sexta-feira, 16 de agosto de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA - 'historia' de La Ojeda (3)



       Caros lectores on-line: me tomo la libertad de escribir sobre algunos asuntos que ciertamente envuelven la vida y obra de nuestros ancestrales, los primitivos habitantes de Prádanos de Ojeda. Creo sean tres asuntos importantes: la historia de Amaya, los restos del monte Cildá (975m) y  el patrimonio histórico y artístico de la Ojeda.  
Comenzaré por Amaya,  la ciudad-madre (‘capital’) de la Cantabria romana, a cuyo territorio (ver mapa) pertenecía nuestro pueblo en tiempos del primer emperador romano, Octavio Augusto (63aC a 14dC). Fue una época en que el imperator proconsulare de Galia, Hispania y Siria (esto hacía de él jefe supremo de las 30 legiones romanas), aprovechándose de su prestigio personal, transformó el régimen político de la República romana en una especie de monarquía - en la Historia recibiría el nombre de Imperio Romano. Entre las muchas reformas por él fomentadas, una fue decisiva para Hispania: dividió  el Imperio en provincias senatoriales (confiadas a un gobernador sin mando militar, nombrado por el senado) y provincias imperiales (gobernadas por un legado del emperador). El punto culminante y la trayectoria victoriosa de Octavio Augusto surgieron después de la batalla de Filipos/Macedonia (42 aC), cuando las legiones comandadas por él y Marco Antonio derrotaron los ejércitos de Bruto y Casio, asesinos de Julio César. Cuenta la historia que ambos asesinos se suicidaron, siendo que Augusto ‘no mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de Julio César’. En seguida, se dio el reparto de poder y el nuevo acuerdo territorial entre los tres triunviros: Octavio Augusto comandó las provincias de Galia, Hispania e Italia; Marco Antonio gobernó Egipto donde hizo alianzas con Cleopatra VII, ex amante de Julio Cesar; y Lépido tomó para sí la provincia de África. Poco después, con la rendición de este último para Octavio Augusto, el Imperio se quedó dividido entre Marco Antonio (Oriente) y Augusto (Occidente). Sin embargo, la derrota definitiva de Marco Antonio en Accio (32aC),  hizo de Octavio Augusto el dueño absoluto del imperio Romano, visto que su autoridad imperial se basaba ‘en el ejercicio de un poder militar preponderante y el uso de la fuerza’ (H. Scullard).        
        Así, una vez vencedor de las guerras civiles romanas asumió el control de las provincias cuyo estado en aquel momento era extremamente caótico: en realidad, la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania, era un pandemonio. Y más aún: junto con el dominio de las provincias, tuvo el control de casi todas las legiones romanas. Augusto se jactaba de haber sido proclamado imperator por sus legiones hasta en 21 veces, todas ellas tras una batalla victoriosa. Y para complacer a sus patriotas [romanos], promovió el ideal de una civilización superior con la finalidad de gobernar el mundo. Su lema era este: ‘romano, acuérdate que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra’. Siguiendo estas directrices, las legiones romanas > 30 con 180 mil soldados profesionales [¡cada legión comportaba 6/7 mil soldados!], apoyadas aún por numerosas unidades auxiliares con 500 soldados cada una-, habían conquistado al final de su reinado prácticamente toda la extensión de lo que se consideró imperio Romano (ver mapa), incluso Hispania (actuales España y Portugal). Las tribus rebeldes de Cantabria fueron finalmente dominadas en 19 aC; el territorio pasó a formar parte de las provincias de Hispania y Lusitania > un activo importante para financiar las futuras campañas de Roma, por ser rica en depósitos minerales que podían explotarse a través de la minería romana, especialmente los depósitos de oro ej.: en Las Medulas > comarca de El Bierzo (León) > fue considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el imperio Romano; se abandonó en el siglo III. La Unesco declaró todo el conjunto Patrimonio de la Humanidad (1997). Historiadores afirman que Las Medulas y la conquista definitiva de los pueblos cántabros fueron dirigidos personalmente por Octavio Augusto y ocho legiones entre los años 26 y 19 aC.
