En el apartado anterior hice
mención pasajera a la Fundación
Biodiversidad = una institución pública gubernamental, adscrita al
Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (fundada en 1998), cuya
finalidad es, según su propaganda, contribuir a la conservación y uso
sostenible de la biodiversidad. Su trabajo más importante sería preservar el
patrimonio natural y la biodiversidad peninsular ibérica. Para ello, intenta colaborar
con otras entidades e instituciones que cuidan del medio ambiente, como por
ejemplo la UINC, con certeza la más técnica y de mayor credibilidad de todas en
el mundo. Las actividades de la fundación española se clasifican en cinco líneas estratégicas, según nos
dicen los estatutos de su teórica
actuación: 1ª- la biodiversidad terrestre; 2ª- la biodiversidad marina y
litoral; 3ª- los cambios climáticos y calidad ambiental; 4ª- la economía y
empleo verde; y 5ª- sus relaciones internacionales. Evidentemente, lo que aquí
más nos interesa es la biodiversidad terrestre, porque actuaría en la
protección y conservación de la biodiversidad de los ecosistemas de España. Así,
su funcionabilidad se extendería a cada ecosistema específico, y también a las
especies que lo habitan y a sus estructuras genéticas, mantenedoras de la vida
en la Tierra. Además, son ellas que regulan el clima, la calidad del aire y del
agua, cosas indispensables que nos proporcionan alimento, fibras, energía,
medicina, y otros recursos estratégicos para la economía, la salud y el bienestar de
nuestra gente. Por tanto, son objetivos esenciales al medio ambiente y, como
tales interesan a todos indistintamente. En particular, yo deseo
manifestar mi aprecio especial por los cuatro
proyectos sobre la calidad del aire y la salud del pueblo ‘español’. Del
primero, Alianza aire-salud ya hice
mención honrosa en el apartado anterior. Ahora quiero recordar los otros tres,
en mi modesto parecer, esenciales para una vida moderna más saludable y absolutamente
necesaria en nuestras ciudades y pueblos del interior.
El segundo proyecto trata sobre ‘Evaluación
preliminar de los niveles de calidad del aire en las zonas protegidas’ (en
España). Pido disculpas a quien de derecho, y no me lleven a mal, pero me quedo
un poco con un pie atrás, sabiendo que existe mucha hojarasca y poco grano,
como se decía antiguamente. Cuando se escribe mucho sobre un asunto, por lo
general no se hace nada: éste ha de ser mi mayor interrogante. No pongo mucha
fe en todos estos prolegómenos, pero es necesario exigir cosas concretas y posibles
o accesibles en nuestro horizonte. El peor de los pesares es prometer y no
hacer nada o casi nada interesante, en cuanto el dinero es despilfarrado en
proyectos que no llevan a ningún lugar. En el Brasil, esto acontece con mucha
frecuencia. Se habla de colectores de polvo, de separadores ciclónicos, de
depuradores con pulverizador, de flotación de aire disuelto, de biofiltros y
tratamientos con polvo de carbón activado etc. Palabras que para el pueblo
simple no interesan ni tienen cualquier sentido, pero sí le interesa (y mucho) que
el aire esté limpio y nuestra salud no corra peligro por causa de la
contaminación de gases ácidos, por ejemplo. El famoso protocolo de Kioto existe desde 1997, pero los 4 gases de invernadero
(dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso y hexafluoruro de azufre) –los
países firmantes se comprometieron a reducirlos drásticamente- continúan por ahí dando guerra a todo el
mundo. La Conferencia de Bali (2007) y su Ruta
de Bali (Hoja) = un camino a ser seguido por la Rio+20, no produjo nada de
nuevo: los países más ‘cochinos’ del Planeta como EUA, China, India y otras
economías emergentes ej.: Brasil y México, no tienen objetivos vinculantes en
la reducción de emisiones, y muchos países desarrollados, incluso España, no se
apresuran en adoptar medidas que puedan frenar sus economías. O sea, permanece
lo dicho por lo no dicho, como se comenta en el Brasil. No sé si lo sabes, cato
lector on-line, pero existe un convenio por pocos conocido o registrado, el Convenio de Génova (1983) = trata
sobre la contaminación atmosférica transfronteriza a gran distancia, y fue
firmado por 51 países que se comprometieron a ‘limitar y gradualmente reducir la contaminación del aire’. Sin
embargo, las cosas no decolan suficientemente como sería de esperar. Se
escribe, se habla y se firman muchos protocolos, cumbres e convenios, pero
