quarta-feira, 30 de abril de 2014

La Ojeda y los 'fueros inmorales' (1)



              
            
          A la pregunta ¿Qué problema hay con la Constitución Española de 1978?, yo respondo como millones de mis paisanos  responderán: absolutamente ninguno.  Sólo los catalanes quieren ver problemas donde no los hay, sabiendo que el mayor problema español son precisamente ellos, los catalanes de mala catadura. Pero no cuesta identificar el origen de tanta confusión: nacionalismo y regionalismo son palabras distintas, pero muy próximas. Muchas veces se las confunde y casi siempre dan origen a beligerancia en nombre de casuismos y ‘fueros’ => históricamente ‘normas o códigos dados para un territorio determinado y que la Constitución española  de 1978 ha mantenido en algunas CC. AA’. Los fueros son en última instancia una serie de privilegios y exenciones que se conceden a una provincia, a una ciudad o a una persona, o también prerrogativas y derechos morales que atienden a ciertas actividades, principios, virtudes etc, por su propia naturaleza. Por tanto, el fuerista es aquella persona o entidad que se juzga con derecho ‘histórico’ a utilizar o servirse de esos privilegios y exenciones; de ahí el término regionalismo fuerista que casi siempre ultrapasó y desembocó en un nacionalismo belicoso. Durante la época franquista prevaleció el Fuero de los Españoles (1945) -jurídicamente más conocido por Leyes Fundamentales del Reino (1938-1977). Eran ocho leyes fundamentales del franquismo en que se establecía una serie de derechos, libertades y deberes del pueblo español. En su art. 33 se exigía: ‘el ejercicio de estos derechos no podrá atentar contra la unidad espiritual, nacional y social de España’. Los fueros, desde el punto de vista histórico, fueron otorgados por reyes, señores de la tierra o del propio concejo municipal. Y como sistema local fueron normas, derechos y privilegios, utilizados en la península Ibérica a partir de la Alta Edad Media, constituyéndose por eso en la fuente más importante del derecho altomedieval de España.            
                Los fueros nacieron a raíz de la Reconquista con la formación de los diversos reinos cristianos y la formulación de un nuevo derecho, plural y diverso, caracterizado esencialmente por un derecho local. La reconquista del territorio peninsular no significó apenas y tan solamente la derrota militar del arabismo musulmán, sino llevó consigo la re[población] de los territorios conquistados. En aquellas zonas donde el valor económico o estratégico exigía una repoblación inmediata los reyes cristianos y los señores tanto laicos como eclesiásticos comenzaron a otorgar una serie de privilegios con el fin de atraer pobladores, asentar nuevos moradores y fortalecer las áreas fronterizas, revitalizándolas económicamente. Los documentos en que constan tales privilegios y exenciones se llaman cartas-pueblas o cartas de población (en latín, chartae populationis). Las cartas más antiguas y concedidas por reyes y señores feudales (laicos y eclesiásticos) aparecen entre los siglo IX/XII. A partir del siglo X comenzó a fijarse por escrito el llamado derecho local =>; normas de diversas procedencias, donde aparecen privilegios reales con diversa nomenclatura ej.: chartae fori, chartae libertatis, privilegii etc. En principio, los fueros recogían las costumbres locales, con los privilegios otorgados por los reyes a la nobleza, al clero y al vasallaje de un área geográfica. En sus comienzos, el derecho privado estuvo excluido, pero luego se incorporó a la legislación foral => reivindicaciones de los re[pobladores] y su status jurídico, otorgado por el rey que debía firmarlo y jurar respetarlo, así como hacer cumplir los derechos reclamados. Por tanto, los fueros son fundamentalmente cartas-pueblas donde constan leyes y libertades otorgadas a los repobladores de una villa/municipio sin señorío. En estas leyes consta, por ejemplo, la elección del alcalde, los tributos a la corona, la obligación de prestar auxilio a la mesnada real con peones y caballeros villanos, así como muchas otras prerrogativas que hacían del hombre urbano más libre que el campesino en relación al señor feudal. En España, el feudalismo fue mínimo a excepción de Cataluña, y muy pequeño en Castilla y León. A cada fuero correspondía una serie de ventajas: aparte de la ciudad o villa, dominaba sobre un alfoz o territorio que contaba con varias aldeas y municipios, dependientes de la villa principal ej.: nuestros pueblos de La Ojeda próximos a Prádanos (mi tierra natal), durante cierto tiempo pertenecieron al Monasterio de San Andrés de Arroyo. El concejo de la población tenía gran poder sobre el alfoz y la ciudad. Entre las primeras cartas-pueblas está la de Brañosera [primer ayuntamiento de España (824)] en cuyos arrabales se sitúa Aguilar de Campoo y municipios próximos (entre ellos Prádanos de Ojeda). Todos estos fueros están documentados a partir del siglo IX en Castilla y León. Es curioso el juramento regio de Vizcaya, pues debía hacerse por tres veces (los vascos ya desconfiaban de los reyes desde aquella época, ¿nadie se pregunta por qué?): a las puertas de Bilbao, en Guernica bajo el árbol donde se hacían las juras y ante el altar de santa Ufemia, y en Bermeo por ser cabeza de Vizcaya (1236) y principal población de aquel Señorío [castellano].   
