sexta-feira, 5 de julho de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA - geografía de La Ojeda (2)





             Decíamos ayer que la Montaña Palentina y sus estribaciones comarcales Boedo/Ojeda y Vega/Valdavia se caracterizan por fuertes contrates entre las planicies de los diversos valles paralelos en dirección sur, y las altitudes de las montañas donde los desniveles configuran un contexto natural típico de Alta Montaña. Esto es extremamente evidente y real: entre los 1.050-1.200m -el monte de Prádanos alcanza  1.180m de altitud- y las zonas más bajas por donde discurren los ríos Pisuerga y Carrión y sus tributarios, se pasa en apenas 10km a cimas que ultrapasan los 2400m, con valles recortados y fuertes pendientes. El M.A.P.A (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) califica estas áreas en sus estudios como de Alta Montaña. Curiosamente, en los límites provinciales de Palencia/Burgos, en el término municipal de Aguilar de Campoó –a penas 15km de Santibáñez de Ecla, Prádanos de Ojeda, Becerril del Carpio y Nogales/Villela, frontera septentrional de nuestras comarcas al este -  surge una pequeña área geográfica que pocos conocen: llamase Valdivia/Loras (no confundir, por favor, con Valdavia). Está situada entre largos y estrechos sinclinales colgados, un modelado cárstico y algunos enclaves de gran valor paisajístico, ecológico, botánico y turístico. Ahí encontramos El Cañón de La Horadada, Las Tuerces, La Covalagua y La Cueva de los Franceses – los parajes más bellos y emblemáticos de la Montaña Palentina. En esta región se dan cita las dos cuencas sedimentares más importantes de la península Ibérica: el río Duero con las nacientes de sus más importantes tributarios en territorio palentino (Carrión y Pisuerga, en cujas cuencas se han construido 5 embalses), y el río Ebro que nada más nacer en Cantabria atraviesa una pequeña área palentina, en tierras de Báscones de Ebro. La orografía y el clima de inviernos largos y fríos (limitan las potencialidades agrícolas del territorio), así como un clima de veranos breves y húmedos que comprometen la maduración de numerosos productos, marcan tradicionalmente las actividades y creaciones humanas en esta comarca. Inconvenientes además prolongados por períodos de incomunicación por causa de la nieve y a veces superados por los rebaños trashumantes y de trastermitancia. Esta comarca tan desconocida entre los habitantes de nuestros pueblos presenta características individuales que los geógrafos españoles califican como ‘el confín más remoto e inaccesible de la provincia de Palencia, con  su espectacular y desconocida cadena montañosa’ de la cual forman parte los pueblos arriba citados, o sea, Santibáñez de Ecla, Prádanos de Ojeda, Becerril del Carpio y Nogales/Villela.    
     La comarca de Valdivia/Loras, cuyas estribaciones montañosas alcanzan nuestro pueblo –Pico y Peña Cortada forman parte de este conjunto cárstico- es un de los enclaves paisajísticos más importantes de Palencia, como resultado  de varios y múltiples procesos de erosión en rocas calizas. Situada en el entorno de los páramos de La Lora, una zona de contacto entre los relieves cántabros y la cuenca sedimentar del Duero, el conjunto orogénico de Las Tuerces se describe como un auténtico laberinto en que se alternan grandes bloques de formas caprichosas e inconfundibles ej.: el Cañón de la Horadada, denominado por los geólogos de  Colorado Español. Tratase de una garganta profunda con paredes verticales y rocas calcáreas en cuyo fundo abre camino el río Pisuerga. Esas paredes están llenas de cuevas > algunas de carácter prehistórico, ‘setas’ gigantescas, puentes y arcos naturales, cerrados callejones y umbrías covachas, que dan lugar a un encantado paisaje de paseo, contemplación y encantamiento. En realidad, Las Tuerces constituyen una pequeña meseta de 1.095m de altitud, situadas al sur de Aguilar de Campoó, sobre el río Pisuerga. Sus formas son denominadas loras > cerros elevados de cumbre casi plana y paredes verticales que caracterizan toda esta zona limítrofe entre Burgos y Palencia, y marcada por el río Pisuerga; Prádanos está a penas a 4km de este río. Las Tuerces se diferencian de las demás loras por constituir un espectacular conjunto de formaciones ‘retorcidas’ que nos recuerdan la famosa Ciudad Encantada de Cuenca. Los diferentes procesos de erosión (superiores e inferiores) acabaron por componer y ‘dibujar’ ese variado, singular y curioso paisaje rocoso, repleto de oquedades, cuevas, callejones, grietas, lapiaces, valles hundidos, pináculos, viseras, ‘setas’, etc, que las tornan un Monumento Natural de la Biosfera. Además, Las Tuerces constituyen el más conocido y visitado paisaje cárstico tan dominante en esta parte de la Montaña Palentina y zonas linderas.      
