La Comunidad Autónoma de Castilla y León, con ‘status de comunidad histórica’, fue constituida mediante Ley Orgánica
5/1983, ‘por motivos de interés nacional’
(¡?). A su vez, el Estatuto de Autonomía de Castilla y León (2007) declaró
en su preámbulo: ‘la Comunidad Autónoma
de Castilla y León surge de la moderna unión de los territorios históricos que
componían y dieron nombre a las antiguas coronas de León y Castilla. Hace 1.100
años se constituyó el reino de León del cual se desgajaron en calidad de reinos,
a lo largo del siglo IX, los de Castilla y Galicia, y en 1.143, el de Portugal.
Durante estas dos centurias los monarcas que ostentaron el gobierno de estas
tierras alcanzaron la dignidad de emperadores, tal como atestiguan las
intitulaciones de Alfonso VI y Alfonso VII’. (¡Che! ¡Qué
redacción pobre, difícil y capciosa, además de incorrecta, hein, amigos! ¿Cómo se permite una
cosa así en un documento oficial? Su
autor, ciertamente leonés, quiere por que quiere colocar a León en el centro de
la Historia de España. Colocación boba y
extremamente atrasada. Son estas cosas ridículas que destruyen la unidad nacional. Es mucho infantilismo...). A pesar de todo, ese preámbulo defiende
una serie de valores y símbolos, propios e indelebles, de los habitantes
castellanoleoneses, sobre todo su patrimonio
lingüístico (alusión al castellano,
leonés y gallego), histórico, artístico y natural. De acuerdo con ese estatuto,
Castilla y León forman ‘una comunidad
histórica y cultural’. Y con toda razón en lo que se refiere al toque
cultural: más del 60% de todo el patrimonio comunitario existente en España
(arquitectónico, artístico, cultural etc) se encuentra en Castilla y León. Sólo
para tener una idea de tamaña grandeza basta citar algunos números: Bienes de Interés Cultural (1.800), Conjuntos Históricos
(112), Castillos (+500), Museos
(400), Catedrales (13), Bienes considerados Patrimonio de la Humanidad (8), Reservas
de la Biosfera (5) y ‘la mayor
concentración de arte románica del mundo’. Ninguna comunidad autónoma
española (incluso, hasta países europeos) dispone de un patrimonio tan rico y
emblemático en parámetros históricos y culturales. Y no adelanta rechinar los
dientes: ante los hechos no cabe discusión.
Y no sólo su patrimonio histórico y cultural gana fueros y aires
internacionales: también el territorio de 94. 223km² (18,6% de España), con
2.517.157 habitantes (5,4% del total nacional; casi despoblada). Su IDH > Índice
de Desarrollo Humano (0,965 ) es el 8º de España, después del País Vasco (1º), CF
Navarra (2º), CA Madrid (3º), CA Cataluña (4º), CA La Rioja (5º), CA Aragón
(6º) e Islas Baleares (7º), conforme refrenda
mi pesquisa. Diferentemente a esta colocación en el ranking nacional, consulté
otra lista (2010) en que la CA Castilla y
León ocupaba el 6º lugar; y una tercera fuente coloca a Castilla y León en
4º lugar. No sé a quién dar la razón… De
cualquier forma estaría al frente de países desarrollados, nos dice el
articulista, como Japón, Francia, Suecia y Países Bajos, por ejemplo (¡?). Así
está demás!? Su PIB per cápita es de 30.652 US$: según o FMI, entre 181 países listados,
Castilla y León ocuparía el 29º, exactamente el lugar ocupado por España en el
ranking mundial con una pequeña diferencia. En esa misma lista (2011), España
ocupa el 29º lugar con 30.625 US$. Resumiendo: en palabras de nuestro comentarista,
‘Castilla y León es la región del mundo
con más bienes culturales Patrimonio de la Humanidad; la comunidad autónoma con mayor
extensión de España, y el 3º territorio más extenso de la Unión Europea’.
Aunque los tres presupuestos signifiquen alguna
cosa, me parece que no es lo suficiente para vanagloriarse en demasía. Al
final, esas tres ‘glorias’ de Castilla y León no matan el ‘hambre de nadie’.