          Con el desplazamiento de la Reconquista hacia el sur de la península los fueros dejaron de tener su función original, o sea, estimular la repoblación de las tierras fronterizas más o menos despobladas en determinadas áreas geográficas ej.: el desierto del Duero, las extremaduras castellanas, el valle del Guadalquivir y las llanuras de Valencia y Murcia => zonas de alto desarrollo urbano y gran densidad de población. Con el fin de la Reconquista, los instrumentos políticos fueron otros ej.: favorecían a las Órdenes militares, a las huestes aristocráticas, a los consejos de ciudades con amplios alfoces, del centro y norte peninsulares. Todas estas entidades fueron compensadas con repartimientos en los nuevos territorios reconquistados. Pero no olvidemos una cosa importante: debido al uso del latín y lenguas romances los fueros siempre presentaban versiones, traducciones o copias, muchas de ellas auténticas falsificaciones repletas de interpolaciones que desvirtuaban el contenido original para justificar privilegios y exenciones. Los documentos forales y las cartas-pueblas son hoy en día los objetos principales de la crítica documental y de la gramática histórica. Sin cualquier distinción, los fueros locales tuvieron su punto de partida a raíz del llamado derecho consuetudinario (o costumbres), totalmente dependiente y derivado de las normas romanas y visigodas de ámbito supramunicipal. Estos fueros consuetudinarios dieron lugar a los distintos fueros generales en cada uno de los reinos cristianos ej.: Fuero Viejo de Castilla, Fuero General de Navarra, Usatges de Barcelona etc. Los fueros dichos peninsulares siempre ultrapasaron el ámbito medieval y desarrollaron un poder movilizador muy grande en los particularismos y privilegios locales, en radical oposición al centralismo, porque suponía una monarquía autoritaria y muy exigente en soldados y dinero. La guerra de las comunidades de Castilla (1520/22) tuvo como origen la defensa de los derechos forales por parte de los comuneros contra las pretensiones de Carlos I: este rey (no era español)  quería usar el dinero castellano y el ejército de Castilla y León para sus deseos hegemónicos en el Sacro Imperio Germánico, cosa que no interesaban de forma alguna a los castellanoleoneses. En aquella época, Castilla  ya era una potencia económica y militar. La derrota de los comuneros para las huestes imperiales implicó un revés muy significativo para Castilla y León: a partir de entonces fue el territorio más sometido al poder de la monarquía hispánica.
      Los fueros de otras regiones peninsulares también fueron recortados radicalmente, sobre todo en el reino de Aragón con motivo de la revuelta de Antonio Pérez del Hierro (1590/91), que los tercios reales resolvieron a su modo. Los revoltosos fueron aprisionados y el más culpado huyó a Inglaterra en donde estimuló la leyenda negra contra Felipe II, de quien fue secretario particular. Las cortes de Aragón/Tarazona (1592) no suprimieron ninguna institución aragonesa, pero supuso un acuerdo entre los nobles y el rey. La nobleza prefirió aceptar la autoridad del rey como garantía de sus privilegios, aunque cedía un cierto poder en los fueros, sobre todo porque Aragón se encontraba en situación delicada ya que Cataluña y Valencia no apoyaron la revuelta. El propio rey Felipe II dijo: ‘no me han dado razón para ello’, ya que fueron leales al monarca en aquella ocasión. Sin embargo, Felipe II no perdió la oportunidad de erosionar algunos poderes de la nobleza aragonesa limitando sus fueros. A comienzos del siglo XVIII fueron suprimidos tanto los fueros de Cataluña como de los demás reinos de la corona aragonesa (Valencia y Mallorca), como consecuencia de la derrota en la guerra de Sucesión (1700/15) a través de los Decretos de la Nueva Planta, a excepción del derecho civil foral catalán y aragonés. Únicamente los territorios vasconavarros fieles a Felipe V continuaron con su peculiaridad foral (régimen fiscal y monetario propio, aduanas, exención del servicio militar, entre otros). Y a pesar de los conflictos en la Edad Contemporánea (guerras carlistas) se mantuvieron con diferentes alternativas hasta la Constitución de 1978. Durante el franquismo se respetaron los fueros de las provincias fieles Álava y Navarra, y se suprimieron las particularidades forales de las provincias traidoras Vizcaya y Guipúzcoa.  La Constitución de 1978 reconoció la vigencia de los ’derechos históricos’ a través del Estatuto de Autonomía del País Vasco (1979) y del Amejoramiento del Fuero en Navarra.
          Para entender el significado formal y jurídico de los fueros tenemos que partir del presupuesto y sentido originales: la palabra ‘fuero’ deriva del latín ‘forum’ => tribunal. Un jurista del siglo XIX, Francisco Martínez Marina, definía muy bien a lo que entonces se llamaban fueros municipales en España: ‘son cartas expedidas por los reyes provenientes de su soberanía, en las que se contienen instituciones, ordenanzas y leyes civiles y criminales, para regir villas y ciudades y erigirlas en municipalidades’. De este modo, será posible asegurar un gobierno acomodado a la constitución pública del reino y las circunstancias de los pueblos. Además, es necesario llevar en cuenta una cosa indispensable: los fueros se distinguen de las cartas de población, pactos o convenios que el señor solariego firmaba con las poblaciones y derivan del dominio directo de la tierra. En ellas se consignaban los derechos de los pueblos: la cesión del suelo, las posesiones y términos que hacía el señor como dueño territorial a las poblaciones locales, además del reconocimiento de vasallaje prestado a través de tributos y otras atribuciones personales a que se obligaban a cambio de su defensa contra los enemigos (internos o externos) ej.: si el señor precisase variar las condiciones del primitivo contrato sería necesario el asentimiento de quienes habían contratado con él o con sus respectivos herederos. Los fueros locales, municipales o simplemente fueros eran estatutos jurídicos aplicables en una determinada localidad cuya  finalidad siempre fue regular la vida local por medio de un conjunto de normas, derechos y privilegios otorgados por el rey. Aunque parece haber existido en algunas partes de Francia, el fuero es una fuente jurídica genuinamente española, sobre todo para las comunidades autónoma de Navarra y del País Vasco.
