sexta-feira, 16 de agosto de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA - 'historia de La Ojeda (4)



                              
               
  La historia de Amaya = primitivo condado de la actual Castilla La Vieja -esta región llegaba hasta Palencia, Carrión y Saldaña al oeste (foto)-, se encuadra dentro de un contexto histórico importante: Alfonso III  (848-910), llamado el Magno, hijo y sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, fue el último rey asturiano y primero de León. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora acogiendo importantes inmigraciones mozárabes. Además, consolidó  el río Duero como frontera meridional del reino astur y  dio continuidad  a la repoblación  de los territorios fronterizos iniciada por su padre. En 878, envió también tropas al norte de Portugal reconquistando Oporto y Coímbra, y alargando la frontera sudoccidental de su reino hasta el río Mondego. Con las  fronteras ampliadas, numerosos inmigrantes llegaron de toda la Península en busca de aquellas tierras [libertadas]. A partir de este momento, el reino de Asturias se engrandeció de forma espantosa (‘majestuosa’, dicen los anales) y mostró al mundo medieval sus extensos territorios de gobernanza. In continenti, se trasladó la corte de Oviedo a León, oportunidad esta aprovechada para dar a conocer el ‘reino de León’, y  así proceder a su división en Asturias, Galicia y León. Alfonso III realizó un enorme trabajo expansivo del reino en todas las frentes, y ayudó a cuantos rebeldes andalusíes se opusieron al dominio de Córdoba.
           Durante todo ese tiempo, Amaya permaneció capital del condado cántabro, tanto en el gobierno de don Rodrigo como en el de su hijo y sucesor, Diego Rodríguez el Porcelos. No olvidemos que la ciudad de Amaya fuera ocupada por Leovigildo cuando este incorporó a su reino la insumisa Cantabria (574). En la época, Amaya ya era la capital del ducado, pues hacia ella marchó Tarik en su campaña de aceifas (años 711/712). Los caudillos árabes dirigían sus fuerzas ante todo hacia las capitales de los ducados o provincias visigodas. Según la Crónica de Alfonso III, Tarik conquistara realmente Amaya, capital de Cantabria = una de las ocho provincias del reino visigodo. Posteriormente, Alfonso y Fruela retomarían por la guerra algunas ciudades perdidas como Amaya, Saldaña y Mave/Palencia (a escasos 11 kilómetros de Prádanos), entre muchas otras ocupadas por los árabes en los años de la reconquista. Las Crónicas (739-757) narran que el pequeño reino nacido en Covadonga/Canga de Onís se transformó en un gran territorio que se extendía ‘por la casi totalidad de la cornisa cantábrica, englobando toda Galicia al occidente y Álava con parte de la Rioja al oriente. Además hizo retroceder los asentamientos musulmanes hasta la vertiente sur de la Cordillera Central. Dentro  de las fronteras del nuevo reino de Asturias quedará comprendida la totalidad del territorio del futuro condado de Castilla’. En las Crónicas árabes, el topónimo  Galicia comprende no sólo la Galicia actual, sino también la mayor parte de la cuenca del río Duero y sus afluentes – entre estos, el río Pisuerga y el Arroyo Grande de Prádanos.
      Aún cabe resaltar la importancia de este texto concluyente: don Pelayo fue  el caudillo que inició la rebeldía  contra el poder musulmán y el que organizó el núcleo de resistencia asturiano; ya Alfonso I fue el que configuró el reino astur con sus fronteras, desde Finisterre hasta Guipúzcoa [pasando por Amaya], y como un baluarte de resistencia a lo largo de toda la cordillera cantábrica con un desierto protector delante de sí por más de 250km de profundidad. Tratase de  ‘una zona defensiva y de barrera, una especie de cinturón de desiertos’, en expresión del historiador portugués Alexandre Herculano. La Crónica de Albelda dice textualmente: Alfonso I ‘desertizó, hasta el río Duero los Campos que llaman Góticos y amplió el reino de los cristianos’. También las crónicas musulmanas hablan de las repoblaciones meridionales del reino astur: Astorga y León (854), Amaya (860), Sepúlveda y Salamanca (940). De hecho, no hay un sólo documento castellano o leonés en que se alegue la presencia de sus antepasados en las tierras de Castilla y de León antes de la llegada de los repobladores, ni reclame derechos de propiedades anteriores a esa repoblación. En cambio, son cientos los otorgantes o testigos que hacen remontar sus derechos sobre la tierra a los asentamientos de estos primeros repobladores que ocuparon aquellas tierras yermas y  abandonadas.
     La primera mención al nombre Castilla aparece en crónicas musulmanas: ‘se apoderó [Fruela I (722-768)] de Lugo, Oporto, Salamanca, Zamora, Ávila, Segovia y Castilla que formaban parte de Hispania. Este texto prueba la existencia de Castilla ya en el siglo VIII. Pero los historiadores se preguntan: ¿qué Castilla es esa?  Muy probablemente se trata de los condados de Amaya y Álava (parte de los territorios riojanos). Sin embargo, un escritor argumenta: de Castilla en los años anteriores a 789 lo ignoramos todo, así como sus posibles condes o imperantes. En realidad, el nombre de Castilla sólo aparece después de las campañas del emir Hisham I (788-796), cuando hubo una necesidad urgente de erigir innúmeros castillos para defensa y refugio contra las insistentes incursiones del enemigo musulmán, castillos eses que darían nombre a la región: Castilla o Los Castillos (en árabe, al-Quila). Además, los ataques árabes se dirigieron casi siempre ‘contra las tierras de Álava y Los Castillos, que por la tercera vez en  cuatro años tuvieron que sufrir el duro azote de la guerra’.  En 801, Abu Utman, penetró en Castilla hasta la zona del Pisuerga (Palencia, Carrión y Saldaña) donde resultaría herido; en 802, el nuevo gobernador, Amrus ibn Yusuf, atacó a los cristianos en Pamplona, Álava y Los Castillos - entre estos estaba el de Amaya… En repetidos episodios, Álava y Los Castillos se presentan como una unidad geográfica e histórica, diferente de Pamplona y Amaya. Y por ser la primera línea del reino astur fue objeto de muchas aceifas, visto que las huestes enemigas accedían fácilmente  por el valle del Ebro [poblado e islamizado hasta Nájera].
