Interrumpí, por breves momentos, el discurso de BBB+ (cosas buenas, bonitas y baratas) de mi pueblo - Prádanos de Ojeda/Montaña Palentina - para describir y biografiar nuestro ilustre antepasado, don Gonzalo Yáñez de Aguilar [> D. Goançal’Eanes do Vinhal, en lengua galaico-portuguesa del siglo XIII]. Fue un importante y conocido trovador (> poeta lírico) del Medioevo, amigo palaciano del rey Alfonso X El Sabio y guerrero de primera línea contra los moros em Murcia, Jaén, Sevilla, Granada, Algeciras… En agradecimiento a sus servicios militares contra los sarracenos, el rey le hizo donación de la villa y castillo del antiguo solar de Aguilar de la Frontera (Córdoba), junto con todos sus heredamientos y legajos. De este apellido ‘bebemos’ todos los Aguilar, desde el año de 1257. Es lo que dicen y subscriben los Nobiliarios. Así, una vez cumplida mi trovadoresca e importante misión, retomo otra incumbencia que reputo interesante y accesible a mis caros conterráneos pradaneses (¡!); o mejor dicho, pradanenses, como debería ser el gentilicio de Prádanos de Ojeda, según pude conferir en mi pesquisa. Y me parece conclusiva, porque todos los gentilicios y otros adjetivos de resonancias latinas, como es el caso de Prad + anos > derivado del sustantivo latino ‘pratum’ > prado –, indican relación, procedencia, adscripción o pertenencia de un lugar; son topónimos que forman particularmente los adjetivos de población. Así, con la ayuda de sufijos terminados en -ense > elemento que añadido a la raíz aporta un matiz gramatical o semántico propio, formamos nuevas palabras. Claro, existe también el sufijo -és, sa ej.: leonés, aragonés etc. que forman adjetivos gentilicios, o se añaden a nombres que no son de población ej.: cortés, de corte; montañés, de montaña etc., pero la diferencia semántica es flagrante. Y, por eso, opino que existe cierta lógica vernácula en relación a pradanense, incluso por la sonoridad de la palabra que es mucho más vibrante y, sobre todo, por la facilidad de su pronunciación. Ya pensaste, mi ilustre colega, en oír a tu alcalde mayor o pedáneo gritar en un mitin de partido: ‘mis queridos pradanenses… Sería la máxima apoteosis vibrátil en la historia de Prádanos [cf Diccionario Esencial de la Lengua Española, de la Real Academia Española (2006)]. Yo osaría decir al amigo que me intitula ‘el actual perímetro urbano’, ¿por qué no, conterráneo, disponer de dos o tres gentilicios como acontece con otros pueblos de Palencia? El propio pradaneño[s] – del sufijo eño, ña, que forma adjetivos significando ‘natural de’ [brasileño, extremeño, malagueño etc]; o ‘perteneciente a’ y ‘relacionado con’ [abrileño, navideño, ribereño etc.] -, es sin duda mucho más interesante y accesible que ese ‘envinado’ pradanés o pradaneses, apellido o mote de cosas, y sin fuerza discursiva. Cuando se pronuncia un pradaneses parece que la manteca se está derritiendo o el balón se desinfla… Incluso, da sensación de derrota. Por otro lado, hasta podría concordar con un, digamos, ‘rebaño pradanés’, ‘arroyos pradaneses’ o ‘alfalfa pradanesa’, pero un pueblo pradanés o chicos pradaneses es difícil de engullir… Entre tanto, es apenas una digresión exclusivamente mía que tal vez no venga al caso. Simplemente externé mi parecer, porque me llaman enormemente el español y el portugués en cuya facultad quise formarme, pero circunstancias del momento me desviaron de ese objetivo, y me llevaron para el estudio de las ciencias humanas (filosofía, teología, historia y geografía).Pero no dejo de cultivar mi interés por esas dos lenguas y escribir mis recortes sobre materias diversas. En fin, pradaneses, pradanenses o pradaneños, todos somos hijos de una misma tierra extremamente gentil y querida, aunque ella sea pequeña, humilde y decadente, pues nos acecha con añoranzas y ‘saudades’ de un tiempo que no vuelve más (¡tal vez olvidado!), y hasta probablemente perdido en la polvareda de cada vivencia.

