Comencemos diciendo que el escudo,
blasón
y bandera de Prádanos de Ojeda podrían ser así: el escudo siempre fue ‘una arma
defensiva’, y seguramente la más utilizada por el hombre desde épocas
remotas para protegerse de otras armas ofensivas y de ataque. En el siglo XVII,
cuando las armas de fuego individuales se generalizaron en las guerras, el
escudo se tornó completamente obsoleto. Pero en tiempos medievales, fue muy usado
por casi todas las culturas del mundo (Oriente/Occidente), tanto a distancia
para defenderse de las armas arrojadizas o blandidas por los enemigos, como en
el cuerpo a cuerpo, pues permitía la utilización de un brazo para defenderse y,
al mismo tiempo, contraatacar con el otro. Entre el siglo XIII y XVI, los
escudos eran recubiertos de piel, y llevaban pinturas con emblemas o signos
individuales (familias nobles), dando lugar a los actuales blasones linajudos; tomaban
diferentes formas adaptándose a los cambios tecnológicos o tácticos a fin de
dar protección a los combatientes. Pero los proyectiles perforantes a gran
distancia (hechos de pólvora y puntas de hierro) tornaron su uso
definitivamente inútil en los campos de batalla. A partir del siglo XX, el
escudo reencontraría una interesante utilización moderna en la lucha
antidisturbios… Sin embargo, mi postura en este apartado lleva otra connotación, dado
que en la cultura occidental, el escudo ha servido de suporte como elemento
identificador tanto de los individuos y familias como de entidades, pueblos y
ciudades, transformando el escudo en un elemento exclusivamente heráldico; ‘el arte de explicar y describir los escudos de armas de cada linaje,
ciudad o persona’. Durante la Edad Media fue mucho más: el escudo se
convirtió en un código coherente de identificación de personas, entidades y
pueblos, incorporado progresivamente por la sociedad feudal (nobleza y clero)
para identificar linajes y miembros de la jerarquía, siendo más tarde adoptado
por otros colectivos humanos ej.: gremios, asociaciones, villas, ciudades,
territorios…
Los escudos nacieron como forma de diferenciar
a los caballeros en los combates, justas o torneos, ya que era imposible reconocerlos
al estar completamente revestidos por los metales de su armadura. En realidad,
el escudo fue usado por caballeros, guerreros y reyes para diferenciarse entre
sí. Con el tiempo se fijaron normas y convenciones que continúan siendo
utilizadas hasta hoy: colores, figuras, elementos decorativos etc, todo en el
escudo esconde un significado y tiene un lugar cierto dentro de él, escogido
por la comunidad a quien representa. En consecuencia, se le considera un campo
de expresión artística, un elemento del derecho altomedieval y un distintivo de
las dinastías reales. Como elemento identificador de linajes -el blasón se
trasmitió por herencia en grado de parentesco- y de los colectivos humanos, el
escudo se difundió rápidamente en el conjunto de la sociedad occidental
(mujeres, clérigos, aldeanos, burgueses) y en las más diversas comunidades,
incluso pueblos, ciudades y territorios.
En heráldica, el escudo es el suporte
físico del blasón y, por eso, puede tomar diferentes formas de acuerdo con su
origen y representación. Joseph de Aldazaval (1729-1779) sostiene que la invención del blasón fue antes de todo
un medio de conservar en las diversas
familias y pueblos el lustre y el honor de sus mayores, y dar motivación a los
interesados para que imitasen sus hazañas gloriosas y el pasado de honor e hidalguía.
Así, de acuerdo con el francés Cadet de Gassicourt (1731-1799), el símbolo
heráldico estaría reservado apenas para los iniciados. Y aunque los armoriales
de la Edad Media estaban destinados a ser vistos por todos los hombres, lo que
verdaderamente importaba es que sólo pudiesen ser comprendidos por los que
tenían el mismo código de valores. Es por ello que todas las piezas y ‘muebles’
heráldicos altomedievales no fueron escogidos al acaso, ni su utilización
respondía al capricho o fantasía del titular del escudo, blasón y bandera.