      En la historia, Amaya aparece también asociada al nombre de Vardulia, cuando se  pesquisa la antigüedad de Castilla. Entre las comarcas repobladas por Alfonso I (739-757) surge  Bardulies’, una región que después del año 883 se llamará Castilla; su centro geográfico y capital regional estuvo en Amaya. El nombre de Vardulia, en la Crónica de Alfonso III, corresponde a la parte meridional de  la Cordillera Cantábrica > montañas de Burgos y Palencia donde se forman los ríos Ebro y Duero, respectivamente. Tratase de una denominación gentilicia del pueblo prerromano conocido como várdulos, con carácter pastoril y seminómada, asentado en las montañas cantábricas > resultó de una inmigración causada por presiones vasconas, pues ocupaban las actuales provincias de Guipúzcoa y Álava > área geográfica limitada al este por los ríos Urumea y Deva, y al oeste por el enclave y condado de Treviño. Las durísimas aceifas desencadenadas por los emires de Córdoba obligaron a esas comarcas a erizarse de castillos; más tarde (siglos XIII/XV) se constituirían en merindades, siendo Burgos la Merindad Mayor y su capital.
          Aquí cabe abrir un paréntesis sobre el término Merindad Mayor porque nuestro pueblo comenzó a tener visibilidad histórica a partir de esta división administrativa (siglo XII).  La Merindad Mayor de Castilla a la cual estuvieron asociadas 20 merindades menores – entre ellas, la de Monzón (3ª),  de la cual Prádanos de Ojeda y San Jorde formaron parte integrante – correspondía a una de las grandes demarcaciones territoriales del reino/corona de Castilla; a su frente estaba un delegado regio o Merino Mayor (siglos XIII/XV). Al desaparecer el condado de Castilla (711-1038) -se incorporó al reino de León en la persona de Fernando I (1016-1065)-, los antiguos territorios se estructuraron en nuevas demarcaciones administrativas con el nombre de merindades > un oficial real o merino regía estas demarcaciones. Históricamente, las merindades se dibujaron  en tiempos del rey Alfonso VII (1126-1157) y se perfilaron en el reinado de Alfonso VIII (1158-1214); esta división territorial (merindades mayores y menores) continuará vigente hasta 1833. En el Becerro de Behetrías de Castilla (1352) -a él ya nos referimos en otro apartado-, figura la Merindad Mayor de Castilla, con capital en Burgos – se extendía por casi 40 mil km², entre el rio Cea y reino de Navarra (E/O), y el mar Cantábrico y el río Duero (N/S) > comunidades de Villa y Tierra. Comprendía en su totalidad las actuales provincias de Cantabria y Palencia, así como la mayor parte de Burgos y Valladolid, y territorios limítrofes de Asturias, León, La Rioja, Soria y  Álava. La Merindad Mayor era subdividida en 20 merindades menores, una de ellas recibía el nombre de Merindad de Burgos con río de Ubierna, donde residía el Merino Mayor; Guipúzcoa, una merindad menor, pasó a Merindad Mayor en 1335.
        El Merino Mayor ejercía la jurisdicción real sobre las 20 merindades menores integradas en la Merindad Mayor de Castilla, aunque el Becerro de las Behetrías cita a penas 15 merindades menores. No constan Logroño, Bureba, Rioja/Montes de Oca y Allende Ebro/Álava; Guipúzcoa, la 20ª merindad menor, fue Merindad Mayor a partir de 1335. Y como dijimos, esta división administrativa persistirá hasta el siglo XVIII cuando es substituida por una nueva división tipo borbónico, ahora basada en provincias, intendencias y partidos. La extensión del régimen señorial y la generalización de los corregidores acabaron por eclipsar la figura medieval del merino. En 1502, Castilla se dividió en dos partidos, con sus respectivos Alcaldes Mayores: Burgos  (Campoo, Villadiego, Castrogeriz,  Candemuño, Santo Domingo de Silos, Río de Ubierna,  Montes de Oca, Bureba, La Rioja, Logroño y Nájera)  y Campos (Liébana/Pernía, Saldaña, Carrión, Campos, Monzón, Cerrato e Infantado de Valladolid).
    En los términos de la actual provincia de Palencia¹  existieron 7 merindades menores: (1)  Cerrato, capital Palenzuela = 56 poblados y 56 despoblados (2.200km²);  (2) Monzón,  capital Monzón de Campos = 75 poblados y 22 despoblados (1.328km²). A penas 70km separan Prádanos de Ojeda y Monzón de Campos. Sobre esta localidad, nada se sabe a lo cierto ¿cuando ocurrió su fundación? En 906 ya existían allí dos castillos importantes, y pertenecía al obispado de León. En pocos años se transformó en el condado más poderoso de la Tierra de Campos, gracias al imperante  conde  Ansur Fernández. Este conde fue hijo de Fernando Ansúrez, quien había desempeñado por nombramiento real el poderoso cargo de conde de Castilla y de Burgos a lo largo del siglo X (entre 916 y 929). La importancia e influencia  de la familia Ansúrez llegan al máximo esplendor cuando Teresa, hermana de Fernando Ansúrez,  se casa con Sancho I, el Gordo, rey de León (935-966). La familia Ansur o Ansúrez fue repobladora de la zona llamada ‘Montes de Oca’ (Burgos) = paso natural entre los valles riojanos y la meseta burgalesa. Por aquí pasaban los peregrinos que demandaban el Camino de Santiago; deberían atravesar el sistema Ibérico de montañas y superar el Puerto de la Pedraja (1.150m). En el reinado de Sancho I, la familia Ansúrez llegó a ostentar los dos cargos [conde de Monzón y conde de Castilla]; (3) Campos Góticos, capital Palencia = 50 poblados y 21 despoblados (1.852km²); (4)  Carrión, capital Carrión de los Condes =  78 poblados y 41 despoblados (1.475km²); (5)  Saldaña,  capital Saldaña = 153 poblados y  42 despoblados (2.106km²); (6) - Campoo/Los Valles, capital Aguilar de Campoo = 133 poblados y 22 despoblados (1.379km²) y (7) Liébana/Pernía , capital Cervera = 116 poblados y 15 despoblados (1.296km²).

