Cuando hablamos de Prádanos de Ojeda, nos referimos a un topónimo complejo, pues está compuesto por dos o más elementos. Sin embargo,
el topónimo por general es simple y
no necesita de complementos para su legítima interpretación ej.: Saldaña, Pallantia = la prerromana y antigua capital palentina… De más
difícil interpretación son los topónimos dichos compuestos: en la mayoría de los casos son formados por dos elementos originalmente
independientes y fundidos (a veces yuxtapuestos) ej.: Villabermudo, un pueblecito cercano a Prádanos. Los topónimos (del
griego topos = ‘lugar’ y nomos = ’nombre’, o sea, nombre de un lugar) están por lo general
asociados a una determinado localidad: un
pueblo, una villa, una ciudad, un municipio o comarca, una provincia,
un país etc. Actualmente, la toponimia es considerada una rama auxiliar
de otras ciencias más importantes como la lexicografía
(= ciencia que estudia los nombres propios), la historia, la geografía, la
arqueología… A su vez la onomástica
es una disciplina esencialmente lingüística, porque proporciona datos a otras
ciencias ej.: la toponimia = disciplina
que registra los nombres de lugares (habitados o inhóspitos), incluso nombres de montañas (orónimos), lagos y
lagunas (limnóninos), arroyos, riachuelos y ríos (hidrónimos), pueblos y
ciudades con nombres de santos (hagiotopónimos), etc. De modo especialísimo, la lexicología busca científicamente la
explicación de todas las palabras. Como subdisciplina de la lingüística, es una
ciencia esencialmente instrumental,
porque nos ofrece informaciones de orden etimológico, semántico, contextual
etc, sobre cada uno de los términos o nombres censados. Es decir, estudia el
origen de las palabras (etimología), algo que exige el auxilio de la lingüística
histórica o geográfica, así como la estructura de las relaciones semánticas. El
mayor problema de la lexicología actual continua siendo la definición de lo que
sea palabra = un término demasiado
impreciso, hoy en día substituido por ‘unidad
léxica’ porque acoge un ámbito más extenso de formas. La razón de esta
preferencia se fundamenta en las diferentes flexiones adoptadas por las
palabras y expresas en género, número,
persona, modo, tiempo etc. Además, las unidades
léxicas pueden combinarse entre sí para dar lugar a nuevas palabras usando
diversos procedimientos a través de la composición y derivación lingüísticas y,
sobre todo, de la parasíntesis = formación de vocablos en que intervienen al mismo tiempo la composición y
la derivación ej.: anti/pica/pedr/ero, donde los elementos compositivos
(prefijos y sufijos) son los más utilizados.
Todo este razonado me viene a la mente al
intentar discernir el verdadero significado de un nombre propio, principalmente
cuando se trata de un topónimo, orónimo, hidrónimo o antropónimo antiguo, así como
el caso restricto de la OJEDA; la
búsqueda no es fácil. Tengo dado dos explicaciones en sendos apartados
anteriores, pero aún dejé en abierto otro posible sentido cultivado por algunos
historiadores: la palabra OJEDA derivaría de un término románico muy antiguo /Hoyeda/ con el significado actualmente
atribuido a una ‘hoya orográfica’, o
sea, una concavidad u hondura de ‘grandes proporciones’ formada a lo largo de
un terreno más o menos extenso, o también de una llanura ligeramente ampliada y
rodeada de ‘altas montañas’, lo que equivaldría en sentido lato y en Geografía
física al término bacía orográfica = un designativo para la comarca de la Ojeda situada entre los valles de los
ríos Boedo y Burejo, donde este último curso fluvial actúa como cuenca más
importante y al cual confluyen múltiples arroyos y riachuelos que a su vez
forman valles secundarios. Orográficamente, La Ojeda es un territorio de
transición entre las llanuras de la Tierra
de Campos, al sur, y la cordillera
Cantábrica, al norte, cuyas primeras cumbres ej.: Pico y Peña Cortada (1.180m
de altitud), dos peñascos situados en los límites territoriales de Prádanos de
Ojeda y Becerril del Carpio, aparecen como murallones o portones rocosos abriendo
el paso hacia al norte a los 27 pueblos que integraban la comarca de La Ojeda (hoy son apenas 20 municipios);
nuestro pueblo ya estuvo al frente como ‘cantón’ (división administrativa