          Sabemos ciertamente que los fueros son parte indisoluble de la Historia de España, y en esa característica reside la importancia del debate y los motivos de su supervivencia. Es habitual oír la fórmula de José Ortega y Gasset (1883-1955), tan famosa cuanto errónea, según nuestro articulista: ‘Castilla ha hecho a España, y Castilla la ha deshecho’. El gran escritor, filósofo y activista político madrileño, defendía que España era fundamentalmente Castilla y otras partes postizas y periféricas que decayeron conjuntamente durante el siglo XVII, dando  lugar a su descuartizamiento definitivo. En recurrencia, España ha sufrido un proceso de unificación a partir de su castellanización: ¿de dónde viene, pues, Castilla? La Hispania después de ser provincia romana se tornó un Estado visigodo cuya identidad es cristiana: a nivel jurídico se mantiene unida en virtud del Liber iudiciorum (664), un cuerpo de leyes visigodo de carácter territorial (incluso de Cataluña y País Vasco), dispuesto así por Recesvinto (653-672). Ese mismo código de leyes fue traducido al castellano por orden de Fernando III el Santo como fuero para ciertas localidades meridionales de Hispania con el nombre de Fuero Juzgo (1241). Detalle importante: este fuero supuso la derogación  de las leyes anteriores como el Breviario de Alarico (romano) y el Código de Leovigildo (visigodo). Esta unificación de los códigos romano y visigodo se rompió con la invasión musulmana (711): la identidad católica permaneció, pero la unidad jurídica se fragmentó en varios reinos cristianos, obligando a formalizar un nuevo código, plural y diverso, cuya característica principal es la predominancia de un derecho esencialmente local. Según algunos historiadores, este sería el precedente de las autonomías de la Constitución de 1978, que la actual clase política aprovechó para imponer a la única España posible la ‘teoría de los cinco reinos’ => defendida por Ramón Menéndez Pidal y, en cierta medida, por Claudio Sánchez Albornoz. Esas cinco unidades independientes son por esencia: Castilla, León, Aragón, Navarra y Portugal, los verdaderos núcleos de resistencia contra el Islam: en ellos no constan ni Cataluña ni el País Vasco. Las pretensiones gallegas y catalanas como ‘reinos’ o estados independientes no tienen cualquier fundamento in re, o sea, tanto Galicia como Cataluña hacen declaraciones infundadas y no históricas. El único territorio que podría aducir algún presupuesto independiente frente al Islán sería el principado de Asturias con don Pelayo y sobre todo con Alfonso II el Casto, el primer Imperator totius Hispaniae, título que se repite con Alfonso VII, rey de Castilla y León. El rey  Alfonso II es el único monarca que se inscribe como continuador del imperio Romano, incluso con la capital del reino en Oviedo (812) - esta ciudad guarda una cierta semejanza con Roma y está rodeada también de siete colinas, con la ría de Avilés simulando el puerto de Ostia Tiberina. El propio rey mandó forjar la Cruz de los Ángeles, un recuerdo del lema romano de Constantino el Grande (321) => ‘In hoc signo vinces’ que Alfonso II tradujo para ‘Hoc signo vincitur inimicus’.
         Más tarde, el reino de Oviedo pronto alcanzó los límites del río Duero y trasladó la capital a León, y después a Valladolid con Alfonso VI el Rey Toledano y Alfonso VII ‘Imperator totius Hispaniae’. En realidad, el reino que comenzó en Covadonga, luego se transformó en reino de León, luego en Castilla y más tarde en España, uniendo solidariamente los cinco reinos contra el Islam => reinos de que nos habla la historiografía hispánica, donde por más que quieran gallegos y catalanes no constan ni Galicia ni Cataluña o cualquier otro reino disponible en la imaginación de quien así piensa, pero sin base  histórica. Un aviso a los navegantes ciegos y sordos: ‘no porque yo quiera que así sean los hechos históricos son verdaderos’. Pero no deja de existir quien piense que, desde el punto de vista nacional, ‘la España de la Reconquista se disgrega más que se unifica’ (Pierre Vilar) y, que por este motivo, el título ostentado por los reyes castellanos ‘Imperator totius Hispaniae’ no fue totalmente verdadero. Sin entrar en minucias, esta idea se chocó fundamentalmente con la realidad geográfica, pues la lucha contra el enemigo común partió de los territorios montañosos, físicamente aislados. Además, señores aventureros y municipalidades libres contribuyeron para aumentar ese espíritu particularista dominante en los cuatro cuadrantes hispánicos. Existen casos y más casos donde vemos el sentido clásico de unidad nacional por más que algunos no lo desean por conveniencia mentirosa. La toma del reino leonés por el rey de Navarra, Sancho III el Mayor, así como el poderoso condado de Castilla heredado por uniones dinásticas, son marcas regias de defensa de los propios territorios frente al enemigo común. Cuando los diversos reyes se proclaman Imperator totius Hispaniae hacen referencia, sin cualquier duda, a los reinos cristianos bajo su ordenamiento físico y moral. España se distingue de otros países europeos precisamente porque el feudalismo no tuvo mayor arraigo a no ser en Cataluña, porque una sociedad en expansión no puede estructurarse a partir de señoríos y servidumbre. Al contrario, España se estructuró a partir de pequeños reinos, donde los nobles, colaboradores del rey en las batallas, eran capaces de orgullo e independencia (‘exaltase su valor de guerreros y el número de fieles vasallos’), siempre dominados por una política personal a veces muy audaz en las guerras o en las intrigas en el campo enemigo ej.: comportamiento alternativo o ambíguo del Cid Campeador.      
