sábado, 7 de dezembro de 2013

Prádanos de Ojeda - los gorriones (16)




      El gorrión común, también conocido por pardal doméstico (Passer domesticus), es considerado y reconocido con frecuencia, al menos en España, como el pajarito más abundante, casero y perturbador del sosiego de nuestros pueblos, exactamente porque aparece en cualquier lugar o en todas las esquinas de los núcleos urbanizados, en zonas próximas a las construcciones humanas, principalmente en aldeas rurales, cortijos, huertos, graneros y áreas ajardinadas (parques y plazas). En abril, comienza el apareamiento y la creación del nido: en huecos de muros viejos, bajo las tejas y aleros de techumbres envejecidas por el descaso, en casetas abandonadas, en el interior de setos, arbustos, agujeros de árboles o en nidos dejados por otras aves, el gorrión construye su primoroso nido con pequeñas ramitas, hierbas secas, restos de pelos o pajas, incluso pedacitos de lana que almacena en sitios escogidos de mutuo acuerdo, por el macho y la hembra. Ésta incuba entre 3 y 6 huevos en torno de 11/13 días, y durante 2 semanas los pollitos serán alimentados por los padres a base de gusanos e insectos minúsculos. Son posibles varias nidadas, incluso en otoño e invierno. Los gorriones suelen desplazarse en pequeños bandos, pues así se sienten más protegidos contra sus  depredadores, y localizan con mayor facilidad el alimento diario. Se les describe como los pájaros más humanizados del mundo, aunque su número es inferior a otras aves como los jilgueros, el vencejo, el pardal y el pinzón. Sin embargo, las publicaciones del género se ocupan mayoritariamente de aquella especie y, por lo general, sustentan que los gorriones no tienen rivales en números equivalentes. En toda Europa él es incuestionable en número y reproducción, pues aparece en todos los países europeos, incluso en los montes septentrionales de la península Escandinava (lugares muy fríos, que los gorriones evitan casi siempre). Existe una leyenda a respecto de los gorriones: siendo una de las primeras especies a vivir asociadas y próximas a los seres humanos, los gorriones no consiguen vivir lejos de sus ‘amigos agricultores’. De tal forma, se dice, que si una aldea o pueblo se queda deshabitado los gorriones también abandonan el lugar. Tal vez sea por este ‘motivo’ que en mi visita a San Jorde de Ojeda no vi ningún gorrión en las proximidades de aquel despoblado, en cuanto perdices o codornices levantaban en debanda de vez en cuando.        
      Actualmente se está constatando un serio problema, envolviendo el declive preocupante de los gorriones. Ornitólogos de toda Europa (también de España) han constatado que en estos últimos 20/30 años los efectivos de esta especie vienen disminuyendo drásticamente. Se estima en millones la disminución de los gorriones en Europa, y los estudiosos interesados en conservar la especie se sienten impotentes en determinar las verdaderas causas del problema. Existe, de hecho, una disminución progresiva y un descenso acentuado de las poblaciones del gorrión europeo: ésta es una realidad comprobada. Estudios realizados por expertos de varios países apuntan en la misma dirección: el desaparecimiento de estas aves estaría relacionado con la modernización de la agricultura y la fragmentación o declive de los hábitats específicos de los gorriones, o sea,  los tradicionales escondrijos y lugares ‘característicos’ de nidificación de estos pajaritos. Según diversas fuentes, los gorriones campestres han desaparecido asimismo de nuestras calles y jardines debido al uso indiscriminado de pesticidas (contaminan aire, suelos y aguas) que diezman sus poblaciones. Lo mismo se diga de la cantidad de insectos y gusanos, presas habituales de los gorriones y otras aves menores. La Real Sociedad para la Protección de las Aves, en Londres, ha dado a conocer un estudio donde se confirma la gravedad de la situación: los gorriones ingleses, habituales en los jardines de Kensigton (1925) >  reconocido como uno de los Parques Reales más bonitos de Londres, con 1,1km² de extensión (al lado del Hyde Park), eran 2.603 gorriones en aquella fecha; en la primavera de 2009,  sólo se contabilizaron 8 ejemplares. Evidentemente, ante el problema de una diminución tan grosera y progresiva, los ornitólogos de Europa están seriamente preocupados. Surgen especulaciones de que este pajarito tan ‘humanizado’, casero y popular en nuestros pueblos, pueda o deba ser incluido en la Lista Roja de las especies amenazadas de extinción. En eç momento, la UINC global le considera como preocupación menor (LC), y la UINC española como no evaluado (NE).
