El gorrión común, también conocido
por pardal doméstico (Passer domesticus),
es considerado y reconocido con frecuencia, al menos en España, como el
pajarito más abundante, casero y perturbador del sosiego de nuestros pueblos,
exactamente porque aparece en cualquier lugar o en todas las esquinas de los
núcleos urbanizados, en zonas próximas a las construcciones humanas,
principalmente en aldeas rurales, cortijos, huertos, graneros y áreas
ajardinadas (parques y plazas). En abril, comienza el apareamiento y la
creación del nido: en huecos de muros viejos, bajo las tejas y aleros de techumbres
envejecidas por el descaso, en casetas abandonadas, en el interior de setos,
arbustos, agujeros de árboles o en nidos dejados por otras aves, el gorrión
construye su primoroso nido con pequeñas ramitas, hierbas secas, restos de
pelos o pajas, incluso pedacitos de lana que almacena en sitios escogidos de
mutuo acuerdo, por el macho y la hembra. Ésta incuba entre 3 y 6 huevos en
torno de 11/13 días, y durante 2 semanas los pollitos serán alimentados por los
padres a base de gusanos e insectos minúsculos. Son posibles varias nidadas,
incluso en otoño e invierno. Los gorriones suelen desplazarse en pequeños
bandos, pues así se sienten más protegidos contra sus depredadores, y localizan con mayor facilidad
el alimento diario. Se les describe como los pájaros más humanizados del mundo,
aunque su número es inferior a otras aves como los jilgueros, el vencejo, el
pardal y el pinzón. Sin embargo, las publicaciones del género se ocupan
mayoritariamente de aquella especie y, por lo general, sustentan que los
gorriones no tienen rivales en números equivalentes. En toda Europa él es
incuestionable en número y reproducción, pues aparece en todos los países
europeos, incluso en los montes septentrionales de la península Escandinava
(lugares muy fríos, que los gorriones evitan casi siempre). Existe una leyenda
a respecto de los gorriones: siendo una de las primeras especies a vivir
asociadas y próximas a los seres humanos, los gorriones no consiguen vivir
lejos de sus ‘amigos agricultores’. De tal forma, se dice, que si una aldea o
pueblo se queda deshabitado los gorriones también abandonan el lugar. Tal vez
sea por este ‘motivo’ que en mi visita a San Jorde de Ojeda no vi ningún
gorrión en las proximidades de aquel despoblado, en cuanto perdices o
codornices levantaban en debanda de vez en cuando.
El gorrión es originario del Oriente Medio y
ha sido una de las primeras especies a adaptarse a la vida ‘urbana’ cerca de
las construcciones hechas por el hombre y a sacar provecho alimentario de las
actividades agrícolas permanentes de los grupos sedentarios. Debe haber
aparecido en el Neolítico (10/8.000 aC), cuando surgieron los primeros grupos
humanos agricultores y ganaderos. El gorrión, por el hecho de presentar su
hábitat cercano al hombre, suele recorrer a insectos, semillas o granos de
cereales (también alpiste, gramínea cultivada en la región mediterránea como
presumida ración de pájaros), frutos secos, migas de pan y otros alimentos
localizados al ras del suelo. Una característica visible del gorrión es su
‘nerviosismo’ temperamental (agilidad en picar su comida) y vuelo rápido, con
fuertes aleteos seguidos de planeos bajos e intermitentes a través de los cuales
‘vigila’ su pequeño territorio. El canto es ruidoso, sobre todo en la hora del
crepúsculo o al amanecer cuando se agrupan en bandos para dormir o comenzar la
jornada diaria. Su voz y tono habitual es un ‘tschip’ estridente, sencillo y múltiplo, pues consigue gorgorear
varios sonidos diferentes en su entrenamiento y gimnástica matinal. Su
distribución no es homogénea, antes podemos decir que es muy irregular debido a
estar asociado a las prácticas agrícolas del hombre. Por eso, donde ocurren actuaciones
campestres del hombre su presencia es más habitual que en otros lugares donde
los seres humanos no se hacen presentes: de ahí aparecer en pueblos agrícolas,
aldeas, granjas, cortijos y otras construcciones humanas. Y, por ósmosis, no se
le ve en las grandes ciudades, mismo en jardines y plazas. Si ya es ausente en
sus hábitats naturales, ¿qué no ocurrirá en lugares inadecuados para la
especie? De cualquier forma, es un pájaro que siempre ‘alegró y ocupó’ nuestra
infancia; los niños y los gorriones nunca hicieron migas en el recreo. Y creo
que con los adultos, estas pequeñas aves también no se han dado muy bien a lo
largo de la historia; son como perro y gato, viven riñendo pero comen y duermen
bajo el mismo techo.
Este pequeño pájaro ‘palentino’ mide 0,14cm de longitud y 0,22cm de
envergadura, con plumaje de tonos pardos con rayas negras en el dorso y gris
pálido en la parte ventral; presenta en cada una de las mejillas una simpática
mancha negra. Es más rechoncho, delicado y más pequeño que los otros gorriones
comunes. Es un ave fundamentalmente granívora,
aunque en la primavera diversifica un poco su dieta diaria con diminutos
insectos como pulgones o larvas de lepidópteros; en el resto del año se
alimenta con las semillas de la flora nitrófila
(‘malas hierbas’). Es un pájaro sedentario, aunque practique pequeños
movimientos entre las diferentes colonias debido a la dispersión juvenil a
principios de octubre. Durante el invierno forma grandes bandos (a veces
entremezclados con otros gorriones) que vagabundean por yermos y rastrojos en busca de comida.