cosas factibles no diario de las personas, muy poco o casi nada…
Pues bien: este segundo proyecto de la
Fundación Biodiversidad dice que los objetivos
serán: 1- monitorizar la calidad del aire por medio de estaciones representativas
[en España, existían 380 unidades (2008)];
2- presentar conclusiones afines a los padrones estacionales de comportamiento
(¡?); 3- identificar los riesgos ambientales asociados a la contaminación del
aire; 4- planificar el seguimiento, control y gestión en las zonas más
contaminadas. Absolutamente todo es ‘pura teoría’: sin duda, objetivos muy
difusos. Dicen que los resultados serán publicados en artículos y revistas
científicas internacionales, seminarios y congresos y en los medios de
comunicación de masa. No sé, no, pero todo indica que seremos contemplados con
apenas publicaciones, porque del
dicho al hecho, hay un gran trecho’, decía Perogrullo. Afirman que se
celebrará en Aragón una jornada sobre la calidad del aire en el medio rural y
natural (¡?), y aún se comprometen a fomentar la concienciación de la
ciudadanía y a mejorar las informaciones disponibles sobre la calidad del aire
tanto para las administraciones locales como para los ciudadanos. Pregunté a
mis parientes se algún agente del gobierno había pasado por allí hablando de la
calidad del aire: sabéis la respuesta. Nadie, absolutamente nadie. Es un rollo atrás de otro que el pueblo
detesta. Para señalar algún resultado de ‘promesa’, se elaborarán (¡sólo Dios
sabe cuándo!) directrices para la ubicación de las estaciones de medición.
Objetivo: ‘informar y sensibilizar a la opinión pública en materia de calidad
del aire respirado en las zonas protegidas’. Meras cortinas de humo…
El tercer proyecto ‘Contaminación por ozono en España’ pretende monitorizar y controlar
la calidad del aire por medio de mediciones del ozono atmosférico, y establecer
correlaciones entre las áreas afectadas, analizando las tendencias o patrones
de las zonas, y optimizando (¡no aguanto
más esta palabra, propia de burócratas que no tienen nada que hacer!) las
herramientas de evaluación del ozono troposférico. Después, dicen ellos, se divulgarán
los estudios realizados para que lleguen a los gestores que, a su vez, harán alguna
cosa para mejorar la calidad del aire. Ahí está el busilis de la cuestión: ¿lo
que se hará de efectivo para mejorar la calidad del aire? En la opinión de la
gente del pueblo interiorano no son necesarios tantos ‘estudios técnicos’, pues
todo el mundo sabe dónde está la causa de la contaminación del aire. Basta
intentar hacer algo de concreto. Por ejemplo: en Prádanos, si el dueño del
corral quiere mantener su negocio de vacas y cerdos deberá hacerlo de una
manera que no cause pestilencia en el aire del pueblo. ¿Cómo deberá hacerlo? No
creo sea tan difícil usar filtros o algún método (aunque posiblemente
encarecerá el negocio), capaz de dar solución a un problema de salud pública.
En las grandes ciudades, todo el mundo sabe
cómo solucionar muchos problemas de contaminación: lo que hace falta
-muchísimo más que esos ‘altos estudios’ con probabilidad de dar en nada o
quedarse simplemente en el tintero-, son políticas públicas y cobranzas pecuniarias de verdad (multas pesadas), así como explicaciones rígidas y sin
contemplaciones a los grandes ‘cochinos’ que emporcan nuestras calles, nuestros
ríos, nuestras tierras, nuestros cultivos, nuestros alimentos, y así por delante.
Está muy bien: estudiar datos y herramientas específicas para delimitar las
áreas de afectación y mejorar las medidas de gestión, es algo positivo, solamente algo positivo. De hecho, el
ozono troposférico es un potente oxidante, y el más problemático de los
contaminadores por su impacto en la salud pública y en los ecosistemas
naturales de plantas y animales. El ozono causa irritación en los ojos y en el
tracto respiratorio, como asma, etc. Y aunque es imprescindible para la vida en
nuestro Planeta, pues sirve de atenuante/filtro a la irradiación solar de
longitud por debajo de los 295 ppm, perjudica y mucho a los seres vivos. El
ozono es un gas tóxico cuando los valores de concentración son elevados, siendo
sus primeros síntomas la tos, el dolor de cabeza, las nauseas, los dolores
pectorales y una sensación aguda de asfixia. Concentraciones de ozono superiores
a 360 micrómetros³ ocasionan daños a las vías respiratorias (pulmonares).
