En el apartado anterior explanábamos
corolarios importantes en el intento pragmático de mejor entender el condado de
Cataluña en su afán de tornarse más autonómico, y si posible independiente. Decíamos que durante
el siglo X, algunos territorios de la Marca Hispánica se convirtieron en
condados independientes del imperio Carolingio, y las guerras civiles de sucesión hicieron normalmente su trabajo de
desgaste que el conde de Barcelona oficializó en 998 al no prestar más juramento
de vasallaje al monarca de la nueva dinastía de los Capetos, no porque tuviese pecho de enfrentarle (se lo pidió
hasta por escrito), sino porque no obtuvo cualquier respuesta. Con la formación de los
condados y una cierta estabilidad política tras la invasión musulmana, grandes
contingentes de [re]población se dislocaron para la actual Cataluña,
prevaleciendo los pequeños propietarios libres llamados aloers = una sociedad típicamente agraria donde cada núcleo
familiar producía lo que consumía, generando muy pocos excedentes. Cataluña a lo largo del tiempo acabó caracterizándose por
una sociedad presionada por las luchas constantes entre los señoríos y sus
lazos feudales con aquellos campesinos libres (‘aloers’): casi todo el siglo XI fue dominado por guerras sociales
virulentas, donde la violencia señorial arrolló a los hombres del campo, gracias a las ventajas que obtenían con las nuevas tácticas
militares (caballería pesada y mercenarios bien armados). En consecuencia, la
mayoría del campesinado se transformó en siervos sometidos al señor. Por otro
lado, la división del territorio en diversos señoríos debilitó el condado de
Barcelona, dando lugar con el tiempo a un Estado
feudal basado en complejas fidelidades y dependencias, al frente de cuyo
gobierno estuvo siempre el conde de Barcelona. Posteriormente, la unión de muchos
de esos condados aparentemente dispersos pasarían a formar la corona de Aragón.
Fue en esta época que Cataluña adquirió mayor visibilidad histórica cuando el
conde Berenguer IV el Santo casó con
Petronila, hija de Ramino II el Monje
(1086-1157), que hizo donación de su hija y del reino de Aragón al conde de
Barcelona, pero ‘salva la fidelidad a mí
y a mi hija’. Por tanto, nunca cedió la dignidad regia y, por eso, continuó siendo
rey, señor y ‘padre’ (suegro) de Ramón Berenguer IV el Santo, tanto en Aragón como en todos sus condados. De ahí decirse que la unión del condado de Barcelona y el
reino de Aragón no se realizaron por fusión o conquista, sino a través de una unión dinástica pactada (en Cataluña todo
tiene que ser pactado, ya cuanto al cumplimiento de lo pactado sólo si es
favor). De hecho, los territorios se mantuvieron
separados con sus propias leyes, costumbres e instituciones, y los sucesivos
monarcas respetaron lo pactado por sus antecesores. En esta época, el catalán
era un idioma común en la corona de Aragón, además del ‘aragonés’ o baturro que abarcaba grandes zonas rurales (valles y territorios
somontanos).
Otro momento impactante para entender el nacionalismo catalán ocurrió en
el reinado de Pedro IV el Ceremonioso
(1336-1387). Tratase de un rey enérgico y duro que reorganizó la corte, la
administración y el ejército, dirigiendo sus actividades a incrementar el poder
real en el interior de su reino e a aumentar sus dominios en el mar
Mediterráneo a través de los condados catalanes. Sin embargo, su reinado se
caracterizó por graves tensiones bélicas: la anexión de Mallorca por las armas,
la rebelión sarda (reino de Cerdeña), la rebelión de los unionistas aragoneses y
valencianos, la ‘guerra de los dos Pedros’
entre Pedro el Ceremonioso de Aragón,
y Pedro I el Cruel de Castilla, por territorios
murcianos, etc. Todos estos episodios generaron una delicada crisis financiera,
afectando también a sectores demográficos e económicos de Cataluña. Como
siempre lo hizo, y continúa a hacerlo hasta hoy, ante la guerra de los dos Pedros (Castilla invadió Aragón y Valencia) y
los grandes gastos impuestos a la corona por los diversos enfrentamientos bélicos, los
catalanes resolvieron instituir la
Generalitat = ‘una entidad con
atribuciones ejecutivas en materia fiscal’, con 12 diputados y ‘algunos oyentes
de cuentas’ para controlar el ‘servicio’ (tributo real). Este impuesto era conocido
popularmente como ‘generalitat’: el
nombre pasó a designar a los distritos fiscales o generalitès. Aprovechando la oportunidad del interregno -Martín I el Humano (1356-1410) dejó vacante la
corona a su muerte-, la Generalitat catalana asumió las responsabilidades
políticas, o sea, ‘se organizó políticamente en un autogobierno, ejerciendo
funciones de consejo y también
legislativas’ a través de los tres
estamentos que integraban las cortes catalanas: el eclesiástico (clero), el militar
(nobleza) y el popular (‘cámara real’) = los pueblos y ciudades directamente
sometidos al poder del rey. A ese
conjunto de representantes catalanes en las cortes se denominó Generalitat de Catalunya, con finalidad
casi única, de controlar la administración local bajo la autoridad de su
presidente, en la ocasión Berenguer de Cruilles, obispo de Gerona (1359). Los
catalanes la consideran el precedente de las actuales instituciones políticas
en dirección a la independencia, iniciada con el conde Borrell II, cuando éste
no renovó el pacto de vasallaje con el rey franco Hugo Capeto (998), pese a que
lo requirió por escrito. Como es a favor, todo sirve...