El paisaje espectacular y singularísimo de esta zona no es el único atractivo que lleva visitantes del mundo entero a la meseta de Las Tuerces. También existen por aquí atractivos históricos, artísticos, arqueológicos y deportivos. En el enclave aparecieron restos de distintas civilizaciones que han poblado estas tierras desde tiempos remotos. En algunas grutas y cavernas se han localizado materiales datados desde el Paleolítico Medio, pasando por  la Edad del Bronce,  la Historia Antigua y llegando a la Edad Media. En el monte Cildá (975m), un emplazamiento estratégico que flanquea La Horadada al oeste, se encontraron ruinas de un asentamiento cántabro, después poblado romano. La Historia nos habla de los episodios cruciales y subsecuente sometimiento de Cantabria y norte de Castilla por las legiones romanas, acantonadas en Pisoraca (Herrera de Pisuerga) al sur y Portus Blendius (Suances) al norte, unidas por la famosa calzada romana (acompaña el río Pisuerga) que unía la mesa castellana al mar Cantábrico. Y más aún: existen muestras curiosas de la civilización hipogea > nombre dado  a galerías subterráneas o pasajes excavados con funciones funerarias ej.: tumbas reales del Antiguo Egipto. Es famosa la iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga, una construcción, en parte de origen romano, excavada en la roca arenisca del monte Cildá; la iglesia actual es de arquitectura románica (siglos X/XII). La ermita de san Pelayo, en Villacibio, construcción en forma de herradura con un arco de medio punto muestra su carácter visigótico. Quien visita estos lugares no puede por menos de alcanzar los desfiladeros del río Pisuerga y la vega de Mave, en cuyo pueblo el visitante encontrará una iglesia románica del siglo XII, verdadera joya del convento de Santa María, así como la iglesia románica de Becerril del Carpio (nuestro vecino del norte) y sus casonas solariegas en los Barrios  de Santa María y de San Pedro, dos parajes recónditos y encantadores del norte palentino, muy cerca de nuestro pueblo, Prádanos de Ojeda     
     Me desvié un poco del título programado, para deciros que la Ojeda de la cual formamos parte importante también ostenta algunas características de la comarca Valdivia/Loras. En verdad, la Ojeda y Boedo son dos comarcas naturales del centro-norte de Palencia, en su sector más oriental, junto a la provincia de Burgos, precisamente en su límite más interesante desde el punto de vista paisajístico y etnobotánico. La Ojeda/Boedo – comienza su recorrido orográfico siguiendo la Ruta Alar del Rey por la P-223, a la derecha donde se encuentra nuestro pueblo sesteando en La Cerrilla, pionero que es del valle más emblemático de Palencia-, un territorio de transición entre las llanuras de la Tierra de Campos, al sur, y de los contrafuertes cantábricos, al norte. Y empleo la palabra emblemático porque en él aparecen diversos monumentos históricos que marcaron nuestra trayectoria y la geografía del lugar. Sus mayores cumbres como el Espigüete (2.450m) > en la parte occidental de los Picos de Europa; el Naranjo de Bulnes (2.518m) – indiscutible rey de estas montañas y de todas las restantes de la geografía hispánica- en la parte central;  y la Morra de Lechugales (2.444m), en la parte Oriental y su famoso macizo de Ándara-, son montañas que aparecen como verdaderas murallas rocosas al norte de Palencia. La Ojeda y su pequeño territorio de 1.538km² se reparten entre los valles por donde deslizan los ríos Boedo (72,7km) y Burejo (33,6km), formando este último la cuenca principal de La Ojeda. A él confluyen espaciadamente numerosos arroyos y riachuelos que a su vez abren a incontables vallejos secundarios.       