          Son muchas las particularidades de los reinos españoles: a principio las necesidades de la guerra contra el enemigo común y la repoblación de los territorios conquistados, así como el trabajo de la tierra y su autodefensa, exigieron de los reyes numerosas concesiones personales o colectivas tipo behetrías => tierras bajo la protección de un señor o de un pueblo que escogía su señor por elección, o cartas de población => documentos concedidos por reyes o señores a los repobladores de un lugar. Estos elementos populares disfrutaron de excepcionales favores, y marcan particularmente la sociedad española de aquella época. Sobre estas bases, se desarrollaron las comunidades campesinas y urbanas altomedievales. Las behetrías de modo especial (= del latín vulgar benefactoría = de benefetría o benfectría) fueron instituciones jurídicas donde los vecinos de un pueblo elegían a su señor. En esta época aún no existían estructuras señoriales bien definidas: fueron refrendadas por Alfonso X el Sabio (1252-1284). Las behetrías fueron absorbidas por 20 merindades menores y una Merindad Mayor, la de Castilla => forma administrativa y jurídica entre el poder central y las villas o ‘pueblos’. Por la primera vez en la Historia de España, Prádanos de Ojeda se hace presente a través del Becerro de Behetrías  de Castilla (1352/53), una relatoría de las propiedades castellanas hecha a mando de Pedro I el Cruel (1350-1369).  Las behetrías fueron formas diferentes de propiedad señorial en relación al realengo (propiedad del rey), abadengo (propiedad del abad o monasterio) y al solariego (propiedad de un noble). Los vasallos de las behetrías tenían obligaciones para con su señor (‘yantar’ y ‘sernas’) y para con el rey o monasterio (‘servicio’, ‘monedas’, ‘fonsadera’ y ‘martiniega’). Los fueros o privilegios concedidos por el rey suponían tener hombres leales y poblaciones en zonas fronterizas que expandían la economía del reino. El rey Alfonso I el Católico (739-757) trajo del al-Andalus y de Cantabria mozárabes que asentó en la meseta castellana, en forma de barrera que impedía o amenizaba los avances devastadores islamitas. Tanto los denominados reino de Navarra y condado de Castilla fueron marcas de los reyes asturleoneses, así como Carlomagno y su imperio carolingio dejaron marcas en Aragón y Cataluña. La etimología de Castilla y Cataluña, por coincidencia, tiene el mismo progen y procedencia, ‘región de castillos’ => edificaciones para defensa de los territorios bajo los reyes castellanos y aragoneses, respectivamente.

terça-feira, 29 de abril de 2014

La Ojeda: el nacionalismo catalán (2)


             

         El nacionalismo catalán y sus últimas acrobacias políticas frente al referéndum -‘consultivo, no vinculante’, según los ejecutivos catalanes (!?), previsto para 9/11/2014, incluye una pregunta y dos apartados: ¿usted quiere que Cataluña sea un Estado? Y en caso de respuesta afirmativa, ¿usted quiere que Cataluña sea un Estado independiente? Pero antes que el gobierno actual de España recuse la convocatoria del referéndum por contravenir a la Constitución (1978), yo me pregunto así como la inmensa mayoría del pueblo español (presumo sea ese el pensamiento nacional), deberá hacerlo: ¿será que los catalanes, incluyendo sus dirigentes, saben exactamente lo que es un ‘estado’?  Esta pregunta es recurrente porque el término ‘estado’ es una de las palabras más difíciles de ser definidas, incluso por los expertos. Para tener una idea de la dificultad en determinar lo que sea un ‘estado’ en sentido estricto veamos lo que dicen personas capaces de desentrañarlo. Antes veamos lo que nos dice el Diccionario Esencial de la Lengua Española de la Real Academia Española (2006). Así define esta palabra tan compleja:
  * con mayúscula, significa un ‘país soberano, reconocido como tal en el orden internacional, asentado en un territorio determinado y dotado de órganos de gobierno propios’. Subrayamos en mayúscula, porque cuando aparece en minúscula puede tener más de 20 significados diferentes;
  * puede significar ‘la forma de una organización política dotada de poder soberano e independiente que integra la población de un territorio’;
  * ‘un estado asociado con cierta autonomía, que participa en las estructuras de gobierno de otro país’;
   * ‘un estado autonómico organizado territorialmente en comunidades autónomas’, así como funcionan actualmente en España las CC.AA.;
   * ‘un estado de derecho democrático en que los poderes públicos, integralmente, se someten a las leyes y reconocen las garantías constitucionales’;
   * ‘estado de excepción, en que con autorización del parlamento declara el gobierno en el supuesto de perturbación grave del orden público del funcionamiento de las instituciones democráticas y que implica la suspensión de garantías constitucionales y el reforzamiento de la autoridad administrativa’;
   * ‘estado de sitio declarado por el parlamento, cuando se pueda producir un atentado contra la soberanía o independencia del estado o contra su integridad territorial’;