       El gorrión es originario del Oriente Medio y ha sido una de las primeras especies a adaptarse a la vida ‘urbana’ cerca de las construcciones hechas por el hombre y a sacar provecho alimentario de las actividades agrícolas permanentes de los grupos sedentarios. Debe haber aparecido en el Neolítico (10/8.000 aC), cuando surgieron los primeros grupos humanos agricultores y ganaderos. El gorrión, por el hecho de presentar su hábitat cercano al hombre, suele recorrer a insectos, semillas o granos de cereales (también alpiste, gramínea cultivada en la región mediterránea como presumida ración de pájaros), frutos secos, migas de pan y otros alimentos localizados al ras del suelo. Una característica visible del gorrión es su ‘nerviosismo’ temperamental (agilidad en picar su comida) y vuelo rápido, con fuertes aleteos seguidos de planeos bajos e intermitentes a través de los cuales ‘vigila’ su pequeño territorio. El canto es ruidoso, sobre todo en la hora del crepúsculo o al amanecer cuando se agrupan en bandos para dormir o comenzar la jornada diaria. Su voz y tono habitual es un ‘tschip’ estridente, sencillo y múltiplo, pues consigue gorgorear varios sonidos diferentes en su entrenamiento y gimnástica matinal. Su distribución no es homogénea, antes podemos decir que es muy irregular debido a estar asociado a las prácticas agrícolas del hombre. Por eso, donde ocurren actuaciones campestres del hombre su presencia es más habitual que en otros lugares donde los seres humanos no se hacen presentes: de ahí aparecer en pueblos agrícolas, aldeas, granjas, cortijos y otras construcciones humanas. Y, por ósmosis, no se le ve en las grandes ciudades, mismo en jardines y plazas. Si ya es ausente en sus hábitats naturales, ¿qué no ocurrirá en lugares inadecuados para la especie? De cualquier forma, es un pájaro que siempre ‘alegró y ocupó’ nuestra infancia; los niños y los gorriones nunca hicieron migas en el recreo. Y creo que con los adultos, estas pequeñas aves también no se han dado muy bien a lo largo de la historia; son como perro y gato, viven riñendo pero comen y duermen bajo el mismo techo.      
     El gorrión como todos los paséridos = se les conoce como gorriones del Viejo Mundo/Europa –el nombre visa diferenciarlos de los congéneres del Nuevo Mundo/América, agrupados en la familia de los emberícidos (especie aún más diminutos),- tiende a ser una ave pequeña, de color marrón-gris con cola corta y pico rechoncho, de gran alcance; de aspecto curioso y rollizo, hábil para trepar y descender por los troncos de los árboles, extrae de ellos insectos y larvas que le sirven de alimento. Nuestros gorriones buscan áreas secas, como zarzas, arbustos y matorrales, estén o no arboladas, entre los cuales  instalan sus nidos y buscan protección ej.: el escribano soteño. Las diferencias entre las varias especies de gorriones son sutiles. Todos ellos son granívoros, aunque también consumen pequeños insectos. Algunas pocas especies buscan alimento alrededor de pueblos y ciudades como las gaviotas o palomas, y son capaces de comer cualquier cosa que aparezca a su frente en minúsculas cantidades. El tamaño de sus miembros está entre 0,12cm de longitud y 0,14 gr de peso para el gorrión castaño  (Passer eminibey),  y  0,18cm de longitud y 0,42gr de peso para el gorrión pico de loro (Passer gongonensis). El gorrión común (Passer domesticus)  mide 0,14/0,16cm de longitud y pesa 0,30gr: el macho suele ser un poco más grande que la hembra. Nuestro gorrión – en cautividad consigue vivir hasta los 13 años, aunque en libertad no llegue a los siete (07)- es de conformación robusta y tiene patas cortas; el pico es grueso, fuerte y cónico.  El plumaje del lomo es pardo con manchas negras y rojizas. Los machos, específicamente, se diferencian de las hembras por una mancha negra en forma de babero que les cubre el pecho y la garganta, en tanto que la frente, la coronilla y la nuca son grisáceas. A su vez, las hembras ostentan colores más apagados; la cabeza es parda y las cejas claras, y no poseen ningún color negro en la garganta, detalle común en los machos. Los pollitos más conocidos como gurriatos son parecidos en el plumaje a la hembra.          