En realidad,  aunque de pequeñas dimensiones – nace en Colmenares de Ojeda (mi hermana Cristi nació en este pueblecito montañés) y desemboca en Herrera de Pisuerga-, el río Burejo discurre su diminuto caudal integralmente en la provincia de Palencia. Es más un típico arroyo de montaña que serpentea por prados húmedos muy próximos a la Peña de Cantoral (1.130m) en cuyo pueblo de 13 habitantes recoge las aguas provenientes del deshielo y de las nevadas de invierno. En Colmenares duplica su correntía debido a un minúsculo tributario, el Valdeur. Por el camino, otros afluentes van engrosando su modesto caudal como lo hacen el arroyo Tarabás (en Olmos de Ojeda) y el Payo (en La Vid de Ojeda), antes de engolfarse en el Pisuerga (en Herrera). Cosas del destino: mi hermana nació en Colmenares como el río Burejo, y posiblemente terminará sus días en Herrera, donde mueren las aguas de este río símbolo y pasatiempo de la Ojeda. Los tres arroyos de Prádanos son un caso a parte: nacen a los pies de la montaña y terminan en un solo tramo en los términos de Alar y Villorquite, en un lugarejo que llamaban la venta El Hambre (hoy despoblado), poco abajo del molino de harinas. Los tres se unían en la Huerta de los Blases, después de irrigar la vega pradanense por unos 5/6km. Y como hijos de una misma madre se echaban adormecidos y cansados en los placenteros brazos del  río Pisuerga.
           El río Burejo y su pariente cercano el Boedo al no atravesar núcleos urbanos ni grandes poblaciones, posee aguas de buena calidad (o poseía en mis tiempos de niño), lo que favorecía la presencia de peces entre los cuales se destacaba la trucha. Hoy evidentemente todo está cambiado, pero aún existe un coto de pesca libre en Herrera de Pisuerga. Antiguamente había muchos molinos en sus márgenes, en función de las necesidades de los habitantes ribereños: casi todos han desaparecido; en mi visita reciente (2012) el caserío molinero de Villabermudo, aún estaba en pie. El problema mayor del río Burejo es el fuerte estiaje en los meses de verano (julio/agosto) cuando prácticamente es un río seco. Sin embargo, y a pesar de ser la cuenca o valle más importante de la comarca, con los temporales del invierno y el deshielo en la primavera a veces transborda y sus aguas invaden campos, puentes, acequias y hasta viviendas que encuentra en su camino. Pero las aguas del Burejo también son benéficas para las fincas de patatas, ajos, remolachas y diversas hortalizas, así como para los pueblos (y ganados) circundantes que aprovechan su corriente para el regadío. Que lo diga mí cuñado Elpidio: ¡cuantas veces le vi conducir las aguas de este rio para su mimosa huerta!     