Pero, ¡qué sé yo!, tal vez lo maten, sí, cuando bien aprovechadas y conducidas económicamente.
La Comunidad Autónoma de Castilla y León está
situada en la submeseta norte de la península Ibérica. Como dijimos en otro lugar,
su territorio se confunde con la cuenca hidrográfica del río Duero (‘su columna vertebral’), y está integrada por 9 provincias (Ávila, Burgos,
León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora). Sinceramente,
‘como geógrafo y historiador de mi tierra’, no consigo ‘entender’ los casos
autonómicos de Cantabria y La Rioja: para ‘independizarse’ de Castilla y León
adujeron ‘motivos históricos, culturales,
geográficos y socioeconómicos’. Precisamente por todos estos motivos
deberían haber permanecido unidos indisolublemente a Castilla (La Rioja, es castellana hasta en el
nombre propio, escogido por sus próceres actuales), y si llevado en cuenta un futuro de
prosperidad regional. Si Castilla y León
sin estas dos ‘provincias’ ya es un gigante en parámetros internacionales, ‘con
cuatro hombros a más’ sería un coloso como ya lo fue en tiempos modernos (cf
Historia de España). Entretanto, dejemos correr las aguas pasadas, y aceptemos
democráticamente la opción ‘separatista’. Sólo nos resta lamentar una tal
decisión, para mí, más perjudicial a esas dos provincias que para Castilla y
León. Pero insisto: tanto en la historia como en la geografía ambas comunidades
continuaron ‘vivas’ gracias a los caballeros castellanoleoneses. Muchos de esos
caballeros andantes, ‘fieles, honestos
y valientes, con fuerza e integridad cristiana’ derramaron su
sangre para defenderlos de los enemigos internos y externos. ‘La historia abierta y transparente es un
testimonio inatacable, para vencidos
y vencedores’, pienso yo. Actualmente, las comunidades autónomas son ‘entidades territoriales’, dentro del
ordenamiento constitucional de España (1978), así como su mapa autonómico [y
geográfico] actual es fruto de ‘pactos autonómicos’ efectuados en los años de
1981/1992, ‘aunque nunca refrendados y
llevados a las Cortes Generales’. La división política y administrativa
española está formada por 17 comunidades autónomas -Navarra prefirió llamarse ‘comunidad foral’, en alusión a una ley
paccionada en 1841, pero sin cualquier diferencia en su status constitucional. Curiosamente,
los estatutos de autonomía sólo han
sido refrendados por los respectivos ciudadanos de apenas 4 comunidades (País Vasco, Cataluña,
Galicia y Andalucía). Los llamados pactos
autonómicos configuraron el mapa de las 17 autonomías (diferentes de las 15
regiones históricas y geográficas de antaño); en 1995 se dio por encerrado el mapa
de las autonomías. En adelante no serían más aceptables nuevas remodelaciones o
ampliaciones.
Ya hemos hablado sobre el
proyecto de Javier de Burgos, ministro de Estado [de Fomento], en tiempos de
Isabel II (1833/68) -‘la de los tristes
destinos’ (Pérez Galdós), cuando España creó un Estado centralizado con 49
provincias y 15 regiones de las cuales apenas 11 eran ‘históricas’ (¡?). El Real Decreto (1833) así rezaba: ‘el territorio español en la Península e
Islas adyacentes queda desde ahora dividido en 49 provincias que tomarán el
nombre de sus capitales respectivas, excepto las de Navarra, Álava, Guipúzcoa y
Vizcaya, que conservan sus actuales denominaciones’. En expresión de
Francisco Iglesias Carreño (1945…), un político zamorano y fundador del Prepal (partido político leonés), ‘esta división provincial y regional de
España se consolida e inserta en los Pueblos de España, en la base de sus ciudadanos y [se] cristaliza plenamente hasta llegar a las realidades
sociales, en nuestros días […]. Todos los ayuntamientos y sus alfoces deben estar íntegramente dentro de una
provincia’. Al año siguiente (1834), las provincias se dividieron en partidos judiciales, como juzgados de
primera instancia e instrucción, base de los distritos electorales y de
contribución. En 1868, España tenía 463 partidos judiciales y unos 8.000