El significado del término matorral > conjunto de matas intrincadas, espesas y llenas de maleza es un poco genérico, así como lo es también el vocablo matojo > un sinónimo de matorral, pero con mayor amplitud > plantas de un monte muy poblado y espeso, considerado por lo general un bosque de mata silvestre, y otros vegetales densos y erizados. Como decimos en el Brasil, son terrenos cubiertos de ‘plantas bravías’, de difícil penetración y manejo, muchas veces llamadas de breñas. Junto a estos matorrales más o menos cerrados y espesos, encontramos el bosque de galería donde predominan especies frondosas y más abiertas. Aquí apreciamos árboles gigantes, largas y estrechas, como el chopo, el olmo, el álamo etc. que acompañan la sinuosidad y meandros de los arroyos y ríos de nuestra comarca. En nuestros días, el bosque se degradó en garrigues > tipo de vegetación secundaria por lo general arbustiva y herbácea, a veces confundida con maquis o chaparral > mata de encinas o robles de muchas ramas y poca altura, que crecen en suelos ácidos y graníticos; los garrigues, al contrario, prosperan mejor en suelos alcalinos y pedregosos, como en el monte de Prádanos. Pero ambos son pasibles de degradación debido a su utilización para el pastoreo y cultivos de secano. La diferencia marcante entre ambos está en el sustrato vegetal: en cuanto los maquis poseen una vegetación alta, densa y espesa (de hojas persistentes y endurecidas) con predominancia de urzes y arbustos, los garrigues forman una vegetación más baja y, por eso, más susceptible a la degradación.

Campos Palacín definía así un bosque adehesado como el monte de Prádanos: es un sistema agroforestal cuyos componentes leñosos, pascícolas, ganaderos y agrícolas interactúan beneficiosamente en terrenos económicos y ecológicos en determinadas circunstancias de gestión. Hace pocos años, esas circunstancias fueron la degradación del suelo y de su vegetación para fines económicos, principalmente de pastoreo. En general, los suelos del monte son delgados, de rocas silíceas, duros y ácidos, principalmente pizarras y granitos. Por eso los suelos son muy pobres visto que las zonas más fértiles perdieron el arbolado a causa de seguidas roturaciones. No obstante su pobreza, estos suelos producen una diversidad de ambientes edáficos > sujetos a las condiciones del suelo. En Prádanos, el monte aparece con su microclima desempeñando varios efectos reguladores entre pastos, estructuras leñosas y material orgánico, sobre todo la germinación de gramíneas bajo la copa de las encinas y robles, importante para el suelo y hojarascas de los árboles a veces convertidos en brozas que acaban fertilizando el suelo. En realidad, ese ecosistema seminatural se compone de un sustrato arbóreo, formado por vegetación xerófila donde sobresale la encina (Quercus rotundifolia), el rebollo, el roble, la haya > de 30 m de altura, tronco grueso, liso, de corteza gris y ramas muy altas, con una copa redonda y espesa, hojas de punta aguda y borde dentellado. Su fruto es el hayuco que yo apreciaba sobremanera cuando pasé a mozalbillo.
Parece mentira, pero en otros tiempos, fue rico en lentiscos, madroños, jaras etc. Hoy aparece eliminado en la mejor parte de su área útil con la finalidad de usar los pastizales. Es una vegetación dinámica que el ganadero debe controlar si quiere mantener ‘limpio’ el bosque. Ahora, después de un período de abandono automáticamente, prevalece el matorral ‘noble’, principalmente en las partes más abruptas y elevadas del monte donde se destacan los lentiscos, hayas, robles etc. Estas ‘manchas’ vienen siendo utilizadas en algunos pueblos de la comarca de La Ojeda para obtener leñas finas y elaborar carbón, labores apícolas o reservas forrajeras en períodos de escasez. Por veces, la degradación histórica de los bosques comarcales de La Ojeda dio lugar a matorrales de degradación con predominancia de jaras, tomillos, romeros, brezos, retamas y otros vegetales característicos del sotobosque. Un estudioso definía los encinares como ‘un largo etc conforme la zona de cultivo’. Las encinas se reproducen muy bien y el área de distribución es prácticamente la España entera: es el ecosistema forestal mais abundante de la península Ibérica. Sus bosques son excelentes productores de carbón, aprovechamiento alimenticio de las bellotas > glandes de color marrón oscuro cuando maduras. Se dice que los cerdos alimentados con bellotas dan los mejores jamones del mundo. En Navarra, se encuentra el segundo árbol más longevo de España: es una encina de 1200 años (foto); el primero y más antiguo es un tejo de Borondillo (Madrid) con 2000 años, aunque se supone existan otros árboles tan viejos cuanto estos: un castaño de Zamora, por ejemplo, tiene más de 1500 años.