¹  Estas merindades menores ultrapasaban los actuales términos de provincia, o sea, avanzaban sobre las provincias limítrofes de Burgos, León, Valladolid y Cantabria, respectivamente Además, a partir de 1352, seis pequeños cotos territoriales se habían segregado de sus merindades correspondientes ej.: Santo Domingo de Silos se tornó un coto abacial por orden del rey Fernando I. San Domingo (monje) emprendió entonces una magnífica obra románica (1073). Hoy sólo restan los claustros y la puerta de las vírgenes, del antiguo monasterio de Silos. La fama de santidad del abad y su canonización atrajeron miles de peregrinos a este lugar, ligado a  la historia del Cid  Campeador = Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa Jimena.
          En todas estas particularidades, sobresale el nombre de Castilla. En un diploma (836) se habla de Cardiel y Villela, dos villas situadas en Castilla, cuya ubicación exacta no se conoce hasta hoy.  Un segundo  documento (el diploma Emiliano) cita el gobierno del conde don Rodrigo, señor de Amaya (836), cuando utiliza los términos Álava y al-Quila (Los Castillos, en  español). Y más aún: Álava, a partir del año 781 aparece casi siempre unida a Los Castillos = uno de los más importantes y estratégicos fue la Peña de Amaya. Pero una cosa es cierta: todos los cronistas que escribieron en árabe designan sin excepción  a Castilla con el nombre común de al-Quila = Castilla, y no como pretenden otros con el nombre de Qastiliya, que alude a una tribu bereber del norte de África, supuesto asentamiento en tierras del Alto Ebro. Así, todo apunta que el nombre de Castilla tuvo origen en los numerosos castillos, fortificaciones o torres defensivas para hacer frente a las investidas del enemigo musulmán.         
 El condado  de Castilla (711-1038) vivió  tres  etapas  de gran importancia:
     1º - afianzó las fronteras en el valle del Ebro, al este, en colaboración con el conde de Álava, Vela Jiménez. Este valle riojano  servía de puerta de entrada para  las razias (investidas) musulmanas contra Álava y Castilla. Así, tras la victoriosa campaña contra Albelda/La Rioja (859) - fortaleza del emir Banu Qasí Muza-, asturianos, alaveses y castellanos pasaron a controlar numerosas fortalezas alrededor. Desde entonces, Amaya se vio libre de las incursiones árabes. Y aunque los hijos de Musà II realizaron varias aceifas contra estas tierras, no consiguieron reconquistar sus antiguos territorios: cuando los árabes tentaron remontar el Ebro y atacaron Cellorigo, Vela Jiménez resistió al ataque; y cuando avanzaron contra Pancorbo, Diego Rodríguez también resistió. Sólo  consiguieron entrar por algún tiempo a través de  las orillas del río Arlanzón que aún no estaban suficientemente organizadas: Bermudo  Núñez, por ejemplo,  se vio obligado a abandonar  la defensa de Castrogeriz. Inmediatamente, Alfonso III ordenó a Diego Rodríguez Porcelos (884), que levantase una fortificación en el cerro de la margen derecha de aquel río, en Burchia (actual Burgos).
     2º - también entre los años 873 y 885 se efectuó la repoblación definitiva en  la ciudad de Oca, antigua Auca Patricia (Burgos), de importancia estratégica y sede episcopal de realce, en la época visigoda. A su alrededor siempre hubo muchos poblados y fortificaciones aunque no fueron organizadas por los reyes astures, y sí por abades y magnates o condes. La vida monástica fue muy activa en estos parajes; 
    3º - la expansión inmigratoria  fue intensa en  las orillas del río Arlanzón: los anales castellanos indican el año 882 para las repoblaciones de Ubierna, Burgos, Castrogeriz (antiguo Castrum  Sigerici visigodo) y Villadiego = fortificaciones organizadas por el conde de Amaya, Diego Rodríguez Porcelos; con él la zona tuvo amplio desarrollo. Este personaje -según se cree-  tuvo un final triste y oscuro. Según se cree se envolvió en una revuelta contra Alfonso III, y fue  ejecutado sin más contemplaciones (885). Sobre Vela Jiménez, conde de Álava (870-883), unido a la familia reinante en Pamplona, poco sabemos. Pero está fuera de duda que esas tierras eran de soberanía asturiana, conforme un diploma de Jaca (867). En esta época, Alfonso III se aproximó del reino navarro, antaño enemigo y aliado del emir Banu Qisá. Incluso se casó con Jimena, de la familia navarra Jimeno; el conde de Álava pertenecería a esa familia. Después de la tomada de Cellorigo, gobernó el territorio a mando del rey astur;
           Por otro lado, importa resaltar: los últimos años del reinado de Alfonso III fueron marcados por cuatro hechos significativos para los condados de Amaya y  Vardulia = territorios formadores del futuro reino de Castilla:
      a) el avance cristiano hacia el sur se detiene por un tiempo, a fin de proceder a una mejor organización territorial y defensiva, aunque la inestabilidad provocada por varias rebeliones, incluso de los tres hijos del rey, marca mucho más el momento histórico. Banu Qisá (y su familia) aún continúa siendo el enemigo externo (único) que amenaza la parte oriental del reino astur. En esta época, tanto Vera Jiménez (Álava) como Diego Rodríguez (Amaya), contienen los  avances sarracenos y, en seguida, saquean los territorios riojanos en poder de los árabes. Alfonso III entró en la fortaleza de Grañón (899) = último pueblo del Camino de Santiago en La Rioja;
    b) forzado por tensiones internas y externas, Alfonso III se ve obligado a dividir el reino asturiano entre sus hijos: a Ordoño II entrega Galicia; a Fruela II, el núcleo primitivo de Asturias; y a García I, los territorios foramontanos de León y Castilla. Hubo muchos descontentamientos y rebeliones, incluso del conde de Amaya, Bermudo Nuñez (909). Esta rebelión se vería apoyada por los hijos y la mujer de Alfonso III, obligando al rey asturiano a abdicar y retirarse a Bortes (actual Puelles/Asturias). Aún tuvo tiempo de ir como peregrino a Santiago de Compostela y, con permiso de su hijo García, enfrentó una vez más a los musulmanes en los alrededores de Zamora, donde murió (910);
