segunda-feira, 30 de setembro de 2013

San Cristóbal - patrón de Prádanos de Ojeda (3)



             
               En un antiguo himno litúrgico, consignado por el llamado Breviario Toledano, la iglesia primitiva cantaba y se regocijaba celebrando la fiesta de san Cristóbal, hoy patrón de muchos pueblos alrededor del mundo, y santo patrono de viajeros, caminantes, taxistas, camioneros, conductores de vehículos automotores etc. El himno rezaba estas palabras gloriosas sobre san Cristóbal, aunque por lo dicho anteriormente envuelva una cierta contradicción: ‘elegans statura, mente elegantior/ visu fulgens corde vibrans/ et capillis rutilans’ = ‘de lindo talle, y mejor entendimiento, ojos brillantes,  de corazón ardiente, y cabello rubio rutilante’. Esta descripción física de san Cristóbal está emparentada con la de Gualterio de Espira cuando dice: ‘era de enorme robustez, hercúlea fuerza y de tan apuesta y agradable figura, noble aspecto y disposición en su persona, que atraía hacia sí los ojos de cuantos le miraban’. Lo que se repite en el panegírico de un de sus biógrafos: ‘era Ofero (o Relicto) de estatura gentil, de ojos ardientes y de cabellos rubios, valeroso y aguerrido, gigante membrudo, que colocó su espada a servicio de un reyezuelo de Tiro o de Sidón en la antigua Fenicia, parte oriental del Mediterráneo’. Orgulloso de sí mismo, Ofero alardeaba su elevada estatura (más de 2m), se fanfarroneaba de sus extraordinarias fuerzas, y proclamaba para quien le quisiera dar oídos que su corazón era muy ‘ardiente’ y sus proezas eran comentadas por los vasallos del rey cananeo. Muchas veces desdeñó de servir a ‘monarcas’ que sólo le excedían en la fortuna del palacio real.
            La iglesia católica siempre tuvo a este santo como uno de los 14 mayores oráculos de la cristiandad tanto por su real elocuencia una vez convertido a la fe de Jesucristo como por sus predicaciones vibrantes y públicas en las ciudades de Janto, Samos y Licia = regiones de la actual Turquía, a unos 100 km de Estambul, en la península de Panfilia. Se dice que san Cristóbal = a él se le atribuyen diversos nombres como Ofero, Relicto, Réprobo  (del arameo rabrat = ‘gigante’, y no del latín con el significado de ‘malvado’) y Adócimo = natural de Tiro o de Sidón, dos ciudades importantes de la Antigua Fenicia. La ciudad de Tiro, por ejemplo, fue un puerto importante, alcanzando gran prosperidad económica; de él salieron barcos para fundar numerosas colonias a orillas del Mediterráneo con el propósito de dominar el comercio marítimo ej.: Anatolia (actual Turquía), islas del mar Egeo, Grecia, norte de África etc. Se dice que el comercio del mundo entero estaba reunido en los almacenes de Tiro. En la época de nuestro estudio tendría unos 50 mil habitantes. Se localizaba al norte de la antigua Canaán, a lo largo de los actuales Israel, Líbano y Siria. Su civilización fue una cultura comercial marítima que se extendió por todo el Mediterráneo. Estaba organizada políticamente en ciudades-estados a semejanza de la Grecia Antigua. En Canaán (etimológicamente ‘aquella tierra que está en frente’) se hablaba el fenicio del grupo canaanita (semita). Los antepasados de san Cristóbal fueron los mayores comerciantes de su tiempo: vendían a los vecinos más próximos y a los griegos todo tipo de productos como madera (cedro), esclavos, joyas, vidrios y tintas (púrpura, de donde le viene el nombre phoinix, asociado a kina’ahu = Canaán/Fenicia).    
           Los antepasados de san Cristóbal – existe un santo mártir llamado Kester de Licia, identificado con nuestro santo-, en tiempos del imperio Romano, aún mantenían su alcurnia y linaje, pero ya sin la riqueza que caracterizó a los pequeños reyes procedentes de Canaán = ‘la tierra prometida por Dios a su pueblo’, según reza la Biblia. De hecho, si comparada a los desiertos circundantes, Canaán era una tierra próspera y fértil donde se daban uvas y otras frutas, aceitunas, miel (‘corría leche y miel’), además de cereales… Según sus biógrafos, san Cristóbal tendría origen cananeo nombre alusivo a Can, hijo de Noé = en el libro del Génesis consta la maldición sobre este personaje bíblico: ‘maldito sea Canaán, sea siervo de los siervos de sus hermanos’ (cf. Gen 9,22). Un diccionario hebreo traduce ‘cananeo’ por mercader o traficante/comerciante. El pueblo cananeo adoraba a diversos dioses entre los cuales sobresalían Dagan, Baal y Asera. Su pueblo en general se caracterizaba por la unidad de organización, urbanismo y arte militar. La población era urbana con toda su complejidad de servicios y desarrollo económico. En el trazado de sus ciudades existía un destacado interés urbanístico con alcantarillados, calles rectas y bien trazadas, armonía de edificios públicos con viviendas particulares, etc. Su principal fuente de riqueza era la agricultura en torno de las principales ciudades con regadío o cultivo secano, aunque su posición estratégica fuese un enclave frente al mar Mediterráneo = de ahí su mayor riqueza, el comercio marítimo. A lo largo de la historia incursiones de gentes nómadas destruyeron casi por completo las ciudades de la región montañosa, en cuanto los habitantes de la planicie costera no sufrieron tanto, especialmente las más conocidas: Biblos, Tiro y Sidón. Los descendientes de estos pobladores, mermados en su número, pronto volvían a reconstruir sus ciudades, cada vez en menor tamaño y sin tanta atención urbanística. Según la Biblia (no tiene respaldo científico) esos pobladores descenderían de Can = hijo más joven de Noé.