Al morir Martín I sin descendencia
legítima y sin nombrar su sucesor, se deliberó en Caspe/Zaragoza -este episodio
quedó conocido en la historia como Compromiso
de Caspe (1412)- sobre los derechos de los seis pretendientes al trono, y
quién de los candidatos debía ocupar la corona de Aragón: conquistó el trono
por vía legítima Fernando I de Trastámara, el
de Antequera, infante de Castilla (nieto por parte materna de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón, y nieto por vía paterna de Enrique II de Castilla). Todos pertenecían a la
Casa Real de Aragón, y debido a su parentesco con el rey relativamente cercano, ninguno de ellos
rompería el linaje dinástico. Esta decisión final, incluía la Concordia de Alcañiz/Teruel (1412), que ‘se efectuó mediante consenso, sin
señalar discrepancias y aprobando las propuestas por unanimidad’. En el acta original
notarial se proclama a Fernando I de
Antequera rey de Aragón con vasallaje de los parlamentos de Aragón,
Valencia y Cataluña = el mensajero que llevó la noticia a la asamblea
catalana reunida en Tortosa, contestó a las preguntas del obispo de Gerona, respondiendo:
‘la proclamación se ha realizado por las
nueve personas en gran y feliz concordia’.
Los dirigentes catalanes y algunos de sus ‘historiadores’ ante las
evidencias de las actas no responden, pero insisten en que el rey ‘violentó’ a
su Generalitat. ¿Cómo así, caras pálidas? Se hizo por ‘unanimidad’, ‘con gran y
feliz concordia’, incluso de los representantes de Cataluña que ofrecieron
vasallaje a Fernando I rey de Aragón (era hijo de Juan I de Castilla) en cuya
corona y apenas como territorio sometido, se encontraba Cataluña. Interesante:
fundamentan sus derechos en el no vasallaje de Borrel II al rey franco Hugo
Capeto, por que este hecho sería a favor de Cataluña; ya el vasallaje a Fernando I no sirve porque va contra
Cataluña. Haya paciencia y pachorra con estos ‘historiadores’ catalanes. Y más
aún: los tres representantes catalanes ante su parlamento (y a instancia de
algunos diputados), y por estar presentes al Compromiso de Caspe, declararon: ‘en todo momento habían sido libres y sin
miedo de presiones, siendo que al final del proceso todos eran de la misma
opinión’, o sea, eran simplemente unánimes.
No entiendo con sinceridad porque los catalanes inventan mentiras y tergiversan
la historia insistiendo en que Cataluña fue reino
y por eso tendría derechos a ser una nación independiente. No existe ilación ni
lógica. Cada vez me confirmo más que se trata de un complejo de inferioridad histórica. Escucha, oh catalán irrequieto
y rebelde: acepta lo que fuiste, y valoriza lo que eres hoy en día. Eres un
parque industrial de primera categoría, importante para ti y para tus
trabajadores sean catalanes ‘natos’ sean hijos adoptivos a quienes das trabajo
y pan, lo que todo el mundo más quiere. ¿Por qué insistes, oh Cataluña contestataria,
en crear casos y más casos a través de mentiras e interpretaciones históricas
sin más sentido en nuestros días? Vive tu vida y deja vivir a tus vecinos. Sólo
creas animosidad y odio, cuando deberías distribuir paz (orden), trabajo y
progreso. Un consejo: se feliz con las dádivas que Dios y el destino puso en
tus manos ‘trabajadoras’, y colabora con los vecinos que no quieren saber de
politiconas de quinta categoría. Rompe la coraza de tu ‘inferioridad histórica’
y sigue adelante dentro de tu pequeño territorio, con tu gente ‘materna’ y con
tus inmigrantes = ésta sí la mano poderosa que te ha dado dinero, desarrollo
y bienestar. Haber sido reino o simple condado no muda en nada los
acontecimientos ya pasados. ¡Despertad, hombres de Cataluña!
