Caros lectores on-line: me tomo la
libertad de escribir sobre algunos asuntos que ciertamente envuelven la vida y
obra de nuestros ancestrales, los primitivos habitantes de Prádanos de Ojeda.
Creo sean tres asuntos importantes: la historia de Amaya, los restos del monte
Cildá (975m) y el patrimonio histórico y
artístico de la Ojeda.
Comenzaré por Amaya, la ciudad-madre (‘capital’) de la Cantabria
romana, a cuyo territorio (ver mapa) pertenecía nuestro pueblo en tiempos del
primer emperador romano, Octavio Augusto
(63aC a 14dC). Fue una época en que el imperator
proconsulare de Galia, Hispania y Siria (esto hacía de él jefe supremo de
las 30 legiones romanas), aprovechándose de su prestigio personal, transformó
el régimen político de la República romana en una especie de monarquía - en la
Historia recibiría el nombre de Imperio
Romano. Entre las muchas reformas por él fomentadas, una fue decisiva para Hispania:
dividió el Imperio en provincias senatoriales (confiadas a un gobernador
sin mando militar, nombrado por el senado) y provincias imperiales (gobernadas por un legado del emperador). El punto
culminante y la trayectoria victoriosa de Octavio Augusto surgieron después de
la batalla de Filipos/Macedonia (42
aC), cuando las legiones comandadas por él y Marco Antonio derrotaron los
ejércitos de Bruto y Casio, asesinos de Julio César. Cuenta la historia que ambos
asesinos se suicidaron, siendo que Augusto ‘no
mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que
la arrojaran a los pies de la estatua de Julio César’. En seguida, se dio
el reparto de poder y el nuevo acuerdo territorial entre los tres triunviros: Octavio Augusto comandó las provincias
de Galia, Hispania e Italia; Marco Antonio gobernó Egipto donde hizo alianzas
con Cleopatra VII, ex amante de Julio Cesar; y Lépido tomó para sí la provincia
de África. Poco después, con la rendición de este último para Octavio Augusto,
el Imperio se quedó dividido entre Marco Antonio (Oriente) y Augusto
(Occidente). Sin embargo, la derrota definitiva de Marco Antonio en Accio (32aC), hizo de Octavio
Augusto el dueño absoluto del imperio Romano, visto que su autoridad imperial
se basaba ‘en el ejercicio de un poder
militar preponderante y el uso de la fuerza’ (H. Scullard).
Así, una vez vencedor de las guerras
civiles romanas asumió el control de las provincias cuyo estado en aquel
momento era extremamente caótico: en realidad, la mayor parte del mundo romano
conquistado, incluyendo Hispania, era un pandemonio. Y más aún: junto con el
dominio de las provincias, tuvo el control de casi todas las legiones romanas.
Augusto se jactaba de haber sido proclamado imperator
por sus legiones hasta en 21 veces, todas ellas tras una batalla victoriosa. Y
para complacer a sus patriotas [romanos], promovió el ideal de una civilización
superior con la finalidad de gobernar el mundo. Su lema era este: ‘romano, acuérdate que tienes fuerza para
gobernar a los pueblos de la Tierra’. Siguiendo estas directrices, las
legiones romanas > 30 con 180 mil soldados profesionales [¡cada legión
comportaba 6/7 mil soldados!], apoyadas aún por numerosas unidades auxiliares
con 500 soldados cada una-, habían conquistado al final de su reinado prácticamente
toda la extensión de lo que se consideró imperio Romano (ver mapa), incluso Hispania (actuales España y Portugal).
Las tribus rebeldes de Cantabria fueron finalmente dominadas en 19 aC; el
territorio pasó a formar parte de las provincias de Hispania y Lusitania >
un activo importante para financiar las futuras campañas de Roma, por ser rica
en depósitos minerales que podían explotarse a través de la minería romana, especialmente los
depósitos de oro ej.: en Las Medulas > comarca de El Bierzo (León) > fue considerada la mayor mina de oro a
cielo abierto de todo el imperio Romano; se abandonó en el siglo III. La Unesco
declaró todo el conjunto Patrimonio de la
Humanidad (1997). Historiadores afirman que Las Medulas y la conquista definitiva de los pueblos cántabros fueron
dirigidos personalmente por Octavio Augusto y ocho legiones entre los años 26 y
19 aC.