       En el reinado de Octavio Augusto, comenzó la verdadera historia de Amaya, aunque ya fuera habitada desde la prehistoria - en la edad del Bronce (3.000/1.500) se detectó una mayor presencia humana; en la edad del Hierro (1500/1.800 aC) era el principal castro de Cantabria (fortaleza). Los celtas provenientes de Hallstatt (Alta Austria) tendrían llegado en el año 900 aC: estaban divididos en tribus – las más famosas y persistentes fueron los vellicos (monte Cildá, en Aguilar de Campoo) y los blendios > primeros habitantes ‘romanizados’ de la Peña Amaya. Había otros pueblos celtas como los tumorgos, los concanos, etc. encuadrados como vacceos. El pueblo cántabro resistió a los cartagineses, y luchó hasta el final contra las legiones romanas, siendo el último pueblo a ser ‘romanizado’. Amaya fue conquistada por los romanos en el transcurso de las Guerras Cántabras (29-19 aC) cuando se  refundó como nueva ciudad, con el nombre romano de Amaya Patricia. Hoy entendemos por Guerras Cántabras los diversos y repetidos enfrentamientos entre las legiones romanas y los pueblos cántabros que habitaban el territorio de Amaya, ya conocido por los propios romanos con ese nombre. Las luchas más encarnizadas se sitúan en la década 29/19 aC, cuando cayó finalmente la península Ibérica. Como narran diversos historiadores, los cántabros resistieron a todos los asaltos: rodeados por tres campamentos-Segisama (Sasamón/Burgos), Pisoraca (Herrera de Pisuerga/Palencia) y Julióbriga (Reinosa/Cantabria)-, aquellos pueblos resistieron ferozmente hasta la llegada del propio emperador en persona, Octavio Augusto, con ocho legiones (Augusta I, Augusta II, Macedónica IV [asentada en Pisoraca, a 6km de Prádanos], Alaudae V, Victrix VI, Hispana IX, Gemina X y Valeria Victrix XX, y otras cuatro legiones auxiliares, si bien que la V, VI y X, actuaron más en Asturias] y unos 50 mil soldados profesionales.
           Los propios historiadores narran el asedio a que sometieron Amaya.   El geógrafo e historiador Estrabón (64 aC- 24 dC), en sus Memorias Históricas (43 libros), describe así al pueblo cántabro: ‘la táctica y el número obtuvieron la victoria final, pero los vencidos dejaron pruebas impresionantes de su amor a la independencia. Las madres mataban a sus hijos para que no cayeran en poder del vencedor; el mozo viendo a sus padres y hermanos prisioneros, los mataba a instigación de su propio padre; el guerrero invitado a un convite se arrojaba a las llamas; la mujer se suicidaba después de acabar con sus compañeros de cautiverio; o se envenenaban con el tóxico de hierbas que llevaban siempre consigo en previsión de la desgracia; y otros más heroicos todavía, desde las cruces donde expiaban el castigo glorioso de haber defendido a su patria, insultaban a sus enemigos y cantaban alegres canciones de guerra’. Así, superada toda y cualquier resistencia, los legionarios refundaron la ciudad con el nombre romano de Amaya Patricia, o simplemente Amaia. Hasta la caída del imperio Romano, los habitantes del territorio gozaron de paz y prosperidad. A lo largo del periodo, los cántabros volvieron a tener un régimen de autogobierno, con total independencia, por medio de una asamblea política local. Mucho después (574), el rey Leovigildo tomó la ciudad y mató a sus dirigentes o jefes. Desde entonces, y hasta la entrada de los árabes (714), Amaya [ocupada] se tornó un baluarte (fortaleza) y enclave importante desde donde los visigodos lanzaban sus expediciones de conquista. En 714, Tarik ben Ziyad cercó Amaya y expulsó al duque Pedro de Cantabria (padre del futuro rey Alfonso I), conservando la ciudad hasta 734 cuando los cristianos la retomaron definitivamente. El rey Alfonso I de Asturias (693-757) – era yerno de D. Pelayo- junto  con las comarcas de Mave, Saldaña y adyacencias (entre sus pueblos, Prádanos de Ojeda), la transformaron en un despoblado por ser ‘zona de batallas’ – desde la cordillera cantábrica hasta el río Duero – y, también, a causa de sequías prolongadas. Los propios supervivientes a tantas guerras y sufrimientos se refugiaron  en las montañas del norte de Cantabria, León y Castilla. El romancero nos apunta la causa: ‘eran muchos hombres juntos en poca tierra, / castellanos llevando mala vida durante mucho tiempo, / pues la tierra era poca y de viandas enflaquecida’.