   * ‘estado federal compuesto por estados particulares cuyos poderes territoriales gozan de una autoridad sometida  al orden constitucional’. Y por ahí se encamina la retahíla de significados y formas diferentes de entender lo que sea Estado o estado (con minúscula)
    En el caso de Cataluña, todos esos monemas pueden ser utilizados dado el carácter de excepción, pues lo que los catalanes quieren o pretenden hacer está clara y diametralmente contra la Constitución (1978), aprobada y ratificada casi por unanimidad de los españoles. En Cataluña, esa misma Constitución fue también aprobada por el pueblo catalán (91,09%); ahora sus dirigentes quieren cambiarla porque nos les apetece la situación actual. Siempre fue difícil lidiar con ese pueblo inconsecuente y rebelde por simple rebeldía, o tal vez sea por su espíritu extremamente anárquico. O tal vez, como decía un periodista y dramaturgo brasileño, Nelson Rodrigues (1912-1980) -'profundo conocedor del espíritu humano'-, porque Cataluña  encarnó la idiosincrasia del perro pulguero sin pedigrí; no encuentra asiento definido en el contexto histórico español. Y, principalmente, no tiene dirigentes a la altura (nunca los tuvo) de su rango progresista. Por todo eso, cuando hablamos de Estado son necesarios algunos elementos esenciales: se trata de una organización política en que existe la estructura de poder sobre un determinado territorio y sobre toda la población (pueblo o nación), de tal manera que el concepto de estado se identifica indistintamente con cada uno de sus habitantes. Ahora bien, ni siempre estado y nación coinciden: hay estados plurinacionales como en Rusia, o naciones repartidas entre varios estados como en Alemania o Suiza. Ningún poder político puede mantenerse durante mucho tiempo mediante el uso exclusivo de la fuerza o de la anarquía: lo que legitima el poder de un estado independiente y soberano es el derecho, el orden jurídico que regula el funcionamiento de las instituciones y el cumplimiento de las leyes por las que debe regirse la colectividad. En los Estados liberales y de democracia moderna, las leyes son elaboradas y aprobadas por los cuerpos legislativos, cuyos miembros, elegidos por la ciudadanía, representan la soberanía nacional. La Ley o Carta Magna se sitúa por encima de todos los individuos, los intereses espurios, los grupos políticos e instituciones democráticas. Tal es el significado de la expresión ‘imperio de la Ley’ que los catalanes insisten en desobedecer. Cualquier fallo sobre el cumplimiento o incumplimiento de las leyes, y el establecimiento de las penas previstas en ley para castigar los delitos, corresponde al poder judicial, ejercido por los tribunales, con total exención de sus atribuciones constitucionales. Por eso, la personalidad jurídica del Estado no es una ficción que puede ser derogada a cualquier momento.  Es un hecho insubstituible que consiste en que el ordenamiento jurídico le atribuye derechos y deberes que crean en todos los habitantes del país la personalidad jurídica y en los entes colectivos la personalidad moral contra las cuales no caben insurgencias anticonstitucionales por más legítimas que así se juzguen. Las entidades políticas del país (en su todo o en parte) no pueden actuar contra el ‘imperio de la ley’.  
           El Estado en sentido socio-filosófico aún es más difícil de ser definido y delimitado. Según José Z. Valverde, ex-catedrático de derecho político de la Universidad de Navarra (1990): estado es ‘un grupo territorial duradero, radicalmente comunitario, estrictamente delimitado, moderadamente soberano frente a otros, que se manifiesta como máximamente comprensivo en el plano temporal y en cuyo seno, sobre una población, con creciente homogeneidad y sentido de autodependencia, [crea] una organización institucional eminentemente burocrática, coherente y jerarquizada, y desarrolla una compleja gobernación guiada conjuntamente por las ideas de seguridad y prosperidad’.  Max Weber (1864-1920), jurista y economista alemán y uno de los teóricos más respetados del mundo académico, así definía al Estado (1919): ‘es una asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, a este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funcionarios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas’. Para tal, el Estado asume las funciones de defensa (fuerzas armadas), de gobernación (administración pública), justicia (tribunales), policía (seguridad), etc. Otra definición clásica es la proferida por el Hermann Heller (1891-1933), jurista y teórico político alemán: ‘una unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con medios de poder propios, y delimitado en lo personal y territorial’. Para complicar más las cosas, según este autor, sólo se puede hablar de Estado como una construcción propia de las monarquías absolutas de la Edad Moderna (siglo XV); no existió Estado en la Edad Antigua.  