provincial) de 23 de esas poblaciones que integraron la bacía hidrográfica del
Burejo (1855). El terreno, como nos puede afianzar cualquier turista o
visitante, ‘está definido por suaves
ondulaciones del terreno, haciéndose más agreste y accidentado a medida que
caminamos en dirección norte’. Los 27 pueblos (entre ellos, Alar del Rey, Villabermudo, La
Vid de Ojeda, San Andrés de Arroyo y Santibáñez de Ecla, localidades vecinas y
limítrofes a Prádanos de Ojeda) se asientan generalmente al abrigo de los
subafluentes del Burejo, disfrutando muchos de ellos de amplias y milagrosas vegas (= ‘terrenos bajos y llanos que pueden ser inundados ante una eventual
crecida de las aguas de un río próximo). Tal vez La Ojeda del río Burejo corresponda
a una llanura aluvial y de inundación o
valle de inundación, donde abundan los
cultivos de cereales y algunos de regadío, como los apreciados ajos y patatas
que yo llegué a ver cuando aún era un niño. La vegetación por lo general es
arbustiva, cubriendo en parte la ribera de los ‘ríos’, aunque existan a una
cierta distancia áreas boscosas de pinos reforestados, encinas y robles, sobre
todo más al norte de la cuenca, casi en sus nacientes de Prado Lozano, en los términos vecinales de Colmenares de Ojeda, la
primera localidad por ele atravesada (aquí nació mi hermana Cristina); después
recorre otros 11 pueblos antes de desembocar en el río Pisuerga, de quien es
afluente directo, en Herrera de Pisuerga, antigua Pisoraca romana.
La
bacía hidrografía del río Burejo (33,9km),
uno de los cuatro afluentes principales del Pisuerga (283km) y cuenca de 15.828km²
[= los otros tres ríos de destaque son: el Carrión (179km), el Arlanza (160km)
y el Esgueva (116km)], está exclusivamente
enmarcada dentro de la provincia de Palencia. Su área se extiende por todo el
valle de La Ojeda donde se asientan los 27 pueblos que integran la comarca. En
su cabecera es un río, o mejor dicho un ‘arroyo de montaña’ cuyo manantial
brota en medio a prados húmedos cercanos a la Peña de Cantoral (1.792m de altitud), una de las estribaciones de
la cordillera Cantábrica, en el término municipal de Colmenares de Ojeda (foto).
Por ser un ‘río de montaña’ recoge las
aguas provenientes del deshielo y las nevadas invernales. En su pequeño curso de poco
más de 33km recibe algunos afluentes, verdaderos arroyuelos o riachos de
relevancia apenas local, como el Valdeur, Tarabás y Payo, entre muchos otros. Sin
embargo, para entender por qué el repoblador
(sea él un particular, una comunidad concejal o un noble laico o
eclesiástico de los llamados foramontanos), usó el apellido ‘Hoyeda’, y calificó geográficamente a la bacía
hidrográfica del río Burejo como un ‘conjunto
de hoyas’, es el punto gordiano. El término ‘hoya’ en el Diccionario Esencial
de la Real Academia Española (2006) significa, como ya notamos, ‘una concavidad, hondura o llano bajo y
extenso rodeado de montañas’. Ora, si llevamos a serio la expresión ‘rodeado de montañas’, la Ojeda no
estaría encuadrada en esta característica orográfica. El río Burejo es antes de
todo un ‘arroyo de montaña’, pero en su cauce y sucesivas vegas o praderías no
encontramos montañas propiamente dichas, pues los terrenos por donde él discurre
son ‘bajos y llanos’ a tal punto de
poder ser inundados (casi periódicamente) como ya aconteció en repetidas
ocasiones. El Burejo desborda e inunda las ‘vegas’ que encuentra a lo largo de
su minúsculo recorrido. Podríamos apelar para el término hoyadas con el significado de ‘terrenos
bajos que no se descubren hasta estar cerca de ellos’. Desde mi punto de
vista presencial (ya surqué La Ojeda varias veces como adulto, en mi paso para
llegar a Guardo, donde detengo varios familiares), no consigo calificar a La
Ojeda ni como ‘hoya’ ni como ‘hoyada’, pues las montañas propiamente dichas
comienzan en el paralelo de Castrejón de la Peña, Santibáñez de la Peña y
Guardo/Velilla del Río Carrión, a la izquierda de quien se dirige a los Picos
de Europa, o a nuestro partido judicial y ciudad de Cervera de Pisuerga, a la
derecha en dirección al puerto de Piedrasluengas (1.355m de altitud), antes de
entrar en Cantabria, ya que se trata del último pueblo en territorio palentino.