El aire es uno de los elementos
básicos de todo ser vivo: nuestros pulmones filtran unos 15kg de aire por día,
mientras absorbemos unos 2,5kg de agua y menos 1,5kg de alimentos. Esta
realidad nos hace pensar en los peligros representados por una atmósfera
contaminada, no sólo en las zonas urbanas e industriales, sino también en zonas
más alejadas, asimismo sucias y contaminadas por las masas aéreas venidas desde
las zonas industriales. Y como la troposfera es la región atmosférica donde
vivimos y ocurren las emisiones de compuestos orgánicos volátiles (óxidos de
nitrógeno, azufre, etc), así como de allí provienen las altas radiaciones
solares, esas reacciones químicas en serie acaban formando el ozono = un fuerte oxidante que en
cantidades elevadas perjudica a la salud de todo el mundo, sobre todo de
personas con enfermedades crónicas (asma, bronquitis, enfisema pulmonar), pues hay
grupos humanos más sensibles que otros al ozono ejs.: niños, atletas al aire
libre, enfermos pre-existentes con problemas respiratorios, ancianos etc. Por
ejemplo: las personas mayores están expuestas a trastornos cardiacos o
pulmonares, y los niños a problemas neurológicos. Las sustancias químicas y la
radioactividad pueden favorecer el
cáncer o inducir a mutaciones genéticas
causando enfermedades congénitas. Incluso, la contaminación del aire puede
reducir la fertilidad de hombres y mujeres.
Existen numerosas formas de
contaminación, siendo que la contaminación del aire siempre ha estado presente
entre nosotros desde el tiempo de las cavernas. El hollín encontrado en las
cuevas evidencia altos niveles de contaminación asociados a la inadecuada ventilación de las fogatas prehistóricas: la
llegada de la revolución industrial transformó la contaminación en un serio
problema medioambiental. La contaminación
atmosférica puede tener un carácter local = afecta al foco de emisión y a sus inmediaciones; o global, si afecta al equilibrio del Planeta y zonas muy distantes a
los focos emisores ej.: efectos de la llamada lluvia ácida (foto) y el
esmog. La contaminación hídrica por residuos y contaminantes que drenan a
las escorrentías y son transportados a los ríos y arroyos, penetra en aguas
subterráneas o desemboca en lagos y mares. La contaminación hídrica también
ocurre a través de derrames o descargas de aguas residuales o de basuras
(sólidas o líquidas). Los desechos marinos contaminan las costas de mares y
océanos, siendo que a veces se acumulan en alto mar ej.: la gran mancha de basura del Pacífico
Norte. Los derrames constantes de petróleo en ciudades portuarias son realmente
insoportables… La contaminación ocurre asimismo en el suelo, por lo general
asociada a pesticidas, plaguicidas y metales pesados, así como por vertederos y
cinturones ecológicos que encierran grandes cantidades de basura producida en
pequeñas y grandes ciudades, indiferentemente del número de personas. Todos
producimos basura: nos llaman la sociedad
de la basura, porque somos consumistas al extremo. Y peor: las grandes
acumulaciones de residuos y de basura se constituyen en problema a cada día más
incisivo y contundente = las grandes aglomeraciones poblacionales en las
ciudades y entornos industrializados originan enormes vertederos a veces cargados
por el viento o por torrentes y ríos en dirección al mar. Y no olvidemos otras
contaminaciones sui generis ejs.:
espacial, radioactiva, electromagnética, térmica, acústica, visual, etc.