      El rey Alfonso I de Asturias intensificó la Reconquista contra los árabes que se habían asentado al norte de la sierra de Guadarrama, hecho que fue aprovechado por el nuevo monarca y su mujer Ermesinda (hija de D. Pelayo) para ampliar las fronteras del reino, ocupando Galicia al oeste, y tierras de la futura Castilla Vétula al este. Sus campañas eran devastadoras contra las zonas ocupadas por los árabes. Una Crónica así se refiere a las gestas del rey astur: la osadía de los enemigos fue siempre aplastada por él [Alfonso]. En compañía de su hermano Fruela, hizo avanzar a menudo su ejército, tomó por la guerra muchas ciudades […] y castillos con sus villas y aldeas, matando a los árabes con la espada, y ayudando a los cristianos a retornar a su patria’. La creación del llamado ‘desierto del Duero’ – área comprendida entre el río Duero y la cordillera cántabra se quedó realmente despoblada. Según Alexandre  Herculano de Carvalho (1810-1877) > para dificultar los futuros avances musulmanes hacia el norte, aunque otros historiadores digan que esta despoblación fue inconsciente. Sólo 100 años después, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de los reinos musulmanes la repoblación adquirió nuevos incrementos, sobre todo con gente traída de Castilla, lo que provocó la necesaria roturación de nuevas tierras y la fundación de otros pueblos y aldeas, configurando la población que ha llegado hasta nuestros días. La incorporación de gentes venidas de los Campos Góticos, o sea, de la Tierra de Campos/Palencia, conservan cierta tradición guerrera, bastante perdida por las poblaciones hispano-romanas, si exceptuamos los pobladores del norte, menos inculturados por el mundo romano. Por su intermedio y ayuda desinteresada la Reconquista adquirió nuevos impulsos permitiendo reforzar toda esta zona, expuesta a las incursiones enemigas.
         
         La Peña Amaya, una impresionante plataforma caliza con 1.377m de altitud, orográficamente pertenece a la comarca Valdivia/Loras en los límites fronterizos entre Burgos y Palencia. Esta región casi aislada  marca el final de la meseta castellana, de grandes peñascos, y enormes farallones > partes superiores de modelos escarpados, altos y afilados, orgullosos promontorios rocosos o roquedales visibles fotografiados desde lejos por el visitante (foto superior). Hoy, diríamos que se trata de un enclave natural y paisajístico, de imponente belleza y señorío, una fortaleza natural que se alza a 500m sobre la planicie circundante, actualmente vigilada tan sólo por buitres y alimoches, pero en tiempos idos una tierra inolvidable en la historia de Cantabria y Castilla con importancia estratégica y defensiva como última y resistente atalaya de la meseta castellana; o antes, de la extraordinaria y abundante riqueza cerealista de la Tierra de Campos. Amaya  y su relevancia histórica marcaron para siempre no sólo sus comarcas y pueblos más próximos, sino también toda Castilla y León. El viajero que visitar estos parajes deberá estar consciente de su importancia como enclave ‘prácticamente’ inexpugnable, pero también de la dureza  y vida de sus habitantes que suportaron a lo largo de los siglos escaramuzas y guerras de todo tipo. La Gran Peña es el roquedal donde don Rodrigo, el primer conde de Castilla (860-873), construyó su fortaleza y a partir de este castillo repobló una vez más la antiquísima villa de Amaya a mando del rey Ordoño I de Asturias (830-866).  Aquel noble y conde castellano sería hermanastro de Ordoño I y como tal se encargó de repoblar la parte más oriental del reino de Asturias, territorio que los árabes llamaron Al-Quila > ‘lugar de castillos’, misión que desempeñó con gran libertad de acción y una fidelidad ejemplar al monarca asturiano. 