El río Burejo, desde sus nacientes ubicadas en prados húmedos, no encuentra montañas = ‘grandes elevaciones
naturales del terrero, o territorio cubierto y erizado de montes’. A lo mucho puede encontrar algunas ‘cerrillas’
o colinas que son bien menores en relación a las montañas (ver esquema abajo).
Además el curso del Burejo es muy corto, apenas 33km, lo que nos puede dar una
pista para desentrañar el nombre de La
Ojeda y diferenciarlo de otros valles fluviales cercanos a él.
Para entender el término ‘hoyeda’, un elemento compositivo
formado por el substantivo /hoya/ y
el sufijo /eda/ = partícula que se
utiliza para formar substantivos
colectivos, en general derivados de nombres de árboles (o plantas) y accidentes
geográficos; designa un lugar en que abunda el sustrato primitivo. En el caso específico
de la Ojeda serían las /hoyas/ u
/hoyos/ encontrados en el valle del Burejo. Infelizmente, no consigo ‘ver’ un conjunto
de hoyas a lo largo del río ojedano,
a no ser que el repoblador haga
referencia no a la disposición del terrero sino a las charcas = ‘charcos grandes de aguas detenidas en los hoyos o entrecauces del río’, pues en el verano
realmente se contabilizan muchas charcas de aguas paradas durante la sequía estival.
Entonces podríamos entender el término ‘hoyedas’
aplicado no al terreno propiamente dicho, sino a las hoyas (charcas) formadas a lo largo del cauce fluvial que sufre de estiaje
e intermitencia en la época veraniega. Pero esta proposición es meramente supositiva,
no habiendo documentos para comprobarlo. Otro aspecto a ser considerado sería
insistir en el término /hoyo/ con el
sentido de depresión o socavón, dos substantivos que podrían substituir el
femenino /hoya/ como elemento formativo de la unidad léxica /hoyeda/. En sentido geográfico, la
depresión es un hundimiento o descenso brusco del terreno en comparación con el
relieve circundante. Hasta dentro de la meseta o altiplanicie castellana vamos
encontrar depresiones marcadas por la erosión del relieve. La Ojeda es precisamente
una brusca depresión para quien abandona la cordillera Cantábrica, pues si los
foramontanos dejaron los valles de Cantabria y se adentraron por el puerto de Piedrasluengas en
busca del desierto del Duero, deben
ter pasado por Cervera de Pisuerga y encontrado inmediatamente La Ojeda en su
caminar y encuentro castellanos. El primer valle ‘con paisajes de suaves ondulaciones del terreno y vegetación arbustiva
cubriendo la ribera del río’ debió ser precisamente La Ojeda y la cuenca
menor del río Burejo de tan solos 33kms, prácticamente a un tiro de piedra
entre la naciente y su desembocadura en Herrera. A partir de Cervera de
Pisuerga la repoblación fue bajando hasta encontrarse con la ciudad romana de
Pisoraca, punto neurálgico en la historia de la Montaña Palentina. Y para que
tengamos una idea de la pequeña depresión y ondulaciones suaves del terreno basta
conferir las altitudes de los pueblos por donde discurre el río Burejo, desde
sus nacientes hasta la desembocadura: Colmenares (1.030m), Amayuelas (990m),
Quintanatello (950m), Olmos (930m), La Vid (870m), Villabermudo (850m) y
Herrera (840m), o sea, entre Colmenares y Herrera, el río Burejo tiene un
descenso o declive de apenas 190m, lo que para el foramontano que dio nombre a la Ojeda tal depresión no pasaba de una pequeña /hoya/ = si pensamos en un
ahondamiento ‘grande’ del terreno cuando comparado con los montes cantábricos,
o un /hoyo’/ si pensamos
en una simple cárcava o depresión entre las laderas de un cerro, colina o
altozano de media montaña (media de 860m).
