Comienzo
mi apartado de hoy con un texto de Manuel Revuelta González, académico de la Institución Tello Téllez de Meneses – prestigioso
centro de estudios con sede en
Palencia (desde 1949). Esta institución fue constituida en honra y dedicación a
don Tello Téllez de Meneses, un renombrado, poderoso y compenetrado obispo de
Palencia en la Edad Media (1208-1247). Hasta hoy resuenan insistentemente las
palabras de aquel académico en mi entendimiento desde su publicación (2004): ‘La
Ojeda tal vez sea la comarca más
necesitada de apoyos culturales, pues es la mas desconocida. Otras comarcas como
La Montaña Palentina, La Valdavia, La Tierra de Campos y El Cerrato son zonas más amplias y nombradas. A su
favor tienen, respectivamente, el encanto de las cumbres o de los pantanos del
norte, la columna vertical del río Carrión, o el Camino de Santiago. Los valles de la Ojeda, en cambio, quedan en una zona de transición, entre la
Valdavia y el río Pisuerga, entre la Montaña y la Tierra de Campos’ (cf.
Boedo-Ojeda y Ribera, de Roberto Gordaliza). Está claro para todos sus
habitantes, sobre todo para aquellos que son más leídos, que La Ojeda tiene una personalidad
geográfica e histórica diferente. A final, sus tierras intermedian las cumbres
de los Picos de Europa/Montes
Cantábricos y las llanuras a perder de vista de la Tierra de Campos. La Ojeda/Boedo y La Valdavia/Vega de Saldaña son comarcas
palentinas de suaves cerrillas
(colinas) onduladas que a veces hacen justicia a su dulce toponimia de
maravillosos mirantes o miradores, especie de tejadillos o balcones,
desde donde se pueden ojear o
contemplar y admirar los campos cerealísticos al sur de su geografía. Son
valles amplios y pratenses que recogen
las aguas de algunos ríos cortos, estrechos
y de caudal escaso, a veces separados por páramos, terrenos sarpullidos
de oteros y collados, surcados de múltiples arroyos y riachuelos ej.: los tres
riachos de Prádanos de Ojeda (¡ciertamente, en otros tiempos!), también tachonados de praderas, sotobosques y
tierras de cultivo casi siempre de cereales (trigo, cebada, avena, etc) y
hortalizas.
Y no sólo la geografía de la Ojeda y
comarcas hermanas (Boedo, Valdavia y Vega de Saldaña) son tierras de
transición; su historia vivió a lo largo de los siglos un vaivén intenso entre
la Tierra de Campos al sur y la Montaña Palentina al norte. Son tierras que nos
hablan de repoblados al amparo y protección de castillos medievales como Carrión,
Orbaneja, Bur, Amaya, Aguilar, etc, relegados al olvido cuando la reconquista
Ibérica marchó en la dirección de
Toledo, Valencia, Sevilla, Múrcia, Algarve… Esas comarcas no sólo nos muestran castillos
o fortalezas en defensa de las tierras castellanas y su vasallaje, sino también
monasterios e iglesias que nos impresionan hasta hoy por sus edificaciones
románicas y artísticas ej.: San Andrés de Arroyo, Santa Eugenia de Cozuelos,
iglesias como las de Prádanos de Ojeda, Perazancas y Moarves, numerosas ermitas
entre las cuales se destacan algunas actualmente en ruinas como la de San Jorde
de Ojeda. Todas ellas conservan aún en nuestros días sus puertas, espadañas,
pilas bautismales, etc. después de tantos siglos de vida, renovación y remiendos.