Los maleficios de todas estas fuentes o formas
de contaminación los podemos resumir en la llamada contaminación difusa = los contaminantes llegan a los suelos y
acuíferos a través de fertilizantes, pesticidas, agro-tóxicos y otros
contaminantes empleados principalmente en la agricultura. También es difusa la
contaminación de los suelos proveniente de la lluvia que arrastra los
contaminantes atmosféricos ej.: lluvia
ácida, afectando a las especies vegetales y animales, entre otros muchos
desastres, y el smog que afecta a las grandes ciudades ej.: la Ciudad de
México. Y, de modo específico, ¿quién no ha oído hablar de los contaminantes no degradables, o sea, aquellos que no
se descomponen por procesos naturales? En tiempos de consumismo desenfrenado,
ellos contaminan todo: aire, agua, suelo, campos, ciudades, bosques, carreteras,
etc. Y también, ¿qué decir de los contaminantes de degradación lenta como los plásticos y de los llamados biodegradables? Para tener una idea de
la cantidad de contaminantes químicos, por ejemplo, existen 70 mil productos
químicos sintéticos, siendo que a cada año ese número aumenta en 1000 nuevas
substancias. Y lo que es peor: sabemos muy poco sobre sus efectos potenciales
en las personas, vegetales y animales, si considerados a largo plazo. El sector
agrícola, tan importante en nuestra alimentación, es uno de los que más
contaminantes indirectos produce: fertilizantes, pesticidas, plaguicidas,
herbicidas y agro-tóxicos en general son utilizados para fertilizar y fumigar
los cultivos contra las plagas que disminuyen la producción o deterioran
cosechas enteras. Según la Convención de Estocolmo/Suecia (2004), de la ‘docena
sucia’ mencionada, los 9 más peligrosos y persistentes compuestos orgánicos son
plaguicidas o agro-tóxicos. Todos
ellos son muy dañinos, y su persistencia en el cuerpo humano atentan contra la
salud pública. El Convenio de Estocolmo fue firmado por 151 países, pero quien
frecuenta el campo observa que los plaguicidas están en alta…
Mucho se habla, y no sin razón, de los metales pesados extremamente peligrosos
para los seres vivos. Los principales metales tóxicos, dispersos en cualquier
medio, son: el mercurio, el cadmio, el plomo, el cobre, el zinc, el estaño, el
cromo, el vanadio, el bismuto, el plutonio, el cesio, el aluminio, etc. Todos se diluyen con facilidad en el agua y acaban siendo dispersados por las
corrientes marinas. Sus efectos sobre algunos organismos del mar inhiben su
reproducción y pueden ser letales tanto para los peces como para los seres
humanos. Sabemos que el plomo, por ejemplo, se deposita en las branquias de los
peces provocándoles serios problemas respiratorios. El mercurio, otro metal
pesado sumamente peligroso, se acumula en los peces y llega al ser humano a
través de su consumo, sobre todo por parte de personas más sensibles a su alta
toxicidad. Los cianuros, altamente tóxicos, son utilizados en la industria para
exterminar plagas y otras alimañas, aunque con el uso controlado pueda ser
benéfico en medicina. La minería utiliza el cianuro para la extracción del oro
y otros metales pesados. El mayor desastre ocurrió en Rumania (2000), cuando
130 mil/m³ se diluyeron en las aguas del Danubio y Tisza a través de sus
afluentes o ríos tributarios: mató casi la totalidad de la fauna y flora
acuáticas. Los efectos destructores llegaron al mar Negro. Hungría presentó una
denuncia formal contra la empresa australiana, causadora de aquel desastre
monumental. Los detergentes (aumentan constantemente en el mundo) y los dispersantes de petróleo, utilizados en
los grandes desastres ambientales ej.: el navío Exxon Valdez (Alaska), a veces
son más tóxicos para el medio ambiente y la salud pública que el propio
petróleo, el benceno y la gasolina. Su toxicidad ha causado enfermedades
congénitas en aves, enfermedades en seres humanos (leucemia, enfermedades de la
sangre, afecciones en el sistema inmunológico, etc). El petróleo es
extremamente letal para los peces y anfibios, además de contaminar suelos, ríos
y napas o acuíferos subterráneos = en algunos lugares son
las únicas fuentes de agua potable disponible.