En los matojos así como en los encinares, el paisaje está condicionado por factores atlánticos en las zonas norte-palentinas, cambiando sus modelos mediterráneos según caminamos en dirección norte, con rasgos modificados por particularidades locales de cada área, o sea, según las variantes geográficas y microclimáticas, tipos de suelos y acción humana pasada y presente que introdujo o intensificó transformaciones en el estrato vegetal primitivo. En el norte cantábrico – en él incluimos las comarcas del Norte Montañés de Palencia -, predominan bosques de coníferas, siendo varias las especies autóctonas, como la haya propia de climas más suaves y presente en la mayoría de la cordillera montañosa, así como el roble y la encina, implantados en zonas más bajas y fértiles. En estas áreas encontramos árboles como el roble común, el rebollo, el quejigo… Otros árboles frondosos son el arce, el olmo, el chopo, el abedul, el tejo, el abeto, el pino etc. Entre los pinos más característicos de nuestra región encontramos el pino silvestre, el pino marítimo, el pino carrasco y el pino [negro] de montaña. El tejo es un árbol muy longevo de los cuales existen pocos y dispersos ejemplares en puntos montañosos de los Picos de Europa.
Así mismo, en los bosques de influencia atlántica/cántabra, vamos encontrar especies de un pasado no muy distante: el roble, la haya, el castaño… Los robledales y castañares, por ejemplo, tienden a situarse en las altitudes medias y bajas, mientras que los hayedos predominan en latitudes medias y altas. Entre las especies atlánticas/cantábricas encontramos fresnos, olmos, tilos, acebos (de hojas espinosas brillantes y frutos rojizos), tejos, abedules (de atractiva corteza blanca), arces (con hojas de bellas tonalidades en el otoño). A veces estos árboles crecen en formaciones mixtas. En sus contornos y en terrenos aclarados y boscosos se distribuyen y se desparraman por las faldas o franjas de la montaña, junto con saucos, retamas de flores amarillas, espinos blancos, trepaderas como la madreselva, y rosáceas espinosas ej.: endrinos y zarzales. En estos bosques ya hubo regresión con brezos y argomas. Las personas de más edad entienden el significado de casi todos estos nombres, pero los jóvenes hoy en día no saben ni de que se trata. Por lo general, en el interior de la meseta y hasta en áreas mediterráneas se observan formaciones de matojos > montes muy poblados y espesos; matorrales > terrenos cubiertos de matas bravías y espinosas; sotobosques de encinas y robles que presentan distintos gradientes según las laderas de la montaña – al norte, tienden a constituir bosques atlánticos debido a la entrada de vientos húmedos. Ya en el estrato arbustivo aparecen los enebros, espinos y pinares de pino albar. En los bosques de aspecto mediterráneo donde el clima es más seco (caloroso en el verano y frío en el invierno) las especies arbóreas más abundantes son: la encina carrasca (de hojas perennes, bellotas verdes y extraordinaria madera, tanto para carbón como para carpintería), el roble enciniego (o quejigo) y el pino carrasco clásico. Las especies arbustivas son el enebro, la coscoja > árbol achaparrado semejante a la encina, el romero (arbusto aromático), la madreselva, el brezo etc. Completan esta vegetación el tomillo (matojo aromático que brota en terrenos secos y pedregosos), la retoma, el espliego (también una planta aromática muy apreciada), el endrino (¡ah, que nostalgia de mis años de niño!), la violeta, las amapolas, los cardos, los espartales, todas estas plantas asociadas a carrascales > montes o sitios poblados de encinas (generalmente pequeñas y secundarias). En algunas microzonas colindantes a estos bosques de ribera (> junto a pequeños arroyos), existen áreas de sotobosque donde vemos chopos, olmos, sauces etc., así como juncos, carrizos, charas y otras plantas semejantes.
