domingo, 27 de outubro de 2013

Prádanos de Ojeda - nuestros animales silvestres (11)

                
            
       En el apartado anterior hice mención pasajera a la Fundación Biodiversidad = una institución pública gubernamental, adscrita al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (fundada en 1998), cuya finalidad es, según su propaganda, contribuir a la conservación y uso sostenible de la biodiversidad. Su trabajo más importante sería preservar el patrimonio natural y la biodiversidad peninsular ibérica. Para ello, intenta colaborar con otras entidades e instituciones que cuidan del medio ambiente, como por ejemplo la UINC, con certeza la más técnica y de mayor credibilidad de todas en el mundo. Las actividades de la fundación española se clasifican en cinco líneas estratégicas, según nos dicen los estatutos de su teórica actuación: 1ª- la biodiversidad terrestre; 2ª- la biodiversidad marina y litoral; 3ª- los cambios climáticos y calidad ambiental; 4ª- la economía y empleo verde; y 5ª- sus relaciones internacionales. Evidentemente, lo que aquí más nos interesa es la biodiversidad terrestre, porque actuaría en la protección y conservación de la biodiversidad de los ecosistemas de España. Así, su funcionabilidad se extendería a cada ecosistema específico, y también a las especies que lo habitan y a sus estructuras genéticas, mantenedoras de la vida en la Tierra. Además, son ellas que regulan el clima, la calidad del aire y del agua, cosas indispensables que nos proporcionan alimento, fibras, energía, medicina, y otros recursos estratégicos para la economía, la salud y el bienestar de nuestra gente. Por tanto, son objetivos esenciales al medio ambiente y, como tales interesan a todos indistintamente. En particular, yo deseo manifestar mi aprecio especial por los cuatro proyectos sobre la calidad del aire y la salud del pueblo ‘español’. Del primero, Alianza aire-salud ya hice mención honrosa en el apartado anterior. Ahora quiero recordar los otros tres, en mi modesto parecer, esenciales para una vida moderna más saludable y absolutamente necesaria en nuestras ciudades y pueblos del interior.                
        El segundo proyecto trata sobre ‘Evaluación preliminar de los niveles de calidad del aire en las zonas protegidas’ (en España). Pido disculpas a quien de derecho, y no me lleven a mal, pero me quedo un poco con un pie atrás, sabiendo que existe mucha hojarasca y poco grano, como se decía antiguamente. Cuando se escribe mucho sobre un asunto, por lo general no se hace nada: éste ha de ser mi mayor interrogante. No pongo mucha fe en todos estos prolegómenos, pero es necesario exigir cosas concretas y posibles o accesibles en nuestro horizonte. El peor de los pesares es prometer y no hacer nada o casi nada interesante, en cuanto el dinero es despilfarrado en proyectos que no llevan a ningún lugar. En el Brasil, esto acontece con mucha frecuencia. Se habla de colectores de polvo, de separadores ciclónicos, de depuradores con pulverizador, de flotación de aire disuelto, de biofiltros y tratamientos con polvo de carbón activado etc. Palabras que para el pueblo simple no interesan ni tienen cualquier sentido, pero sí le interesa (y mucho) que el aire esté limpio y nuestra salud no corra peligro por causa de la contaminación de gases ácidos, por ejemplo. El famoso protocolo de Kioto existe desde 1997, pero los 4 gases de invernadero (dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso y hexafluoruro de azufre) –los países firmantes se comprometieron a reducirlos drásticamente-  continúan por ahí dando guerra a todo el mundo. La Conferencia de Bali (2007) y su Ruta de Bali (Hoja) = un camino a ser seguido por la Rio+20, no produjo nada de nuevo: los países más ‘cochinos’ del Planeta como EUA, China, India y otras economías emergentes ej.: Brasil y México, no tienen objetivos vinculantes en la reducción de emisiones, y muchos países desarrollados, incluso España, no se apresuran en adoptar medidas que puedan frenar sus economías. O sea, permanece lo dicho por lo no dicho, como se comenta en el Brasil. No sé si lo sabes, cato lector on-line, pero existe un convenio por pocos conocido o registrado, el Convenio de Génova (1983) = trata sobre la contaminación atmosférica transfronteriza a gran distancia, y fue firmado por 51 países que se comprometieron a ‘limitar y gradualmente reducir la contaminación del aire’. Sin embargo, las cosas no decolan suficientemente como sería de esperar. Se escribe, se habla y se firman muchos protocolos, cumbres e convenios, pero cosas factibles no diario de las personas, muy poco o casi nada…      