¿Y qué decir de la combustión del
petróleo y gases de efecto invernadero (estufa)
que generan el cambio climático y la acidificación de las aguas de ríos, mares
y océanos? Ellos son tan poderosos que, a través de la lluvia ácida, destruyen
bosques y ecosistemas acidificando manantiales o fuentes, arroyos y ríos. Los
más frecuentes son el metano, el dióxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y el
ozono. Todos estos gases son naturales y afectan a la Tierra: sin ellos las
temperaturas terrestres serían 33ºC más frías, pero los CFC
(clorofluorocarbonos) y las diversas causas antropogénicas como la
deforestación, la tala y quema de vegetación y las emisiones de vehículos
automotores, contaminan enormemente el aire que respiramos. La deforestación y
tala de bosques, por ejemplo, viene reduciendo el dióxido de carbono retenido
en la materia orgánica contribuyendo al aumento del efecto invernadero y, por
ende, a la acidificación de las aguas (ríos, mares y océanos). Los gases que
provocan el agujero de ozono en los
polos terrestres (sobre todo en la Antártida) reducen el ozono en la atmósfera
= escudo natural de la Tierra contra las radiaciones ultravioletas (rayos UV).
Los CFC utilizados en refrigeración y propelentes de aerosoles fueron
prohibidos en el Protocolo de Montreal (1989) = prevé la recuperación de la
capa de ozono para 2050 (si se cumple el tratado). Kofi Annan, presidente de la
ONU, dijo en la época, sobre el protocolo: ‘tal vez
sea el acuerdo internacional mejor sucedido de todos los tiempos’. De
hecho, los altos niveles de rayos ultravioletas son extremamente peligrosos
para las personas y el medio ambiente. Los efectos biológicos de la exposición
externa a este tipo de contaminación puede afectar a la glándula tiroides:
también los componentes radioactivos liberados por usinas nucleares (Chernóbil
y Fukushima) pueden provocar el cáncer tiroideo. Hiroshima y Nagasaki (1945)
revelaron al mundo o poder devastador de la contaminación radioactiva. El caso
de Chernóbil (1986) fue sorprendentemente emblemático: contaminó campos de
cultivo y bosques, pastos y zonas forestales, cotos de caza, lugares de leña,
bayas y setas. Hasta la leche de vacas y cabras fue contaminada…
Los efectos de la contaminación
atmosférica (aire, suelo y agua) son muchos, tanto entre los seres humanos como
en los diferentes ecosistemas: el calentamiento global nos afecta a todos de diversas maneras; las plantas
invasivas pueden contribuir con desechos alterando el suelo y reduciendo la
competitividad de las especies autóctonas; los dióxidos (azufre, ozono y
nitrógeno) pueden cambiar la composición de un ecosistema, reducir la
fertilidad de su suelo y de las aguas bajando el pH, puede también causar la lluvia ácida y el famoso smog fotoquímico o neblina de las
grandes ciudades. El dióxido de carbono, de modo especial, necesario y vital
para la fotosíntesis junto con otros gases de efecto invernadero, contribuyen
sensiblemente a las mudanzas del clima en la Tierra. La alteración del medio
ambiente puede ser terrible, pues pondrá en relieve la contaminación de zonas
consideradas separadas = el aire,
el suelo y el agua. El aumento de niveles de dióxido de carbono a largo plazo
causará la acidificación de las aguas afectando principalmente los ecosistemas
marinos ejs.: blanqueo de corales,
reducción de mariscos, ostras y mejillones, repercutiendo por tanto en la
pesca. Por todo eso, es necesario controlar las emisiones y efluentes de todo
tipo que se liberan al aire, al agua y a los suelos. Sin ningún o con pequeños
controles de la contaminación atmosférica, los desechos de nuestro consumo
(basura), el calor excesivo, los materiales pesados de la agricultura, minería,
industrias y transporte, y demás actividades humanas contaminadoras del medio
ambiente, degradan y continuarán degradando ‘eternamente’ a nuestro Planeta ya
enfermo y con síntomas de que ‘es preciso
hacer algo con urgencia’. Las técnicas y prácticas utilizadas para reducir
las emisiones contaminantes dependen sobre todo del agente contaminador y, por
eso, es a éste a quien debemos atacar sin ninguna contemplación: es una
cuestión de vida o muerte. La educación masiva y global de cada ciudadano del
mundo deberá comenzar en la pre-escuela, concientizando a esta y a las nuevas
generaciones sobre los problemas del medio ambiente. Sin mentiras o
subterfugios, deshonestidades o liberalidades para algunos ‘cochinos’ que no
quieren aprender la lección del día.
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