Robert de Viel ( 1899-1959) nos dice con absoluta certeza: la utilización de
estos símbolos estaban estrechamente relacionados con la personalidad y
características de su portador, de forma que los escudos y blasones eran ‘un
libro abierto’ para que los iniciados en el arte heráldico conocieran
perfectamente a quien pertenecían y cuáles eran las circunstancias o
características de su titular. La heráldica de escudos y blasones nos transmite
un retrato espiritual o psicológico de su portador, invitándonos a profundizarnos
en la historia, ideales y realizaciones de un linaje, pueblo, territorio…
Antiguamente, el escudo de armas se entregaba
al aspirante de caballero como si se tratara de una tabla de plata sin dibujo
alguno para que éste con sus hazañas y realizaciones lo fuera rellenando a lo
largo del tiempo hasta convertirlo en la imagen viviente de su vida que
retransmitiría a sus sucesores, como ícono familiar que habría de conservarse y
hacerse respetar por las nuevas generaciones. De esta manera, el escudo y
blasón familiar eran signos de identidad y nexos de unión entre los diferentes
miembros de un linaje. Michel de Pastoureau (1947-) nos afirma que el estudio
del escudo, blasón y bandera de un pueblo no sólo nos permite conocer la
identidad de los personajes que los utilizaban, sino que también reflejan cómo
era su personalidad, provocando en nuestros días una corriente de heraldistas,
siempre dispuestos a estudiar las razones y motivos que presidieron la elección
de un cierto ‘esmalte’, ‘partición’ o figura heráldica, a partir de las
aspiraciones, creencias, modas o culturas, utilizadas por los diferentes dueños
de los escudos y blasones como emblemas heráldicos, muchas veces precisos y
poéticos. Sin duda, las armerías fueron concebidas para la mayor gloria de
aquellos personajes que las llevaban como respuestas a las aspiraciones
sociales de las respectivas familias. O sea, las armerías eran elementos
esenciales de identidad familiar. Por tanto reafirmamos que todas las figuras
heráldicas de cualquier escudo, blasón y bandera están cargadas de una profunda
simbología. Así, podemos destacar dos elementos importantes en los escudos y
blasones: el natural; lo que
significa dicha figura en el mundo real, y el fantástico o poético;
el valor representativo en la mentalidad de los hombres que hicieron posible el
desarrollo de la heráldica moderna.
Marquesado de Frómista |
Curiosamente, toda figura
representativa tiene una simbología positiva o negativa ej.: no es lo mismo un
león u oso en posición amenazadora, rampante, acostado, herido o mutilado, no
significando de inmediato que el portador de dicho blasón o escudo se sirva de
un león u oso en primer plano para ensalzar su linaje o para infamarlo, sino
que se sirve de la figura heráldica para indicar el coraje o dignidad de su estirpe
tanto en sentido ‘activo’ como ‘pasivo’ (trofeo de caza). Por lo general, el
escudo o blasón están asociados a una casa solariega, esto es, un hogar y forma
de vida de una determinada familia o pueblo, concebidos como bastiones
defensivos ante posibles ataques violentos de terceros. Desde una perspectiva
histórico-artística, la casa solariega es una casa fuerte con tipología
peculiar de carácter autárquico y defensivo en un hábitat rural de economía
agrícola y ganadera. En general, constan de planta baja, piso de vivienda y
desván, ordenándose los dos primeros elementos habitacionales en torno al
amplio zaguán y sala, ocupando casi toda la fachada principal; ya el zaguán
presenta ventanas adinteladas o arcos de medio punto. Estas casas solariegas se
concentran en dos espacios geográficos: en la montaña y en la llanura. En la
primera suelen integrarse dentro de la localidad por menor que sea; en la
llanura se localizan en los montes, a veces alejadas de la población, y con
contenidos campestres y ganaderos (corrales y viviendas de pastoreo y
labradores). La mansión del hidalgo podía ser accidental, pero éste residía
habitualmente en su casa-palacio dentro de la villa, aunque diferente de los
pueblos de montaña, de contexto mucho más rural. Entretanto, las casas solariegas
se ubican normalmente dentro del casco urbano, diferenciándose unas de otras
por la suntuosidad y materiales de la construcción. La piedra abundante en las
zonas montañosas, es escasa, de mala calidad y cara en la llanura. Comúnmente será
el ladrillo cocido así como el adobe los materiales de construcción, siempre
llevando en cuenta la potencia económica de sus moradores.