municipios; hoy (2013), son 8.037 los ayuntamientos legalmente reconocidos, aunque
algunos no tengan ni siquiera 10 años de vida. Esta división en regiones,
provincias y partidos judiciales fue asumida tanto por la primera república (1873)
como por la segunda (1931), y también por la monarquía constitucional (1978),
vigente hasta los días de hoy. Las
provincias definidas como tales en 1833, según frase constitucional de 1978, ‘siguen siendo piezas básicas de organización
territorial de España (art. 141), base de las circunscripciones electorales
(art. 68,) y las unidades de las que se componen las comunidades autónomas
(art. 143)’. Un detalle importante: aunque dijimos un poco encima que no se
permitirían remodelaciones o ampliaciones, esta división viene sufriendo
pequeños retoques: algunos modifican los límites, la denominación y el cambio
de nombre de sus gobernantes: jefe político, gobernador civil y subdelegado del
gobierno. Ejemplos: la provincia de Logroño pasó a llamarse de La Rioja (1980); Santander, de Cantabria
(1982); y Oviedo, de Principáu d’Asturies
(1983)… La historia de las autonomías es un sueño antiguo en Castilla y León
(¡no vislumbro las razones precisas de este hecho, pero que tuvo motivos
económico-financieros, eso no lo dudo!): en la primera república (1873/74),
hubo un proyecto de crear un estado federado con las 11 provincias dependientes
o instaladas en el valle del río Duero; estaban incluidas las provincias de
Logroño y Santander. Hubo también un pacto federal castellano con las
provincias de Castilla la Vieja, pero el ocaso de la república truncó aquel deseo.
Más tarde (1921), en el IV Centenario de la Batalla de Villalar, el propio ayuntamiento
de Santander (!cómo los vientos mudan de dirección, hein!) propuso la creación
de una mancomunidad castellanoleonesa con las 11 provincias en aprecio. Durante
la segunda república (1936), también se aventó la hipótesis de un regionalismo
castellanoleonés con las mismas 11 provincias: en esta ocasión se llegó a
elaborar un Estatuto de Autonomía. El Diario
de León llegó a escribir (1936): ‘proponemos
unir en una personalidad [única] a
León y Castilla ‘la Vieja’ en torno a la gran cuenca del Duero, sin caer ahora
en rivalidades pueblerinas’. Y el sueño continuó vivo hasta 1983…
Para comenzar, la Comunidad Autónoma de
Castilla y León, con la separación uniprovincial de Santander/Cantabria y su no
inclusión en el pacto autonómico castellanoleonés, perdió una de sus bases
económicas y mercantiles: la salida directa para el océano Atlántico (o mar
Cantábrico). Por lo demás, la ubicación geográfica de Castilla y León se
localiza en el cuadrante noroccidental de la península Ibérica, entre Asturias,
Cantabria, País Vasco (al norte); La Rioja y Aragón (al este); Madrid, Castilla-La
Mancha y Extremadura (al sur) y Galicia y Portugal (al oeste). En su actual geografía,
tanto Castilla la Vieja como el León histórico de nuestros antepasados están
dominados por un cinturón de montañas y, principalmente, por la submeseta norte
donde prospera una altiplanicie de altitudes medias (entre 670/800m), cubierta
de materiales silíceos, arcillosos y kársticos que originan un paisaje árido y
seco con gran predominio del páramo castellano. Sin embargo, lo que más llama
la atención del viajante son las altas y espigadas cumbres al norte de León,
Palencia y Burgos, separadas de la cornisa cantábrica por ‘puertos’ y
desfiladeros que permiten la comunicación y transportes en general con
Asturias, Cantabria y el País Vasco. Toda la región norte de Castilla y León está
dominada orográficamente por la cordillera Cantábrica que llega hasta la ciudad
de Burgos y Saldaña/Palencia. En los otros cuadrantes vemos: al este/sureste,
los montes sorianos del sistema Ibérico
presididos por el Moncayo; al sur, diversas sierras de renombre regional
pertenecientes al sistema Central; y al oeste, las montañas de Zamora y
Salamanca, con picos amesetados por la erosión cuaternaria de las aguas y borrascas.