         Los ríos Boedo y Valdavia (81,4km) poseen asimismo modestos caudales. El Boedo es un afluente del río Pisuerga, y nace en las proximidades de Santibáñez de la Peña, a los pies de la sierra del Brezo, en un lugarejo llamado Villafría de la Peña, a 1.242m de altitud. Después de recorrer unos 72,7km desemboca en el río Valdavia, en Osorno la Mayor. A su vez, el río Valdavia que nace en la misma sierra del Brezo, después de irrigar el valle con su nombre y recibir las aguas del río Boedo, desemboca en el río Pisuerga, en Melgar de Fernamental (Burgos). Como el Burejo, tanto el Boedo como el Valdavia y sus pequeños afluentes discurren por valles paralelos en dirección sur, que en determinado punto se entroncan formando el conjunto comarcal Boedo/Ojeda/Valdavia, de mayor proyección románica de España. Por estos valles se explaya un patrimonio monumental del Arte Románico que estuvo en comunicación con los grandes centros de renovación eclesial hispánica (reforma de Cluny) y bajo los auspicios de otros monasterios. Un ejemplo histórico fue San Román de Entrepeñas (940) -hoy solo resta el torreón, único vestigio de su antiguo esplendor-, superior en importancia como priorato cisterciense al Real Monasterio de San Zoilo (948), en Carrión de los Condes. Para tener una idea de su importancia histórica basta recordar que este monasterio fue el más famoso priorato en el Camino de Santiago (¡permitía a los peregrinos comer pan y vino a discreción!), de grande relevancia y prosperidad por causa de los condes de Carrión [Gómez Díaz y su mujer Teresa Peláez, nieta del rey Bermudo II], que le escogieron como panteón familiar. En 1219, la princesa Beatriz de Suabia (nieta del emperador de Constantinopla) contrajo matrimonio, aquí, con Fernando III el Santo. Hoy es un hotel de lujo.
      Los pueblos de La Ojeda y Boedo se asientan con frecuencia al abrigo de esos tres valles fluviales o en sus cerrillas, disfrutando muchos de ellos de abundantes vegas o prados de siega, esto es, sistemas seminaturales donde prevalece la intervención del hombre en función de su manejo agrícola (número de cortes, riego, abonado, pastoreo y siembra). Casi todos ellos proceden de antiguos panares (> campos de cereal de montaña, normalmente trigo, centeno y cebada), o patatales revertidos en prados para la producción de hierba a fin alimentar al ganado en el invierno. Actualmente, muchos prados sufren constantes regresiones al cambiar de actividad laboral. Ganaderos abandonan el manejo o lo hacen más extensivo y menos cuidado. En sus alrededores, sin embargo, aún se pueden ver buenos ejemplos de praderías todavía productivas en los tres valles, incluso en Prádanos de Ojeda. Otros son transformados en herbazales y convertidos en pastos secos invadidos por ulagas, majuelos, zarzas y arañones (endrinas), evolucionando en diversos lugares para el pinar o el quejigal. Y hay lugares donde los prados situados en fajas estrechas y pendientes casi imposibles de cultivos que procuran integrarse con funciones ecológicas, paisajísticas y de turismo. A lo largo de estos valles vemos evidencias de abancalamiento > terrazas o bancales que reducen la pendiente de las laderas semimontañosas, y restos de prados, en su mayoría convertidos en pastos o colonizados por leñosas de orla de bosque o pinos. Evidentemente, los mejores prados como en Prádanos se encuentran en las zonas bajas, en la cola de los arroyos o cursos de agua aún disponibles. En algunos prados supraforestales los labriegos se permiten  dallar los pastos durante el día, antes de la entrada del ganado (¡cuando aún existe!) en las estivas realizadas a principio de agosto. Los estudiosos de este asunto hablan en prados  de siega de montaña, o sea, prados ricos en especies herbáceas y productores de heno, poco o moderadamente fertilizados, preferentemente ubicados en los pisos montano y de cerrilla en zonas montañosas del norte peninsular (entre 400 y 1.600m de altitud), aunque también ocurran en la región mediterránea. Por lo general, son prados de suelos profundos, casi siempre neutros o básicos y abonados con estiércol y con las deyecciones directas del ganado. En condiciones benignas producen gran cantidad de biomasa que puede ser segada una o dos veces al año, y aprovechada también directamente para el ganado. Este tipo de prados se distribuye en pequeñas parcelas ocupando laderas y fondo de valle, generalmente separados por árboles, setos y en algunos lugares con muros de piedra, formando un conjunto característico que se suele llamar de pradería. La mitad de nuestro pueblo se encaja en estos comentarios.      