   c) con la muerte de Diego Rodríguez Porcelos, conde de Amaya (885), ninguno de su linaje o de cualquier otro rango ocupó la dignidad condal. Los documentos encontrados sólo hablan del rey Alfonso III, que no quiso nombrar a nadie por temer alguna secesión en la zona más alejada del reino. En 882, aparece como conde de Castilla y también de Amaya, Munio Nuñez, presunto gobernante del condado castellano, cuyo territorio se extiende hasta Brañosera/Campoo (Montaña Palentina), pasando por las fortalezas de Amaya y Castrogeriz. Su hija Munniadonna o Nuña se casó con García I, rey de León y Castilla: tratase de la familia más poderosa de Castilla en aquel momento;
     d) en esta época, nuevos vientos soplan sobre el condado de Amaya, ahora casi olvidado y mermado en sus dominios.  Ascienden al poder el conde Gonzalo Téllez, dueño de Lantarón, Pancorvo  y Carazo (897), con dominio sobre los territorios que van desde el río Nervión (límites provinciales de Burgos/Álava) hasta la Sierra de la Demanda (límites provinciales de Burgos/La Rioja/Soria). También asciende al poder Gonzalo Fernández, nombrado conde de Burgos (899), con dominio sobre los territorios entre el río Arlanza y la zona de Espinosa/Escalada (norte de Burgos). Años más tarde, en 913, se recuperó la importante fortaleza sarracena de Grañón, ahora en definitivo. Después de estos acontecimientos, brillarán las estrellas de los tres condes citados arriba.    
      El conde de Amaya, Munio Núñez y su mujer Argilona, aparecen con frecuencia en la corte de León junto al rey García I (910-914): participa de los nuevos impulsos expansivos en dos frentes:  una, en dirección al río Duero,  y la otra en dirección al punto de convergencia de navarros, musulmanes y leoneses, al este del reino. Después,  desaparece de escena; a penas le vemos en su solar, Amaya = lugar desde donde emprendió la repoblación de Castrogeriz.    
        Don Gonzalo Téllez, conde de Lantarón, Pancorvo y Carazo -comarcas entre Burgos, Álava y la Rioja-  llevó a cabo varias expediciones militares con vistas a ampliar sus territorios en la cuenca del Alto Ebro. Levantó castillos, repobló la región de Osma y Grañón, avanzó con sus tropas por los valles del río Oja, y sometió las poblaciones musulmanas de Nájera y Calahorra. Como el anterior, frecuentó la corte del rey García (910-914). En la conquista de Arnedo, tuvo que abandonar la expedición y llevar al rey de vuelta a León, pues este enfermara gravemente durante la batalla. Años después, las tropas de Ordoño II y Sancho Garcés fueron fragorosamente derrotadas por los árabes en Valdejunquera/Pamplona (920). Por este descalabro se culpó a los condes castellanos; no tendrían acudido a tiempo al combate. Convocados por el rey leonés, les apresó, encadenó y mantuvo en cautiverio. Entre esos condes, estaba Gonzalo Téllez: a todos ellos les desposeyó de sus bienes, títulos y tierras, entregándolos a Fernando Díaz, probablemente hijo de Diego Rodríguez el Porcelos, señor y conde de Amaya.
       También en esta época brilló la estrella de Gonzalo Fernández, conde de Burgos y de Castilla (899-915), señor de Lara y de Amaya, punto de partida de la familia Lara, la más ilustre de Castilla. Enfrentó a los moros, extendió sus dominios hasta el río Arlanza, aparece en asambleas de magnates y nobles antes de la derrota de Valdejunquera (920); está además asociado al monasterio  de San Pedro de Cardeña, la institución monástica más influente en Castilla juntamente con el monasterio de San Domingo de Silos. Ya en 912 llevara la expansión castellana hasta las orillas del Duero repoblando la región de Gormaz y Haza. Fue nieto de Munio Núñez (conde de Amaya) y padre de Fernán González = conde de Castilla y Álava.
      La historia personal de Fernán González (910-970), conde de Castilla y de Álava, está revestida de glorias y leyendas, pues  este magnate castellano constituyó un poderoso linaje que alcanzó gran influencia política  -la base patrimonial de la familia fue el castillo de Lara/Burgos- en los reinos de Castilla y León. En 929, ya aparece al frente del alfoz de Lara y conde  [‘imperante’] de la parte oriental del reino leonés, llamada Los Castillos. En esta condición organiza expediciones contra los musulmanes (tuvo papel de destaque en Magerit/Madrid y Simancas), llevó repobladores a zonas extremamente peligrosas, actuó cada vez más con independencia frente al reino de León, y  reafirmó esta geopolítica autonomista al casarse con Sancha (hermana del rey de Navarra, García  Sánchez). En ese medio tiempo,  ocurre un hecho que llega de modo indirecto hasta Prádanos de Ojeda. Fernán González es agraviado por el rey Ramiro II de León  al nombrar a su ayo y protector, Ansur Fernández, como conde de Monzón. Este condado y su estratégico castillo bloqueaban la continua expansión y repoblamiento de Castilla hacia los territorios entre los ríos Cea y Pisuerga, al oeste, incluido el poderoso condado de Saldaña. Como venganza, él y Diego Muñóz = de este conde se dice que ‘reinaba entre Zamora y Castilla’, y había casado a su hijo, Diego Muñóz, con  Nuña, hija de Fernán-  tramaron contra Ramiro II (944), quien en contragolpe felino los colocó presos con hierros y los echó a la cárcel. Libertados, fueron obligados a jurar fidelidad al rey; Fernán a contra gusto casó su hija Urraca con Ordoño III, hijo y heredero del reino. Un arabista francés sospecha que Fernán González estableció algún tipo de alianza con el califa de Córdoba, visto que las razias cordobesas dejaron en paz a la debilitada Castilla, y se dirigieron a la parte occidental del reino.     