   Pues bien: este segundo proyecto de la Fundación Biodiversidad dice que los objetivos serán: 1- monitorizar la calidad del aire por medio de estaciones representativas  [en España, existían 380 unidades (2008)]; 2- presentar conclusiones afines a los padrones estacionales de comportamiento (¡?); 3- identificar los riesgos ambientales asociados a la contaminación del aire; 4- planificar el seguimiento, control y gestión en las zonas más contaminadas. Absolutamente todo es ‘pura teoría’: sin duda, objetivos muy difusos. Dicen que los resultados serán publicados en artículos y revistas científicas internacionales, seminarios y congresos y en los medios de comunicación de masa. No sé, no, pero todo indica que seremos contemplados con apenas  publicaciones, porque del dicho al hecho, hay un gran trecho’, decía Perogrullo. Afirman que se celebrará en Aragón una jornada sobre la calidad del aire en el medio rural y natural (¡?), y aún se comprometen a fomentar la concienciación de la ciudadanía y a mejorar las informaciones disponibles sobre la calidad del aire tanto para las administraciones locales como para los ciudadanos. Pregunté a mis parientes se algún agente del gobierno había pasado por allí hablando de la calidad del aire: sabéis la respuesta. Nadie, absolutamente nadie. Es un rollo atrás de otro que el pueblo detesta. Para señalar algún resultado de ‘promesa’, se elaborarán (¡sólo Dios sabe cuándo!) directrices para la ubicación de las estaciones de medición. Objetivo: ‘informar y sensibilizar a la opinión pública en materia de calidad del aire respirado en las zonas protegidas’. Meras cortinas de humo…
       El tercer proyecto ‘Contaminación por ozono en España’ pretende monitorizar y controlar la calidad del aire por medio de mediciones del ozono atmosférico, y establecer correlaciones entre las áreas afectadas, analizando las tendencias o patrones de las zonas, y optimizando (¡no aguanto más esta palabra, propia de burócratas que no tienen nada que hacer!) las herramientas de evaluación del ozono troposférico. Después, dicen ellos, se divulgarán los estudios realizados para que lleguen a los gestores que, a su vez, harán alguna cosa para mejorar la calidad del aire. Ahí está el busilis de la cuestión: ¿lo que se hará de efectivo para mejorar la calidad del aire? En la opinión de la gente del pueblo interiorano no son necesarios tantos ‘estudios técnicos’, pues todo el mundo sabe dónde está la causa de la contaminación del aire. Basta intentar hacer algo de concreto. Por ejemplo: en Prádanos, si el dueño del corral quiere mantener su negocio de vacas y cerdos deberá hacerlo de una manera que no cause pestilencia en el aire del pueblo. ¿Cómo deberá hacerlo? No creo sea tan difícil usar filtros o algún método (aunque posiblemente encarecerá el negocio), capaz de dar solución a un problema de salud pública. En las grandes ciudades, todo el mundo sabe cómo solucionar muchos problemas de contaminación: lo que hace falta -muchísimo más que esos ‘altos estudios’ con probabilidad de dar en nada o quedarse simplemente en el tintero-, son políticas públicas y cobranzas pecuniarias de verdad (multas pesadas), así como explicaciones rígidas y sin contemplaciones a los grandes ‘cochinos’ que emporcan nuestras calles, nuestros ríos, nuestras tierras, nuestros cultivos, nuestros alimentos, y así por delante. Está muy bien: estudiar datos y herramientas específicas para delimitar las áreas de afectación y mejorar las medidas de gestión, es algo positivo, solamente algo positivo. De hecho, el ozono troposférico es un potente oxidante, y el más problemático de los contaminadores por su impacto en la salud pública y en los ecosistemas naturales de plantas y animales. El ozono causa irritación en los ojos y en el tracto respiratorio, como asma, etc. Y aunque es imprescindible para la vida en nuestro Planeta, pues sirve de atenuante/filtro a la irradiación solar de longitud por debajo de los 295 ppm, perjudica y mucho a los seres vivos. El ozono es un gas tóxico cuando los valores de concentración son elevados, siendo sus primeros síntomas la tos, el dolor de cabeza, las nauseas, los dolores pectorales y una sensación aguda de asfixia. Concentraciones de ozono superiores a 360 micrómetros³ ocasionan daños a las vías respiratorias (pulmonares).