   Los gorriones forman parejas monogámicas en cada reproducción estacional. Construyen sus nidos en la primavera, preferentemente con hojas secas ‘delicadas’, plumas, pajas y restos de lana, papel y otros productos encontrados en los alrededores del nido, por lo general colgado en troncos de coníferas, debajo de tejas o grietas de edificaciones rústicas. Pueden hacer hasta 4 puestas, con 4/5 huevos por vez. La incubación es realizada por machos y hembras alternadamente; a los 14 días ya están emplumados. Suelen ser muy agresivos con las otras especies, incluso esconden o tapan los nidos en defensa de los polluelos recién nacidos. Son aves sedentarias y extremamente gregarias, ya que habitualmente andan y vuelan en bandadas de hasta 50/60 ejemplares. Del mismo modo y con la misma agresividad  en defensa del nido, también lo hacen con el área o territorio donde se encuentra su hogar nidificante y sus pollitos, que pueden ser de otra especie como los propios ‘familiares’ de especie: los machos se distinguen por atacar con más agresividad (llegan a engarfiarse sin piedad) a otros machos, y las hembras hacen lo mismo con sus ‘hermanas’ de oficio. Curiosamente, muestran más confianza hacia el ser humano de quien no tienen miedo tanto en los ambientes rurales como en los urbanizados. Por esa razón, siempre se encuentran cerca o próximos a los lugares habitados por el hombre, sea en calles, plazas y jardines, como en praderas, prados húmedos, huertas, grajas, sotobosques y arroyos en zarzas, arbustos y vegetación de matorral abierto. Los gorriones comen y buscan su alimento en el suelo, caminando o corriendo a saltos, diferenciándose de las palomas torcaces porque éstas lo hacen dando pasos seguidos siempre en frente. Y aunque se alimentan de semillas, granos e insectos, les gusta comer especialmente los desperdicios producidos por el hombre, dada su ‘amistad’ inmemorial. En la primavera, en cuanto esperan con ansiedad el verano y la caléndula, no desdeñan alguna mariposa, las flores y frutas del campo.  

     Los gorriones, o más particularmente, el gorrión molinero (Passer montanus) es una especie encontrada en la provincia de Palencia (también en nuestros pueblos de La Ojeda, próximos a la Montaña Palentina), y típica de ambientes rurales, como campos de cultivo, huertas, vegas, casas o ‘casetas’ de campo y periferias de los pueblos o aldeas perdidas entre montañas. En nuestra comarca es también muy abundante en sotos fluviales. Sólo encuentra un pequeño obstáculo: el propio gorrión común no le ve con buenos ojos en su territorio y procura expulsarle de los mejores puntos de nidificación. Sin embargo, ambas especies suelen hibridar: el gorrión molinero de la Montaña Palentina se comporta como ‘dominante’ frente a otras especies de aves trogloditas > utilizan los huecos naturales existentes en el tronco y ramas gruesas de los árboles donde nidifican, y donde se protegen de las inclemencias atmosféricas o de la acción depredadora de sus múltiples enemigos en la escala trófica. En los pinares de Prádanos de Ojeda, o más concretamente en los montes repoblados, los huecos naturales son escasos o no existen, visto que todos los árboles defectuosos, enfermos o viejos (paradójicamente, los únicos productores de oquedades) son apeados o extraídos del monte como medida de prevención sanitaria. En consecuencia, estas aves insectívoras forestales dependerían vitalmente de tales huevos: su desaparecimiento o marcadamente escasos provoca el descenso drástico del gorrión molinero en la Montaña Palentina, siendo que la especie de nuestros municipios representa un beneficio en la lucha contra los insectos nocivos. Otra causa importante es la pérdida de huevos y pollos del gorrión molinero frente a la depredación en sus colonias nidificantes por parte, principalmente, de los mustélidos ej.: comadrejas, ofidios (culebras y lagartos), gatos domésticos, urracas…
       Este pequeño pájaro ‘palentino’ mide 0,14cm de longitud y 0,22cm de envergadura, con plumaje de tonos pardos con rayas negras en el dorso y gris pálido en la parte ventral; presenta en cada una de las mejillas una simpática mancha negra. Es más rechoncho, delicado y más pequeño que los otros gorriones comunes. Es un ave fundamentalmente granívora, aunque en la primavera diversifica un poco su dieta diaria con diminutos insectos como pulgones o larvas de lepidópteros; en el resto del año se alimenta con las semillas de la flora nitrófila (‘malas hierbas’). Es un pájaro sedentario, aunque practique pequeños movimientos entre las diferentes colonias debido a la dispersión juvenil a principios de octubre. Durante el invierno forma grandes bandos (a veces entremezclados con otros gorriones) que vagabundean  por yermos y rastrojos en busca de comida. Vuelven a sus colonias de siempre a los comienzos del periodo reproductor (marzo/abril). Su voz o canto es descrita onomatopéyicamente con aquel grito ‘tschip, tschip’, un tono o chirrido más agudo que el del gorrión común arriba descrito; raramente hila una secuencia de piidos, pero es extremamente bullicioso durante la reproducción. Y está entre los mayores reproductores de la especie: 3 0 4 puestas y con 4/6 huevos de color blanco salpicados de motas irregulares de color marrón y presencia muy variable (huevos totalmente cubiertos de manchas y huevos de blancura inmaculada). Las causas principales del fracaso reproductor de la especie estarían concentradas en las condiciones meteorológicas propias de la montaña, pues limitan el cuidado parental, la muerte por inanición y los casos provocados por sus numerosos  depredadores  ya citados.