        Gonzalo Díez Martínez, en su ensayo El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, nos dice: hasta este momento no conocemos el nombre de ningún conde de Castilla ni cual era la situación administrativa de esta parte importante del reino astur, si estaba vinculada a Álava constituyendo un condado formado por Álava y Los Castillos, o si Castilla ya era un condado y Álava otro’. De cualquier forma, don Rodrigo repobló Amaya y construyó una muralla con torres alrededor de la ciudad. Según Justo Pérez de Urbel, el condado de Amaya, señorío de don Rodrigo y de su hijo y sucesor, Diego Rodríguez llamado el Porcelos, en el año 873 (año de su muerte) estaba limitado: al norte, por las montañas de Santander; al sur por la línea de  fortalezas levantadas sobre el río Ebro; al oeste, por los montes de Brañosera, Reinosa  y Campoo/Los Valles. Muy probablemente, la línea más occidental del condado seguía por el Burejo y valle de La Ojeda, visto que la Merindad de Aguilar englobó partes importantes de esta comarca, siendo Herrera un castro romano y visigodo. Al este, por los valles de Tobalina y Puentelarra (Álava). En el centro del condado, se destacaban los valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo y Valdivieso. En realidad, Amaya y el condado de Castilla fueron áreas geográficas que formaron parte del reino de León hasta el año 932 cuando la región se tornó un condado autónomo. Poco después (1038), pasó a llamarse reino de Castilla  con la capital en Burgos en tiempos del rey Fernando I .    
          Esta región fiormó parte del señorío de Amaya y fue repoblada por diversos pueblos: astures, cántabros, vascones, godos, mozárabes y várdulos, entre otros. Los hostigamientos de los francos de Aquitania, obligaron, por ejemplo, a los várdulos > una tribu pré-romana que Estrabón sitúa entre cántabros y vascones > actuales Santander/Vizcaya [> Plinio la localiza en Castro-Urdiales, y  Tolomeo, en Guipúzcoa], a desplazarse hacia el oeste, a un lugar conocido en la historia como Vardulia, zona geográfica que en el siglo VIII se localizaba al norte de Burgos/Palencia y sur de Cantabria. Desde aquí las migraciones se dirigieron progresivamente para el sur, y acabaron por ocupar los territorios que luego formarían Castilla La Vieja. Por lo que sabemos, hubo seis repoblaciones importantes:
           Primera (791-822) > los primeros movimientos migratorios son patrocinados no por los reyes asturianos, sino por monasterios (abades) y familias poderosas. Procuraban tierras incultas o de cultivo para debelar las malas condiciones climáticas y alimentar a la superpoblación de migrantes > fugitivos de tierras invadidas por los árabes. En este momento, no existía un sistema defensivo organizado y capaz de hacer frente a las aceifas (incursiones/expediciones) musulmanas de Córdoba. Los movimientos repoblatorios sólo se hicieron presentes cuando el emirato de Córdoba vivió problemas internos;
            Segunda (822-842) >  Abd al-Rahman II invadió Álava y recibió la promesa de sumisión por parte de castellanos y alaveses. Sin embargo, en el norte de Palencia la repoblación continuó a velas desplegadas: el conde Bermudo Nuñez (890-955) –hermano de Alfonso I y presunto gobernador de Liébana-, dirigió a sus foramontanos en dirección a Campoo/Valles. El fuero de Brañosera (824) es el primero de Europa. Pero los árabes no dieron tregua: asturianos, leoneses, castellanos y alaveses, sufren con las devastadoras razias musulmanas (826, 830, 837, 839). Sólo Alfonso II hizo frente en la medida de sus posibilidades al poderoso vecino de Córdoba;                                                                                                                                                     