Durante los plegamientos herciniano y alpino -la actual Centroeuropa y zona
norte de España se elevó en su trabajo geomorfológico- la meseta castellana se
rompió en diversos lugares. Como consecuencia surgieron los montes de León (‘la espina dorsal de la meseta’), la
cordillera Cantábrica y el sistema Central, originando y formando pizarras y
zócalos metamórficos sobre los cuales se asientan las tierras
castellanoleonesas. Incluso, con afloramientos de agua minero-medicinal o
termal, como en Castromonte, Caldas de Luna, Morales de Campos… Haciendo
cuestión de impresionar a nuestros lectores, podemos decir que la Comunidad de
Castilla y León es grande y poderosa, sobre todo en su geografía: y a pesar de
su territorio ser vasto, en sus ‘calles’ y campos impera la diversidad de
cuatro regiones bien diversificadas:
(1) la amplia ‘llanura’ esteparia, poblada de enebros y sabinas y bellos animales,
como el zorro, el gato montés y el casi extinto lince ibérico [zamorano],
además de los rebaños de ovejas y cabras;
(2) las dehesas mediterráneas de Salamanca/Zamora, jalonadas por una
vegetación de encinares y alcornocales donde habita el mayor número de
ganaderías de toros bravos, campeones en las lidias ibéricas de la llamada por
los españoles de Fiesta Nacional (las famosas torerías);
(3) las montañas septentrionales o cordillera Cantábrica, la más occidental
de Europa con morfologías redondeadas y características alpinas. El flanco
oriental (todavía no emergido) fueron sedimentos bajo un mar existente entre la
placa ibérica y la placa europea. La cordillera representa el límite sur de la
llamada España húmeda o verde,
dividida en tres tramos: el macizo asturiano (al oeste), los montes vascos (al este) y las montañas
cántabras > de calizas y margas mesozoicas y páramos calizos donde se
asienta La Ojeda y todo el norte burgalés-palentino. Aquí vamos encontrar
impenetrables bosques de hayedos y fauna atlántica;
(4) el sistema Central, la cordillera ‘de tierras con pinares y águilas reales’,
se subdivide en una serie de sierras separadas entre sí por grandes valles o
puertos de montaña; su mayor elevación es el Pico Almanzor (2.592m). El sistema
Central es una ‘cordillera’ formada por rocas muy antiguas, pero con un relieve
reciente, e edad similar a la de los Pirineos, Alpes, Andes e Himalaya. La
flora de estas montañas se caracteriza por la abundancia de bosques (pinares
silvestres) y la presencia de robledales y encinares en las partes más bajas;
en las cumbres predominan los pastizales y arbustos de montaña. En su fauna
abundan mamíferos (ciervos, jabalíes, corzos etc) y una gran cantidad de aves
acuáticas en los embalses, así grandes rapaces ej.: el águila imperial y el
buitre negro. Durante mucho tiempo, el pastoreo y una modesta agricultura de
subsistencia han sido las bases económicas de la cordillera; hoy predomina el turismo
en todas sus acepciones, incluso el deportivo ej.: el piragüismo.
De
Castilla y León no sólo admiramos su conjunto histórico-artístico -el
hombre castellanoleonés, desde épocas remotas, ha dejado las huellas de su arte
y cultura a lo largo del territorio (catedrales, monasterios, castillos y
ciudades amuralladas, en perfecto estado aún en nuestros días). Admiramos
también su hidrografía, constituida por la cuenca del río Duero y sus numerosos
afluentes: del norte descienden el río
Pisuerga (nuestro río amigo e inolvidable compañero, de grandes recuerdos y
añoranzas tanto de niño como de adulto), el Valderabuey y el Sella (curiosamente nace de un manantial
denominado Fuente del Infierno) > es considerado una de las imágines más
emblemáticas del Principado de Asturias: desemboca en Ribadesella en forma de
estuario de los más bonitos de España.