       Hablar de un estado moderno y no citar a Nicolás Maquiavelo (1469-1527), es como ir a Roma y no visitar al papa. A final, este poeta, historiador, diplomático y músico italiano, es reconocido mundialmente como el fundador del pensamiento y de la ciencia política moderna. De hecho, fue el primer escritor a desvendar la filosofía del Estado y los gobiernos como realmente son en realidad y no como deberían de ser o propalan que son. Recientes estudios sobre su obra y pensamiento relatan que fue mal interpretado, y las críticas contra sus escritos sobre todo las que partieron del cardenal Reginald Pole (muchas veces contradictorias), hicieron con que históricamente el adjetivo maquiavélico significase felonía, sagacidad, astucia, alevosía, maldad, injuria… Entre tanto, es necesario entender que Nicolás Maquiavelo vivió durante el Renacimiento, época en que la península Itálica estaba dividida en cinco ‘potencias’ (ducado de Milán, república de Florencia, república de Venecia, reino de Nápoles y estados Pontificios). Casi todos ellas ilegítimas, pues fueron tomadas por los condottieri (=> soldados mercenarios). La anarquía se instaló en aquella región geográfica, dominada por intrigas diplomáticas y disputas de todo género debido a sus riquezas codiciadas por las demás potencias europeas, principalmente España y Francia. Fue un momento histórico en que la política italiana era muy compleja y los intereses políticos estaban siempre divididos interna y externamente. Se asemejaba mucho a la actual situación de Cataluña y al comportamiento de sus dirigentes. La región era palco de conflictos entre dos tendencias: una, ‘de exaltación pagana’ representada por los Médicis; otra, ‘de contemplación cristiana del mundo’, representada por religiosos tipo Girolamo Savonarola, de carácter teocrático-democrático, que pasó a criticar los dirigentes por corrupción e inmoralidad (nepotismo desbragado). Su obra El Príncipe es una sátira a las costumbres de los gobernantes, y alertaba al pueblo sobre los peligros de la tiranía. Jean-Jacques Rousseau decía: ‘fingiendo que daba lecciones a los reyes, las dio también a los pueblos’. Maquiavelo era republicano, y afirmaba que sólo la fuerza de un líder especial podría ‘construir’ un Estado fuerte como él imaginaba. Durante los nacionalismos exaltados del siglo XIX (Alemania e Italia), las ideas de Maquiavelo fueron consideradas también ‘exaltadas’ y, por eso, los gobernantes estaban dispuestos a todo para defender la Italia de su tiempo. En las ideas maquiavélicas, los gobernantes no pueden esperar mejores acciones de sus subordinados, o que éstos actúen según lo que se espera de ellos: ‘mismo las leyes mejor ordenadas son impotentes antes las costumbres humanas’. Entre otras él cita: la envidia, la sed de venganza, la falta de respeto y obediencia y, principalmente, el ‘aluvión invasor de extranjeros’. La situación de la actual Cataluña no es mera coincidencia…     
          Sigan mi raciocinio: yo diría que los dirigentes catalanes colocaron la palabra ‘estado’ en el referéndum exactamente no para aclarar la situación sino para tornarla aún más confusa, y el pueblo ‘¡errar en su respuesta!’. Por acaso, ¿el pueblo catalán a favor o contra, sabe exactamente en que está votando? O sea, se vislumbra un qué de embrollo, lío y enredo para que las personas voten sí, lo que torna el pleito a mi modo de ver lamentable. Sólo se desea pescar en aguas turbias. Nuevamente yo me pregunto, ¿pero por qué provocar tanta confusión, cuando se busca lo que puede ser importante para ambos lados? Esos dirigentes catalanes están sin duda envueltos en una urdimbre y conspiración maquiavélicas, en el peor sentido de la palabra. Sin embargo, volviendo al referéndum es necesario que todo el mundo sepa que la Constitución de 1978 fue aprobada no sólo por el parlamento nacional y por el pueblo español, sino también por el 91,09% de los catalanes. Ya sobre el presunto referéndum actual en Cataluña, el congreso nacional formado por los diputados y senadores de todo el país, son mayoritariamente contrarios al referéndum: el PP con 186 escaños y el PSOE con 110 escaños (=> 290 en un universo de 350 diputados, además de otros escaños que no son citados por insignificantes)  se oponen activamente al referéndum, como dicen los socialistas, ‘por ser ilegal y desastroso’. Además, los dos mayores partidos se oponen al referéndum porque la convocatoria necesita de ‘autorización previa por parte del Estado español’. Así la ‘consulta catalana’ es ilegal, inconstitucional y atrabiliaria ya que afecta al conjunto del pueblo español, o sea, en un hipotético referéndum deberían votar necesariamente todos los españoles y no sólo los catalanes. EL PSOE incluso califica la vía catalana como ‘un camino [que lleva] a ninguna parte’. Alonso Guerra (único ‘sobreviviente’ activo que participó en los debates constitucionales de 1978) ya manifestó: ‘en aquel debate el nacionalismo vasco-catalán (PNV y CiU) se manifestó contra la autodeterminación. Es tremendo que al cabo del tiempo digan que siempre han defendido eso. No son leales a lo que defendieron en 1978’. Quien conoce un poco de historia de Cataluña sabe muy bien que nunca jamás, en el devenir de España, los dirigentes catalanes han sido leales. Y no lo serán nunca porque su espíritu está contaminado por la sordidez, el deshonor y la alevosía. Nadie en España confía en los dirigentes catalanes que insuflan y atizan al pueblo para mantenerse en el puesto a través de prácticas de corrupción y otros atentados a la economía del país. Los españoles están rehenes de esa caterva de incompetentes y mafiosos como nunca lo estuvieron en su vida republicana y parlamentarista. 