             Los amorreos, uno de los pueblos más inicuos de aquel entonces, era la tribu dominante y también la gente más corrompida del Oriente Próximo: en las páginas bíblicas, los amorreos eran representantes de los cananeos en general. Pero no fueron sólo estos pobladores los ‘habitantes’ de Canaán: los hicsos (nobles y semi-siervos), los hurritas (comerciantes y artesanos), los hititas (grupos guerreros misteriosos y armados del norte), los egipcios (pueblos del río Nilo),  los ‘pueblos del mar’ reconocidos como filisteos > ‘invasores’ y, de modo especial, las tribus israelitas o hebreos de Jacob y sus descendientes cuya característica principal fue luchar contra los ídolos de todos esos pueblos, y reconocer a Yahvé como único Dios verdadero. Entre los hebreos, llamar a alguien descendiente de Canaán se consideraba un insulto, aunque después de la era salomónica, los reyes de Israel se comportaban de ‘manera abominable, yendo atrás de los ídolos’, imitando a los amorreos (cananeos). Durante la dominación persa, los cananeos pasaron a designarse ‘fenicios de Tiro y Sidón’, sinónimo de negociantes o mercaderes: ¿quién decretó esto sobre Tiro, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?’. Los cananeos se destacaron por su cultura escrita (alfabeto fenicio) y su literatura, pero el arte cananeo fue muy pobre. No existe arquitectura monumental ni preocupación por embellecer los edificios con motivos ornamentales. Llama la atención la pobreza de sus templos y palacios. La escultura queda relegada a relieves y pequeñas figuras, casi siempre de dioses, y a trabajos de marfil y modelados de cerámica y terracota. El panteón cananeo es presidido por el dios El(ohim), dios decano de los nómadas, con funciones eminentemente éticas y sociales. Es descrito como tolerante y benigno. Recibe títulos como rey, toro, amable, misericordioso, etc. Su nombre común era Dagán > dios de los cereales, padre de Baal > dios de las lluvias, cuya representación era un toro joven y ‘dueño y señor’ de una sociedad agrícola que vivía pendiente de las lluvias para lograr buenas cosechas. Los hebreos justificaban el aniquilamiento de los pueblos vecinos como el único medio para destruir el culto pagano del dios Baal, y honrar a Yahvé que les ordenaba vivir en medio a la justicia, a la verdad, a la rectitud y a la compasión, conceptos que los hebreos aplicaban a sí mismos, mientras afirmaban  que los pueblos cananeos eran mercaderes acostumbrados al engaño y a la mentira en su afán de acumular riquezas. Decían que Isra(EL) luchaba contra EL(Baal) y, por eso, debía aniquilar a los pueblos vecinos.       
              La historia de san Cristóbal que nos llegó a través de algunos himnos litúrgicos proclaman desde muy antiguo la protección de este ‘soldado de Cristo’ (‘miles Christi’), sobre todo a los que tenían por destino surcar carreteras y otros medios de comunicación y, por tanto, precisando del excelso patronazgo y pródiga benevolencia de san Cristóbal. Es lo que muestra una literatura diversificada, desde Gualterio de Espira hasta Federico García Lorca y Antonio Machado, pasando por Jacobo de Vorágine y Miguel de Cervantes, que nos dejaron bellas estrofas y no menos inspirados cánticos en honor del patrono de los caminantes. Y así como su estatua también su efigie o medalla -‘siempre colosal y gigantesca, tomando por tema la tierna leyenda del transporte del Niño Jesús a través de un río caudaloso’-  decoró muchas catedrales, iglesias y monasterios en constante vigilia de los ‘automovilistas’ de todos los tiempos. Porque todos los que han viajado y viajarán sobre ruedas escogieron a san Cristóbal por patrono de sus viajes y, así por mucho tiempo, a cada día cobran mayor auge y esplendor las fiestas litúrgicas y patronales, siendo cada vez más numerosos los que acuden con sus coches y camiones de todo tipo y cilindradas a recibir las bendiciones del santo protector, prenda segura de buenos augurios y santas caminadas en días calamitosos y de tantos accidentes automovilísticos. En el Brasil mueren anualmente cerca de 40 mil personas y tres veces más salen heridas a consecuencia de errores humanos, fallos mecánicos y carreteras mal conservadas. Nunca hubo tanta necesidad de pedir protección a quien de hecho sabe y quiere protegernos contra los males de las carreteras modernas.
         Con certeza, en san Cristóbal -‘uno de los 14 santos auxiliadores de la humanidad a lo largo de los siglos’: la tradición dice que se aparecieron a santa Juana d’Arc -, los cristianos encontrarán su fiel protector debido a la acendrada caridad demostrada a los viajantes de su tiempo, a quienes socorría en todas sus necesidades materiales y espirituales. Por haber llevado a Jesucristo sobre sus musculosos hombros y defendido al tierno Infante de ser arrastrado por las impetuosas aguas de un río peligroso, la cristiandad comenzó desde el siglo V a colocar su efigie en el interior de iglesias y catedrales para que su gigantesca figura ahuyentase a los perseguidores de la iglesia católica y defendiese, al mismo tiempo, los tesoros y artísticos guardados de sus altares y sacristías. Gualterio de Espira termina el relato del martirio de san Cristóbal afirmando que Licia entera se apresuró a cumplir el orden perentorio del prefecto Dagón –exigiera de sus súbditos que adorasen a Jesucristo y proscribiesen a los dioses falsos- después de haber recobrado la visión como san Cristóbal profetizara antes de su muerte por decapitación: ‘cuando la espada separe la cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre mezclada al polvo de la tierra y al punto quedarás sano. Entonces reconocerás quién te creó y quién te ha curado’. La historia de san Cristóbal está llena de contradicciones histórico-geográficas, pero eso poco importa cuando se mira a los aspectos edificantes de su predicación y martirio. En aquella época, los territorios se confundían y la geografía local era conocida por pocos letrados. De ahí encontrarse errores entre emperadores, ciudades, nombres toponímicos, datos históricos y aspectos difusos difíciles de ser encuadrados visto que la historia de san Cristóbal está muy ‘desperdigada’ en el sentido lingüístico del verbo desperdigar > dispersa, desunida, esparcida, separada, disgregada, diseminada por diferentes lugares y épocas. Parece que no hubo unanimidad desde el principio y, por eso, los hechos fueron juntándose a medida que se procuró una historia más completa y crítica. De aquí las palabras de un biógrafo: ‘la leyenda ha conseguido esmaltar con bellas narraciones la vida e historia del gigantesco soldado de Cristo. Resulta complicado y harto difícil discernir la fantasía de la verdad’. La gran popularidad del santo, perpetuada en copiosa iconografía, desparramada por todo el mundo, contribuyó poderosamente a la exaltación de muchas gestas ciertamente basadas en hechos reales, pero salpicadas con fuertes doses de imaginación.        