El clima de La Ojeda/Boedo es mediterráneo continentalizado, lo que quiere decir que los inviernos son largos y fríos, con heladas frecuentes y abundante pluviosidad. El verano por lo general es corto, con estación seca, temperaturas frescas debido a la proximidad de la Montaña Palentina. En este particular, nuestras comarcas siguen las características de la meseta castellana, aunque más suaves y húmedas y con valores termométricos no tan extremos. Entre los 400 y 1.600m de altitud, en lo que tradicionalmente se llamó de fondo de valle y laderas, el clima es generalmente templado oceánico submediterráneo, con temperaturas medias/ano entre 8/10ºC y precipitaciones totales anuales de 950 a 1.400mm. Los prados de nuestros valles (Valdavia, Boedo y Ojeda) de la llamada comarca Zona Norte, según criterios del M.A.P.A., forman comunidades que requieren un mantenimiento agrario estable, que básicamente consiste en una o dos siegas anuales condicionadas a riegos en la mayoría de los casos, y a un ligero pastoreo en el comienzo de la primavera. Los prados de nuestras comarcas tienen un interés agrario importante, dada su incorporación a las producciones de materia seca y a las cualidades forrajeras en algunos lugares de montaña en las zonas cantábricas. Muchos prados, como los de Prádanos, tienen una total dependencia de las actividades agrícolas, ocupando incluso formaciones boscosas. Tal vez por eso aparecen formando mosaicos con otros prados con mayor grado de intensificación en su manejo anual. Los técnicos aconsejan la utilización de un sistema de Información Geográfica, basándose en un modelo digital de los terrenos, estimando por ejemplo las variaciones de temperatura debidas a la altitud, exposición solar, latitud, distribución pluviométrica y orientación de las pendientes. Claro, técnica demás para nuestros labriegos de Boedo/Ojeda. Sin embargo, no pueden ser puestas de lado las particularidades ecológicas, la flora y la fauna de las comunidades presentes en esos sistemas semimontañosos y para cada un de sus valles.
     

PRÁDANOS DE OJEDA - geografía de La Ojeda (1)



                    
          
Comienzo mi apartado de hoy con un texto de Manuel Revuelta González, académico de la Institución Tello Téllez de Meneses – prestigioso centro de estudios con sede en Palencia (desde 1949). Esta institución fue constituida en honra y dedicación a don Tello Téllez de Meneses, un renombrado, poderoso y compenetrado obispo de Palencia en la Edad Media (1208-1247). Hasta hoy resuenan insistentemente las palabras de aquel académico en mi entendimiento desde su publicación (2004): ‘La Ojeda tal vez sea la comarca más necesitada de apoyos culturales, pues es la mas desconocida. Otras comarcas como La Montaña Palentina, La Valdavia, La Tierra de Campos y El Cerrato son zonas más amplias y nombradas. A su favor tienen, respectivamente, el encanto de las cumbres o de los pantanos del norte, la columna vertical del río Carrión, o el Camino de Santiago. Los valles de la Ojeda, en cambio,  quedan en una zona de transición, entre la Valdavia y el río Pisuerga, entre la Montaña y la Tierra de Campos’ (cf. Boedo-Ojeda y Ribera, de Roberto Gordaliza). Está claro para todos sus habitantes, sobre todo para aquellos que son más leídos, que La Ojeda tiene una personalidad geográfica e histórica diferente. A final, sus tierras intermedian las cumbres de los Picos de Europa/Montes Cantábricos y las llanuras a perder de vista de la Tierra de Campos. La Ojeda/Boedo y La Valdavia/Vega de Saldaña son comarcas palentinas de suaves cerrillas (colinas) onduladas que a veces hacen justicia a su dulce toponimia de maravillosos mirantes o miradores, especie de tejadillos o balcones, desde donde se pueden ojear o contemplar y admirar los campos cerealísticos al sur de su geografía. Son valles amplios y pratenses que recogen las aguas de algunos ríos cortos, estrechos  y de caudal escaso, a veces separados por páramos, terrenos sarpullidos de oteros y collados, surcados de múltiples arroyos y riachuelos ej.: los tres riachos de Prádanos de Ojeda (¡ciertamente, en otros tiempos!),  también tachonados de praderas, sotobosques y tierras de cultivo casi siempre de cereales (trigo, cebada, avena, etc) y hortalizas.      