Casi todos los pueblos de La
Ojeda formaron parte de tierras realengas en tiempos de Alfonso VIII cuando el
rey victorioso en Las Navas de Tolosa
apellidado el Noble (1212) concedió a
la abadesa del Monasterio de San Andrés de Arroyo (1199), D. Mencía López de
Haro, algunos señoríos del valle de las
Foxedas (o Foguedas) que diversos historiadores traducen por ‘lugar de
hojas’, en cuanto otros estiman que se trata de un ‘lugar de hoyas’ o de ‘ojos de agua’
(manatiales/fuentes) tal vez no diferenciando debidamente la identidad de la /x/
con la /j/ o con la /g/, y hasta con la /y/, pues en cartularios y diplomas de
los siglos IX/XII diferentes documentos aparecen escritos con /x/ llamando a nuestra
comarca de Oxeda ej.: el Diccionario
Geográfico Universal (de Antonio Vegas,
1815) recoge esta lexicografía cuando dice: ‘en la provincia de Palencia, en el valle de la Oxeda, hay un lugar con
el nombre propio de San Jorde’. Ciertamente alude a San Jorde de Ojeda, el
famoso enclave de Prádanos, hoy un despoblado; sólo resta la ermita en estado deplorable,
abandonada y en ruinas. También en los conocimientos referentes a los escudos y
blasones (ciencia heráldica), hablando del linaje Oxeda diversos autores recuerdan la procedencia de este nombre
blasonado como proveniente del castellano antiguo: el original sería /foja/ con el significado de ‘/fojas/’ (hojas), y /fojeda/ (entramado de hojas), un substantivo colectivo derivado del
medio arbóreo. La casa solar y el apellido Oxeda
habrían ‘nacido’, según estos historiadores, en la villa de Oxeda (hoy, Ojeda, una pequeña localidad
perteneciente al Ayuntamiento de Rucandio, a 60km de Burgos). En aquellos
siglos bajomedievales formaba parte de Briviesca, un núcleo importante de
población llamado de Virovesca en tiempos
romanos. En aquella época, Virovesca
era un nudo y encrucijada de comunicaciones en las importantes calzadas romanas
que pasaban por el desfiladero de Pancorvo en La Bureba. La principal procedía
de Asturica Augusta (actual Astorga/León),
y en Briviesca se bifurcaba en dos viae:
la vía Aquitania se dirigía a Burdeos
a través de Pamplona y Zaragoza, y la vía
Augusta se dirigía a Tarraco (actual Tarragona), entonces capital de la
provincia Tarraconensis. Además, de ella partían otras dos vías secundarias:
una se entroncaba con Segisama y Pisoraca llevando el viajante hasta Portus
Blendium y Flavióbriga/Cantabria, y otra se intercomunicaba a través de
Randa/Pallantia con la vía de la Plata, la famosa Emerita Asturicam. El itinerario de Antonino describe 13 mansiae = especie de hospederías, con
servicio de comidas, cuadras, venta o alquiler de caballos y carruajes, y custodiada
por un destacamento militar. Esta ubicación de Virovesca la convirtió en importante villa del Camino de
Santiago/vía de Bayona, llegando a su máximo esplendor en la Edad Media. Antes
ya había sido capital de los autrigones (77 dC), según relatos de Plinio el Viejo. Una de aquellas mansio romana fue precisamente
Virovesca, siglos después transformada en importante municipio con fuero
especial, el Fuero de Briviesca, en
tiempos del rey Alfonso VII (1123), semejante al Fuero de Miranda concedido a
esta ciudad por el rey Alfonso VI (1099). Durante los primeros siglos
altomedievales, Briviesca será un lugar de paso de la vía Aquitania, una de las
rutas del Camino de Santiago,
convertida no sólo en la principal vía en las rutas jacobeas, como la vía por
excelencia y obligatoria para todos los que demandaban la meseta
castellanoleonesa.
Mencioné todos esos datos
históricos para reforzar el trabajo realizado por los repobladores foramontanos, aquellas gentes de
Cantabria y Vasconia que llegaron al desierto del Duero y fundaron nuevos
pueblos y villas en una tierra de nadie.