Sí, La Ojeda aún conserva su belleza
primitiva, retratada en muchos libros, diccionarios y escritos menores, pero
siempre vivos como testimonios o testigos de un pasado glorioso. Como diría
nuestro académico, Revuelta González, ‘a través de ellos vemos la contextura de las
poblaciones, sometidas al vasallaje de señoríos eclesiásticos o civiles, que
imponían varios tributos y servicios’. Para quien desea asomarse a esos
viejos libros o manuscritos (sacramentales, obras pías, cofradías, etc) en
busca de ‘buenas informaciones’ nada
mejor que recorrer siglo por siglo las vicisitudes y transformaciones de
nuestros pueblos cuya base y actividad económica sigue siendo prácticamente la
misma de otrora. Un ejemplo bien visible es Prádanos de Ojeda. Recojo las
palabras de nuestra obra de consulta, un artículo editado en El Debate (1912) – periódico fundado en
Madrid en 1910 y finado en 1936: ‘al
acercarnos a Prádanos de Ojeda empezamos ya a ver por todo el campo numerosos
labradores con todas sus familias y obreros dedicados a la recolección de
hermosas y abundantes patatas. Prádanos es el
pueblo principal de la comarca
llamada Valle de La Ojeda, compuesta
de unos 27 pueblos dedicados al cultivo de la patata de la que se envían
innúmeros trenes a Barcelona, Bilbao, Madrid y otros grandes centros [de
España]’. En realidad, el plantío de la
patata – hoy (2012), ajos y remolacha-
siempre fue una oportunidad económica para todos los pueblos de La Ojeda.
Infelizmente, el descenso demográfico a partir de los años 1960 afectó
peligrosamente estas comarcas palentinas, atravesadas por valles, páramos y viejos caminos (carreteras). En versos
de Laurentino Mª Herrán, diremos a todos nuestros lectores on-line:
Aquí
fue, tierra santa la que pisas…
Aquel
otero,
Ruinas
apenas son de ¿qué castillo?
Amparo
de un alfoz que llevó el tiempo,
Con
sus calles y plaza… un despoblado
Que
se llamó…
¿Dónde
están los vecinos y sus voces,
Los
geranios, los niños, los aleros,
Nidos
de golondrinas, los ancianos
Buscando
en los otoños la solana
Mientras
el campo araban los labriegos?
[…]
Era entonces Castilla la señora,
La
que surcó orgullosa los océanos
Sembrando
nuestro nombre
En
tierras vírgenes [y lejanas],
Que
en castellano aún trenzan sus rezos.
Era
Castilla, ahora despoblados
Que
marcarán el mapa de un desierto.
O estos otros versos de Fermín López, un
hijo de Báscones de Ojeda, que recuerda con saudades las orillas del Boedo, su
agua bulliciosa, los muros lavados por el río, su tierra natal a quien llama mi noble pueblo – Báscones querido.
Palabras que cada uno de nosotros podríamos repetir, con orgullo y honra, desde
siempre, cuando nos acordamos de nuestra tierra natal:
Lejos
de ti, aún oigo tu campana.
La
voz de don Silvano; las esquilas,
La
risa y el jolgorio en la solana;
A
los amigos que rompieron filas,
A
los que alumbra el sol cada mañana…
A
la escuela clavada en mis pupilas.
Entre tanto, y a pesar de cualquier
contradicción encontrada en las consultas bibliográficas, no nos olvidemos de una
cosa importante: la geografía y la historia de La Ojeda continúan siendo referencias inolvidables para todos sus hijos
y visitantes, porque ahí encontraremos un tesoro infinito y tal vez desconocido:
son iglesias y ermitas casi olvidadas, datos históricos de cada pueblo
visitado, raíces lejanas de un pasado de añoranzas y buenos presagios. La iglesia parroquial de Prádanos de Ojeda es
un ejemplo emblemático de toda esta riqueza milenaria. Yo, personalmente, no me
olvido de ella, ni de su patrón san Cristóbal: el papel de pared de mi
ordenador estampa la imagen de este santo católico, eximio protector de
caminantes y peregrinos, aquellos personajes que dejaron sus tierras nativas
para tornarse viajeros y ciudadanos del mundo. La iglesia parroquial de
Prádanos -algo apartada del pueblo, y ubicada sobre una pequeña colina a que
llamamos cerrilla (foto)- es una
construcción sólida, de sillería y mampostería, con tres grandes naves y tres
capillas, cuyo patrón y protector es san Cristóbal, el gigante cananeo de Licia (Turquía). Su torreón, la entrada y la
bóveda de crucería, llaman de inmediato nuestra
atención por sus portes mayestáticos, así como el retablo neoclásico con un
Cristo gótico del siglo XIV. Posee también un ‘altar de ánimas’ firmado por
Zenón Herrero y Pérez (+1903), discípulo del famoso pintor español José Casado
del Alisal (1832-1886). Llevemos en cuenta que se trata de un conjunto románico
renacentista, pues fue construido entre los siglos XII y XVII. Además, es la
iglesia/catedral de La Ojeda, de planta basilical, en forma de cruz y cabeza
redondeada, con piedras de sillería. Las puertas son románicas, hechas con
madera de roble (siglo XII), cerrajes y cerrojos de gran valor artístico. Un
órgano barroco, hechura de Antonio Muñoz Ruíz (1783), así como una cruz
procesional y un Cristo articulado, se destacan en este templo grandioso, que
pocos conocen y valoran suficientemente. Algunos estudiosos aseguran que la Fuente Palacios son restos de un
castillo o monasterio, destruido en una revuelta popular; en su recinto murió
el dueño del señorío.