Pues bien: después de ese paréntesis, prosigo diciendo que Fernando de
Trastámara fue proclamado rey como Fernando
I de Aragón, y entró en Zaragoza (¡no lo hizo en Barcelona, a pesar de ser
una ciudad mucho más importante!), jurando su título antes las cortes del reino
cuya capital era Zaragoza, y junto a su hijo primogénito, futuro Alfonso V de
Aragón. El historiador José Ángel Sesma nos dice: ‘el breve reinado de Fernando I [tres años y nueve meses] no supuso de ninguna manera una nueva etapa
para la corona [de Aragón], ni siquiera se puede hablar de un cambio de
dinastía. La Casa real de Aragón seguirá en el trono, al menos durante el siglo
XV’. Al año siguiente, Fernando I se dirigió a Barcelona para jurar los
usos y costumbres catalanas, cediendo al llamado pactismo catalán (¡?) =
doctrina que limitaba la autoridad del rey a favor de las cortes catalanas y de
la Generalitat, considerada hasta por historiadores catalanes apócrifa ej.:
Pere Verdés Pijuan, doctor en Historia Medieval por la Universidad de Barcelona
(2004): ‘un mito historiográfico,
elaborado con posteridad a los hechos con una clara intencionalidad política’. ¡Qué
raza, siempre mintiendo y queriendo
trapacear! Pero que lo vamos hacer: al final se percibe el carácter chusquero con
quien estamos lidiando! En estas y otras
mentiras o engaños se fundamenta parte del nacionalismo catalán, donde
sobresalen dos presupuestos
ridículos:
(1) después de plantearse y decir que la cultura catalana es muy diferente de la cultura española (¡?), parte para lo grotesco: ‘Cataluña
es una nación oprimida por España desde su ocupación por las tropas borbónicas’
(1714), con la subsecuente supresión de las instituciones catalanas y la
prohibición de su lengua ‘materna’ en la administración pública, además de
otras reclamaciones… Como se acostumbra decir, los catalanes piensan que son el
ombligo del mundo; son los únicos sobrevivientes de la especie humana. Esta
tesis me parece tan infantil que no merece mucho interés de nuestra parte.
Basta calcular lo que sería este mundo si todas las minorías o ‘naciones
tribales’ de la Tierra viniesen con la cantilena de que fueron conquistadas y
oprimidas por otros pueblos advenedizos. Sólo que en el caso de Cataluña no lo
fue en hipótesis alguna. Si siguiésemos el deseo catalán no quedaría piedra
sobre piedra; si prevaleciera la tesis catalana, ¿qué país se podría considerar legítimo? Sin duda,
llegaríamos hasta los hombres de las cavernas; o por lo menos, hasta los
primeros habitantes de cualquier territorio como acontece en determinados
países con los indígenas. Ciertamente, oiríamos la respuesta común en estos
casos: ‘quéjate al obispo; y si quieres puedes
decírselo al papa’. Los españoles de todos los tiempos han tenido y tienen
mucha paciencia con los catalanes: esto es un facto histórico. En países mucho más divididos históricamente como
Alemania, Italia, India (= aquí se hablan 250 lenguas, y otros tantos
dialectos), China, Indonesia y Rusia (sin contar casi todos los 54 países de
África), donde se hablan idiomas, lenguas y dialectos de toda especie (unas 2.000), y no es
por eso que escuchamos reclamaciones y deseos de independencia. Y si existen
reclamaciones, por ejemplo, en algunos países africanos, es debido más a la violencia entre tribus que
por otros motivos. Hay países, como la Irlanda o República del Eire, donde
vemos reclamaciones nacionalistas, pero la situación es completamente diferente
a la catalana. A final, al Eire le quitaron o ‘robaron’ un pedazo que era suyo,
y mismo así las reclamaciones tienen otro matiz más religioso, de fundo social
y derechos políticos exclusivistas (protestantes), sustraídos a la otra
comunidad (católica). En Cataluña no existe nada de esas cosas. Cataluña quiere
por que quiere ‘separarse de España’, llevando consigo un territorio, edificaciones
públicas y riquezas españolas que no son exclusivamente suyas, pues son por ley constitucional propias de una entidad
mayor que luchó por ellas a través de
los siglos. No es porque no me siento bien en mi familia, por los mil motivos
que sean, tengo derecho a llevarme lo
que no es exclusivamente mío sino que tiene muchos otros dueños. El territorio
español en toda su extensión es indivisible,
y sus dueños no son los catalanes, los castellanos, los andaluces etc, sino
todos los españoles. Y si llevamos las cosas al extremo, verificamos que
Cataluña a diferencia de Portugal no supo o no tuvo fuerzas suficientes para
independizarse en sus momentos áureos por pura incompetencia o falta de estrategas.