Por el sur o margen izquierda, después de pasar por Zamora, el río Duero se
encajona entre los cañones del Parque de Arribes del Duero, recibiendo impetuosos
afluentes como el Tormes (de aguas
bravas e importantes embalses) y el Águeda,
frontera natural España/Portugal por 40km > sus pequeños tributarios sufren
fuerte estiaje durante el verano. También el Adaja > 2º afluente más importante del Duero después del
Pisuerga y corredor ecológico de primera
categoría por su fauna es un curso de agua con grandes recuerdos históricos; sus
aguas son famosas por crear esculturas zoomorfas (toros y verracos). Algunos
subafluentes son históricamente famosos como el Carrión en tierras palentinas, el Arlanza/Arlanzón en Burgos, el Eresma
en Segovia y el Bernesga en León. Y
más aún: pasada la zona de arribes o arribanzos,
el Duero gira hacia el oeste adentrándose en Portugal donde recibe los afluentes
Sabor, Tua y Támega, nacidos en el
macizo galaico-leonés, pero los tres abren paso singular en el país vecino: el
río Sabor es un ‘rio salvaje, caso raro en Europa’ por no tener embalses y poseer
hábitats naturales indescriptibles; el río Tua
muy maltratado por los deyectos de empresas instaladas en sus márgenes; y el río
Támega con un valle maravilloso, pero
poco cuidado. Y no sólo la cuenca del Duero ‘baña’ y rejuvenece nuestras
tierras: la cuenca del Ebro (930km), el río más caudaloso de España transcurre,
impetuoso aunque irregular, por tierras de Campoo/Palencia, Burgos y Soria a
través de los primeros tributarios después de sus nacientes en el río Hijar
(Pico Tres Mares), y no en Fontibre como tientan legitimar creencias populares
sin cualquier apoyo científico.
Además de los ríos, Castilla y León
es rica en embalses o pantanos, en lagos y lagunas y, sobre todo, dueña y
señora del Canal de Castilla -una de las obras de ingeniería hidráulica más
importantes no sólo de España como del mundo entero; se construyó entre 1753 y
1849. Con una anchura que varía entre 11 y
22m, el canal discurre por 207m y atraviesa 38 municipios de tres
provincias (Palencia, Burgos y Valladolid): une Alar del Rey (a 3,8km de
Prádanos de Ojeda) a las localidades de Valladolid (ramal Sur) y Medina del
Rioseco (ramal de Campos), después de vencer un desnivel de 150m (con 1,8 a 3m
de profundidad) y 49 esclusas. Originalmente, el proyecto presuponía 4 ramales
que unirían Segovia a Reinosa/Cantabria
en busca del puerto de Santander, en el mar Cantábrico. Pero solo se construyeron
tres (Norte, Sur y Campos). El canal discurre por 75km en la
provincia
de Palencia (ramal Norte); ya en Grijota/Palencia se bifurca en forma de una
gran Y invertida en dirección de Medina de Rioseco (ramal de Campos con 78km) y de Valladolid (ramal sur con
54km). Sus humedales fueron declarados
Zonas de Especial Protección para las Aves (ZAPA) y Lugares de Interés Comunitario
(LIC). El canal aún conserva un valioso entramado de esclusas, molinos de harina, almacenes y
dársenas de enorme interés histórico. Además es un ‘río’ que proporciona
abastecimiento de agua a pueblos, regadíos, espacios culturales y de ocio a
todo tipo de gentes (autóctono y visitante). Según reza la propaganda oficial,
se piensa darle una salida, dentro del turismo rural y caminos se sirga como
vía ciclo-turística, visto que en sus orillas han surgido diversos ecosistemas
de ribera con tres franjas de vegetación: los carrizos y espadañas, el
bosque-galería (olmos, chopos negros, álamos blancos, fresnos etc) y los
numerosos arbustos que albergan una fauna de valor ecológico insuperable. En el
Canal de Castilla se han encontrado 121 especies de aves nidificantes (invernantes
y migratorias), 42 especies de mamíferos, 11 especies de anfibios, 14 especies
de reptiles y 14 especies de peces. Tras estos números ‘gloriosos’, el canal ha
sido incluido en la Red Natura 2000. Sin embargo no todo son flores: esa
protección no fue suficiente para salvar las lagunas que se encuentran en
estado deplorable, algunas hasta han desaparecido del mapa. Evidentemente, por
incuria de las autoridades constituidas y no de los pueblos. Yo mismo vi,
personalmente, el amor que Herrera y Alar mantienen en relación a su canal
benemérito.