              Sin embargo, de una cosa podemos estar ciertos: san Cristóbal es un personaje histórico y nadie puede negar la existencia de nuestro patrono, un santo cristiano  y mártir de la fe en Jesucristo, canonizado oficialmente por la iglesia en el siglo XV, según se cree. ´Su historia está suficientemente comprobada por Nikolás Serarius (estudioso jesuita) en su tratado Sobre las letanías (1609), y por Jean Molanus (pintor renacentista) en su obra De  picturis et imaginibus sacris (1570). Lo corroboran  los testimonios de los Bolandos, críticos e historiadores eclesiásticos cuya misión especial fue examinar documentos relacionados con los santos de los primeros siglos del cristianismo, para depurarlos de lo que en ellos pudiese haber de infiltración  legendaria, ‘reduciendo la tradición a los límites lógicos que, como fuente de la historia, pueda admitirse’. El papa san Gregorio Magno, grande estudioso de los santos, nos habla de un monasterio dedicado a san Cristóbal. Un Breviario  y un Misal Mozárabe, revisados e indicados por san Isidoro de Sevilla, contienen oficios especiales en honor de san Cristóbal. En Vorarlberg (Tirol), fue instituida una hermandad bajo la protección de san Cristóbal para guiar los viajeros de Arlberg (1386). En Carintia, Stiria, Sajonia y Munich, se fundó una hermandad católica con el nombre de Sociedad de San Cristóbal (1517). Además, la veneración al patrono de los viajantes o navegantes se extendió por Venecia, en ambas márgenes del Danubio y Reno (principales ríos de Europa), y otras corrientes y canales europeos donde ocurrían frecuentes inundaciones y daños irreparables. En varios lugares se cuñaron monedas con la imagen de san Cristóbal ej.: Wurzburg, Wittenberg, Boehmia, etc. Son incontables las estatuas del santo colocadas a la entrada de iglesias, puentes (en Herrera de Pisuerga, cerca del puente viejo y de la gasolinera, vi gente rezando en la capillita erigida al santo) y túneles; su medalla es vista con frecuencia en automóviles o coches de paseo. Raramente un santo ostenta tanta literatura como san Cristóbal y, es por este motivo, que él es invocado contra todo tipo de accidentes, y los viajantes piden su protección antes de hacer cualquier jornada. Se afirma que parte de sus reliquias se encontrarían en Roma y París, y en muchos lugares (pueblos, villas y ciudades) los conductores de vehículos llevan sus coches a una iglesia de san Cristóbal para ser bendecidos por un sacerdote el 25 de julio ej.: en la iglesia de san Cristóbal (Rio de Janeiro), y en el barrio del mismo nombre, donde tuvo su palacio (hoy Quinta de Buena Vista) el rey D. Juan VI de Portugal. Existe una tradición bastante antigua: quien mira a una imagen de san Cristóbal pasa el día sin sufrir cualquier quebranto o daño físico y moral. De ahí la gran cantidad de medallas, escapularios, íconos, pinturas etc. de san Cristóbal en iglesias, lonjas o tiendas, y hasta en residencias.        
            Curiosamente, varios estudiosos ven alguna semejanza entre san Sebastián y san Cristóbal, concluyendo por encontrar, sí, un cierto parecido: son santos venerados por la iglesia ortodoxa y católica, y fueron martirizados en la misma época, aunque las fechas no correspondan exactamente al mismo año,  dado que san Sebastián según se cree tenga sido martirizado en 288, y san Cristóbal en 304, conforme concluí en mi pequeño estudio –algunos biógrafos datan el martirio de nuestro patrono en 251, en el gobierno del emperador Decio. San Sebastián llegó a ser jefe de la primera cohorte pretoriana, en cuanto san Cristóbal fue hijo primogénito de un rey cananeo, cuya esposa no conseguía tener descendencia. Ambos, una vez convertidos al cristianismo, se recusaron a participar de los sacrificios paganos por considerarlos prácticas de idolatría sin cualquier sentido. También como cristianos, tuvieron un comportamiento semejante: hacen apostolado entre sus compañeros, visitando y alentando a los otros cristianos encarcelados por causa de su fe en Jesucristo. Descubiertos y denunciados a sus respectivos imperadores, san Sebastián (a Maximiliano) y san Cristóbal (a Diocleciano), son condenados a morir asaeteados: los esbirros les desnudaron, ataron a un árbol y lanzaron sobre ellos una lluvia de saetas que no consiguieron herirlos mortalmente: san Sebastián fue llevado por unos amigos a casa de una noble cristiana (aquí se mantuvo escondido). Curado de las heridas, se presentó ante el emperador y le reprochó enérgicamente su conducta por perseguir a los cristianos. Algo parecido se dice de san Cristóbal que consiguió salir ileso de los flechazos: llevado delante del reyezuelo de Licia, un tal Dagón (nombre ugarítico de un dios marino mitad hombre mitad pez), éste intentó convencerle de todos los modos, incluso con amenazas de tortura, para que sacrificase a los dioses paganos, cosa que el santo mártir rechazó con energía. El tirano no desistió: ‘si lo haces estarás a mi lado y serás uno de los principales de Licia – le dice,  zalamero. Pero si no sacrificares a nuestros dioses serás severamente castigado con las peores torturas’. Como señalan los biógrafos de ambos mártires cristianos, en vano los tiranos insistían en sus falsas promesas. Algunos soldados de sus escoltas desertaron y quisieron hacerse también cristianos, cosa que encolerizó aún más a los tiranos. Enseguida, enfurecidos, los soldados romanos torturaron y martirizaron a los valientes discípulos de Cristo. San Cristóbal a semejanza de san Sebastián ‘levantóse con brío, con un aspecto tan feroz que, al ver la ferocidad y enojo de sus semblante, muchos soldados cayeron en tierra desmayados’. En el caso de san Cristóbal, el malvado Dagón usó de requinte perverso contra el santo: estando en la cárcel le envió dos prostitutas para que le ‘convenciesen’ con halagos y vanas promesas a renegar de su fe. Después, las dos cortesanas (Niceta y Aquilina)  interpelaron al reyezuelo a cerca de su impiedad y perfidia. Y burlándose de los falsos dioses paganos, arrojaron sus estatuas al suelo ante el asombro de todos los asistentes.