Marquesado de Frías |
Por otro lado, el aislamiento de los
pueblos, la pobreza de la tierra y la necesidad de no disgregar el patrimonio
familiar obligó a las casas solares no sólo a considerarlas como meras habitaciones
de sus moradores, sino también edificios económicos, sociales y jurídicos de la
familia y, por tanto, inseparables de las tierras, haciendas, personas y
trabajos, animales de labor y provisiones procedentes del corral, de tal manera
que la cuadra será más cuidada en su emplazamiento que los dormitorios de los
empleados. Poseerán masaderas casi siempre y hornos comunales, bodegas en la
mayor parte de las casas, desvanes y graneros para orear y secar productos, así
como almacenar granos y utensilios como piezas obligadas de los solares
castellanos. La alimentación exigirá un corral con gallinas, conejos, palomar, zolletas para el tocino, almacenamiento
del trigo, canizos determinados,
colgadura de verduras o frutas de la estación, dispensas de grandes dimensiones
donde se guardan alimentos para mucho tiempo etc. Los hidalgos o infantones al
ostentar las propiedades del ‘palacio’ justificaban con sus actitudes la
posesión de hidalguía o nobleza. La casa solar era un componente material y
visible del linaje, raíz y fundamento del propio linaje y más especialmente de la
nobleza. Los fueros de cada región consagraban la inmunidad o derecho de asilo
de iglesias y palacios de hidalgos infantones. Por todos estos motivos, la casa
solariega tiene un nombre propio, independiente del que llevan las personas y
con predominio sobre éste. A veces coincide con el nombre o apellido, pero otras
obedece a un mote, apodo o sobrenombre, cuyo origen se pierde en la historia.
Así, no se dice el ganado o el prado de fulano, sino el ganado o prado de la
casa solariega. Y cuenta más la antigüedad y posición social que se atribuye a
la casa solariega, siendo ésta la continuación de esfuerzos llevados a cabo por
la sucesión de generaciones que la han enseñoreado. Por eso es un conjunto de
afecciones, recuerdos y uno de los signos de las aspiraciones humanas ante la
limitación de la vida.
En consecuencia, muchos municipios
cuentan con escudos, blasones y bandera (armas heráldicas) que les distinguen
de los otros pueblos alrededor. Sus escudos y blasones cumplen la misión de
mostrar al propio país y al mundo lo que tiene de especial o una personalidad
diferenciada a través de figuras, atributos determinados, exponentes de su
vitalidad histórica etc. El empleo heráldico por parte de pueblos y ciudades
está en constante aumento y cada año un gran número de Ayuntamientos
rehabilitan o adoptan viejos o nuevos escudos y blasones de armas, ya que la
heráldica municipal tiene importantes aplicaciones en el día a día del pueblo y
de su comunidad viva y actuante. El primer blasón de que se tiene noticia es de
la villa provenzal de Millau/Lleida (1187), efectuada por Alfonso II de Aragón,
aunque la concesión se refiera más al vexillum
nostrum (bandera real). Escudos y blasones fueron concedidos a los
municipios por los reyes, sea en el momento de la concesión de la carta-puebla,
sea con los fueros o actos posteriores como recuerdo de algún acontecimiento
digno de semejante galardón. En sus orígenes, las armas del Ayuntamiento fueron
todas de concesión real, pero más tarde serían adoptadas por los señores de las
villas y pueblos, basadas en muy variados y diferentes motivos: ciencia del
blasón o catalogación de origen. De cualquier forma, las armas de los blasones
municipales debían corresponder a las armerías reales. Durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1713) y
la venida de los Borbones a España, muchas de esas costumbres se trasplantaron
con la influencia francesa. Sin embargo, la heráldica municipal española tiene origen en la Edad Media (siglos XIV/XV).
El Archivo General de Simancas conserva una colección de escudos municipales y
sellos, lo que demuestra el uso de los escudos por los Ayuntamientos. y la
existencia del uso de armas municipales en aquella época. Más próximos a
nosotros (1840), a través del Ministerio de la Gobernación se intentó llevar a
efecto la orden ministerial para que todos los Ayuntamientos poseyeran su
propio escudo, blasón y bandera, o como se declaraba en la época, su ‘propio escudo de armas’. En 1956, se
solicitó de cada Ayuntamiento que poseyera sus armas propias para diferenciarlo
de los demás. Con esa disposición se pretendió establecer el uso de armas por
los Ayuntamientos de España, lo que llevó a muchos pueblos a rehabilitar o crear
su propio escudo, blasón y bandera. Prádanos de Ojeda parece no haber atendido a
este pedido nacional; las razones no las sé, y nunca hasta hoy puede saberlo.