          Tercera (842-850) > el reinado de Ramiro I, apellidado de El de la Vara de Justicia, pues hizo desaparecer bandidos, ladrones, adivinos y magos. Entre tanto, rebeliones palaciegas y enfrentamientos internos, además de ataques de vikingos y normandos, no dejaron su reino vivir en paz. En este medio tiempo, las cosas tampoco estaban fáciles para el emir de Córdoba. Fue la brecha que Ramiro encontró para ampliar los límites de su reino hasta León (antiguo campamento romano) y organizar una nueva zona de repoblamiento que no resistió  a los ataques de Muhammad, hijo de Abd Al-Rahman II. La ciudad de León fue incendiada y quedó desierta por varios años. Con todo, en este breve y turbulento reinado de Ramiro I se edificaron las más bellas construcciones del prerrománico asturiano ej.: la basílica de Santiago de Compostela. En esta época, la repoblación dio un paro por tierras de Castilla; 
          Cuarta (850-866) > en el reinado de Ordoño I las cosas mejoran: asturianos y navarros lanzaron una ofensiva contra Albelda (859), una guarnición militar del caudillo Banu Qasí Muza que se titulaba tercer rey de España. Tras una dura batalla, Ordoño tomó la fortaleza y arrasó sus cimientos de sillería. Esta lucha entre moros y cristianos dio lugar en el siglo XII a la legendaria batalla de Clavijo (La Rioja) - Ramiro I y el ejército cristiano fueron ayudados por el Apóstol Santiago, montado en un corcel blanco. Ahora, los últimos acontecimientos permitieron impulsar la expansión del reino asturiano hacia el sur. La repoblación fue apoyada por el rey, sin duda para acoger importantes grupos mozárabes, tras las rebeliones de Toledo y otras poblaciones del al-Andalus. El condado de Castilla hacia el sur se fortaleció aprovechándose de las debilidades y flaquezas del emirato de Córdoba. Se conquistaron diversas fortalezas y ciudades en todas las direcciones, y nuevas incursiones fueron ejecutadas a instancias del rey Ordoño I por el conde Rodrigo de Castilla contra posiciones musulmanas. La más emblemática de todas fue Amaya (860), lo que permitió adelantar la línea de fortalezas en el reino astur;
        Quinta (866-873) > ayudado por don Rodrigo y otros nobles castellanos, Alfonso III fue entronizado rey en Oviedo (866) contra las pretensiones del príncipe Fruela Bermúdez. Por la primera vez, los castellanos afianzaron a un rey asturiano y, por eso, a partir de ahora, don Rodrigo de Castilla ejercerá gran influencia en el reino. Pero nuevos ataques musulmanes llegaron hasta Reinosa/Cantabria (867), donde les esperaba don Rodrigo y sus valerosos soldados. El emir al-Hakan desistió del combate en aquella zona: será la última acción musulmana en el reino astur.  Después de esta data, Alfonso III se tornó el verdadero  ideólogo y paladín de la Reconquista, y tentó restaurar el antiguo reino visigodo, dando secuencia a los avances comenzados por su padre, Ordoño I. En 873, murió el conde don Rodrigo;
     Sexta y última (873-885) > hasta 873 el condado de Castilla experimentó una gran expansión, ahora muy lejos de Amaya; llegó a incorporar el condado de Álava aunque por breve tiempo. Fortalezas musulmanas cayeron una atrás de otra, y el avance castellano se extiendió a plazas y fortificaciones árabes, llaves de entrada y salida de Álava, Navarra y Castilla. Con esto, surgió una línea de fortalezas que protegían los nuevos territorios para contener de una vez por todas las constantes acometidas de Córdoba. En definitiva, el conde don Rodrigo de Castilla y sucesores reorganizaron las líneas fronterizas y expandieton los límites del condado castellano, con capital en  Amaya, hasta los montes Obarenes > últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica donde surgen bellos y profundos desfiladeros. Y tras conseguir entronizar al rey Alfonso III  y vencer la revuelta alavesa, encabezada por el conde Eglyón (por motivos sucesorios), el condado de Castilla apareció configurado como territorio diferenciado tanto de León como de Álava. Y más: tratase de un condado que puso su mirada histórica en la expansión hacia el Duero y La Rioja.


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