La navegación del Canal de Castilla
-de los otros 4 canales de España, sólo el Canal Imperial de Aragón (110km)
detiene asimismo importancia natural e histórica- comenzó a finales del siglo
XVIII, siendo la época de mayor esplendor entre 1850/60 cuando surcaban las
aguas del canal más de 350 barcazas. A partir de la abertura de la línea férrea
Valladolid-Alar del Rey (1857), de trazado casi paralelo, cedió su utilización
como vía de transporte y comunicación. Sin embargo, sigue proporcionando otros
usos derivados de su fuerza motriz ej.: fábricas de papel, de harinas y cueros,
de molinos y armas, incluso de astillero, generando un desarrollo económico e
industrial en los pueblos y ciudades por donde pasa. Comenzó con la navegación
comercial de cereales (granos) por medio de las barcazas hasta 1860, pero la
inauguración del ferrocarril provocó el colapso del tráfico de mercadorías.
Actualmente, el principal uso económico del canal es el regadío agrícola y el
abastecimiento de agua potable a los núcleos urbanos de su recorrido; la navegación
para fines comerciales terminó en 1959. Otro recurso muy explotado es el
turismo: en 2010, por ejemplo, ocurrió el Gran Premio del Canal de Castilla
(prueba deportiva de cicloturismo): en un futuro próximo se convertirá en
carrera ciclista profesional. La ruta combina tramos asfaltados con tramos
donde los ciclistas circularán por las sirgas tipo el Tour de Flandes. Los
antecedentes de esta obra gigantesca se
remontan a los siglos XVI/XVII cuando se desarrollaron en Europa los grandes
sistemas de navegación para fomentar el comercio y el regadío. Estos estudios
comenzaron con Bartolomé Bustamente (1501-1570), en la cuenca del Pisuerga/Nogales
de Pisuerga, ‘en los arrabaldes de
Prádanos de Ojeda’. Sacerdote y famoso arquitecto renacentista, el padre
jesuita Bartolomé Bustamante desplegó una gran actividad como arquitecto
teórico con numerosos pareceres que facilitaron la difusión del estilo clasista
en España. Hombre muy respetado por su piedad y fuertes convicciones religiosas,
intervino en tareas constructivas con pareceres y comentarios técnicos muy
avanzados para su época. Uno de ellos fue la construcción del Canal de Castilla
(1549). Más tarde (siglo XVIII), por iniciativa de Zenón de Somodevilla y
Bengoechea (1707-1781), marqués de Ensenada, y uno de los políticos más
influentes de la ilustración española (‘gracias
a su seductora presencia en la corte. Era un ministro de carácter activo,
inteligente y enérgico, además de galán’). Interesante, a pesar de galán
nunca casó. En aquel entonces, se podía decir que Madrid era la capital más
culta de Europa, gracias a la actividad irrequieta de este marqués riojano. ‘Era tan importante su labor que la política
europea empezó a hacerse en Madrid. Las distintas cancillerías sabían que era
él quien mandaba, y con él negociaban’. Trascurrían los tiempos del
despotismo ilustrado de Carlos III (1716-1788), conocido por la historia como
el ‘mejor alcalde de Madrid’.
