Es importante resaltar igualmente que las cantigas trovadorescas tanto en Castilla como en Galicia y Portugal – aquellas más conocidas con el nombre de escarnio y maldecir – nos relatan en detalles nada abonadores la vida cortesana y escandalosa de la nobleza ibérica. El grupo de las soldadeiras – personajes característicos de las cantigas de escarnio y maldecir – así como los propios juglares, menestrales o trovadores-andantes, nos hablan abiertamente de esa nobleza ibérica nada ‘piadosa’. Manuel Rodrigues Lapa – en sus Lecciones de Literatura Portuguesa (1965), donde transcribe nada menos que 428 cantigas de escarnio y maldecir – afirma que se trata de un sector oscuro del Cancionero Galaico-portugués debido al carácter obsceno o escatológico de sus composiciones, al menos de una cuarta parte de ellas, o sea, de 428 cantigas una centena versan sobre la conducta sexual de mujeres soldadeiras > auténticas vendedoras del amor profano; o como decía Menéndez Pidal, ‘mujer [es] de vida alegre [que] vendia[n] al público su canto, su baile y su propio cuerpo’ ej.: la gallega María Paes Balteira, de apodo María Leve, una hermosa pecadora que acabó como tantas otras, arrepentida y acogida en un convento. Mario Martins caracteriza las famosas soldadeiras como ‘una letanía de indecencias prostibularias’. En su mayoría, esas soldadeiras > rameras o meras prostitutas de profesión, surgen en las cantigas de escarnio y maldecir para acentuar o focalizar la sexualidad de ciertos personajes masculinos, por presentar un carácter puramente anecdótico y humorístico.

Específicamente, el verbo intransitivo baralhar, como vocablo galaico-portugués, aparece con frecuencia en los cancioneros del género, y es una palabra muy característica en las cantigas burlescas, porque envuelve numerosos significados de utilidad léxico-literaria. Es un término celta o latino-céltico derivado de baralya > debate o disputa, pero de connotación peyorativa o despectiva, algo así como verborrea, palabrería, tumulto, batalla de palabras sin mucha utilidad. Hay autores medievales para quienes el verbo ‘baralhar’ implica una charla sin provecho, una conversación insulsa, un tipo de arenga o ruido literario para confundir o oponente a fin de que nunca se descubra la verdad que está en juego. Por eso, baralhar sería simplemente hablar mucho y de manera ociosa, confundiendo o deturpando hasta las propias razones del discurso. De ahí el significado de baralheiro > aquel que habla y miente mucho, o se confunde en las premisas presentadas sea por defecto sea por malicia, o aquel que hace diligencia para confundir o embarazar lo que se está diciendo. Entre los sinónimos que encontré en las diversas cantigas aquí están algunos más repetidos: debatir, disputar, polemizar, pleitear, litigar, disentir, reclamar, reñir, argumentar, tumultuar, confundir, luchar con arma blanca… Un significado aparentemente absurdo sería este otro: a través de una evolución del vocablo celta ‘riña literaria’, el verbo baralhar o el sustantivo ‘baralho’ corresponderían a ‘castro’ o ‘fortaleza’, pasando después al acervo galaico-portugués y castellano con el sentido de ‘vara’, ‘varal’, ‘poste’, ‘palo largo y delgado’. Solo más tarde, pasaría a adquirir por referencia histórica el significado de disputa, lucha, contienda etc., como era de suponer acontecería en los combates de un ‘castro’ > lugar fortificado para defender una región, en general localizado en el alto de un monte como defensa natural; esta posición permitía una visión estratégica de los campos alrededor.
Pues bien: cuando el rey Alfonso X presta ‘homenaje’ sutilmente a nuestro ancestral por medio de la cantiga de escarnio y maldecir Dom Gonçalo, pois queredes ir daqui para Sevilla, entre muchos apelativos honrosos y otros ni tanto, le recrimina su comentada y abierta ‘baralhada’ con el trovador João Soares Coelho, por cierto un buen fazedor de cantigas que atravesaba en aquel entonces por Castilla. El rey le reprocha:
- ca dizem que baralhastes con [Dom] Co[e]lheiro.

Aquí D. Alfonso X juega con el adjetivo coelheiro, sinónimo del perro perdiguero de Burgos; o más exactamente, del perro podengo, oriundo de Portugal, muy utilizado en la caza por reyes y nobles castellanos. El perdiguero de Burgos es un perro de caza de pequeños animales ej.: conejos y liebres – de ahí el mote coelheiro -, aunque muestre la bravura atávica de su origen. Caza con elegancia y altivez; tiene un faro aguzado y no maltrata la caza abatida. Es fácil de lidiar con él, pues es muy amable y tolerante con los niños. No ataca a los humanos a menos que sea provocado. Además, es muy obediente y tiene un comportamiento ejemplar. Como compañero parece ideal: es oriundo de España. Ya el podengo portugués – también reconocido como coelheiro - es considerado una de las razas de perros más antiguas del mundo; posee gran capacidad de caza y, por eso, es utilizado en la guarda y vigilancia agrícolas. Es usado para cazar en grupo, sobre todo conejos y jabalís. Su pelo es liso. Los podengos portugueses tienen un carácter vivo, alegre, y son muy inteligentes y sociables con los otros perros. También son extremamente afectuosos con sus dueños, y cariñosos con los niños. Pero en la caza son ariscos y extraños, aunque amables y atentos en casa. ¿Por acaso Alfonso X quiso ver en los dos trovadores esos tipos de perros – un español y otro portugués - con las características descritas arriba? Porque el rey Sabio comenta a continuación:
-u que quer que mãao metestes, guarecendo, en saistes;
A quem quer que cometestes, sempre mal o escarnistes.

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