      Una vez más, furioso y desconcertado, el impiedoso Dagón ordenó degollasen a las dos mujeres, ahora convertidas a la fe cristiana. Al mismo tiempo, invocaban el auxilio de Cristóbal en cuanto renovaban su profesión de fe y entregaban sus almas al Creador en medio a crueles tormentos. El firmamento de los mártires brilló entonces con dos estrellas a más, pues coronadas en el mismo día murieron glorificando a Jesucristo como su Único Salvador. Muchos cristianos a lo largo de los siglos continúan invocando a san Cristóbal en las situaciones más difíciles de sus vidas cuando reflexionan sobre este pasaje glorioso de nuestro patrono. Los libros conservan esta oración en honor de san Cristóbal, una plegaria que debemos repetir con mucha fe si deseamos conseguir la gracia benévola del santo mártir de Licia: ‘danos, Señor, manos firmes y miradas vigilantes, para que mientras estamos al volante no causemos daños a nadie. A Ti, Señor nuestro, que das la vida y la conservas te suplicamos humildemente guardes hoy la nuestra. Líbranos, Señor, a mí y a quienes me acompañan, de todo mal, enfermedad, incendio y accidente. Enséñanos a hacer uso de nuestro * (equipaje, coche, vehículo, etc) para remedio de nuestras necesidades y beneficio de nuestros hermanos. Haz, Señor, Dios de nuestros antepasados, que no nos arrastre el vértigo de la velocidad y que admirando la belleza de este mundo logremos seguir y terminar felizmente nuestro camino. Te lo pedimos, Señor, por los méritos de tu Santísima Madre, la Virgen del Camino, y por la intercesión de san Cristóbal, especial y seguro protector de los viajantes y conductores. Amén’. Si pedimos de verdad la protección del santo portador de Cristo, y nos acogemos a su poderosa intercesión llegaremos, con absoluta certeza, sanos y salvos, a nuestro destino. Como nos dice Tomás Monzón, parafraseando al propio san Cristóbal: ‘¡con que suavidad te va llevando hacia sí la gracia de Jesucristo. Ya da luz a tus pasos para que sigas la dicha de ser cristiano. Y más acelerados serían si el enemigo de todos nosotros, Satanás, te hubiera dicho también que Jesucristo había muerto en esa cruz por ti, por sacarte de su tiranía y redimirte de la esclavitud de la culpa. Pero ya lo vas conociendo, y veremos cómo diste pasos tan gigantes que desquitaste todo el tiempo perdido sacando ventaja en la carrera a muchos que lo conocieron con más tiempo!’.        
        Otro paralelismo entre ambos santos y mártires está en su culto y veneración, muy antiguos y extendidos: san Sebastián y san Cristóbal son invocados igualmente contra la peste y contra los enemigos de la fe cristiana, además de ser llamados los ‘Apolos’ cristianos ya que son los dos santos más reproducidos por el arte renacentista junto a san Jorge > un patrón ‘abandonado’  por el despoblado de San Jorde de Ojeda. Desde muy antiguo, los dos santos mártires han sido escogidos en multitud de ciudades y pueblos como patronos debido a su condición de protectores contra las pestes, enfermedades y violencia urbana. Así, son muy venerados en toda España e Hispanoamérica, extendiéndose por Europa, Asia y África. En los países hispanoamericanos, desde la colonización española, se quedaron en el corazón de los indígenas y campesinos como santos protectores del pueblo humilde. Se dice que estos dos santos mártires fueron grandes héroes que defendieron ‘a capa y espada’ a los indígenas del yugo español, y dieron sus vidas al ser torturados por su defensa a favor de los más pobres y necesitados. Hoy los habitantes de numerosos pueblos los veneran por su santidad, honor y espíritu de lucha. En relación a san Cristóbal, el argumento es bien plausible: ‘te llamarás Cristóbal (o Cristóforo), porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires de que yo te pese más que el mundo aunque me veas tan pequeño […]. Yo soy el único Criador, y así no sólo al mundo, sino al Criador del mundo has tenido sobre tus hombros. Bien puedes gloriarte con el peso: yo soy Jesucristo. Yo soy ese Señor que tú buscas: ya lo hallaste […]. Vuélvete a tu casa, no tienes que temer las aguas del río. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de cayado, que luego de mañana le verás no solamente florido sino también coronado de frutos’. De mañana el báculo plantado en el suelo se había convertido en esbelta palmera, cuajada de frutos sabrosos. Así se expresa un comentarista on-line cuando describe el pasaje de san Cristóbal llevando al Niño Jesús sobre sus hombros. Monseñor Tihamer Tóth (1889-1931), escritor y religioso húngaro, hace una observación de memorable relevancia y sabiduría: san Cristóbal, ‘el gigantesco soldado de Cristo (‘miles Christi’) que llevó a su Señor sobre los hombros’, fue el portador de Cristo de cuatro maneras: le llevó efectivamente sobre sus hombros cuando atravesó las aguas del río; le llevó en los labios por la confesión y predicación de su santo Nombre a través del don de lenguas; le llevó en el corazón por el amor acendrado en ayudar a sus hermanos y, por fin, le llevó en todo el cuerpo por el martirio a que fue sometido: los azotes con varillas de hierro, el casco de hierro al rojo vivo sobre su cabeza, la parrilla a fuego lento y, por fin, la decapitación.      
               La leyenda hace cuestión de narrar algunos milagros de san Cristóbal que, la crítica historiográfica posterior, considera ‘como extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad’. Llevando en consideración tales milagros la figura de nuestro santo estaría incluido entre ‘aquellos santos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios’, según expresión del papa Gelasio I (494), cuando canonizó a varios soldados mártires del Asia Menor, entre los cuales estaban san Sebastián, san Jorge, san Marcelo y san Casiano, y posiblemente san Cristóbal, aunque se diga con alguna incertidumbre que nuestro patrón fue elevado a los altares en el siglo XV. De acuerdo con la Enciclopedia Católica (1913), los textos más antiguos que nos hablan de los santos mártires están incluidos en el Acta sanctorum, identificado por estudiosos como un palimpsesto del siglo V, donde por la primera vez se separan los hechos reales de leyendas, algunas increíbles por su extravagancia. Tratase de una colección de varios volúmenes dedicados a los santos de la iglesia católica. Sus ediciones críticas fueron lanzadas en Antuerpia/Bélgica (1643), bajo la dirección del padre jesuita Jean Bolland (1596-1665): este eminente teólogo, después de aprender varias lenguas orientales, organizó la famosa Sociedad de los Bolandistas, de cuyos esfuerzos surgió la obra monumental de Acta  sanctorum y su apéndice Acta martyrum. En 1709, los bolandistas estaban en el 5º volumen. Es la mayor recopilación de vidas y datos relativos a los santos de la iglesia católica, siguiendo el orden del calendario litúrgico. Tratase de una obra extraordinaria para los fieles cristianos, pues a pesar de todas las vicisitudes se puede decir con total aquiescencia: ‘las Acta sanctorum, por lo rigurosa de la investigación y la seriedad crítica, pasan a figurar entre las obras más importantes de la crítica histórica contemporánea’. Los bolandistas tuvieron el mérito de haber dado forma a la crítica hagiográfica. Por lo demás, como nacidos y organizados en pleno siglo XVII, sufrieron las características de la época y se resintieron de exigencias y necesidades contrapuestas, o sea, se vieron obligados a seleccionar y entresacar lo que era auténtico de la intrincada selva de leyendas, tradiciones y cultos abusivos, desordenada y arbitrariamente desarrollados acerca del sepulcro y reliquias de los mártires, además de llevar a cabo una delicada operación ‘devocional’ sin ofender los sentimientos estratificados a lo largo del tiempo, de la fe y de las creencias populares. Estudiosos católicos han encontrado a veces una crítica exagerada o una especie de corriente iconoclasta que se abatió sobre la devoción del pueblo hacia los santos, sin embargo para la ciencia hagiográfica ‘es inadmisible la aceptación crédula y acrítica de todas las historias y tradiciones populares, pues se puede correr el riesgo de confundir religión con superstición […]. Aplicar el criterio según el cual la existencia de antiguos testimonios de veneración es de importancia fundamental aunque no exclusiva, equivale a desear la autenticidad del santo mártir’, como resulta ser el caso de san Cristóbal, el patrón máximo de Prádanos de Ojeda. Sólo así, con base en documentos, la hagiografía logrará recomponer los datos antiguos del culto y afirmar que la auténtica figura del santo mártir san Cristóbal queda también reconstruida, aunque la historicidad de nuestro patrono no dependa necesariamente de la autenticidad de los documentos.