         El aire es uno de los elementos básicos de todo ser vivo: nuestros pulmones filtran unos 15kg de aire por día, mientras absorbemos unos 2,5kg de agua y menos 1,5kg de alimentos. Esta realidad nos hace pensar en los peligros representados por una atmósfera contaminada, no sólo en las zonas urbanas e industriales, sino también en zonas más alejadas, asimismo sucias y contaminadas por las masas aéreas venidas desde las zonas industriales. Y como la troposfera es la región atmosférica donde vivimos y ocurren las emisiones de compuestos orgánicos volátiles (óxidos de nitrógeno, azufre, etc), así como de allí provienen las altas radiaciones solares, esas reacciones químicas en serie acaban formando el ozono = un fuerte oxidante que en cantidades elevadas perjudica a la salud de todo el mundo, sobre todo de personas con enfermedades crónicas (asma, bronquitis, enfisema pulmonar), pues hay grupos humanos más sensibles que otros al ozono ejs.: niños, atletas al aire libre, enfermos pre-existentes con problemas respiratorios, ancianos etc. Por ejemplo: las personas mayores están expuestas a trastornos cardiacos o pulmonares, y los niños a problemas neurológicos. Las sustancias químicas y la radioactividad  pueden favorecer el cáncer  o inducir a mutaciones genéticas causando enfermedades congénitas. Incluso, la contaminación del aire puede reducir la fertilidad de hombres y mujeres.
      Existen numerosas formas de contaminación, siendo que la contaminación del aire siempre ha estado presente entre nosotros desde el tiempo de las cavernas. El hollín encontrado en las cuevas evidencia altos niveles de contaminación asociados a la inadecuada ventilación de las fogatas prehistóricas: la llegada de la revolución industrial transformó la contaminación en un serio problema medioambiental. La contaminación atmosférica puede tener un carácter local = afecta al foco de emisión y a sus inmediaciones; o global, si afecta al equilibrio del Planeta y zonas muy distantes a los focos emisores ej.: efectos de la llamada lluvia ácida (foto) y el esmog. La contaminación hídrica por residuos y contaminantes que drenan a las escorrentías y son transportados a los ríos y arroyos, penetra en aguas subterráneas o desemboca en lagos y mares. La contaminación hídrica también ocurre a través de derrames o descargas de aguas residuales o de basuras (sólidas o líquidas). Los desechos marinos contaminan las costas de mares y océanos, siendo que a veces se acumulan en alto mar ej.: la gran mancha de basura del Pacífico Norte. Los derrames constantes de petróleo en ciudades portuarias son realmente insoportables… La contaminación ocurre asimismo en el suelo, por lo general asociada a pesticidas, plaguicidas y metales pesados, así como por vertederos y cinturones ecológicos que encierran grandes cantidades de basura producida en pequeñas y grandes ciudades, indiferentemente del número de personas. Todos producimos basura: nos llaman la sociedad de la basura, porque somos consumistas al extremo. Y peor: las grandes acumulaciones de residuos y de basura se constituyen en problema a cada día más incisivo y contundente = las grandes aglomeraciones poblacionales en las ciudades y entornos industrializados originan enormes vertederos a veces cargados por el viento o por torrentes y ríos en dirección al mar. Y no olvidemos otras contaminaciones sui generis ejs.: espacial, radioactiva, electromagnética, térmica, acústica, visual, etc.       