Tal vez la incuria y el poco conocimiento o visibilidad histórica del pueblo hayan
influido en este descaso.
La clasificación de la heráldica
municipal, según recientes orientaciones, sigue la actual legislación sobre la
creación, rehabilitación y modificación de los símbolos municipales (escudos,
blasones, sellos y banderas), para posterior tramitación ante la Real Academia
de la Historia. Existen diferentes especialidades en relación a los escudos y
blasones municipales conforme su origen: pueden ser arqueológicas, advocativas,
gráficas, topográficas y arbitrarias
(estás últimas rechazadas por caprichosas o extravagantes, ya que no se ajustan
a las reglas heráldicas).
1 - las arqueológicas (las más
comunes) contienen elementos de carácter histórico o geográfico, tales como hechos históricos (armas de antiguos señores),
topográficos (alusivos a la geografía del lugar), procedencia (armas reales),
tradicionales (con más de 100 años), de concesión (privilegios reales) o de
agregación (a las antiguas se añaden otras nuevas);
2 - las advocativas (también bastante diseminadas) tienen elementos de
carácter religioso, tales como hagiográficas (figuras de imágenes o atributos
de santos) y onomásticas (figuras representativas de personas importantes en la
historia de la localidad);
3 - las gráficas incluyen en el ‘campo’ de escudos y blasones letras, motes
o lemas, tales como alfabéticas, jeroglíficas y anagráficas, de acuerdo con las
letras y motes, números y jeróglifos, o anagramas de Jesucristo o de la Virgen
María;
4 - las tropológicas son formadas por elementos heráldicos de sentido alegórico
o poético, alusivas a la riqueza del pueblo, evocativas de acontecimientos históricos,
rememorativas por traer a la memoria alguna fecha o datos, o también
mnemotécticas por auxiliar a la memoria en la identificación de alguna cosa
importante.
Hoy,
con el uso de la informática podemos crear un armorial (escudos y blasones)
totalmente abierto a la investigación de todos los linajes hispánicos. La
armería española renació en el siglo XV, cuando se compilaron algunos
armoriales nobiliarios, con dibujos y descripciones de las armas, con datos genealógicos
e históricos de familias y casas solariegas, distribuidas por toda la geografía
de España e Hispanoamérica. Es una realidad comprobada: desde el siglo XIII, se
viene desarrollando el gusto por los emblemas heráldicos, principalmente en
Castilla y León, aunque sobre diferentes bases culturales y diversas
manifestaciones históricas. Por ejemplo: una serie de escudos adorna las bóvedas
de la catedral de Pamplona (1330), y un
libro de la cofradía de Santiago de la Fuente/Burgos (1338), recoge las armerías de los cofrades. En estos
armoriales, existen colecciones de escudos y blasones que toman diferentes
formas, de acuerdo al origen de su representación. En heráldica, podemos decir
que el escudo es el suporte físico del blasón; y a su vez el blasón abarca la superficie del escudo, las
particiones y figuras que lo adornan, los elementos heráldicos que lo acompañan = ‘esmaltes’ (colores), ‘piezas’ (figuras), ‘particiones’ (divisiones), yelmos y
timbres, motes (lemas) y divisas,
armoriales, suportes y demás insignias. La palabra escudo es comúnmente utilizada para
referirse al blasón de armas como un todo, aunque el escudo sea en realidad
apenas un dos elementos que componen el blasón de armas. Muchos escudos
presentan a veces dos formas distintas: una, compleja, y otra simplificada y
reducida al escudo propiamente dicho; varios países usan escudos de armas
mayores y menores ej.: Portugal. Modernamente, el foco de la heráldica se
dirige más al blasón, elemento central del escudo, donde sobresalen los
‘esmaltes’ (colores) más utilizados: azure
(azul), gules (rojo), sable (negro), sinople (verde) y purpure
(marrón). Los colores son importantes en heráldica, en cuanto las figuras
pueden ser animales (león, águila, oso etc), objetos y formas geométricas. De
modo especial, los animales y los árboles presentan un simbolismo adecuado a
las hazañas del titular ej.: el oso = simboliza la fuerza en el combate, y el roble = la estabilidad, fecundidad y amor/dedicación en empresas
arriesgadas; las hojas del roble o
encina = simbolizan tenacidad y bravura porque resisten al tiempo. Los
castillos y leones aluden a los reinos castellanoleoneses… En fin, el escudo de
armas deja de ser una pieza defensiva y se convierte en una descripción de las
cualidades de sus titulares, y cada uno de los componentes que lo forman tiene
un significado específico. Por eso, a la hora de interpretarlos es necesario conocer los
elementos y vocablos básicos propios de la heráldica moderna.