        Su fuerza y influencias no sufrieron menoscabo a pesar de todas estas complicaciones. Al contrario, después de una tregua con el califa de Córdoba, Al-Hakán II (961-976),  que destruyó Calahorra/Logroño y San Esteban de Gormáz/Soria  –‘una de las poblaciones con más historia y leyenda del reino’, con situación estratégica a las orillas del Duero-, Fernán González actuó al margen de la debilidad real y desorden imperantes en la época. Procuró asegurar su posición como señor [hereditario] del condado de Castilla, llegando a gobernar un extenso territorio (casi 40 mil/km²), desde el mar Cantábrico hasta las estribaciones de Guadarrama y Somosierra. Dejó a su hijo García Fernández (938-995) la sucesión hereditaria de lo que sería el reino de Castilla. Su vida y gestas guerreras fueron enaltecidas y consagradas en un canto épico, el Poema de Fernán González (1271). La Historia ha reservado a este personaje un lugar especial y, tal vez por eso, le tenga otorgado el título honorífico de El Buen Conde. El poema termina con estos versos: ‘quiso Dios al buen Conde hacer esta gracia: / ni moros ni  cristianos le pudieron vencer’. Tras su muerte, García Fernández, hijo y heredero, sigue reconociendo la superioridad jurídica del reino leonés, pero actúa con plena autonomía administrativa en su extenso territorio. Para hacer frente al poderío musulmán amplió la base social del condado de Castilla y promulgó a ley de las ordenanzas = equipara los caballeros  villanos a los infanzones; quien dispusiese de un caballo para la guerra era equiparado automáticamente con los nobles de 2ª clase. La historia le pinta como el de las manos blancas, pero al contrario de lo que se pueda imaginar fue un gran guerrero. A final, como indican los anales, ‘luchó contra el mejor capitán de su tiempo [Almanzor] y uno de los mayores genios de la guerra’. Y para finalizar, otro recado para nuestro pueblo a través del conde de Monzón: en 974, entran juntos de nuevo en el palacio Madinat al-Zahara [en Córdoba] los enviados de García Fernández y de Fernando Ansúrez [conde de Monzón]. Tienen  la misión de observar el desenvolvimiento de la política cordobesa’. En verdad, los caudillos de la reina Elvira (su hija), los del condado de Monzón y los de la casa de Lara, habían olvidado antiguos resentimientos; ahora se tornaban amigos y expedicionarios contra las huestes musulmanas. La prisión en manos sarracenas y la muerte violenta de García Fernández fueron las dos noticias que más impresionaron  a sus contemporáneos. Tal vez porque la captura de García Fernández no fue en ninguna campaña contra Almanzor; antes fue el resultado de un choque fronterizo puramente casual. Un breviario antiguo de Cardeña dice: ‘fue preso y lanceado, y al 5º día se murió; los moros  le llevaron a Córdoba y después le trajeron a este convento de [San Pedro de Cardeña]’. Así terminó el gran caudillo castellano, hijo y señor de Amaya.
    
  

PRÁDANOS DE OJEDA - 'historia' de La Ojeda (3)



       Caros lectores on-line: me tomo la libertad de escribir sobre algunos asuntos que ciertamente envuelven la vida y obra de nuestros ancestrales, los primitivos habitantes de Prádanos de Ojeda. Creo sean tres asuntos importantes: la historia de Amaya, los restos del monte Cildá (975m) y  el patrimonio histórico y artístico de la Ojeda.  
Comenzaré por Amaya,  la ciudad-madre (‘capital’) de la Cantabria romana, a cuyo territorio (ver mapa) pertenecía nuestro pueblo en tiempos del primer emperador romano, Octavio Augusto (63aC a 14dC). Fue una época en que el imperator proconsulare de Galia, Hispania y Siria (esto hacía de él jefe supremo de las 30 legiones romanas), aprovechándose de su prestigio personal, transformó el régimen político de la República romana en una especie de monarquía - en la Historia recibiría el nombre de Imperio Romano. Entre las muchas reformas por él fomentadas, una fue decisiva para Hispania: dividió  el Imperio en provincias senatoriales (confiadas a un gobernador sin mando militar, nombrado por el senado) y provincias imperiales (gobernadas por un legado del emperador). El punto culminante y la trayectoria victoriosa de Octavio Augusto surgieron después de la batalla de Filipos/Macedonia (42 aC), cuando las legiones comandadas por él y Marco Antonio derrotaron los ejércitos de Bruto y Casio, asesinos de Julio César. Cuenta la historia que ambos asesinos se suicidaron, siendo que Augusto ‘no mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de Julio César’. En seguida, se dio el reparto de poder y el nuevo acuerdo territorial entre los tres triunviros: Octavio Augusto comandó las provincias de Galia, Hispania e Italia; Marco Antonio gobernó Egipto donde hizo alianzas con Cleopatra VII, ex amante de Julio Cesar; y Lépido tomó para sí la provincia de África. Poco después, con la rendición de este último para Octavio Augusto, el Imperio se quedó dividido entre Marco Antonio (Oriente) y Augusto (Occidente). Sin embargo, la derrota definitiva de Marco Antonio en Accio (32aC),  hizo de Octavio Augusto el dueño absoluto del imperio Romano, visto que su autoridad imperial se basaba ‘en el ejercicio de un poder militar preponderante y el uso de la fuerza’ (H. Scullard).        