               No sé si adelanta presentar el decálogo de las mayores mentiras históricas que Cataluña intenta endulzar para que las otras CC.AA las traguen, porque se trata de una organización política que siempre mintió a lo largo de su historia. Ya me referí a Pau Casals (gran músico y compositor catalán, o mejor dicho, español con 7 letras, simbología de la perfección a que se puede llegar si permanecemos unidos): ante la ONU dijo que Cataluña fue la mayor nación del mundo y se condujo contra la guerra y las acciones inhumanas provocadas por las guerras. Ora, Cataluña para decir la verdad fue y es una región eternamente conflagrada por rebeliones de todo tipo. Y más: dentro de su territorio se cometieron los mayores atrocidades y absurdos en cuestión de inhumanidad  ej.: la guerra de los segadors (1640) y la Semana Trágica de Barcelona (1909), para citar apenas dos más deplorables, son testigos de la barbaridad a que un pueblo puede llegar. De cualquier forma aquí están en su mapa convergente las mentiras clásicas (en asuntos importantes y a veces decisivos) de los catalanes. Son muchas y variadas; algunos citan 222 siendo que este número podría duplicarse tantas y tantas han sido sus mentiras a lo largo de la historia. Aquí cito apenas 10, porque casi todos los autores las mencionan en sus escritos:
    1ª - Cataluña entera dice que no pudo participar en la descubierta del Nuevo Mundo y en el comercio colonial americano porque no la dejaron por ‘motivos excusos’.  Gran mentira y fácil de aclararlo: los catalanes y sus compañías participaron desde el principio en el comercio colonial a través de los puertos autorizados de Sevilla y Cádiz. En las empresas del Nuevo Mundo hicieron cuestión de no colocar ni un soldado siquiera y mucho menos dinero. Ya en tiempos de Felipe V, que ellos consideran su peor verdugo o carrasco, este rey les entregó el monopolio comercial americano por medio de compañías privilegiadas ej.: Real Compañía de Barcelona (1755/56) y Real Compañía Guipuzcoana (1728) => en Venezuela, durante los años 1733 a 1785, ‘los guipuzcoanos llegaron a constituir un estado dentro del Estado’. Las grandes ventajas eran: (1ª) el monopolio del cacao, sólo precedido por el oro y la plata; y (2ª) la persecución al contrabando, facultándoles el establecimiento de una guardia permanente de los puertos, costas y caminos. Carlos III acabó con aquella farra vasco-catalana. Estas Reales Compañías de Comercio y Fábrica fomentaban el intercambio comercial y la producción manufacturera en el interior de la península. Como se ve, el vicio del nacionalismo ya viene desde muy lejos. Dejemos esto de lado porque si nos profundizamos un poco sale mucha m#$&*.
     2ª - los catalanes (o mejor, sus gobernantes, porque las gentes más exaltadas son prácticamente ‘borregos’ que hacen filas, gritan en las calles, levantan pancartas etc) dicen que Cataluña es la región que más contribuye a la Hacienda Fiscal por habitante. Mentira incorregible ya que es un asunto colocado como motivo para el referéndum. La región que más paga por habitante es Madrid y con mucha diferencia. También la C.A. de Islas Baleares contribuye en mayor medida que Cataluña. Existen otras CC.AA. que aportan grandes cantidades al ‘esfuerzo fiscal’ como La Rioja, Aragón, Asturias etc. Curioso este asunto: los que más reclaman Cataluña y el País Vasco no son los mayores contribuyentes a la Hacienda, y a pesar de todo eso en aquellas regiones no se oyen protestas, pues son entidades solidarias en un país donde los más ricos deben ayudar a los pobres por propia conveniencia y lucro ya que un comercio interno fuerte y consumista aumenta y valoriza a todos, incluso a ellos. Pero Cataluña y el País Vasco nunca fueron solidarios con nadie. Son egoístas y rencorosos desde hace siglos. Son pueblos que no merecen mucha atención por parte de los españoles. Son muy sucios en los negocios…
     3ª - los catalanes dicen que Barcelona y su Área metropolitana desarrollaron su parque industrial por sí mismas y sin ayuda de nadie. ¡Como son cínicos y asquerosos! Su desenvolvimiento en la industria textil se aprovechó no sólo del monopolio, del proteccionismo y leyes o ‘medidas urgentes’ (¡?) en beneficio propio, sino también de las honrarías coloniales (mercaderías y productos) del comercio americano (interno y externo), como ya vimos en la 1ª mentira de tamaño colosal.  Y no sólo de todos esos favorecimientos ‘corporativistas’, como también  de los ahorros y economías de las zonas agrícolas, especialmente de Castilla y León,  en aquella época la mayor potencia del mundo en todo: en territorio, en finanzas, en ejércitos de primera categoría y, principalmente, en valentía y lealtad cosas que Cataluña y el País Vasco no valorizan mucho. Hasta hoy juegan en la retranca. En aquella época no contribuían con absolutamente nada ni en dineros ni en soldados. Y cuando España necesitó de ambos se negaron a contribuir. Castilla y León arcaron con ‘la pesada cruz de los impuestos’, como ironizaba Francisco de Quevedo, porque Cataluña y otros ‘no daban ni un real siquiera’. Al contrario, pagaban a su nobleza para que ella no se bandeara al otro lado. Claro, esa nobleza nunca se bandeó por ser una chupona histórica como lo es hasta hoy.