Vuelven a sus colonias de siempre a los comienzos del periodo reproductor
(marzo/abril). Su voz o canto es descrita onomatopéyicamente con aquel grito ‘tschip, tschip’, un tono o chirrido más
agudo que el del gorrión común arriba descrito; raramente hila una secuencia de
piidos, pero es extremamente bullicioso durante la reproducción. Y está entre
los mayores reproductores de la especie: 3 0 4 puestas y con 4/6 huevos de
color blanco salpicados de motas irregulares de color marrón y presencia muy
variable (huevos totalmente cubiertos de manchas y huevos de blancura
inmaculada). Las causas principales del fracaso reproductor de la especie estarían
concentradas en las condiciones meteorológicas propias de la montaña, pues
limitan el cuidado parental, la muerte por inanición y los casos provocados por
sus numerosos depredadores ya citados.
En realidad, el gorrión molinero es
una versión campestre del gorrión común: su trinado es muy parecido, pero la
voz es más estridente y lo hace desde el posadero generalmente un árbol,
cantando a veces en coro con su bando. La parada nupcial del macho está compuesta
de inclinaciones y reverencias hacia la hembra, extendiendo las alas y elevando
las plumas de la coronilla. Tras las épocas de cría, alegres y exultantes, los
gorriones abandonan los nidos y salen por ahí de parranda, formando bandadas
erráticas y vagabundeando por rastrojos, barbechos, campos de cultivo y arroyos
o tierras abandonadas (devolutas), entremezclándose con otros ‘primos y
familiares distantes’: luego enseguida, los adultos retornan a sus hogares de
nidificación, en tanto que los más jóvenes, en bandadas conjuntas, realizan
movimientos más o menos dispersos probablemente entrenando sus mecanismos de
defensa y busca de alimento. De cualquier forma, los gorriones dichos molineros sufren la presión humana sobre
los pinares ibéricos, aunque sabemos que las aves trogloditas (nidificantes en
huecos o agujeros de árboles) son más abundantes en las zonas suburbanas de los
pueblos y ciudades como fue comprobado en la Casa de Campo de Madrid, mientras
las especies nidificantes en los sustratos más vulnerables (suelos, arbustos,
zarzas) están reducidas de manera drástica en la actualidad. Por otro lado,
debido a las preferencias tróficas de la
especie existe una reestructuración de las bandadas de aves insectívoras como
los gorriones en general: en este caso, disminuyen las especies insectívoras
con nidos abiertos y aumentan los páridos y otras especies trogloditas como el
gorrión molinero. La degradación del estrato herbáceo puede ser un factor
limitante para las aves que se alimentan en el suelo. De ahí la necesidad de
proteger a las aves insectívoras mediante nidales
artificiales, además de utilizar enemigos naturales para prevenir la
explosión de plagas y reducir drásticamente los focos de insectos nocivos para
el arbolado, manteniendo el ecosistema en niveles aceptables. La importancia de
estas aves aparentemente insignificantes está reflejada en los estómagos de los
páridos > avecillas que podemos
ver y oír en los bosques de coníferas, los tan conocidos y nobles pinares de
nuestros pueblos de La Ojeda. Se ha llegado a estimar en 5kg/año la cantidad de
insectos (orugas o mosquitos), consumidos por la pareja de esta especie,
demostrando la utilidad de los gorriones molineros al mantener en equilibrio
biológico natural el propio monte. Los
nidales artificiales en esos arbolados suplen con éxito la carencia de huecos
tróficos, lográndose así un aumento generalizado de las poblaciones
trogloditas, lo que da más estabilidad y frecuencia al ecosistema forestal de
nuestros pueblos.
Entretanto, sigo creyendo en la posibilidad e importancia de construir
nidales artificiales para los pequeños páridos como los gorriones y sus ‘hermanos’
de otras especies (reyezuelo, carbonero, papamoscas, estornino, picapinos etc),
puesto que todos estos pájaros insectívoros son de gran utilidad para los seres
humanos y para la protección y equilibrio de los bosques (o ‘montes ibéricos’),
huertas (árboles frutales), jardines y parques públicos. En su libro intitulado
Guía de la protección de las aves útiles,
de K.N. Blagosklonov (1910-1985) -uno de los más famosos y conceptuados ornitólogos
rusos del siglo pasado-, resume con algunas estadísticas la utilidad sanitaria
de estas aves : el reyezuelo, por ejemplo, consume anualmente 10 millones de pequeños
insectos; una pareja de carboneros puede limpiar 40 manzanos de sus peores
enemigos, los insectos nocivos; los polluelos del vencejo, sólo en el curso de
su desarrollo juvenil, devoran 250.000 insectos; en un día, una pareja de
estorninos trae a sus pollitos 360gr de langostas, lo que representa 10.800gr
por mes. Sólo una colonia de 1.000 estorninos consume en un mes 22 toneladas de
saltamontes, etc. Ese ornitólogo ruso describe, detalle por detalle, las mejores maneras y dimensiones adecuadas
de construir nidos artificiales para gorriones, vencejos, estorninos y otros
páridos trogloditas. Entre los cuidados a ser tomados en la construcción de las
cajas-nidos deben constar entre tantos otros estos tres por lo menos: (1) no
dejar rendijas ni agujeros sin tapar por donde pueda entrar la lluvia y el
viento frío; (2) los nidales deberán colgarse orientados hacia el sur y un poco
inclinados; (3) no se les debe dejar al descubierto donde les pueda calentar
mucho el sol, ni muy escondidas entre las hojas para guardarlos de la humedad.
Todo sea hecho en beneficio de nuestros queridos gorriones y otros pajaritos, tan beneméritos y gloriosos en la
recuperación de los montes ibéricos, y su contribución al incremento de la
biodiversidad en medios urbanos. Y sobre todo, ‘en nombre de la preservación del patrimonio natural y cultural de
nuestros pueblos’.
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