Los propios historiadores narran el asedio a
que sometieron Amaya. El geógrafo e
historiador Estrabón (64 aC- 24 dC),
en sus Memorias Históricas (43
libros), describe así al pueblo cántabro: ‘la
táctica y el número obtuvieron la victoria final, pero los vencidos dejaron
pruebas impresionantes de su amor a la independencia. Las madres mataban a sus
hijos para que no cayeran en poder del vencedor; el mozo viendo a sus padres y
hermanos prisioneros, los mataba a instigación de su propio padre; el guerrero
invitado a un convite se arrojaba a las llamas; la mujer se suicidaba después
de acabar con sus compañeros de cautiverio; o se envenenaban con el tóxico de
hierbas que llevaban siempre consigo en previsión de la desgracia; y otros más
heroicos todavía, desde las cruces donde expiaban el castigo glorioso de haber
defendido a su patria, insultaban a sus enemigos y cantaban alegres canciones
de guerra’. Así, superada toda y cualquier resistencia, los legionarios
refundaron la ciudad con el nombre romano de Amaya Patricia, o simplemente Amaia.
Hasta la caída del imperio Romano, los habitantes del territorio gozaron de paz
y prosperidad. A lo largo del periodo, los cántabros volvieron a tener un
régimen de autogobierno, con total independencia, por medio de una asamblea
política local. Mucho después (574), el rey Leovigildo tomó la ciudad y mató a
sus dirigentes o jefes. Desde entonces, y hasta la entrada de los árabes (714),
Amaya [ocupada] se tornó un baluarte (fortaleza) y enclave importante desde
donde los visigodos lanzaban sus expediciones de conquista. En 714, Tarik ben
Ziyad cercó Amaya y expulsó al duque Pedro
de Cantabria (padre del futuro rey Alfonso I), conservando la ciudad hasta
734 cuando los cristianos la retomaron definitivamente. El rey Alfonso I de
Asturias (693-757) – era yerno de D. Pelayo- junto con las comarcas de Mave, Saldaña y
adyacencias (entre sus pueblos, Prádanos de Ojeda), la transformaron en un
despoblado por ser ‘zona de batallas’
– desde la cordillera cantábrica hasta el río Duero – y, también, a causa de
sequías prolongadas. Los propios supervivientes a tantas guerras y sufrimientos
se refugiaron en las montañas del norte de
Cantabria, León y Castilla. El romancero nos apunta la causa: ‘eran muchos hombres juntos en poca tierra, /
castellanos llevando mala vida durante mucho tiempo, / pues la tierra era poca
y de viandas enflaquecida’.
El rey Alfonso I de Asturias intensificó la
Reconquista contra los árabes que se habían asentado al norte de la sierra de
Guadarrama, hecho que fue aprovechado por el nuevo monarca y su mujer Ermesinda (hija de D. Pelayo) para
ampliar las fronteras del reino, ocupando Galicia al oeste, y tierras de la
futura Castilla Vétula al este. Sus campañas eran devastadoras contra las zonas
ocupadas por los árabes. Una Crónica
así se refiere a las gestas del rey astur: la
osadía de los enemigos fue siempre aplastada por él [Alfonso]. En compañía de
su hermano Fruela, hizo avanzar a menudo su ejército, tomó por la guerra muchas
ciudades […] y castillos con sus villas y aldeas, matando a los árabes con la
espada, y ayudando a los cristianos a retornar a su patria’. La creación
del llamado ‘desierto del Duero’ –
área comprendida entre el río Duero y la cordillera cántabra se quedó realmente
despoblada. Según Alexandre Herculano de
Carvalho (1810-1877) > para dificultar los futuros avances musulmanes hacia
el norte, aunque otros historiadores digan que esta despoblación fue inconsciente.
Sólo 100 años después, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de los reinos
musulmanes la repoblación adquirió nuevos incrementos, sobre todo con gente traída
de Castilla, lo que provocó la necesaria roturación de nuevas tierras y la
fundación de otros pueblos y aldeas, configurando la población que ha llegado
hasta nuestros días. La incorporación de gentes venidas de los Campos Góticos, o sea, de la Tierra de Campos/Palencia, conservan
cierta tradición guerrera, bastante perdida por las poblaciones
hispano-romanas, si exceptuamos los pobladores del norte, menos inculturados
por el mundo romano. Por su intermedio y ayuda desinteresada la Reconquista
adquirió nuevos impulsos permitiendo reforzar toda esta zona, expuesta a las incursiones enemigas.
La Peña
Amaya, una impresionante plataforma caliza con 1.377m de altitud, orográficamente
pertenece a la comarca Valdivia/Loras en los límites fronterizos entre Burgos y
Palencia. Esta región casi aislada marca
el final de la meseta castellana, de grandes peñascos, y enormes farallones > partes superiores de
modelos escarpados, altos y afilados, orgullosos promontorios rocosos o roquedales
visibles fotografiados desde lejos por el visitante (foto superior). Hoy,
diríamos que se trata de un enclave natural y paisajístico, de imponente
belleza y señorío, una fortaleza natural que se alza a 500m sobre la planicie circundante,
actualmente vigilada tan sólo por buitres y alimoches, pero en tiempos idos una
tierra inolvidable en la historia de Cantabria y Castilla con importancia
estratégica y defensiva como última y resistente atalaya de la meseta
castellana; o antes, de la extraordinaria y abundante riqueza cerealista de la Tierra de Campos. Amaya y su relevancia histórica marcaron para
siempre no sólo sus comarcas y pueblos más
próximos, sino también toda Castilla y León.