     Y no sólo la geografía de la Ojeda y comarcas hermanas (Boedo, Valdavia y Vega de Saldaña) son tierras de transición; su historia vivió a lo largo de los siglos un vaivén intenso entre la Tierra de Campos al sur y la Montaña Palentina al norte. Son tierras que nos hablan de repoblados al amparo y protección de castillos medievales como Carrión, Orbaneja, Bur, Amaya, Aguilar, etc, relegados al olvido cuando la reconquista Ibérica marchó en la dirección  de Toledo, Valencia, Sevilla, Múrcia, Algarve… Esas comarcas no sólo nos muestran castillos o fortalezas en defensa de las tierras castellanas y su vasallaje, sino también monasterios e iglesias que nos impresionan hasta hoy por sus edificaciones románicas y artísticas ej.: San Andrés de Arroyo, Santa Eugenia de Cozuelos, iglesias como las de Prádanos de Ojeda, Perazancas y Moarves, numerosas ermitas entre las cuales se destacan algunas actualmente en ruinas como la de San Jorde de Ojeda. Todas ellas conservan aún en nuestros días sus puertas, espadañas, pilas bautismales, etc. después de tantos siglos  de vida, renovación  y remiendos.
         Sí, La Ojeda aún conserva su belleza primitiva, retratada en muchos libros, diccionarios y escritos menores, pero siempre vivos como testimonios o testigos de un pasado glorioso. Como diría nuestro académico, Revuelta González,  a través de ellos vemos la contextura de las poblaciones, sometidas al vasallaje de señoríos eclesiásticos o civiles, que imponían varios tributos y servicios’. Para quien desea asomarse a esos viejos libros o manuscritos (sacramentales, obras pías, cofradías, etc) en busca de ‘buenas informaciones’ nada mejor que recorrer siglo por siglo las vicisitudes y transformaciones de nuestros pueblos cuya base y actividad económica sigue siendo prácticamente la misma de otrora. Un ejemplo bien visible es Prádanos de Ojeda. Recojo las palabras de nuestra obra de consulta, un artículo editado en El Debate (1912) – periódico fundado en Madrid en 1910 y finado en 1936: ‘al acercarnos a Prádanos de Ojeda empezamos ya a ver por todo el campo numerosos labradores con todas sus familias y obreros dedicados a la recolección de hermosas y abundantes patatas. Prádanos es el  pueblo principal de la comarca llamada Valle de La Ojeda, compuesta de unos 27 pueblos dedicados al cultivo de la patata de la que se envían innúmeros trenes a Barcelona, Bilbao, Madrid y otros grandes centros [de España]’.  En realidad, el plantío de la patata – hoy (2012), ajos y remolacha- siempre fue una oportunidad económica para todos los pueblos de La Ojeda. Infelizmente, el descenso demográfico a partir de los años 1960 afectó peligrosamente estas comarcas palentinas, atravesadas por valles, páramos y viejos caminos (carreteras). En versos de Laurentino Mª Herrán, diremos a todos nuestros lectores on-line:

Aquí fue, tierra santa la que pisas…
Aquel otero,
Ruinas apenas son de ¿qué castillo?