Otro aspecto importante de Castilla y León
son sus dominios climáticos: encuadrada dentro del clima continentalizado
(contraste acentuado entre las temperaturas de invierno y verano, del día y la
noche), la región castellanoleonesa presenta ‘tres climas diferenciados’:
(1) al norte, en la parte más elevada de la
cordillera Cantábrica, predomina el clima
atlántico (templado y húmedo) > de inviernos suaves y veranos templados,
con lluvias abundantes a causa de la proximidad del mar; en las partes más
bajas (Prádanos está a 1.180m de altitud) o regiones típicas de montaña, los
inviernos son más fríos y acentuados;
(2) al centro, predominio de la meseta
propiamente dicha, se instala un clima
mediterráneo continental, de veranos calurosos e inviernos severos; un
clima frío y seco. En realidad, es el clima mediterráneo típico con elementos
continentales ej.: amplitudes térmicas acentuadas, pues no recibe la influencia
del mar y, por eso, las temperaturas son extremas; ya el verano es seco con
30ºC. En el invierno, las temperaturas caen a 0º, con heladas en noches despejadas
y nevadas esporádicas. Es propio de la meseta central en toda su extensión;
(3) al sur, este y nordeste montañosos, el
clima es típicamente mediterráneo de montaña, con lluvias escasas, veranos
calurosos e inviernos rigurosos. Los relieves interiores se encuadran dentro
del piso subalpino, aunque las tierras meseteñas son elevadas y sufren los
rigores continentales: en este caso las diferencias son más de carácter
pluviométrico que térmico. Los inviernos son largos y fríos, y los veranos son
cálidos aunque por bajo de 22ºC, con contrastes diarios muy fuertes. Sus
características climáticas están siempre sometidas a influjos de la circulación
subtropical.
Y por fin, hablemos un poco de los
espacios naturales protegidos: los encinares y sabinares solitarios que ahora
dibujan la ‘llanura’ castellanoleonesa son restos de los bosques primitivos que
cubrieron estas mismas tierras. Las explotaciones agropecuarias (hubo necesidad
de tierras para el cultivo del cereal y pastos para los numerosos rebaños
trashumantes) provocó la deforestación casi sistemática de la meseta. Aún se
ven restos de bosques frondosos formando comunidades mixtas ej.: León, Burgos y
Soria. Las vertientes meridionales de las montañas cantábricas (aquí se sitúa
nuestro amado pueblo, Prádanos de Ojeda) y en las estribaciones de los sistemas
Ibérico aún supervive una rica vegetación, sobre todo en las laderas más
húmedas y frescas, pobladas de hayedos, tejos, abedules etc. En las laderas de
solana prosperan robles, tilos, carvallos, castaños y pinares de Lillo. Ya en
las laderas inferiores del sistema Central perviven amplias extensiones de
encinares, castañares, melojares etc, a veces substituidos por pinares de
repoblación. Las zonas subalpinas acogen matorrales de piornos y enebros. En la
provincia de Salamanca y Zamora, aparecen las dehesas > 'bosques parecidos a las sabanas africanas, con
encinares, alcornocales, quejidos' etc. Hay regiones en León y Valladolid donde
superviven los únicos olivares castellanoleoneses; cabe destacar también las
regiones vinícolas con vinos de buena calidad ej.: Toro, Ribera de Duero, Rueda, Cigales, entre muchos otros. Lo mismo
se diga de su fauna, de gran diversidad, pues existen numerosas especies de
especial interés por su singularidad y endemismos ej.: el oso pardo, la cabra
montés, el rebeco, el gato montés etc. EL aislamiento a que están sometidas las
altas montañas propicia esos endemismos: pequeños y grandes mamíferos abundan
en algunas áreas de la cordillera cantábrica. Diversos ejemplares suelen
frecuentar los bosques caducifolios, de coníferas y montes bajos como el de mi
pueblo, Prádanos de Ojeda. Castilla y León es un ambiente propicio para
pequeños reptiles como lagartijas, culebras y anfibios ej.: tritones,
salamandras y sapos, en tanto que en sus ríos de montaña viven nutrias,
desmanes, truchas, barbos y carpas en abundancia. Y donde los ríos se encajonan
formando hoces y cañones viven sobre las rocas centenas de aves rupícolas y
aves en peligro de extinción ej.: la cigüeña negra y el águila imperial. En los
bosques de coníferas vive también una infinidad de paseriformes como pinzones,
arrendajos, pitos, picapinos etc, así como en las llanuras despejadas con
cultivos de secano aparecen numerosos pajaritos y rapaces forestales como el
azor. Los humedales castellanoleoneses concentran centenas, millares de ánsares
comunes que se reproducen en el norte de Europa y visitan nuestra tierra en el
invierno. En Castilla y León, como nos dice un experto, ‘se contabilizan animales adaptados a la vida en la alta montaña,
habitantes de roquedos, moradores de cursos fluviales, especies de llanura y
residentes forestales que forman el mosaico de la fauna castellanoleonesa’.
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