      

sexta-feira, 27 de setembro de 2013

San Cristóbal - patrón de Pránados de Ojeda (2)




                San Cristóbal está entre los ‘14 santos auxiliadores’ así considerados por haber sido particularmente eficaces al ‘responder a las invocaciones’ que los fieles cristianos les han dirigido a lo largo de los siglos. Generalmente se les representa en grupo (foto), y su culto es de origen germánico. Son los siguientes: 1) san Blas (3 de febrero) = obispo y mártir: contra los dolores de garganta y atoramientos del sistema respiratorio; 2) san Jorge (23 de abril) = mártir;  cura de los animales domésticos; 3) san Acacio (8 de mayo) = mártir: contra los dolores de cabeza; 4) san Erasmo (2 de junio) = obispo y mártir: contra las enfermedades intestinales; 5) san Vito (15 de junio) = mártir: contra epilepsia; 6) santa Margarita (20 de julio) = virgen y mártir: contra dolores de parto; 7) san Cristóbal (25 de julio) = ermitaño y mártir: contra la peste bubónica y dolor de dientes; 8) san Pantaleón (27 de julio) = obispo y mártir: invocado por los médicos; 9) san Ciriaco (8 de agosto) = diácono y mártir: contra las tentaciones a la hora de la muerte: 10) san Gil/Egidio (1º de septiembre) = ermitaño y abad: contra la peste y hacer buena confesión; 11) san Eustaquio (20 de septiembre) = mártir: contra disputas familiares; 12) san Dionisio (9 de octubre) = obispo y mártir: contra dolores de cabeza; 13) santa Catalina de Alejandría ( 25 de noviembre) = virgen y mártir: contra la muerte súbita; 14) santa Bárbara (4 de diciembre) = virgen y mártir: contra fiebres, muerte súbita y tormentas eléctricas con la invocación ‘Santa Bárbara doncella, líbrame de la centella’. La Virgen María como María Auxiliadora está incluida en esta lista porque se cree piadosamente que Nuestra Señora, como Madre de Jesucristo y de la Iglesia, acude en socorro de aquellos que la necesitan e invocan en las más difíciles situaciones de la vida. Y claro, por ser de origen germánico, no constan en esta lista santos o santas también muy invocados por el pueblo cristiano como santa Rita de Casia, santo Antonio de Padua, san Judas Tadeo, san Francisco de Asís, santa Eduwigis etc, además de los numerosos santos nacionales o regionales celebrados en los cinco continentes ej.: san Patricio, en Irlanda o san Genaro en Italia...
       San Cristóbal de Licia no solamente es venerado por los católicos, también por ortodoxos, luteranos, anglicanos y umbandistas (en el sincretismo afro-brasileño equivale a xangó  =orixá más celebrado y respetado’). De San Cristóbal a pesar de ser uno de los santos más populares del mundo cristiano sabemos muy poco sobre su vida y obra misionaria. Y la iglesia católica aunque aprueba su devoción le retiró del calendario litúrgico, argumentando que nada o casi nada de histórico se sabe sobre la vida y muerte de nuestro santo. La iglesia declaró en 1969 que la celebración y conmemoración de san Cristóbal no posee tradición romana, pues su inclusión en el Martirologio ocurrió en 1550, y estuvo limitada apenas al calendario romano por pura tradición pero sin comprobación histórica y científica. Los datos llegados hasta nosotros a través de la Aurea leyenda son una compilación de historias edificantes y vidas ‘místicas’ de santos, escrita en pleno siglo XIII. La propia leyenda de san Cristóbal, recogida en la obra de Jocobo de Vorágine (1230-1298), es de origen griego, inserida muy probablemente en el calendario romano, más o menos en torno del siglo VI. Posteriormente, ya en el siglo X, se había extendido por Inglaterra, Francia, Alemania y Países Bajos… Originalmente, san Cristóbal fue apenas un mártir y como tal registrado en el calendario litúrgico de Occidente. Incluso, habría entrado en los festejos litúrgicos y celebraciones patronales como una idea o símbolo  meramente espiritual, o sea, como ‘aquel que lleva a Jesucristo en el corazón y en el entendimiento’. Esta explicación mística habría tomado con el pasar de los años un sentido cada vez más literal en torno de los siglos XII/XIII, acabando por identificarla con el santo mártir de Licia (¿!?). Hasta el hecho concreto de ser llamado ‘gran mártir de Cristo’ puede haber dado origen a su estatura sorprendente de ‘12 codos’, un absurdo en términos reales porque supondría un hombre de 5m de altura visto que el ‘codo’ normal como medida de longitud equivale a 0,42cm. Lo que convengamos es humanamente imposible. El niño y su peso descomunal así como la travesía de un río peligroso y turbulento pueden ser elementos ‘decorativos’ acrecentados como una manera de identificar las probaciones y luchas del ser cristiano en sí mismo, pues lleva consigo el yugo de Jesucristo que es leve con la ayuda de la gracia de Dios, pero enormemente pesado sin la unión con lo divino. A pesar de que ocurrió la canonización formal de san Cristóbal en el siglo XV, muchos santos fueron declarados canonizados vía vox populi, sin base histórica y documental. ¿Sería el caso del patrón de Prádanos de Ojeda?