Amparo de un alfoz que llevó el tiempo,
Con sus calles y plaza… un despoblado
Que se llamó…
¿Dónde están los vecinos y sus voces,
Los geranios, los niños, los aleros,
Nidos de golondrinas, los ancianos
Buscando en los otoños la solana
Mientras el campo araban los labriegos?
[…] Era entonces Castilla la señora,
La que surcó orgullosa los océanos
Sembrando nuestro nombre
En tierras vírgenes [y lejanas],
Que en castellano aún trenzan sus rezos.
Era Castilla, ahora despoblados
Que marcarán el mapa de un desierto.
      
O estos otros versos de Fermín López, un hijo de Báscones de Ojeda, que recuerda con saudades las orillas del Boedo, su agua bulliciosa, los muros lavados por el río, su tierra natal a quien llama mi noble pueblo – Báscones querido. Palabras que cada uno de nosotros podríamos repetir, con orgullo y honra, desde siempre, cuando nos acordamos de nuestra tierra natal:


Lejos de ti, aún oigo tu campana.
La voz de don Silvano; las esquilas,
La risa y el jolgorio en la solana;
A los amigos que rompieron filas,
A los que alumbra el sol cada mañana…
A la escuela clavada en mis pupilas.
         Entre tanto, y a pesar de cualquier contradicción encontrada en las consultas bibliográficas, no nos olvidemos de una cosa importante: la geografía y la historia de La Ojeda continúan siendo referencias inolvidables para todos sus hijos y visitantes, porque ahí encontraremos un tesoro infinito y tal vez desconocido: son iglesias y ermitas casi olvidadas, datos históricos de cada pueblo visitado, raíces lejanas de un pasado de añoranzas y buenos presagios.  La iglesia parroquial de Prádanos de Ojeda es un ejemplo emblemático de toda esta riqueza milenaria. Yo, personalmente, no me olvido de ella, ni de su patrón san Cristóbal: el papel de pared de mi ordenador estampa la imagen de este santo católico, eximio protector de caminantes y peregrinos, aquellos personajes que dejaron sus tierras nativas para tornarse viajeros y ciudadanos del mundo. La iglesia parroquial de Prádanos -algo apartada del pueblo, y ubicada sobre una pequeña colina a que llamamos cerrilla (foto)- es una construcción sólida, de sillería y mampostería, con tres grandes naves y tres capillas, cuyo patrón y protector es san Cristóbal, el gigante cananeo de Licia (Turquía). Su torreón, la entrada y la bóveda de crucería,  llaman de inmediato nuestra atención por sus portes mayestáticos, así como el retablo neoclásico con un Cristo gótico del siglo XIV. Posee también un ‘altar de ánimas’ firmado por Zenón Herrero y Pérez (+1903), discípulo del famoso pintor español José Casado del Alisal (1832-1886). Llevemos en cuenta que se trata de un conjunto románico renacentista, pues fue construido entre los siglos XII y XVII. Además, es la iglesia/catedral de La Ojeda, de planta basilical, en forma de cruz y cabeza redondeada, con piedras de sillería. Las puertas son románicas, hechas con madera de roble (siglo XII), cerrajes y cerrojos de gran valor artístico. Un órgano barroco, hechura de Antonio Muñoz Ruíz (1783), así como una cruz procesional y un Cristo articulado, se destacan en este templo grandioso, que pocos conocen y valoran suficientemente. Algunos estudiosos aseguran que la Fuente Palacios son restos de un castillo o monasterio, destruido en una revuelta popular; en su recinto murió el dueño del señorío.