A través de La Bureba muchos francos y 'vasconavarros’ llegaron a la Tierra
de Campos utilizando la vía romana que ligaba Segisama a Pisoraca y, con
absoluta certeza, crearon varios
asentamientos en La Ojeda y demás comarcas palentinas. Nombres propios
(antropónimos) y topónimos de accidentes geográficos tendrían sido transportados
de la región burgalesa en el entorno de Briviesca, capital de La Bureba, para las diferentes comarcas
palentinas; testigos y pruebas fehacientes de esta realidad repobladora son los
nombres de Ojeda, Prádanos, Cascajares, Vega de Bur, Ayuelas, La Vid,
Quintanatello, Villaescusa, Berzosa etc. encontrados en La Bureba y también en
La Ojeda de nuestros mayores. Si Briviesca, capital de La Bureba, fue una villa
importante en la Reconquista del norte peninsular, es fácil concluir que su
influencia se dejó sentir en otras comarcas un poco lejanas como nos dijeron
Ángel Casimiro Govantes y Pascual Mardoz: ‘muchos
topónimos fueron trasplantados por vascones (inmigrantes vasconavarros) llegados de las montañas del norte o de las
alturas cántabras’. Todos los pueblos comenzados con el término /villa/ indican el nombre del repoblador
ej.: Villabaruz, es la ‘villa’ o pueblo fundado por el repoblador Baruz;
Villalumbierno, es la villa fundada por el repoblador Lumbierno; Villabermudo es
la villa fundada por un tal Bermudo etc. Creo que diversos topónimos de La
Ojeda están inscritos en esa supuesta trasposición. El nombre de Oxeda, Fogedas o Foguedas (Ojeda) podría ser uno de ellos. El hecho de La
Bureba/Burgos poseer pueblos con el nombre de Prádanos y La Vid, entre otros
muchos, y ‘villas’ situadas precisamente en los comienzos de nuestra comarca y
próximos a Herrera de Pisuerga, me parece bastante emblemático. ¿Y qué decir
del topónimo Ojeda encontrado curiosamente también en La Bureba y muy cerca de
otro pueblecito con el nombre de Herrera, limítrofe de aquella localidad? ¿No
parece una coincidencia geográfica por demás sospechosa? Y así como La Bureba/Burgos
es una gran llanura circundada por ‘altas montañas’ (¡?) -los montes Obarenes
tienen en media 900m y el puerto de Pradilla
de Belorado presenta 1.187m de altitud -esta última ‘montaña’ forma parte de los
montes de Ayago que el peregrino jacobeo tendrá que superar en su viaje místico
y de oración a Santiago de Compostela. De la misma forma, La Ojeda también es
una ‘gran llanura’ o altiplanicie circundada por ‘altas montañas’, al menos en
las nacientes del río Burejo donde la Peña
de Cantoral llega a 1.792m y Colmenares de Ojeda se encuentra a 1.030m en
relación al nivel del mar. Y las
semejanzas no paran por ahí. Una de las rutas jacobeas (como anotamos encima, ‘por excelencia y obligatoria’),
desembocaba justamente en Herrera de Pisuerga, y tomaba el camino de la Ojeda,
siguiendo el curso del río Burejo…
El término Oxeda, muy frecuente en cartularios antiguos (manuscritos), es
también encontrado en genealogías y heráldicas o casas solares. Sea por ejemplo
esta citación de un estudioso de apellidos castellanos en las islas Canarias: ‘todos los Ojeda de la isla […] provienen de Sevilla, aunque bien sabemos que el origen
remoto de este apellido nos conduce a la localidad burgalesa de Oxeda’. En otro lugar, encontré está frase
contundente: ‘la casa solar de los Ojeda así como su apellido son originarios de la
villa de Ojeda, perteneciente al partido judicial de Briviesca/Burgos, siendo
que el apellido Ojeda (u Oxeda) proviene del castellano antiguo fojas o fojedas, con el significado de hojas
y entramado de hojas,
respectivamente’. En otro lugar, encontré asimismo un derivativo con el
significado de ‘ojos de agua’, dado a
la Ojeda por el renombrado filólogo
italiano y uno de los hombres más cultos del siglo pasado, Gutierre Tibón
(1905-1999). Su formación semántica ocurriría a partir de la radical Ojo de agua o manantial (alude a las
numerosas fuentes o manantiales muy abundantes en La Ojeda; ya se contaron casi
200 de relativa importancia como las de Prádanos), acrecentada del elemento compositivo
y sufijo (colectivo) /eda/, denotando
abundancia de algo. Si bien Gutierre Tibón nos diga también que exista la
posibilidad de que derive de /foja/
(hoja) o /fojeda/ (entramado de
hojas)… Uno de los más famosos repertorios de blasones e escudos de armas de la
Comunidad Hispánica, recoge el apellido Ojeda
o de Ojeda, colocando en sus blasones
un castillo (azul) y ocho piñas de sinople (un color verde característico, en
heráldica). Tal vez lo haga recordando el castillo
de Bur = una fortaleza mencionada con el nombre de Eburi (967) y la predominancia del pino albar siempre verde en los
montes de La Ojeda. Bajo la protección del castillo de Bur se reunieron tres
personajes cuyos nombres la historia ha conservado:
Flaina o Fluina = una monja procedente
del monasterio femenino en Monzón; su hermano Juan, monje militar del cercano Monasterio de San Cosme, San Damián
y Santa Eufemia -el primer convento femenino fundado como tal en 1186-, nombre
este último que acabará eclipsando a los anteriores, aunque continuó siendo
habitado por ‘foeminis et viris’, o sea, mujeres y hombres = frailes de la
Orden de Santiago que ‘de su voluntad
eligieron vivir en continencia’, y un
pariente de nombre Julián, pues este último deseaba construir un monasterio
bajo la advocación de los santos Justo, Pastor y san Pelayo, como penitencia por un crimen practicado, y así
reparar aquel mal terrible ‘cometido
contra un hijo de Dios’. El castillo
de Bur fue nombrado cabeza de alfoz por documento: en él, Fernando I, rey de León y Castilla, fija los límites de la diócesis de Palencia
(1059). Años después pasaría a las manos del conde Álvar Núñez de Lara
(1170-1218), un magnate castellano, miembro del linaje Lara y regente en la
minoría de Enrique I, muerto en Palencia con 13 años. Fue esposo de D. Mencía
López de Haro, fundadora del Monasterio de San Andrés de Arroyo (1181). El
castillo de Bur tuvo gran importancia como defensa de la Ojeda hasta el siglo
XII cuando fue reemplazado por el castillo de Herrera de Pisuerga, localizado a
la entrada de la villa y en la parte alta de la ciudad.