Y por una razón simple: Cataluña así como Castilla, Asturias y Cantabria, no
fueron reconquistadas y construidas por catalanes, castellanos, asturianos y
cántabros, y sí por todos y cada uno de los españoles de todos los siglos. A
los catalanes, debería ser aplicado aquel dicho brasileño: ‘los incomodados que se muden’.
(2) el nacionalismo catalán reclama asimismo que Cataluña está sometida
a un agravio económico por parte del Estado español, debido al déficit en su
balanza fiscal, entendiendo que recibe mucho menos de lo que aporta en
impuestos. Los catalanes argumentan que tienen derechos ‘históricos’ de
autogobierno con respecto a España en sectores ejecutivos, legislativos,
judiciales, económicos y culturales. Y
aún defienden que Cataluña, aunque forme parte [yo digo indivisible territorialmente] de España, tiene derecho a
participar de forma oficial en acontecimientos internacionales como ocurre en
el Reino Unido con el fútbol, donde Inglaterra, el País de Gales, Escocia e
Irlanda del Norte, tienen sus propias selecciones. ¡Una estupidez sin tamaño!
Entonces el Brasil, por ejemplo, como es una potencia en esa modalidad
deportiva tendría derecho a 27 selecciones, porque cada Estado brasileño (también
son autónomos) tiene capacidad técnica de participar con sus numerosos y óptimos
jugadores. O también los EUA y la Rusia, con 53 y más de 100 estados autónomos,
respectivamente, podrían competir en varias modalidades con mucha probabilidad
de ser campeones. Los catalanes son extremamente prepotentes y patéticos:
afuera el equipo del Barcelona de glorias más pasadas que presentes, ¿en qué
son alguna cosa? Podrían competir en paseatas, motines y rebeliones: en esas ‘competiciones’,
ciertamente serían campeones y ganarían medallas de oro. Que me disculpen, pero
es ingenuidad extrema o malicia refinada de quien no sabe lo que está diciendo
o lo dice por no saber a que apelar en su raciocinio irracional. El caso de
fútbol inglés -los catalanes parece no saberlo-, fueron los ‘inventores’ del fútbol
y, por deferencia y otros motivos que no vienen al caso, se les concedió ese
privilegio, a ellos exclusivamente. Y no piensen los catalanes que no existen
muchas reclamaciones contra ese viejo privilegio que hoy en día no tiene más
ningún sentido ni por la historia, y mucho menos por la capacidad técnica. Sus
mejores equipos son todos ellos legiones extranjeras…
Ahora bien: en el caso discutible de Cataluña conviene distinguir el
nacionalismo catalán (agresivo, inconsequente
y extremamente repetitivo) del catalanismo = un movimiento cultural que defiende la preservación de los valores propios
y diferenciados de la personalidad histórica de Cataluña: tradiciones, usos y
costumbres, cultura, lengua catalana - el
catalán de origen románico como el castellano. El catalanismo actual aunque
con atisbos también políticos, presenta tres corrientes más o menos distintas
(¡?): a veces pienso que es para engañar a los incautos, porque los catalanes
no han hecho otra cosa que engañar y mentir en la historia. Vienen usando términos no bien esclarecidos o
complicados desde hace mucho tiempo. Últimamente, lo hacen con abertura
simplista como si fuese la única cosa importante del mundo. Como dije
anteriormente, el número de hablantes del catalán en el Área Metropolitana de
Barcelona, según estadísticas de ‘institutos catalanes’ (¡?), son de apenas
27,8%. Y si valiesen las comparaciones, Cataluña no tendría los 7,4 millones de
habitantes censados (2009) -en 2012 tenía exactos 7.565.605 millones/hab.- si
no fuese por los inmigrantes de otras regiones españolas. Y observe, caro
lector, aquella Área Metropolitana concentra casi el 70% de la población, o sea, unos 5,5 millones/hab. Cataluña posee 964 municipios, con poca población rural,