      
La geografía a que me refiero en este apartado envuelve sobre todo dos presupuestos incuestionables: a) el medio ambiente o influencia geográfica es imprescindible en el desarrollo histórico de un pueblo o comarca; y  b) el ambiente cultural torna los habitantes de un pueblo más aptos para que tal desarrollo sea eficaz y duradero. Kart Ritter, profesor de geografía de la Universidad de Berlín (1820/59) mencionaba ya en aquel tiempo, las influencias del medio geográfico sobre la vida y desarrollo histórico de los pueblos. De esta forma podemos decir que Prádanos de Ojeda, así como toda la comarca Boedo/Ojeda, han dependido históricamente de su potencial geográfico de transición entre las montañas al norte y las llanuras al sur. Prádanos y los pueblos vecinos se localizan exactamente a medio camino o en el hinterland físico entre estas dos unidades geográficas:
    1- de las montañas cantábricas, estos pueblos reciben algunas características paisajísticas y etnográficas que los tornan atracciones rurales y ejemplos turísticos con infraestructura estratégica ya consolidada, capaz de revitalizar el territorio, sin olvidar la integración en el resto de las actividades económicas comarcales. En el entorno, aparecen sectores del Alto Pisuerga (al este) y del Alto Carrión (al oeste), además de otras subcomarcas limítrofes como Fuentes Carrionas,  Las Turces, La Pernía, La Braña y El Campoó, a pocos kilómetros de distancia: de Prádanos a Cervera de Pisuerga – ‘el corazón de la Montaña Palentina’ son 30km a penas. En cualquier circunstancia, las aguas provenientes de sus estribaciones montañosas dan origen a los ríos e arroyos que discurren por valles paralelos hacia el sur de la provincia, o simplemente son tributarios de los dos ríos principales de Palencia, el Pisuerga y el Carrión. En sus inmediaciones vamos encontrar la Ruta de los Pantanos, los embalses de Camporredondo, Compuerto,  Resquejada, Aguilar de Campoó  y Ruesga, además de Lomilla de Aguilar y Velilla de Guardo.  Prádanos y la comarca Boedo/Ojeda adormecen a los pies de la Cordillera Cantábrica, en su borde meridional > aspecto orográfico que le otorga un carácter singular de transición entre esas dos unidades geomorfológicas: las montañas volcadas para el Atlántico y las llanuras abiertas a la cuenca sedimentar del río Duero.        
     Por otro lado, si de las altas montañas cantábricas heredamos estribaciones orográficas y ríos  que discurren por valles en U, paralelos hacia el sur de la provincia,
      2- de la inmensa Tierra de Campos heredamos también una topografía ondulada, interrumpida a veces por cerros bajos, coronados algunos por castillos medievales. La Tierra de Campos es atravesada por ríos de escaso caudal como el Valderaduey, el Sequillo y el Valdavia, en cuanto por los flancos aparecen ríos relativamente caudalosos como el Carrión y el Pisuerga, sus límites occidental y oriental, respectivamente. Surcada de norte a sur por el Canal de Castilla (construcción hidráulica de mediados del siglo XVIII y principios del XIX),  esta obra tuvo por objetivo llevar el trigo y otros cereales a los puertos cantábricos, mediante el transporte fluvial de tiro por la orilla, a través de las famosas sirgas > barcazas arrastradas por animales. Y así como recibimos las influencias cántabroatlánticas de un típico clima  mediterráneo continentalizado –‘régimen térmico relativamente extremado y sequía estival larga y marcada’-,  recibimos también las influencias  de un clima seco en las zonas más bajas y occidentales, y de un clima semihúmedo en las zonas orientales. La diferencia entre ambas regiones está en la composición de los suelos, en su inmensa mayoría arcillosos al sur, y calcáreos al norte. Tratase de una llanura sui generis, de grandes extensiones verdes en primavera, ocres en otoño, blancas en invierno y doradas en verano. Por ser una de las principales áreas cerealistas de Europa, se la conoce por el epíteto de granero de España. Este apellido aun que sea justo y verdadero, ha dado motivos para una explotación excesiva de su territorio y, en consecuencia, una fuerte deforestación, de la cual participaron las comarcas fronterizas: Vega de Saldaña/Valdavia y Boedo/Ojeda.