          No, yo no lo creo, porque en la vida y muerte de nuestro santo patrono existen muchos datos de relevancia que se combinan perfectamente, y son de una realidad sorprendente para los estudiosos de hoy. Sería difícil inventar datos tan concretos de geografía, historia romana y eclesiástica, nombres toponímicos, hechos delimitados, nombres cualificados por la Historia Universal muy difíciles de ser tergiversados por personas que con absoluta certeza no estaban interesadas en engañar (y ni sabrían hacerlo) o inventar devociones populares cuando ya existían tantas otras. Además, sabemos que toda leyenda tiene un fulcro verdadero. Los ropajes posteriores acaban por adornar y enfatizar un poco más la vida de los santos, pero no a punto de inventar su realidad histórica. Como es costumbre decir en España ‘lo que la naturaleza no da, difícilmente Salamanca empresta’. Así podemos parafrasear esta idea en relación a san Cristóbal: si realmente no hubiese existido este santo en la historia de la iglesia, sería difícil inventarlo con tantos detalles históricos y lugares reconocidos por la geografía local. Además san Cristóbal se tornó un santo muy popular en el mundo entero, siendo reverenciado por atletas, marineros, viajantes, barqueros, etc, todos ellos profesionales que no tienen nada de sofisticación estudiada a lo largo del tiempo. Tratase de gente humilde y abierta al mundo sin necesidad de buscar leyendas para pedir protección. Ahora, que existen algunas contradicciones en la vida del santo eso también es verdad, y con precisión la crítica moderna podrá esclarecerlas para evitar confundir a san Cristóbal de Licia con otros santos homónimos lo que realmente torna el asunto aún mucho más complejo de lo se imagina.  
          A comenzar por la tradición ortodoxa que describe a san Cristóbal como un hombre corpulento y gigantesco cruzando un río con un niño en los hombros apoyado en un báculo especial, un bárbaro de singular tamaño proveniente de una tribu bereber, que fue ejecutado en tiempos del emperador Decio (201-151): ‘por predicar la religión cristiana en sus dominios y realizar numerosos milagros de hechicería y encantamiento’. A través de diversas consultas, la referencia al martirio de san Cristóbal en tiempos de Decio no parece ser coetánea con la realidad histórica. Decio considerado por los escritores cristianos como ‘ese feroz tirano’ fue emperador apenas por dos años (249-251 dC), ‘forzado a asumir las duras tareas del gobierno, a pesar de su renuncia y mala gana’. De hecho, el emperador Decio emitió un edicto intentando suprimir el cristianismo como forma de reafirmar su propia visión conservadora de la pax romana, y dar a los ciudadanos de Roma la impresión de que el imperio estaba seguro. Sin embargo, el edicto de Decio provocó contrariamente ‘una terrible crisis de autoridad cuando varios obispos cristianos y sus rebaños reaccionaron a él de diversas maneras’. Una serie de destacados cristianos rechazaron hacer sacrificios a los dioses paganos y fueron todos ejecutados en el proceso, incluso el propio papa Fabián (250). Pero se dice que los ‘sentimientos anticristianos llevaron aquella cacería de modo especial a los fieles de Cartago y Alejandría’, por lo tanto muy lejos y distantes de Licia. Incluso consta que hacia el segundo año del reinado de Decio ‘la ferocidad de la persecución anticristiana había disminuido, y la tradición precedente de tolerancia había comenzado a reafirmarse’. Pero la iglesia romana nunca olvidó el reinado de ese emperador cruel y feroz tirano. En realidad, muchas muertes atribuidas a la persecución anticristiana fueron ocasionadas por la peste antonina -su ponto álgido ocurrió precisamente en 251 a 266: en Roma, ella llevó unas 5 mil personas por día. De todas las formas, Decio fue un emperador insensible y cruel como lo demostró a la muerte del hijo en una batalla: ‘que nadie llore; la muerte de un soldado no es una gran pérdida para la república’. Curiosamente, fue el único emperador romano a morir en los campos de batalla, en Ludogorie/Bulgaria. Y terminó sus días junto con la familia investido de ‘damnatio memoriae’.   
              Por todo eso, soy a favor de encuadrar los acontecimientos de la vida y muerte de san Cristóbal en el gobierno de Diocleciano, este sí un imperador romano que hizo cuestión de ser ‘matador y asesino’ de cristianos por motivos políticos y, sobre todo por su carácter militar tiránico, acusando al cristianismo por todas las desgracias que estaban aconteciendo en  las fronteras del imperio. Con más sofisticación que su antecesor (aunque no inmediato), llevó la persecución a todos los extremos territoriales del imperio Romano, especialmente a la región donde se dice que actuó san Cristóbal, en Janto y Licia (actual Kinit, en la provincia de Antalya/Asia Menor). De hecho, la mayor parte de los mártires de la actual Turquía (Asia Menor) fue atribuida a los esbirros de Diocleciano, dueño y señor del imperio de Oriente. Además fue exactamente en su gobierno que se produjo la llamada tetrarquía (o gobierno de los cuatro: dos augustos y dos césares) = cada emperador tenía autoridad sobre una cuarta parte  del imperio, aunque se tratase de un gobierno único. Diocleciano defendió todas las fronteras imperiales de Oriente y masacró cualquier tentativa de poder en ellas. Además, reorganizó las divisiones provinciales (civil y militarmente), impulsando el mayor y más burocrático gobierno de la historia romana. Diocleciano crió los cuatro centros administrativos del imperio: Nicomedia, Milán, Tréveris y Antioquía/Siria = esta capital imperial más o menos próxima al teatro de los acontecimientos en estudio como lo fue también Nicomedia. En tiempos del imperio Romano, Antioquía llegó a tener 500 mil/habitantes, siendo la 3ª ciudad más poblada del mundo, tan sólo superada por Roma y Alejandría, con epítetos nunca oídos anteriormente: la ‘Reina del Oriente’ o la “Dorada Antioquía’ en alusión a su gran opulencia. Se decía que la apariencia externa de la ciudad impresionaba a los visitantes. Durante mucho tiempo, Antioquía mantuvo su importancia militar, comercial y política. Su opulencia y riqueza alcanzaron gran fama, así como la liberalidad de sus ciudadanos y su ‘frivolidad’ e indiferencia. Antioquía ocupó un lugar preeminente en la historia del cristianismo: en su sinagoga, san Pablo predicó el primer sermón y los seguidores de Jesucristo fueron llamados por la primera vez de cristianos.