El viajero que visitar estos parajes deberá estar consciente de su importancia como
enclave ‘prácticamente’ inexpugnable, pero también de la dureza y vida de sus habitantes que suportaron a lo
largo de los siglos escaramuzas y guerras de todo tipo. La Gran Peña es el roquedal donde don Rodrigo, el primer conde de
Castilla (860-873), construyó su fortaleza y a partir de este castillo repobló una
vez más la antiquísima villa de Amaya a mando del rey Ordoño I de Asturias (830-866). Aquel noble y conde castellano sería
hermanastro de Ordoño I y como tal se encargó de repoblar la parte más oriental
del reino de Asturias, territorio que los árabes llamaron Al-Quila > ‘lugar de castillos’, misión que desempeñó con gran
libertad de acción y una fidelidad ejemplar al monarca asturiano.
Gonzalo Díez Martínez, en su ensayo El condado de Castilla (711-1038). La
historia frente a la leyenda, nos dice: hasta
este momento no conocemos el nombre de ningún conde de Castilla ni cual era la
situación administrativa de esta parte importante del reino astur, si estaba
vinculada a Álava constituyendo un condado formado por Álava y Los Castillos, o
si Castilla ya era un condado y Álava otro’. De cualquier forma, don
Rodrigo repobló Amaya y construyó una muralla con torres alrededor de la
ciudad. Según Justo Pérez de Urbel, el condado de Amaya, señorío de don Rodrigo
y de su hijo y sucesor, Diego Rodríguez llamado el Porcelos, en el año 873 (año de su muerte)
estaba limitado: al norte, por las montañas de Santander; al sur por la línea de
fortalezas levantadas sobre el río Ebro; al oeste, por los montes de Brañosera, Reinosa y Campoo/Los Valles. Muy probablemente,
la línea más occidental del condado seguía por el Burejo y valle de La Ojeda,
visto que la Merindad de Aguilar englobó partes importantes de esta comarca,
siendo Herrera un castro romano y visigodo. Al este, por los valles de Tobalina y Puentelarra (Álava). En el centro del condado, se destacaban los
valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo
y Valdivieso. En realidad, Amaya y el condado de Castilla fueron áreas
geográficas que formaron parte del reino de León hasta el año 932 cuando la región
se tornó un condado autónomo. Poco después (1038), pasó a llamarse reino de Castilla con la capital en Burgos en tiempos del rey
Fernando I .
Esta región fiormó parte del señorío de Amaya y fue repoblada por diversos
pueblos: astures, cántabros, vascones, godos, mozárabes y várdulos, entre
otros. Los hostigamientos de los francos de Aquitania, obligaron, por ejemplo,
a los várdulos > una tribu
pré-romana que Estrabón sitúa entre cántabros y vascones > actuales
Santander/Vizcaya [> Plinio la localiza en Castro-Urdiales, y Tolomeo,
en Guipúzcoa], a desplazarse hacia el oeste, a un lugar conocido en la historia
como Vardulia, zona geográfica que en
el siglo VIII se localizaba al norte de Burgos/Palencia y sur de Cantabria.
Desde aquí las migraciones se dirigieron progresivamente para el sur, y acabaron
por ocupar los territorios que luego formarían Castilla La Vieja. Por lo que
sabemos, hubo seis repoblaciones
importantes:
Primera (791-822) > los primeros movimientos migratorios son patrocinados
no por los reyes asturianos, sino por monasterios (abades) y familias
poderosas. Procuraban tierras incultas o de cultivo para debelar las malas
condiciones climáticas y alimentar a la superpoblación de migrantes >
fugitivos de tierras invadidas por los árabes. En este momento, no existía un
sistema defensivo organizado y capaz de hacer frente a las aceifas (incursiones/expediciones) musulmanas de Córdoba. Los
movimientos repoblatorios sólo se hicieron presentes cuando el emirato de Córdoba
vivió problemas internos;
Segunda
(822-842) > Abd al-Rahman II invadió Álava y recibió la promesa de sumisión por parte de castellanos y alaveses. Sin
embargo, en el norte de Palencia la repoblación continuó a velas desplegadas:
el conde Bermudo Nuñez (890-955) –hermano de Alfonso I y presunto gobernador de
Liébana-, dirigió a sus foramontanos en dirección a Campoo/Valles. El fuero de
Brañosera (824) es el primero de Europa. Pero los árabes no dieron tregua:
asturianos, leoneses, castellanos y alaveses, sufren con las devastadoras razias musulmanas (826, 830, 837, 839).
