demás para nuestros labriegos de Boedo/Ojeda. Sin embargo, no pueden ser
puestas de lado las particularidades ecológicas, la flora y la fauna de las
comunidades presentes en esos sistemas semimontañosos y para cada un de sus
valles.