        Así, una vez vencedor de las guerras civiles romanas asumió el control de las provincias cuyo estado en aquel momento era extremamente caótico: en realidad, la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania, era un pandemonio. Y más aún: junto con el dominio de las provincias, tuvo el control de casi todas las legiones romanas. Augusto se jactaba de haber sido proclamado imperator por sus legiones hasta en 21 veces, todas ellas tras una batalla victoriosa. Y para complacer a sus patriotas [romanos], promovió el ideal de una civilización superior con la finalidad de gobernar el mundo. Su lema era este: ‘romano, acuérdate que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra’. Siguiendo estas directrices, las legiones romanas > 30 con 180 mil soldados profesionales [¡cada legión comportaba 6/7 mil soldados!], apoyadas aún por numerosas unidades auxiliares con 500 soldados cada una-, habían conquistado al final de su reinado prácticamente toda la extensión de lo que se consideró imperio Romano (ver mapa), incluso Hispania (actuales España y Portugal). Las tribus rebeldes de Cantabria fueron finalmente dominadas en 19 aC; el territorio pasó a formar parte de las provincias de Hispania y Lusitania > un activo importante para financiar las futuras campañas de Roma, por ser rica en depósitos minerales que podían explotarse a través de la minería romana, especialmente los depósitos de oro ej.: en Las Medulas > comarca de El Bierzo (León) > fue considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el imperio Romano; se abandonó en el siglo III. La Unesco declaró todo el conjunto Patrimonio de la Humanidad (1997). Historiadores afirman que Las Medulas y la conquista definitiva de los pueblos cántabros fueron dirigidos personalmente por Octavio Augusto y ocho legiones entre los años 26 y 19 aC.
       En el reinado de Octavio Augusto, comenzó la verdadera historia de Amaya, aunque ya fuera habitada desde la prehistoria - en la edad del Bronce (3.000/1.500) se detectó una mayor presencia humana; en la edad del Hierro (1500/1.800 aC) era el principal castro de Cantabria (fortaleza). Los celtas provenientes de Hallstatt (Alta Austria) tendrían llegado en el año 900 aC: estaban divididos en tribus – las más famosas y persistentes fueron los vellicos (monte Cildá, en Aguilar de Campoo) y los blendios > primeros habitantes ‘romanizados’ de la Peña Amaya. Había otros pueblos celtas como los tumorgos, los concanos, etc. encuadrados como vacceos. El pueblo cántabro resistió a los cartagineses, y luchó hasta el final contra las legiones romanas, siendo el último pueblo a ser ‘romanizado’. Amaya fue conquistada por los romanos en el transcurso de las Guerras Cántabras (29-19 aC) cuando se  refundó como nueva ciudad, con el nombre romano de Amaya Patricia. Hoy entendemos por Guerras Cántabras los diversos y repetidos enfrentamientos entre las legiones romanas y los pueblos cántabros que habitaban el territorio de Amaya, ya conocido por los propios romanos con ese nombre. Las luchas más encarnizadas se sitúan en la década 29/19 aC, cuando cayó finalmente la península Ibérica. Como narran diversos historiadores, los cántabros resistieron a todos los asaltos: rodeados por tres campamentos-Segisama (Sasamón/Burgos), Pisoraca (Herrera de Pisuerga/Palencia) y Julióbriga (Reinosa/Cantabria)-, aquellos pueblos resistieron ferozmente hasta la llegada del propio emperador en persona, Octavio Augusto, con ocho legiones (Augusta I, Augusta II, Macedónica IV [asentada en Pisoraca, a 6km de Prádanos], Alaudae V, Victrix VI, Hispana IX, Gemina X y Valeria Victrix XX, y otras cuatro legiones auxiliares, si bien que la V, VI y X, actuaron más en Asturias] y unos 50 mil soldados profesionales.
           Los propios historiadores narran el asedio a que sometieron Amaya.   El geógrafo e historiador Estrabón (64 aC- 24 dC), en sus Memorias Históricas (43 libros), describe así al pueblo cántabro: ‘la táctica y el número obtuvieron la victoria final, pero los vencidos dejaron pruebas impresionantes de su amor a la independencia. Las madres mataban a sus hijos para que no cayeran en poder del vencedor; el mozo viendo a sus padres y hermanos prisioneros, los mataba a instigación de su propio padre; el guerrero invitado a un convite se arrojaba a las llamas; la mujer se suicidaba después de acabar con sus compañeros de cautiverio; o se envenenaban con el tóxico de hierbas que llevaban siempre consigo en previsión de la desgracia; y otros más heroicos todavía, desde las cruces donde expiaban el castigo glorioso de haber defendido a su patria, insultaban a sus enemigos y cantaban alegres canciones de guerra’. Así, superada toda y cualquier resistencia, los legionarios refundaron la ciudad con el nombre romano de Amaya Patricia, o simplemente Amaia. Hasta la caída del imperio Romano, los habitantes del territorio gozaron de paz y prosperidad. A lo largo del periodo, los cántabros volvieron a tener un régimen de autogobierno, con total independencia, por medio de una asamblea política local. Mucho después (574), el rey Leovigildo tomó la ciudad y mató a sus dirigentes o jefes. Desde entonces, y hasta la entrada de los árabes (714), Amaya [ocupada] se tornó un baluarte (fortaleza) y enclave importante desde donde los visigodos lanzaban sus expediciones de conquista. En 714, Tarik ben Ziyad cercó Amaya y expulsó al duque Pedro de Cantabria (padre del futuro rey Alfonso I), conservando la ciudad hasta 734 cuando los cristianos la retomaron definitivamente. El rey Alfonso I de Asturias (693-757) – era yerno de D. Pelayo- junto  con las comarcas de Mave, Saldaña y adyacencias (entre sus pueblos, Prádanos de Ojeda), la transformaron en un despoblado por ser ‘zona de batallas’ – desde la cordillera cantábrica hasta el río Duero – y, también, a causa de sequías prolongadas. Los propios supervivientes a tantas guerras y sufrimientos se refugiaron  en las montañas del norte de Cantabria, León y Castilla. El romancero nos apunta la causa: ‘eran muchos hombres juntos en poca tierra, / castellanos llevando mala vida durante mucho tiempo, / pues la tierra era poca y de viandas enflaquecida’.