Sólo Alfonso II hizo frente en la medida de sus posibilidades al poderoso
vecino de Córdoba;
Tercera (842-850) > el reinado de Ramiro I, apellidado de El de la Vara de Justicia, pues hizo
desaparecer bandidos, ladrones, adivinos y magos. Entre tanto, rebeliones
palaciegas y enfrentamientos internos, además de ataques de vikingos y
normandos, no dejaron su reino vivir en paz. En este medio tiempo, las cosas
tampoco estaban fáciles para el emir de Córdoba. Fue la brecha que Ramiro
encontró para ampliar los límites de su reino hasta León (antiguo campamento
romano) y organizar una nueva zona de repoblamiento que no resistió a los ataques de Muhammad, hijo de Abd
Al-Rahman II. La ciudad de León fue incendiada y quedó desierta por varios
años. Con todo, en este breve y turbulento reinado de Ramiro I se edificaron
las más bellas construcciones del prerrománico asturiano ej.: la basílica de
Santiago de Compostela. En esta época, la repoblación dio un paro por tierras
de Castilla;
Cuarta
(850-866) > en el reinado de Ordoño I las cosas mejoran: asturianos y navarros lanzaron una ofensiva
contra Albelda (859), una guarnición
militar del caudillo Banu Qasí Muza que se titulaba tercer rey de España. Tras una dura
batalla, Ordoño tomó la fortaleza y arrasó sus cimientos de sillería. Esta
lucha entre moros y cristianos dio lugar en el siglo XII a la legendaria batalla de Clavijo (La Rioja) - Ramiro I
y el ejército cristiano fueron ayudados por el Apóstol Santiago, montado en un
corcel blanco. Ahora, los últimos acontecimientos permitieron impulsar la
expansión del reino asturiano hacia el sur. La repoblación fue apoyada por el
rey, sin duda para acoger importantes grupos mozárabes, tras las rebeliones de
Toledo y otras poblaciones del al-Andalus. El condado de Castilla hacia el sur
se fortaleció aprovechándose de las debilidades y flaquezas del emirato de
Córdoba. Se conquistaron diversas fortalezas y ciudades en todas las direcciones,
y nuevas incursiones fueron ejecutadas a instancias del rey Ordoño I por el conde
Rodrigo de Castilla contra posiciones musulmanas. La más emblemática de todas
fue Amaya (860), lo que permitió adelantar la línea de fortalezas en el reino
astur;
Quinta (866-873) > ayudado por don Rodrigo y otros nobles castellanos, Alfonso III fue
entronizado rey en Oviedo (866) contra las pretensiones del príncipe Fruela
Bermúdez. Por la primera vez, los castellanos afianzaron a un rey asturiano y,
por eso, a partir de ahora, don Rodrigo de Castilla ejercerá gran influencia en
el reino. Pero nuevos ataques musulmanes llegaron hasta Reinosa/Cantabria (867), donde les
esperaba don Rodrigo y sus valerosos soldados. El emir al-Hakan desistió del combate en aquella zona: será la última acción
musulmana en el reino astur. Después de
esta data, Alfonso III se tornó el verdadero
ideólogo y paladín de la Reconquista, y tentó restaurar el antiguo
reino visigodo, dando secuencia a los avances comenzados por su padre, Ordoño
I. En 873, murió el conde don Rodrigo;
Sexta y última (873-885) > hasta 873 el condado de Castilla experimentó una gran
expansión, ahora muy lejos de Amaya; llegó a incorporar el condado de Álava
aunque por breve tiempo. Fortalezas musulmanas cayeron una atrás de otra, y el
avance castellano se extiendió a plazas y fortificaciones árabes, llaves de
entrada y salida de Álava, Navarra y Castilla. Con esto, surgió una línea de
fortalezas que protegían los nuevos territorios para contener de una vez por
todas las constantes acometidas de Córdoba. En definitiva, el conde don Rodrigo
de Castilla y sucesores reorganizaron las líneas fronterizas y expandieton los
límites del condado castellano, con capital en
Amaya, hasta los montes Obarenes > últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica donde
surgen bellos y profundos desfiladeros. Y tras conseguir entronizar al rey
Alfonso III y vencer la revuelta
alavesa, encabezada por el conde Eglyón (por motivos sucesorios), el condado de
Castilla apareció configurado como territorio diferenciado tanto de León como de
Álava. Y más: tratase de un condado que puso su mirada histórica en la expansión
hacia el Duero y La Rioja.
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