          En realidad, el gorrión molinero es una versión campestre del gorrión común: su trinado es muy parecido, pero la voz es más estridente y lo hace desde el posadero generalmente un árbol, cantando a veces en coro con su bando. La parada nupcial del macho está compuesta de inclinaciones y reverencias hacia la hembra, extendiendo las alas y elevando las plumas de la coronilla. Tras las épocas de cría, alegres y exultantes, los gorriones abandonan los nidos y salen por ahí de parranda, formando bandadas erráticas y vagabundeando por rastrojos, barbechos, campos de cultivo y arroyos o tierras abandonadas (devolutas), entremezclándose con otros ‘primos y familiares distantes’: luego enseguida, los adultos retornan a sus hogares de nidificación, en tanto que los más jóvenes, en bandadas conjuntas, realizan movimientos más o menos dispersos probablemente entrenando sus mecanismos de defensa y busca de alimento. De cualquier forma, los gorriones dichos molineros sufren la presión humana sobre los pinares ibéricos, aunque sabemos que las aves trogloditas (nidificantes en huecos o agujeros de árboles) son más abundantes en las zonas suburbanas de los pueblos y ciudades como fue comprobado en la Casa de Campo de Madrid, mientras las especies nidificantes en los sustratos más vulnerables (suelos, arbustos, zarzas) están reducidas de manera drástica en la actualidad. Por otro lado, debido a las  preferencias tróficas de la especie existe una reestructuración de las bandadas de aves insectívoras como los gorriones en general: en este caso, disminuyen las especies insectívoras con nidos abiertos y aumentan los páridos y otras especies trogloditas como el gorrión molinero. La degradación del estrato herbáceo puede ser un factor limitante para las aves que se alimentan en el suelo. De ahí la necesidad de proteger a las aves insectívoras mediante nidales artificiales, además de utilizar enemigos naturales para prevenir la explosión de plagas y reducir drásticamente los focos de insectos nocivos para el arbolado, manteniendo el ecosistema en niveles aceptables. La importancia de estas aves aparentemente insignificantes está reflejada en los estómagos de los páridos > avecillas que podemos ver y oír en los bosques de coníferas, los tan conocidos y nobles pinares de nuestros pueblos de La Ojeda. Se ha llegado a estimar en 5kg/año la cantidad de insectos (orugas o mosquitos), consumidos por la pareja de esta especie, demostrando la utilidad de los gorriones molineros al mantener en equilibrio biológico natural  el propio monte. Los nidales artificiales en esos arbolados suplen con éxito la carencia de huecos tróficos, lográndose así un aumento generalizado de las poblaciones trogloditas, lo que da más estabilidad y frecuencia al ecosistema forestal de nuestros pueblos.  