      El rey Alfonso I de Asturias intensificó la Reconquista contra los árabes que se habían asentado al norte de la sierra de Guadarrama, hecho que fue aprovechado por el nuevo monarca y su mujer Ermesinda (hija de D. Pelayo) para ampliar las fronteras del reino, ocupando Galicia al oeste, y tierras de la futura Castilla Vétula al este. Sus campañas eran devastadoras contra las zonas ocupadas por los árabes. Una Crónica así se refiere a las gestas del rey astur: la osadía de los enemigos fue siempre aplastada por él [Alfonso]. En compañía de su hermano Fruela, hizo avanzar a menudo su ejército, tomó por la guerra muchas ciudades […] y castillos con sus villas y aldeas, matando a los árabes con la espada, y ayudando a los cristianos a retornar a su patria’. La creación del llamado ‘desierto del Duero’ – área comprendida entre el río Duero y la cordillera cántabra se quedó realmente despoblada. Según Alexandre  Herculano de Carvalho (1810-1877) > para dificultar los futuros avances musulmanes hacia el norte, aunque otros historiadores digan que esta despoblación fue inconsciente. Sólo 100 años después, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de los reinos musulmanes la repoblación adquirió nuevos incrementos, sobre todo con gente traída de Castilla, lo que provocó la necesaria roturación de nuevas tierras y la fundación de otros pueblos y aldeas, configurando la población que ha llegado hasta nuestros días. La incorporación de gentes venidas de los Campos Góticos, o sea, de la Tierra de Campos/Palencia, conservan cierta tradición guerrera, bastante perdida por las poblaciones hispano-romanas, si exceptuamos los pobladores del norte, menos inculturados por el mundo romano. Por su intermedio y ayuda desinteresada la Reconquista adquirió nuevos impulsos permitiendo reforzar toda esta zona, expuesta a las incursiones enemigas.
         
         La Peña Amaya, una impresionante plataforma caliza con 1.377m de altitud, orográficamente pertenece a la comarca Valdivia/Loras en los límites fronterizos entre Burgos y Palencia. Esta región casi aislada  marca el final de la meseta castellana, de grandes peñascos, y enormes farallones > partes superiores de modelos escarpados, altos y afilados, orgullosos promontorios rocosos o roquedales visibles fotografiados desde lejos por el visitante (foto superior). Hoy, diríamos que se trata de un enclave natural y paisajístico, de imponente belleza y señorío, una fortaleza natural que se alza a 500m sobre la planicie circundante, actualmente vigilada tan sólo por buitres y alimoches, pero en tiempos idos una tierra inolvidable en la historia de Cantabria y Castilla con importancia estratégica y defensiva como última y resistente atalaya de la meseta castellana; o antes, de la extraordinaria y abundante riqueza cerealista de la Tierra de Campos. Amaya  y su relevancia histórica marcaron para siempre no sólo sus comarcas y pueblos más próximos, sino también toda Castilla y León. El viajero que visitar estos parajes deberá estar consciente de su importancia como enclave ‘prácticamente’ inexpugnable, pero también de la dureza  y vida de sus habitantes que suportaron a lo largo de los siglos escaramuzas y guerras de todo tipo. La Gran Peña es el roquedal donde don Rodrigo, el primer conde de Castilla (860-873), construyó su fortaleza y a partir de este castillo repobló una vez más la antiquísima villa de Amaya a mando del rey Ordoño I de Asturias (830-866).  Aquel noble y conde castellano sería hermanastro de Ordoño I y como tal se encargó de repoblar la parte más oriental del reino de Asturias, territorio que los árabes llamaron Al-Quila > ‘lugar de castillos’, misión que desempeñó con gran libertad de acción y una fidelidad ejemplar al monarca asturiano. 
        Gonzalo Díez Martínez, en su ensayo El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, nos dice: hasta este momento no conocemos el nombre de ningún conde de Castilla ni cual era la situación administrativa de esta parte importante del reino astur, si estaba vinculada a Álava constituyendo un condado formado por Álava y Los Castillos, o si Castilla ya era un condado y Álava otro’. De cualquier forma, don Rodrigo repobló Amaya y construyó una muralla con torres alrededor de la ciudad. Según Justo Pérez de Urbel, el condado de Amaya, señorío de don Rodrigo y de su hijo y sucesor, Diego Rodríguez llamado el Porcelos, en el año 873 (año de su muerte) estaba limitado: al norte, por las montañas de Santander; al sur por la línea de  fortalezas levantadas sobre el río Ebro; al oeste, por los montes de Brañosera, Reinosa  y Campoo/Los Valles. Muy probablemente, la línea más occidental del condado seguía por el Burejo y valle de La Ojeda, visto que la Merindad de Aguilar englobó partes importantes de esta comarca, siendo Herrera un castro romano y visigodo. Al este, por los valles de Tobalina y Puentelarra (Álava). En el centro del condado, se destacaban los valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo y Valdivieso. En realidad, Amaya y el condado de Castilla fueron áreas geográficas que formaron parte del reino de León hasta el año 932 cuando la región se tornó un condado autónomo. Poco después (1038), pasó a llamarse reino de Castilla  con la capital en Burgos en tiempos del rey Fernando I .    