Además de los escudos, blasones y
sellos, la bandera (del latín vexilium o
bandum) es un símbolo de identidad entre personas o grupos. Históricamente,
los hombres como seres sociales que son tienden a agruparse y, al mismo tiempo,
a diferenciarse de los otros grupos humanos. Cada estado o país, territorio,
ciudad o pueblo, posee una bandera que le identifica y diferencia de los demás,
siendo uno de los símbolos patrios y emblemas oficiales de países en todo el
mundo. Los colores simbolizan una historia que les da identidad, y aglutina a
todos aquellos que enarbolan o se identifican con aquella bandera bajo un mismo
sentimiento patriótico o de amor al grupo a que se pertenece. La bandera roja y
combativa de los romanos les hizo fácilmente identificables en los campos de
batalla. Actualmente, las banderas rojas indican peligro así como las banderas
blancas simbolizan la paz, o las banderas de los buques señalizan la nación a
que pertenecen. Basadas en estas costumbres, las embajadas de los países en el
exterior colocan una bandera en señal de identidad nacional. Sin embargo, dentro
del propio país pueden existir otras banderas que identifican entidades
subnacionales, como barrios, municipios, ciudades o pueblos, provincias etc.
Diversas asociaciones o entidades internacionales ej.: la ONU, también ostentan
en sus edificios banderas que las distingue de otras comunidades reconocidas
como tales en el mundo entero. Lo mismo puede decirse de ciertas entidades
privadas, como los clubes de deportes. Cuando se iza una bandera se intenta
trasmitir un determinado mensaje. Un ejemplo: la bandera celeste indica que el mar está calmo, mientras que la bandera roja señala que es peligroso
ingresar en el mar debido al oleaje turbulento de las aguas. Pero antes de todo
la bandera está asociada al patriotismo. Se dice
que las personas amantes de la
tierra natal y que se sienten identificadas con las mismas costumbres y usos
tradicionales de determinado lugar abrazan la misma bandera y demuestran un orgullo
inequívoco de su país, provincia o ciudad. La RAE define el concepto de bandera
como algo asociado al amor por la patria (chica o grande), indicando con eso un
valor y amor profundo para enfrentar cualquier situación en nombre de aquella bandera.
El patriotismo debe reflejar el desarrollo de un trabajo honesto y la
participación o colaboración en nombre del bien común. Un verdadero patriota es
aquel que defiende los valores de solidaridad, libertad, igualdad, fraternidad
etc. teniendo en cuenta el bien de sus semejantes y que viven a su alrededor.
Lamentablemente, ni todas las personas son equilibradas en ese amor a la propia
tierra, convirtiendo ese amor justo y honesto en algo negativo, como la llamada
xenofobia que lleva consigo
discriminaciones varias en relación a otras personas que no pertenecen al mismo
país, ciudad o club deportivo. El patriotismo es ciertamente un ideal que
inculca el aprecio por lo propio, pero se torna exacerbado y ridículo cuando se
desprecia (a veces con extrema violencia) lo ajeno, algo que no condice con los
principios de la fraternidad y solidaridad entre los seres humanos. El escritor
argentino, Julio Cortázar (1914-1984), un enemigo declarado del chovinismo
insoportable y odioso bajo cualquier prisma, nos decía: ‘uno de los caminos positivos de la humanidad es el mestizaje. Cuando la
fusión de razas sea mayor, finalmente se podrán eliminar los patrioterismos,
los nacionalismos y demás sinónimos de ese comportamiento absurdo e insensato’.
Las banderas identifican al país o territorio, pero no pueden toldar el amor
por la humanidad y los valores patrios.
me parece extraordinario el planteamiento acerca de escudos y banderas de los pueblos. como pradanenses, tenemos uno -muy similar al suyo- que no llega a ser oficial, por no haber sido sancionado por el ayuntamiento, por falta de interés. no así de la bandera, de la que no tenemos principio alguno, por lo que pediríamos alguna orientación para crearla. gracias de antemano. www.pradanosdeojeda,com
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