      Los maleficios de todas estas fuentes o formas de contaminación los podemos resumir en la llamada contaminación difusa = los contaminantes llegan a los suelos y acuíferos a través de fertilizantes, pesticidas, agro-tóxicos y otros contaminantes empleados principalmente en la agricultura. También es difusa la contaminación de los suelos proveniente de la lluvia que arrastra los contaminantes atmosféricos ej.: lluvia ácida, afectando a las especies vegetales y animales, entre otros muchos desastres, y el smog que afecta a las grandes ciudades ej.: la Ciudad de México. Y, de modo específico, ¿quién no ha oído hablar de los contaminantes no degradables, o sea, aquellos que no se descomponen por procesos naturales? En tiempos de consumismo desenfrenado, ellos contaminan todo: aire, agua, suelo, campos, ciudades, bosques, carreteras, etc. Y también, ¿qué decir de los contaminantes de degradación lenta como los plásticos y de los llamados biodegradables? Para tener una idea de la cantidad de contaminantes químicos, por ejemplo, existen 70 mil productos químicos sintéticos, siendo que a cada año ese número aumenta en 1000 nuevas substancias. Y lo que es peor: sabemos muy poco sobre sus efectos potenciales en las personas, vegetales y animales, si considerados a largo plazo. El sector agrícola, tan importante en nuestra alimentación, es uno de los que más contaminantes indirectos produce: fertilizantes, pesticidas, plaguicidas, herbicidas y agro-tóxicos en general son utilizados para fertilizar y fumigar los cultivos contra las plagas que disminuyen la producción o deterioran cosechas enteras. Según la Convención de Estocolmo/Suecia (2004), de la ‘docena sucia’ mencionada, los 9 más peligrosos y persistentes compuestos orgánicos son plaguicidas o agro-tóxicos. Todos ellos son muy dañinos, y su persistencia en el cuerpo humano atentan contra la salud pública. El Convenio de Estocolmo fue firmado por 151 países, pero quien frecuenta el campo observa que los plaguicidas están en alta…      
Mucho se habla, y no sin razón, de los metales pesados extremamente peligrosos para los seres vivos. Los principales metales tóxicos, dispersos en cualquier medio, son: el mercurio, el cadmio, el plomo, el cobre, el zinc, el estaño, el cromo, el vanadio, el bismuto, el plutonio, el cesio, el aluminio, etc. Todos se diluyen con facilidad en el agua y acaban siendo dispersados por las corrientes marinas. Sus efectos sobre algunos organismos del mar inhiben su reproducción y pueden ser letales tanto para los peces como para los seres humanos. Sabemos que el plomo, por ejemplo, se deposita en las branquias de los peces provocándoles serios problemas respiratorios. El mercurio, otro metal pesado sumamente peligroso, se acumula en los peces y llega al ser humano a través de su consumo, sobre todo por parte de personas más sensibles a su alta toxicidad. Los cianuros, altamente tóxicos, son utilizados en la industria para exterminar plagas y otras alimañas, aunque con el uso controlado pueda ser benéfico en medicina. La minería utiliza el cianuro para la extracción del oro y otros metales pesados. El mayor desastre ocurrió en Rumania (2000), cuando 130 mil/m³ se diluyeron en las aguas del Danubio y Tisza a través de sus afluentes o ríos tributarios: mató casi la totalidad de la fauna y flora acuáticas. Los efectos destructores llegaron al mar Negro. Hungría presentó una denuncia formal contra la empresa australiana, causadora de aquel desastre monumental. Los detergentes (aumentan constantemente en el mundo) y  los dispersantes de petróleo, utilizados en los grandes desastres ambientales ej.: el navío Exxon Valdez (Alaska), a veces son más tóxicos para el medio ambiente y la salud pública que el propio petróleo, el benceno y la gasolina. Su toxicidad ha causado enfermedades congénitas en aves, enfermedades en seres humanos (leucemia, enfermedades de la sangre, afecciones en el sistema inmunológico, etc). El petróleo es extremamente letal para los peces y anfibios, además de contaminar suelos, ríos y napas o acuíferos subterráneos = en algunos lugares son las únicas fuentes de agua potable disponible.    
