
De todas las formas, el cardo (Cynira cardundulus) – verdadero
prototipo de la familia de las
compuestas tubulifloras - es una planta herbácea de tallo gigantesco, erguido y
densamente cubierto de hojas espinosas y lanceoladas. Sus hojas son lisas por
el haz, pero tormentosas y espinosas en el envés. Esos tallos enormes terminan
en características y globulosas cabezuelas (espinosas) que se asemejan a las
alcachofas, de flores azules o violáceas. El cardo florece a finales de
primavera y principios del verano. Como se trata de una planta que puede ser ‘cultivada’,
es fácil encontrarla en cualquier región de España; su floración depende precisamente de la zona en que sea
cultivada, o surja como vegetal
autóctono. Para usos terapéuticos, se usan las hojas > deberán ser
recolectadas a mano en plena floración, dejándolas secar posteriormente sobre
cañizos, a la sombra y en lugar seco. En algunos lugares se usan secaderos ad hoc, pero no pueden ultrapasar temperaturas
con más de 40ºC. En culinaria, se aprovechan las propiedades del cardo, sobre
todo cocido, frito o en ensaladas. Se dice que el cardo es un alimento ‘agradecido’, porque es capaz de
adquirir el sabor o gusto que se le quiera dar. A este respecto, se cuenta que
Enrique VIII de Inglaterra (1491-1547) era gran apreciador de las virtudes del
cardo, a tal punto que lo degustaba a cualquier hora del día o de la noche, de
una manera nunca vista en aquel país. Y no solo en Inglaterra, también en
Escocia donde se destaca como símbolo nacional de aquel ‘reino’. Cuenta la
leyenda que los escoceses se libraron de una derrota segura si no fuese por los
gritos de un vikingo al pisar un cardo con los pies descalzos durante la noche.
Sus gritos acordaron a los escoceses que contraatacaron con energía y destreza.
En reconocimiento al cardo guardián, la Escocia lo escogió como su símbolo
máximo (1470). Desde entonces prevalece el lema nacional: ¡Nadie me afrenta impunemente! También el cardo se emplea en forma
de vino y licor (bebida amarga).
En el cardo podemos encontrar flavonoides
y ácidos clorogénicos, de jugo amargo, denominados cinarina > principio activo de la alcachofa, un estimulante que
ayuda a fabricar y liberar la bilis al tubo digestivo, ayudando a mejorar la
digestión; también ayuda a eliminar toxinas y evitar la retención de líquidos.
Además, posee diversas sales minerales, especialmente potasio y un polímero > material orgánico o inorgánico,
natural o sintético, de alto peso molecular. El ADN, que contiene el código
genético es un polímero, citado como
ejemplo. El polímero del cardo libera, por hidrólisis, fructuosa > un hidrato de carbono dulzoso (el ‘azúcar de la
fruta’), superior al resto de los azúcares, o sea, 20 veces más dulce que el
azúcar de caña y 5 veces superior a la glucosa (miel). Igualmente en el cardo
aparece la quimosina (fermento lab), con capacidad de cuajar la leche. De
ahí su empleo en la fabricación de quesos debido a sus cualidades como hierba de cuajo. En este caso, utilízase
la flor que deberá ser cortada cuando se abre la alcachofilla; y después se
seca a la sombra, guardándose herméticamente en vidrios adecuados. Entre tanto
su característica principal en terapéutica es servir de excelente alimento
dietético > recomendado por eso para diabéticos. Se emplea con buenos
resultados contra la ictericia y
otras enfermedades del sistema hepático (vías biliares).