          Esta región fiormó parte del señorío de Amaya y fue repoblada por diversos pueblos: astures, cántabros, vascones, godos, mozárabes y várdulos, entre otros. Los hostigamientos de los francos de Aquitania, obligaron, por ejemplo, a los várdulos > una tribu pré-romana que Estrabón sitúa entre cántabros y vascones > actuales Santander/Vizcaya [> Plinio la localiza en Castro-Urdiales, y  Tolomeo, en Guipúzcoa], a desplazarse hacia el oeste, a un lugar conocido en la historia como Vardulia, zona geográfica que en el siglo VIII se localizaba al norte de Burgos/Palencia y sur de Cantabria. Desde aquí las migraciones se dirigieron progresivamente para el sur, y acabaron por ocupar los territorios que luego formarían Castilla La Vieja. Por lo que sabemos, hubo seis repoblaciones importantes:
           Primera (791-822) > los primeros movimientos migratorios son patrocinados no por los reyes asturianos, sino por monasterios (abades) y familias poderosas. Procuraban tierras incultas o de cultivo para debelar las malas condiciones climáticas y alimentar a la superpoblación de migrantes > fugitivos de tierras invadidas por los árabes. En este momento, no existía un sistema defensivo organizado y capaz de hacer frente a las aceifas (incursiones/expediciones) musulmanas de Córdoba. Los movimientos repoblatorios sólo se hicieron presentes cuando el emirato de Córdoba vivió problemas internos;
            Segunda (822-842) >  Abd al-Rahman II invadió Álava y recibió la promesa de sumisión por parte de castellanos y alaveses. Sin embargo, en el norte de Palencia la repoblación continuó a velas desplegadas: el conde Bermudo Nuñez (890-955) –hermano de Alfonso I y presunto gobernador de Liébana-, dirigió a sus foramontanos en dirección a Campoo/Valles. El fuero de Brañosera (824) es el primero de Europa. Pero los árabes no dieron tregua: asturianos, leoneses, castellanos y alaveses, sufren con las devastadoras razias musulmanas (826, 830, 837, 839). Sólo Alfonso II hizo frente en la medida de sus posibilidades al poderoso vecino de Córdoba;                                                                                                                                                     
          Tercera (842-850) > el reinado de Ramiro I, apellidado de El de la Vara de Justicia, pues hizo desaparecer bandidos, ladrones, adivinos y magos. Entre tanto, rebeliones palaciegas y enfrentamientos internos, además de ataques de vikingos y normandos, no dejaron su reino vivir en paz. En este medio tiempo, las cosas tampoco estaban fáciles para el emir de Córdoba. Fue la brecha que Ramiro encontró para ampliar los límites de su reino hasta León (antiguo campamento romano) y organizar una nueva zona de repoblamiento que no resistió  a los ataques de Muhammad, hijo de Abd Al-Rahman II. La ciudad de León fue incendiada y quedó desierta por varios años. Con todo, en este breve y turbulento reinado de Ramiro I se edificaron las más bellas construcciones del prerrománico asturiano ej.: la basílica de Santiago de Compostela. En esta época, la repoblación dio un paro por tierras de Castilla; 
          Cuarta (850-866) > en el reinado de Ordoño I las cosas mejoran: asturianos y navarros lanzaron una ofensiva contra Albelda (859), una guarnición militar del caudillo Banu Qasí Muza que se titulaba tercer rey de España. Tras una dura batalla, Ordoño tomó la fortaleza y arrasó sus cimientos de sillería. Esta lucha entre moros y cristianos dio lugar en el siglo XII a la legendaria batalla de Clavijo (La Rioja) - Ramiro I y el ejército cristiano fueron ayudados por el Apóstol Santiago, montado en un corcel blanco. Ahora, los últimos acontecimientos permitieron impulsar la expansión del reino asturiano hacia el sur. La repoblación fue apoyada por el rey, sin duda para acoger importantes grupos mozárabes, tras las rebeliones de Toledo y otras poblaciones del al-Andalus. El condado de Castilla hacia el sur se fortaleció aprovechándose de las debilidades y flaquezas del emirato de Córdoba. Se conquistaron diversas fortalezas y ciudades en todas las direcciones, y nuevas incursiones fueron ejecutadas a instancias del rey Ordoño I por el conde Rodrigo de Castilla contra posiciones musulmanas. La más emblemática de todas fue Amaya (860), lo que permitió adelantar la línea de fortalezas en el reino astur;
        Quinta (866-873) > ayudado por don Rodrigo y otros nobles castellanos, Alfonso III fue entronizado rey en Oviedo (866) contra las pretensiones del príncipe Fruela Bermúdez. Por la primera vez, los castellanos afianzaron a un rey asturiano y, por eso, a partir de ahora, don Rodrigo de Castilla ejercerá gran influencia en el reino. Pero nuevos ataques musulmanes llegaron hasta Reinosa/Cantabria (867), donde les esperaba don Rodrigo y sus valerosos soldados. El emir al-Hakan desistió del combate en aquella zona: será la última acción musulmana en el reino astur.  Después de esta data, Alfonso III se tornó el verdadero  ideólogo y paladín de la Reconquista, y tentó restaurar el antiguo reino visigodo, dando secuencia a los avances comenzados por su padre, Ordoño I. En 873, murió el conde don Rodrigo;
     Sexta y última (873-885) > hasta 873 el condado de Castilla experimentó una gran expansión, ahora muy lejos de Amaya; llegó a incorporar el condado de Álava aunque por breve tiempo. Fortalezas musulmanas cayeron una atrás de otra, y el avance castellano se extiendió a plazas y fortificaciones árabes, llaves de entrada y salida de Álava, Navarra y Castilla. Con esto, surgió una línea de fortalezas que protegían los nuevos territorios para contener de una vez por todas las constantes acometidas de Córdoba. En definitiva, el conde don Rodrigo de Castilla y sucesores reorganizaron las líneas fronterizas y expandieton los límites del condado castellano, con capital en  Amaya, hasta los montes Obarenes > últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica donde surgen bellos y profundos desfiladeros. Y tras conseguir entronizar al rey Alfonso III  y vencer la revuelta alavesa, encabezada por el conde Eglyón (por motivos sucesorios), el condado de Castilla apareció configurado como territorio diferenciado tanto de León como de Álava. Y más: tratase de un condado que puso su mirada histórica en la expansión hacia el Duero y La Rioja.