        
       No me cuesta nada recordar a mis lectores on-line que existe una campaña de protección a las aves insectívoras en la península Ibérica, mediante el fomento de sus poblaciones a través de la instalación de nidales artificiales, campaña esa muy a propósito y necesaria, que está siendo promovida por el MAGRAMA. Este empeño por parte del Ministerio del Medio Ambiente se dirige a sociedades conservacionistas, ayuntamientos, grupos ecologistas, campamentos estivales etc, o a cualquier particular más interesado. Junto con el programa se desarrollan trabajos para el fomento de las aves insectívoras y proyectos de investigación en los montes del estado, administrados o fiscalizados por Parques Nacionales, Confederaciones Hidrológicas y otros organismos de la Administración, incluso con la participación del Ministerio de Defensa. Cualquier solicitud de nidales artificiales para aves insectívoras deberá hacerse por medio de formularios de petición con planos e/o fotografías aéreas de las parcelas donde se ubicarán las cajas-nidos, y una carta del solicitante en la que se compromete a enviar los resultados obtenidos al Ministerio del Medio Ambiente, todo a cargo y coste del pobre contribuyente. Por lo demás, son tantas las exigencias a ser cumplidas que ya de antemano entra un desánimo fenomenal, sobre todo aquella cláusula vaga que así se expresa: ‘como las unidades son limitadas y han de distribuirse entre el mayor número de proyectos posibles, la cantidad final de nidales a entregar será definida por los técnicos del Servicio de Sanidad Forestal y Equilibrios Biológicos, en función del interés del programa y de la disponibilidad de existencias’. Está bien que haya organización y cuidado con el dinero público, pero exigir demás de quien está haciendo algo que gobiernos municipales, provinciales y comunitarios tienen obligación de realizar no me parece buena medida. Muchas veces, se hace  propaganda de un proyecto realmente interesante, pero luego enseguida se colocan tantas cortapisas y trabas que sería mejor y más barato los interesados fabricar los propios nidales in situ. Las autoridades civiles, por lo general, ‘muestran la fruta y después retiran la mano’, señalizando que grande parte de esos programas son apenas curiosidades de revista para decir que se está trabajando en alguna cosa. O tal vez sea algo peor: simple imitación de cualquier proyecto extranjero que funcionarios sin saber lo que hacer en el servicio público deciden insinuar lo que los otros deberán hacer, no ellos. ¡Uhm, me parece que eso no va dar buenos resultados! A pesar de mis reparos a tantas exigencias,  hubo 1792 pedidos de particulares e instituciones no gubernamentales (2012). Sinceramente, no sé evaluar si es mucho o poco. De cualquier forma, mil aplausos a todos.
       Entretanto, sigo creyendo en la posibilidad e importancia de construir nidales artificiales para los pequeños páridos como los gorriones y sus ‘hermanos’ de otras especies (reyezuelo, carbonero, papamoscas, estornino, picapinos etc), puesto que todos estos pájaros insectívoros son de gran utilidad para los seres humanos y para la protección y equilibrio de los bosques (o ‘montes ibéricos’), huertas (árboles frutales), jardines y parques públicos. En su libro intitulado Guía de la protección de las aves útiles, de K.N. Blagosklonov (1910-1985) -uno de los más famosos y conceptuados ornitólogos rusos del siglo pasado-, resume con algunas estadísticas la utilidad sanitaria de estas aves : el reyezuelo, por ejemplo,  consume anualmente 10 millones de pequeños insectos; una pareja de carboneros puede limpiar 40 manzanos de sus peores enemigos, los insectos nocivos; los polluelos del vencejo, sólo en el curso de su desarrollo juvenil, devoran 250.000 insectos; en un día, una pareja de estorninos trae a sus pollitos 360gr de langostas, lo que representa 10.800gr por mes. Sólo una colonia de 1.000 estorninos consume en un mes 22 toneladas de saltamontes, etc. Ese ornitólogo ruso describe, detalle por detalle,  las mejores maneras y dimensiones adecuadas de construir nidos artificiales para gorriones, vencejos, estorninos y otros páridos trogloditas. Entre los cuidados a ser tomados en la construcción de las cajas-nidos deben constar entre tantos otros estos tres por lo menos: (1) no dejar rendijas ni agujeros sin tapar por donde pueda entrar la lluvia y el viento frío; (2) los nidales deberán colgarse orientados hacia el sur y un poco inclinados; (3) no se les debe dejar al descubierto donde les pueda calentar mucho el sol, ni muy escondidas entre las hojas para guardarlos de la humedad. Todo sea hecho en beneficio de nuestros queridos gorriones y otros  pajaritos, tan beneméritos y gloriosos en la recuperación de los montes ibéricos, y su contribución al incremento de la biodiversidad en medios urbanos. Y sobre todo, ‘en nombre de la preservación del patrimonio natural y cultural de nuestros pueblos’.





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