El mejor ‘tratado’ que encontré sobre las
propiedades medicinales del cardo es de la CMA/Medicina
Sistémica, donde se describen los usos del llamado cardo lechoso (Silybum marianum). Tratase de un tipo de
cardo de 1 a 3m de altura. Sus tallos son erectos con hojas espinosas, marcadas
por venas blancas y lechosas – de ahí el nombre silibina, cuya floración ocurre en junio/agosto. Su única flor es
de color rojo-purpúreo y termina en espinas agudas. Los frutos presentan un
color marrón brillante o grisáceo con manchas. Esta especie detiene un
compuesto con mayor grado de actividad biológica de la naturaleza, que se
concentra en sus frutos y semillas. En su composición también entran la betaína > un comprobado
hepatoprotector y ácidos grasos esenciales de efectos antiinflamatorios. El sylibum es uno de los medicamentos más
antiguos del mundo: Dioscórides (40-90 dC), autor greco-romano, considerado el
fundador de la farmacognosia, ya nos hablaba de sus propiedades coleréticos y eficacia
en obstrucciones hepáticas. Estudios recientes, dan lugar prominente a sus
efectos hepatoprotectores en casos de
hepatopatías agudas o crónicas.
1) el uso más notable del cardo lechoso
(silimarina) está en su poder hepatoprotector
contra el envenenamiento por hongos Amanita > contienen dos
hepatotoxinas sumamente potentes (amanitina y faloidina); en 60 casos de
envenenamiento anual, la mortalidad fue de 30%. Usada contra el envenamiento de
animales (ratones y perros), la silimarina fue 100% eficaz; en 1995, usada en 41 victimas por envenenamiento todos
sobrevivieron. Un caso de coma hepático ocurrió con una niña de 7 años, en consecuencia de un envenenamiento
accidental. Sobrevivió debido al tratamiento con silimarina en combinación con
altas dosis de penicilina G.
2)
la silimarina es efectiva también en el tratamiento de hepatitis aguda o crónica, en casos de hepatitis alcohólica y
cirrosis, comprobados en pacientes de Finlandia, Austria y Hungría. En
todos los casos hubo una mejoría significativa. La silimarina es eficaz como
hepatoprotector en casos de exposición crónica al alcohol, pero no reduce los
niveles sanguíneos de etanol. Su uso también fue eficaz en casos de hipocolesterolemia, aumentando o colesterol
HDL y disminuyendo el colesterol biliar (LDL) y total. En casos de psoriasis, mejoró la función excretora
del hígado. Igualmente se comprobó que la sibilinina reduce la reproducción
celular y los niveles de PSA, retardando el crecimiento de tumores prostáticos
en humanos. Disminuye significativamente los efectos secundarios de la
nefrotoxicidad y la actividad de precursores tumorales. La silimarina es eficaz
en casos de hepatitis viral, estimula
la acción regenerativa del hígado, y tiene efectos antiinflamatorios y
antifibróticos.
3) los tratamientos médicos actuales de hepatitis crónica no-viral son los
fármacos inmunosupresores, aunque por períodos prolongados debilitan la vida
del paciente. A este respecto, la silimarina actúa eficazmente como
antiinflamatorio en el tejido hepático; de ahí su efecto regenerador en las
fibrosis hepáticas progresivas: ella reduce la enfermedad en 35% cuando
comparado con otros controles. Está comprobada que la silimarina inhibe la
beta-glucoronidasa > una bacteria intestinal que destila el ácido glucurónico,
un paso importante en la desintoxicación hepática, además de proteger la función
inmune del organismo en hepatopatías
alcohólicas crónicas;
4) por fin, la silimarina es un hidrosoluble encapsulado atóxico cuando
administrado en altas dosis por períodos cortos; en animales hasta por períodos
prolongados. En pacientes adultos pueden ocurrir reacciones alérgicas leves y
efectos laxantes debido al aumento de la secreción biliar; en niños, las dosis
de silimarina deben ser reducidas (una cápsula mezclada en puré de fruta, una vez al día). Actualmente,
no se conoce ninguna interacción medicamentosa; al contrario, previne las
lesiones hepáticas, por fármacos, toxinas y alcohol. Además es eficaz en el
tratamiento de enfermedades hepáticas (hepatitis y cirrosis), y muy útil como
coadyuvante en el tratamiento de psoriasis y cáncer de próstata. Como recurso
medicinal, esta planta es utilizada con mayor frecuencia en el mundo entero.
Incluso como alimento, el cardo es considerado un vegetal seguro durante el
embarazo y período de lactancia. Parece que el rey Enrique VIII de Inglaterra
tenía razón al saborear gulosamente su plato predilecto: ¡cocido de cardo!
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