En verdad, poco se sabe de este
castillo hecho de mampostería, a no ser
que su emplazamiento se encontraba en la parte más alta del pueblo, actualmente
ocupada por la plaza de toros. De cualquier manera, fue guardián y vigilante de
La Ojeda durante muchos años: en su recinto, el rey Alfonso VII apresó al conde
Pedro González de Lara (1075-1130), uno de los hombres más poderosos e influyentes
de Castilla y, según se dice, amante de D. Urraca I, reina de León y Castilla y
esposa de Alfonso el Batallador, rey
de Aragón. Su apresamiento de debe a las intrigas y problemas causados al
reino, porque ‘mostraba una inconveniente
familiaridad privada con la reina que él
esperaba consolidar mediante matrimonio; tuvo preeminencia sobre todos y
comenzó a ejercer el oficio de rey y a dominar a todos como señor’. Desterrado,
fue herido en un duelo en Bayona; de vuelta para casa, cayó del caballo y se
rompió un brazo, muriendo pocos días después (1130). Exactos 200 años más tarde
(1330), Alfonso XI compró la villa de Herrera, su castillo y aldeas limítrofes por 180.000 maravedís,
con varios privilegios a fin de favorecer la repoblación y reconstrucción de la
villa y demás alfoces de la Ojeda, de ella dependientes (entre ellos con
certeza estaría Prádanos de Ojeda), arrasados que fueron por los ataques y
saqueos de Fernán Ruiz de Castañeda, heredero y representante de una de las
familias más linajudas de su tiempo. Poco sabemos de los orígenes (siglo XI).
Se dice que pudo estar rodeado, al menos parcialmente, por una cava > en sus bodegas subterráneas,
se elaboraba un vino joven de finca.
Causa espanto, sobre todo a quien no
está familiarizado con la Historia, el caso específico del Monasterio de Santa
Eufemia de Cozuelos/Olmos de Ojeda. Existe un trabajo muy interesante de María
Ferrer-Vidal intitulado Los Monasterios
Femeninos de la Orden de Santiago durante la Edad Media (1989). Y
proclamamos ‘interesante’ porque el dominio territorial, donde el monasterio
tenía poder absoluto, es decir, la propiedad de todas las tierras de la zona,
se concentraba en los valles de La Ojeda, Boedo y Valdavia. Intentaré reseñar
la importancia de la Orden de Santiago, fundada por 13 caballeros tras la
conquista de Cáceres a los moros (1170), y aprobada por el papa Alejandro III
(1175), bajo la Regla de San Agustín, ‘para
reprimir a los enemigos de Cristo y defender su Santa Iglesia’… Esta Orden
militar se sirvió de tres recursos impuestos por los tiempos medievales: las
concesiones reales de Alfonso VIII, las donaciones de particulares y la compra/permuta
de monasterios entre sí. Sin duda, la Orden de Santiago debe a Alfonso VIII las
mejores y más abundantes donaciones hechas por este monarca ‘para recompensar a los frailes por sus
servicios en las empresas de la Reconquista’. A lo largo de los siglos
XII/XIII, los frailes santiaguistas repoblaron o dieron a repoblar los
territorios bajo su control a través de
fórmulas de dominio propios en las tierras de realengo. Sin embargo se reservaban
la explotación directa de una cuarta parte de los lugares que daban a repoblar
y, sobre todo, los derechos del maestrazgo en los castillos fronterizos a la Orden
militar; en La Ojeda, el castillo de Bur y sus señoríos. Pero lo que más nos
intriga hoy en día en relación a la Orden de Santiago y su fundación en
Castilla es el Monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, en el término municipal
de Olmos de Ojeda, muy próximo a nuestro pueblo (unos 10 minutos de coche/
8km ). Estos ‘milicianos religiosos’, en una época de excepción, aceptaban como
posibles miembros de la Orden tanto a hombres como a mujeres, siendo la única
Orden de caballería religiosa en que sus miembros, a no ser el Maestre, podían
contraer matrimonio libremente. Como nos dice Ferrer-Vidal, ‘ésta es la puerta que dio paso a las
mujeres a entrar en la Orden de Santiago’. La consecuencia ineludible fue
la necesidad de acoger a las esposas e hijos menores de los frailes durante las
campañas contra los moros. Esta situación daría origen a los monasterios de monjas que se
mantuvieron siempre al margen de las actividades militares.