1- de las montañas cantábricas, estos pueblos reciben algunas características
paisajísticas y etnográficas que los tornan atracciones rurales y ejemplos
turísticos
con infraestructura
estratégica ya consolidada, capaz de revitalizar el territorio, sin olvidar la
integración en el resto de las actividades económicas comarcales. En el
entorno, aparecen sectores del Alto Pisuerga (al este) y del Alto Carrión (al
oeste), además de otras subcomarcas limítrofes como Fuentes Carrionas, Las Turces, La Pernía, La Braña y El Campoó,
a pocos kilómetros de distancia: de Prádanos a Cervera de Pisuerga – ‘el corazón de la Montaña Palentina’ son
30km a penas. En cualquier circunstancia, las aguas provenientes de sus
estribaciones montañosas dan origen a los ríos e arroyos que discurren por
valles paralelos hacia el sur de la provincia, o simplemente son tributarios de
los dos ríos principales de Palencia, el Pisuerga y el Carrión. En sus
inmediaciones vamos encontrar la Ruta de los Pantanos, los embalses de Camporredondo, Compuerto, Resquejada, Aguilar de Campoó y Ruesga, además de Lomilla de Aguilar y
Velilla de Guardo. Prádanos y la comarca
Boedo/Ojeda adormecen a los pies de la Cordillera Cantábrica, en su borde
meridional > aspecto orográfico que le otorga un carácter singular de
transición entre esas dos unidades geomorfológicas: las montañas volcadas para el Atlántico y las llanuras abiertas a la cuenca sedimentar del río Duero.
Por otro lado, si de las altas montañas
cantábricas heredamos estribaciones orográficas y ríos que discurren por valles en U, paralelos
hacia el sur de la provincia,
2- de la inmensa Tierra de Campos heredamos también una topografía ondulada,
interrumpida a veces por cerros bajos, coronados algunos por castillos
medievales. La Tierra de Campos es
atravesada por ríos de escaso caudal como el Valderaduey, el Sequillo y el Valdavia, en cuanto por los flancos
aparecen ríos relativamente caudalosos como el
Carrión y el Pisuerga, sus límites occidental y oriental, respectivamente.
Surcada de norte a sur por el Canal de
Castilla (construcción hidráulica de mediados del siglo XVIII y principios
del XIX), esta obra tuvo por objetivo
llevar el trigo y otros cereales a los puertos cantábricos, mediante el
transporte fluvial de tiro por la orilla, a través de las famosas sirgas > barcazas arrastradas por animales.
Y así como recibimos las influencias cántabroatlánticas de un típico clima mediterráneo continentalizado –‘régimen térmico relativamente extremado y
sequía estival larga y marcada’-, recibimos
también las influencias de un clima seco en las zonas más bajas y
occidentales, y de un clima semihúmedo
en las zonas orientales. La diferencia entre ambas regiones está en la
composición de los suelos, en su inmensa mayoría arcillosos al sur, y calcáreos
al norte. Tratase de una llanura sui
generis, de grandes extensiones verdes en primavera, ocres en otoño,
blancas en invierno y doradas en verano. Por ser una de las principales áreas
cerealistas de Europa, se la conoce por el epíteto de granero de España. Este apellido aun que sea justo y verdadero, ha
dado motivos para una explotación excesiva de su territorio y, en consecuencia,
una fuerte deforestación, de la cual participaron las comarcas fronterizas:
Vega de Saldaña/Valdavia y Boedo/Ojeda.
Nenhum comentário:
Postar um comentário