       ¿Y qué decir de la combustión del petróleo y gases de efecto invernadero (estufa) que generan el cambio climático y la acidificación de las aguas de ríos, mares y océanos? Ellos son tan poderosos que, a través de la lluvia ácida, destruyen bosques y ecosistemas acidificando manantiales o fuentes, arroyos y ríos. Los más frecuentes son el metano, el dióxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y el ozono. Todos estos gases son naturales y afectan a la Tierra: sin ellos las temperaturas terrestres serían 33ºC más frías, pero los CFC (clorofluorocarbonos) y las diversas causas antropogénicas como la deforestación, la tala y quema de vegetación y las emisiones de vehículos automotores, contaminan enormemente el aire que respiramos. La deforestación y tala de bosques, por ejemplo, viene reduciendo el dióxido de carbono retenido en la materia orgánica contribuyendo al aumento del efecto invernadero y, por ende, a la acidificación de las aguas (ríos, mares y océanos). Los gases que provocan el agujero de ozono en los polos terrestres (sobre todo en la Antártida) reducen el ozono en la atmósfera = escudo natural de la Tierra contra las radiaciones ultravioletas (rayos UV). Los CFC utilizados en refrigeración y propelentes de aerosoles fueron prohibidos en el Protocolo de Montreal (1989) = prevé la recuperación de la capa de ozono para 2050 (si se cumple el tratado). Kofi Annan, presidente de la ONU, dijo en la época, sobre el protocolo: ‘tal vez sea el acuerdo internacional mejor sucedido de todos los tiempos’. De hecho, los altos niveles de rayos ultravioletas son extremamente peligrosos para las personas y el medio ambiente. Los efectos biológicos de la exposición externa a este tipo de contaminación puede afectar a la glándula tiroides: también los componentes radioactivos liberados por usinas nucleares (Chernóbil y Fukushima) pueden provocar el cáncer tiroideo. Hiroshima y Nagasaki (1945) revelaron al mundo o poder devastador de la contaminación radioactiva. El caso de Chernóbil (1986) fue sorprendentemente emblemático: contaminó campos de cultivo y bosques, pastos y zonas forestales, cotos de caza, lugares de leña, bayas y setas. Hasta la leche de vacas y cabras fue contaminada…     
Los efectos de la contaminación atmosférica (aire, suelo y agua) son muchos, tanto entre los seres humanos como en los diferentes ecosistemas: el calentamiento global  nos afecta a todos de diversas maneras; las plantas invasivas pueden contribuir con desechos alterando el suelo y reduciendo la competitividad de las especies autóctonas; los dióxidos (azufre, ozono y nitrógeno) pueden cambiar la composición de un ecosistema, reducir la fertilidad de su suelo y de las aguas bajando el pH, puede también causar la lluvia ácida y el famoso smog fotoquímico o neblina de las grandes ciudades. El dióxido de carbono, de modo especial, necesario y vital para la fotosíntesis junto con otros gases de efecto invernadero, contribuyen sensiblemente a las mudanzas del clima en la Tierra. La alteración del medio ambiente puede ser terrible, pues pondrá en relieve la contaminación de zonas consideradas separadas = el aire, el suelo y el agua. El aumento de niveles de dióxido de carbono a largo plazo causará la acidificación de las aguas afectando principalmente los ecosistemas marinos ejs.: blanqueo de corales, reducción de mariscos, ostras y mejillones, repercutiendo por tanto en la pesca. Por todo eso, es necesario controlar las emisiones y efluentes de todo tipo que se liberan al aire, al agua y a los suelos. Sin ningún o con pequeños controles de la contaminación atmosférica, los desechos de nuestro consumo (basura), el calor excesivo, los materiales pesados de la agricultura, minería, industrias y transporte, y demás actividades humanas contaminadoras del medio ambiente, degradan y continuarán degradando ‘eternamente’ a nuestro Planeta ya enfermo y con síntomas de que ‘es preciso hacer algo con urgencia’. Las técnicas y prácticas utilizadas para reducir las emisiones contaminantes dependen sobre todo del agente contaminador y, por eso, es a éste a quien debemos atacar sin ninguna contemplación: es una cuestión de vida o muerte. La educación masiva y global de cada ciudadano del mundo deberá comenzar en la pre-escuela, concientizando a esta y a las nuevas generaciones sobre los problemas del medio ambiente. Sin mentiras o subterfugios, deshonestidades o liberalidades para algunos ‘cochinos’ que no quieren aprender la lección del día.




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