Importa preguntarse: ¿dónde la Orden
militar construía sus monasterios y por qué motivo? La respuesta nos lleva al
Monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos en la Ojeda. La fundación de este
convento se remonta al siglo X, bajo la advocación de san Cosme y san Damián
(946), y se mantuvo independiente hasta 1.100 cuando pasó a depender del
cabildo de Burgos. En esta época cambió de advocación, y desde entonces se
llamó Monasterio de San Cosme, Damián y Santa
Eufemia, nombre que eclipsó a los santos anteriores. Fue escogida patrona
de la comunidad por tratarse de una santa [virgen y mártir], porque según la
leyenda se tendría aparecido a un rey que luchara para recuperar los
territorios cristianos a los moros. Durante aquellos años, la comunidad
‘monástica’ fue masculina. En la época, el monasterio ya poseía un dominio
territorial considerable y una serie de iglesias y monasterios propios en las
proximidades de La Ojeda. En adelante, el Monasterio de Santa Eufemia de
Cozuelos pertenecerá a la Orden de Santiago ‘principalmente
para habitación de monjas, y para reclusión juntamente de los caballeros
frailes de esta ínclita milicia, que de su voluntad eligieron vivir en
continencia’. El convento quedó bajo el gobierno de un prior; sólo a
finales del siglo XII aparece la primera comendadora, como dirigente de la
comunidad de monjas, en cuanto desaparece la figura del prior (hombre). El
dominio territorial del monasterio se fue extendiendo con el paso de los años,
ora a través de donaciones reales o particulares, ora a través de donaciones
otorgadas al convente por el Maestre de la Orden, con el objetivo de consolidar
y engrandecer el dominio territorial en caso de bienes cercanos. Las
propiedades del Monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos eran enormes: se
extendían desde las primeras estribaciones de los Picos de Europa, al norte,
hasta la ciudad de Palencia, al sur; y desde la Mesa-Sedano/Burgos, al este,
hasta Saldaña, al oeste. Pero el dominio territorial con poder absoluto y
propiedad de sus tierras, estaba especialmente en los valles de La Ojeda, Boedo
y Valdavia. Las fundaciones siguientes establecerán las normas, costumbres y
ordenanzas del Monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, incluso con el
privilegio de no tener un comendador para administrar su hacienda.
Entre las curiosidades encontradas en los
monasterios de la Orden de Santiago está su emplazamiento en los alrededores de
ciudades importantes, como Barcelona, Salamanca, Lisboa etc. Sólo Santa Eufemia/Olmos
de Ojeda y San Salvador de Distriana/Astorga (León) están localizados en ámbitos
rurales. Y es la pequeña nobleza urbana la fundadora de estos monasterios,
escogiendo núcleos de población alejados
y en ambientes ruralizados, incluso carecen de fundadoras o protectoras nobles
en su origen. Apenas se habla de D. Sancha Alfonso, hermanastra de Fernando III
el Santo, venerada hasta hoy como venerable
por la iglesia. Santa Eufemia de Cozuelos debe mucho a ella de su
engrandecimiento material y espiritual. Por medio de todos estos conventos, la
Orden de Santiago consiguió acumular importantes dominios territoriales, por lo
general concentrados en su entorno. Sabemos asimismo que las donaciones
territoriales efectuadas al monasterio se deben a múltiples razones, entre las
cuales están la especial devoción de los lugareños a determinado santo(a), una
tradición monástica anterior como el caso de Santa Eufemia o la permanencia en
el monasterio de algún personaje ilustre y de mayor rango. Otra pregunta pertinente
es: ¿de qué vivían las monjas de estos conventos? En principio, respondemos que
se abastecían de los productos de sus tierras, y de los trueques del comercio.