                  Diocleciano fue el primer imperador romano a abandonar Roma como capital, ejerciendo el gobierno a partir de Nicomedia/Asia Menor, a unos 100km de la conocida Constantinopla o Estambul, donde fuera aclamado como emperador, y también próxima de Janto ciudad donde san Cristóbal pasó la mayor parte de su vida. Curiosamente, Janto, según Estrabón, fue la mayor ciudad de Licia. Se dice que Diocleciano debió visitar Roma una o dos veces cuando mucho. Como podemos observar, todos estos elementos recuerdan escenas de la vida de san Cristóbal, incluso su origen cananeo, si bien esta palabra presenta un aspecto asimismo polémico: se piensa que Jocobo de Vorágine configuró a nuestro santo con aspecto perruno porque confundió, equiparó o hizo derivar los términos cannaneo y cannis (perro) del mismo radical y con el mismo significado, lo que es inaceptable tratándose de un arzobispo culto y buen escritor. Diocleciano se especializó también en perseguir a los cristianos a través de cuatro edictos, cada vez más exigentes e intolerantes con el cristianismo: rehabilitó las viejas tradiciones latinas, incentivando el culto a los dioses paganos, y patrocinó la última y más violenta persecución contra los cristianos: fue llamada era de los mártires y, por esta razón, yo pienso que san Cristóbal no fue ejecutado en tiempos de Decio, y sí en el gobierno de Diocleciano, enemigo mayor de los cristianos, y por mucho más tiempo su gran verdugo. Entre  301 y 305 (año de su muerte), las persecuciones originaron mucha antipatía contra el emperador, pues había una población ya bastante cristianizada, especialmente en el Oriente donde Diocleciano y Galerio gobernaban de modo directo. Con todo, aquí hubo algunos funcionarios imbuidos de celo administrativo y ardor suficiente para garantizar las persecuciones violentas contra los cristianos de Asia Menor; el prefecto Dagón debe haber sido uno de ellos. Aquí aparecen muchos mártires famosos y populares: san Jorge, san Sebastián, san Marcelo… y, san Cristóbal, ciertamente. San Sebastián, patrón de Rio de Janeiro, por ejemplo: fue soldado del ejército romano y del emperador Diocleciano, igual a san Jorge, otro soldado romano de la misma época y también ciudadano de Asia Menor.              
              Y más aún: de la historia y vida de san Cristóbal hasta el nombre se ha colocado en discusión, pues no se conoce a nadie con el nombre Christophorus en el mundo greco-romano, ni en cualquier texto que nos reporte a este llamamiento helenístico o de otro idioma; parece ser inventado de propósito. Se dice que era muy feo, horroroso de llamar la atención, semejante a los ogros de cuentos de hadas, lo que determinó su presentación pictórica con cabeza de perro en transformación cinocéfala. Este ícono de san Cristóbal le muestra parecido al dios perro o chacal egipcio Anubis, ancestro mítico de san Cristóbal. Hijo de Néftis = diosa del desierto y mujer del malvado Seth, con Osiris, su hermana (así como la propia Isis) = el dios egipcio , asociado a la vida y a la muerte,  responsable sobre todo por ‘resucitar’ y proteger la vida agrícola en torno del río Nilo cuando la seca mataba a todo ser viviente. Osiris a su vez era hijo de Geb (dios de la tierra) y de Nut (diosa del cielo). El dios Osiris -‘el más popular de los dioses egipcios’- tendría enseñado a los hombres, a través de las aguas del Nilo, las técnicas necesarias para dar nueva vida (‘resucitar’) a la agricultura y domesticación de los animales.  Interesante, el formato de Anubis, las aguas del Nilo, el desierto y la travesía de una a otra orilla del río (la vida y sus peligros), el propio cayado o báculo singular etc., son elementos míticos de la vida de san Cristóbal. Parece que una trama admirablemente urdida de puro simbolismo se desenvuelve en la vida del santo de Licia. Tal vez por todos estos datos y símbolos se coloque en discusión la propia historia de san Cristóbal.
        Existe una leyenda mitológica egipcia donde podemos encontrar algunos ‘rasgos’ de san Cristóbal: Seth, hermano de Osiris, gobernaba el desierto, situación que no le agradaba. Envidioso, un día le convidó a un banquete: en la fiesta, Seth mostró una caja (sarcófago) muy valiosa y prometió entregarla a aquel que en ella cupiese; todos lo tentaron pero nadie lo consiguió porque fue hecha a la medida precisa de Osiris, cuyo símbolo más importante era un pilar (o columna) llamado djed = símbolo del cedro del Líbano con los ramos cortados. Para los egipcios, el djed representaba la estabilidad y pervivencia del poder. En cuanto experimentaba su medida, Osiris fue encerrado en el sarcófago que fue arrojado al río Nilo. La corriente lo arrastró hasta el Mediterráneo arribando en las costas de Biblos (Fenicia). Isis, desesperada, buscó al esposo por toda parte acabando por encontrar la caja (sarcófago) sobre un cedro del Líbano, árbol que había sido cortado para servir de columna en el palacio real de Biblos. Con la ayuda de la reina fenicia (cananea), Isis cortó la columna y regresó a Egipto con el cuerpo de su amado y lo escondió en una plantación de papiros. Enseguida, Seth descubrió la caja (sarcófago) y la cortó o descuartizó en 14 pedazos (o 40 como quieren otros) que distribuyó por todo el país. El número 14 representaba los días transcurridos entre las lunas llena y nueva; y el número 40, las provincias regionales de Egipto. Auxiliada por su hermana Néftis, madre de Anubis, reencontró todas las partes del cuerpo de Osiris menos el pene devorado por un pez. A la falta de éste, Isis creó un falo artificial formado por tallos vegetales (djad o hekat). Entonces, Isis, Néftis y Anubis procedieron a la primera momificación de la historia. Después, Isis se transformó en un milano negro que accionó las asas sobre el cuerpo de Osiris y creó una especie de soplo mágico devolviéndole la vida. Unidos sexualmente Isis y Osiris engendraron a Horus = el dios de los vivos en forma de halcón. En su representación humana, Horus porta un hekat (báculo) y tres llaves (la vida, la muerte y la fertilidad). Algunos autores ven en este pasaje mitológico egipcio la ‘trinidad cristiana’: Horus sería Jesucristo; Osiris, el Padre Eterno; e Isis, el Espíritu (Madre) de vida. Según esos ‘estudiosos’, la historia de Jesús sería una representación difusa del dios Horus.