en donde según los estatutos de estadísticas se concentra el mayor número de
hablantes del catalán, siendo que la mayoría de los catalanes (95%) vive en 300
municipios (por tanto, menos de una tercera parte) con más de 2 mil habitantes. A su vez, 63 municipios con más de
20.000 habitantes comportan aquellos casi 70% de la población absoluta. Por tanto,
si están dispuestos a defender la democracia, y llevan en consideración las presuntas
corrientes del catalanismo (últimamente, están quitando la máscara del auténtico catalanismo que decían
defender). Esas corrientes o caminos serían:
(1ª) aquellos que reivindican, sin
posicionamientos políticos, las tradiciones de sus antepasados y el derecho
histórico (¡?) propio y exclusivo de Cataluña como entidad cultural con
literatura, textos y lengua diversa del castellano;
(2ª) aquellos que defienden el tradicionalismo catalán relacionado con
los derechos históricos de Cataluña, pero dentro de la comunidad hispánica soberana; y
(3ª) el nacionalismo catalán propiamente dicho, defensor de las tesis
filosóficas y naturalistas del idealismo alemán y aquel historicismo que
postulaba la consecución, en última instancia, de una ‘nación catalana’ (¡?)
independiente.
El nacionalismo catalán del siglo XIX,
hegemónico dentro del catalanismo cultural más o menos sufrible porque es muy
resbaladizo, se le conoce como catalanismo
político, o simplemente catalanismo, más tarde articulado con el movimiento
de la Renaixença (o renacimiento, en
español), imperante a partir de la década de 1830/40 cuando se promovió ‘la recuperación, normalización y
reconocimiento de la lengua catalana’, debido sobre todo a la influencia
del romanticismo europeo. En la revista Renaixença
(1915), un teórico así definía al catalanismo: busca y defiende
‘la exaltación del sentimiento nacional,
el reconocimiento por los catalanes de la Patria Catalana y la doctrina que
lucha por las reivindicaciones políticas de Cataluña’. Como se ve la
distinción entre catalanismo y nacionalismo catalán, al menos en estas frases, es tan sutil que no parece muy clara; o tal
vez esté clara demás porque para mí es la misma cosa. El contenido es el mismo:
subterfugios a parte, siempre está en juego el historicismo catalán
reivindicando autonomía plena. De cualquier manera, ese tipo de ‘catalanismo’
impulsó algunas tradiciones históricas catalanas de alguna o poca relevancia ej.: la sardana, los
símbolos catalanes (ni el origen de la bandera está claro), los castellers (hechos ‘épicos’ de Cataluña (¡?); algunos tergiversados o fuera del
contexto factual) etc. Me marcó de niño la película ‘Don Juan de Serralonga’ (filme de 1949), porque estábamos acostumbrados a un
final feliz del cine americano, y por la primera vez en mi vida presencié
un final trágico; me dejó la cabeza
pesada por causa del héroe español y, por mera coincidencia, nacido en Cataluña . Se dice que el catalanismo
recuperó ‘la memoria histórica de
Cataluña’ (¡?), pues a finales del siglo XIX proliferaron obras y artículos
que glosaban la historia de Cataluña, principalmente los hechos de 1714 cuando
el principado catalán fue ‘ocupado’ por las tropas borbónicas de Felipe V, y
fueron dictados los Reales Decretos de la Nueva Planta (1716). Como
consecuencia, líderes políticos y algunos intelectuales defendieron la
ideología simplista del catalanismo, de la cual surgieron los primeros partidos
y organizaciones políticas, reclamando la autonomía de Cataluña frente a
España, en virtud de su historia (¡?) y de los hechos diferenciales
relacionados a la cultura, a la política y a la economía catalanas - las Bases de Manresa (1892).
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