La economía monacal se basaba fundamentalmente en los cultivos cerealistas y de
viñedos, además de importantes rebaños de ovejas, favorecidos en muchas
ocasiones por exenciones de impuestos y privilegios reales. A principios del
siglo XVI la comunidad de Santa Eufemia fue trasladada a Toledo, quedando la
iglesia y el monasterio abandonados. La Orden de Santiago comenzaba a sentir el
declive de sus conventos y religiosos; sólo supervivió el monasterio de Santa
Fe de Toledo, heredero de Santa Eufemia de Cozuelos (en La Ojeda), hoy una
granja por cierto muy bien cuidada por las cuatro generaciones propietarias del
lugar, siendo D. Juan de Aguilar y Rebolledo quien trasladó el cuerpo incorrupto
y venerado de la infanta Sancha Alfonso al Monasterio de Santa Fe el Real en
Toledo, con licencia del rey Felipe III (1608).
Hoy causa admiración su iglesia
románica (siglo XII), Monumento Histórico-Artístico Nacional (1931), un enclave
importante en la ruta del Románico Norte Palentino. Para quien nunca estuvo por
estos parajes, el vestigio encantador de lo que fue el Real Monasterio de Freiras
Comendadoras de la Orden Militar de Santiago está situado al norte de la
provincia de Palencia, en el ‘frondoso
valle de La Ojeda’ -un topónimo, como ya explicamos, probablemente derivado
de Oja, o de Ojo de Agua y/o de Folia
etc, a 14km de Herrera de Pisuerga. Se
encuentra en el término de Olmos de Ojeda, ‘un
bello paraje en la vega del río Burejo’. A los cuidados de la ‘Granja Santa
Eufemia’, propiedad particular desde el siglo XIX como permuta ofrecida por las
Freiras Comendadoras: donaron ‘el
monasterio y las tierras de labor que lo rodean a cambio de fincas en Toledo,
donde se hallan desde que marcharon de aquí’ (1502), pero por orden de la
reina Isabel I de Castilla, dígase de paso. Como recuerdos interesantes están,
en primero lugar, la imponencia y mayestática iglesia, uno de los monumentos
más significativos del Románico Norte; después el taller de la Escuela de Frómista
que trabajó en su construcción, así como los maestros de las Huelgas de Burgos
y de San Andrés de Arroyo. También se pueden admirar restos prerrománicos del
siglo X provenientes de un asentamiento anterior al monasterio actual. Consta
entre sus gestas más importantes, la presencia de uno de los condes de Monzón (946)
a cuya jurisdicción pertenecía el valle de la Ojeda. También es digno de mención
el hecho de que se fundaron otros monasterios agregados a Santa Eufemia en sus ‘alrededores’.
Tal vez uno de ellos pueda ser el supuesto monasterio o monasterios de Prádanos
de Ojeda, ya que al citar los pueblos pertenecientes al señorío de San Andrés
de Arroyo, diversos autores excluyen a Prádanos de Ojeda mientras citan a Alar
y La Vid de Ojeda, vecinos de nuestro pueblo. En varios documentos, constan los
conventos de San Justo y Pastor en el castillo de Bur (en Prádanos existió hasta
hace poco tiempo una ermita dedicada a estos dos santos, y una de las casas donde
mi familia moró por algunos tiempos supervive en la Calle de San Justo y Pastor, dos niños mártires madrileños); San
Miguel de Cozuelos, San Pedro y San Pablo, San Facundo, San Primitivo… Muchas de
estas fundaciones tuvieron el patrocinio de Eylo Alfonso, más conocida como Doña Eylo Alfonso, esposa del conde
Pedro Ansúrez (a ellos se deben el repoblamiento y expansión de Valladolid), y fueron
realizadas bajo la supervisión de un abad de nombre Beila y el presbítero
Bermudo. El Monasterio de Santa Eufemia fue la primera fundación de la rama
femenina de la Orden de Santiago, siendo el rey Alfonso VII (1105-1157) y su
mujer D. Berenguela los donantes de la villa de Olmos de Ojeda y el Monasterio
de Santa Eufemia al abad Pedro Miguel (1135), un lugar de La Ojeda donde
predominan los dos elementos más característicos: el cauce sosegado del río Burejo
y una zona de cultivos y montes bajos.
Nenhum comentário:
Postar um comentário