            De acuerdo con esa leyenda, Horus fue concebido por Isis cuando Osiris ya estaba muerto. Así la fecundación ocurrió cuando Isis tomando forma de ave de rapiña posó sobre la momia de su esposo. Un himno escrito en una estela, guardada en el Museo del Louvre, reza: ‘oh benévola Isis/ que protegiste a tu hermano Osiris/ que le buscaste incansablemente/ que atravesaste el país enlutada/ y nunca descansaste antes de encontrarlo…’. Ciertos detalles de este personaje fueron alterados o mezclados con otras figuras creadas en las varias dinastías, sectas religiosas y religiones egipcias. El ojo de Horus, por ejemplo, se tornó el símbolo más importante de poder (wedjat), pues además de proporcionar el poder de desviar los malos espíritus, los ojos eran el espejo del alma humana. El ojo de Horus fue el amuleto más utilizado en el Egipto de todas las épocas de su historia. Horus sólo tiene un ojo representación del sol y de sus rayos que ven todas las cosas; el otro lo perdió en lucha contra Seth, y representa las fases de la luna. Horus era la encarnación del día, ‘aquel que venció al dios Seth’ = representación del Mal, en cuanto Horus representa el Bien Supremo y el heroísmo, pues arriscó la propia vida para vengar la muerte de su padre, Osiris. Horus es representando por un halcón porque la vista de esta ave de rapiña es tan poderosa que es el único animal que puede mirar al sol de frente sin ser ofuscado. Nadie sabe decir por qué ocurre este fenómeno. Los egipcios creían que el sol era como el halcón que vuela diariamente de un extremo a otro del cielo. Horus representaba la realeza, identificada y personalizada en los faraones egipcios: eran de la misma estirpe.     
          Además, como dios solar, Horus defendía la barca de Ra contra la grande serpiente (el río Nilo), velaba por la estricta observancia de las leyes y rituales egipcios. Según el Libro de los Muertos, Horus era el mediador entre los muertos y el dios Osiris, el juez supremo que pesaba el corazón de los hombres (psicostasía), y quien decidía el destino de los mortales, paraíso (lugar de abundancia) o  infierno (lugar oscuro). El nombre de Osiris es traducido como ‘aquel que ocupa el trono’, o ‘aquel que copula con Isis’, o aún ‘aquel que tiene el poder’. Sus manos siempre portan un báculo (hekat). El color de su piel simbolizaba la fertilidad (verde) y el renacimiento (negro), y la representación animal era como cocodrilo, toro negro o pez enorme. El símbolo más representativo de Osiris, entre tanto, era el báculo (también llamado ‘djed’/pilar) = símbolo de la resurrección y de la fertilidad, ‘aquel que permite vivir eternamente’. También representaba la columna vertebral, queriendo decir con esto que era el punto de estabilidad en los diversos pasajes de la vida humana. Osiris disponía también de un barco sagrado en que Isis y Néftis ocupaban, respectivamente, la proa y la popa. Todos los años se hacía una procesión en que el barco era transportado de un lado a otro del Nilo (gran serpiente de dos cabezas = principio y fin, nacimiento y muerte), simbolizando la victoria sobre los enemigos. Las dos mujeres (hermanas) de Osiris, la dulce Isis y y la celosa Néftis (más fea), igualmente sus mujeres representaban las extremidades de cualquier cosa: norte/sur, este/oeste. Una leyenda dice que de la unión carnal de Osiris con Néftis nació Anubis = el dios con rostro de perro o chacal que pesaba los corazones de los hombres por medio de una balanza donde se colocaban el corazón humano de un lado y la ‘pluma de la verdad’ (buenas obras) del otro: se fuese más pesado, Ammit =  el dios-león le devoraba ayudado por un buitre, pero si fuese más leve, el propio Anubis le atravesaba de barco hasta la presencia del dios Osiris para ‘vivir la vida después de la muerte’ , o la vida eterna. La asociación de Anubis con chacales (sab) o perros (iwiw) se debe probablemente a la presencia de estos animales en los cementerios, así como el hieróglifo ankh = ‘símbolo de la vida eterna’ cuya alza oval representa las dos puntas opuestas y unidas (masculino y femenino), fundamentales para la creación de la vida y sobrevivencia de la civilización. La línea vertical es el punto de intersección y unión de los lados opuestos. Fue utilizado por brujos en rituales de fertilidad, salud y adivinanzas, o como amuleto protector. O también como unión entre el cielo y la tierra, asociado al ciclo de la vida inmortal (reencarnación): el sol que nace y que muere, sin interrupción. Pero en algunas subculturas tiene su lado negro ej.: vampirismo, sectas góticas o satánicas, magia negra etc.     
          Como podemos observar, casi todos estos elementos están adaptados o revistos en la vida de san Cristóbal. Son muchos detalles bastante significativos: tal vez por todas esas semejanzas la iglesia haya querido revisar la vida y obra de san Cristóbal. A comenzar por su oscuro nacimiento que se dice haber ocurrido hipotéticamente en Tiro, Sidón o Biblos, en las costas palestinas (Canaán/actuales Líbano y Siria). Además son clásicos, su cayado o báculo,  barba, altura o tamaño descomunal, fuerte musculatura, el río y sus márgenes, etc. Antiguamente bastaba mirar para su imagen y el viajero se veía protegido; hoy la medalla de san Cristóbal produce los mismos efectos. Ponerse a servicio de un rey, señor del mundo, la presencia del demonio y de un brujo, el símbolo de la cruz, el vado por donde los viajeros son obligados a pasar, los propios hombros del santo que sirven de ‘barco’, el Niño extremamente pesado que le dice: ‘en la medida que ayudas a pasar a las personas me ayudas a mí’, son representaciones y símbolos ‘egipcios’. La propia trayectoria de su vida: nacido en los alrededores de Biblos, su bautismo en Antioquía, su trabajo social en el río Janto, la predicación en Samos y, por fin,  su martirio en Licia, hacen de san Cristóbal un santo misterioso y, al mismo tiempo, popular, cantado en prosa y verso por Federico García Lorca (1898-1936), ‘el poeta español más conocido en el mundo, sólo perdiendo para Miguel de Cervantes en número de ediciones y traducciones de su obra’. También Antonio Machado escribió bellas estrofas dedicadas a ‘aquel que lleva en sus hombros a Cristo’, el popularísimo gigante de Samos que aparece  en todas las puertas de las ciudades con la firme esperanza de ver protegidas sus puertas por un gigante físico pero también espiritual. San Cristóbal quería servir al rey más poderoso del mundo y, por eso, sirvió primero a Satanás (el mal personificado) sin saber que existía otro señor muchísimo más poderoso, Jesucristo, el Hijo de Dios, que los cristianos dicen ser el Sumo Bien.