    
     4ª - los catalanes afirman que su burguesía fue emprendedora, arriesgada e innovadora como la de otros países europeos. Nada más mentiroso y sin calificación: la burguesía catalana siempre fue monopolista (industria textil) y proteccionista al extremo. Acudía a Madrid cuando las cosas iban mal y exigían que subiesen los aranceles para así poder mantener el monopolio del mercado español (interno y colonial) y de sus productos que nunca fueron de la mejor calidad, dígase de pasaje. Si comparados con los tejidos finos de Flandes quedaban a kilómetros de distancia. A veces se vanaglorian de cosas que nunca las han hecho o las han tenido en sus fábricas. Como decimos los brasileños, ‘mienten que es una desgracia’. Aún en nuestros días, la industria textil catalana se desarrolla gracias a los aranceles que nos obligan a pagar a los españoles, comprando unos productos caros que podemos comprar más baratos en el extranjero, sólo porque forman parte de España, y Madrid quiere valorizar el mercado interno. Para decir la verdad, en Cataluña nunca hubo empresarios de verdad, arriesgados e innovadores, como los empresarios de Milán/Italia donde se creó la FIAT y otras empresas líderes del automóvil: aquí la burguesía arriesgó su capital, pero en Cataluña… Parece un chiste, sin la menor gracia. En esa parte de España, la burguesía siempre atrasada y copiadora se limitó a esperar que Francisco Franco (¡ahora le llaman dictador!) decidiera investir el capital público de las otras regiones españolas para crear la SEAT (una filial de la FIAT) e instalarla en Barcelona. Es la más deslavada mentira decir que la burguesía catalana arriesgó o innovó alguna cosa en comparación con las otras burguesías europeas.
    5ª - los catalanes se quejan del trato económico y financiero ofrecido por las autoridades de Madrid al parque industrial de Barcelona en comparación con otras regiones de España a lo largo de la Historia.  Absoluta mentira como respondimos en el parágrafo anterior. Todo al contrario: quienes recibieron un trato menos favorable y descuidado fueron regiones como Extremadura, las dos Castillas, Andalucía, Asturias y Galicia en detrimento de las dos regiones más ingratas y no solidarias con los españoles, moradores de regiones difíciles y geográficamente perjudicadas por la falta de transporte interiorano. A lo largo de la Historia de España los puertos de Bilbao y  San Sebastián (País Vasco), Barcelona y Reus/Tarragona fueron favorecidos en todos los sentidos. En la época colonial llegaron a rivalizar con Sevilla/Cádiz, mismo siendo estos puertos escala obligatoria entre la Ruta del Viejo Continente y el Nuevo Mundo debido a la Casa de Contratación (1503). Con el descubrimiento de América, los puertos de Sevilla y Cádiz se convirtieron en puertos y portones universales de Indias, pero Barcelona y Bilbao ya en la Era Moderna pasaron a dominar el comercio del Mediterráneo (Barcelona) y del Atlántico Norte (Bilbao). Prácticamente, todas las empresas con infraestructuras construidas y/o empresas públicas se instalaron en esos dos puntos periféricos, lejos de Madrid (capital) a partir de la Revolución Industrial (1750). Por tanto, las regiones más favorecidas por motivos obvios fueron Cataluña y País Vasco (por sus puertos comerciales) y Madrid por ser capital del reino y lugar de decisiones gubernamentales. Las otras regiones siempre fueron ‘dejadas’ de la mano de Dios y de los hombres, en detrimento de esos dos territorios que hoy menosprecian a sus hermanos sacrificados y empobrecidos.   
          6ª - corre entre los catalanes que sus autopistas son de pago, y las otras autovías  españolas serían gratuitas. Nueva mentira sin fundamento in re (sin razón). Al contrario, si supiesen la real historia de las autopistas catalanas callarían inmediatamente sus lenguas viperinas. En la década de 1970 no había dinero en España para autopistas, por eso se recurrió a las autopistas de peaje => en su mayoría construidas en Cataluña (Barcelona-Zaragoza, Barcelona-Francia, Barcelona-Valencia, etc). El dinero financiador de estas carreteras salió del bolso de todos los españoles y no de los catalanes. Y para apeorar la situación, en una época en que  los habitantes de determinadas regiones o zonas geográficas de España pasaban hambre y otras dificultades financieras. Las escasas economías  de Bancos y Cajas de Ahorro de toda España financiaron las autopistas de peaje de Cataluña. Una vergüenza escandalosa de los gobernantes de aquella época que atendían a las oligarquías petrificadas de Cataluña. Además, los préstamos en dólares pedidos a bancos extranjeros tuvieron que ser avalados por el estado español. Yo no sé como esos ingratos catalanes abren la boca para decir majaderías y sandeces cuando han hecho y continúan haciendo tanto mal a los españoles de buena paciencia. Todavía no se han percatado que si los habitantes de las otras CC.AA. aún se importan en cargar con los problemas de los catalanes es por causa del territorio que es nuestro, de cada un de los pobladores de España, conquistado con mucho sacrifico, sudor y lágrimas. Creo firmemente que si no fuera por causa de los  32.000km² de Cataluña,  con mucha alegría y satisfacción España entera ya tendría mandado toda esa gente para lugares indeseados por la histórica de la península Ibérica.
 7ª - los catalanes tienen una idea fija: generan más riqueza que la que ellos reciben en tributación fiscal - origen del Pacto Fiscal que procuran asustadoramente para esconder chanchullos, timos y otras cositas más. Increíblemente, parece que sus dirigentes no consultan a los dividendos de las otras CC.AA. Sólo para citar algunos ejemplos: Navarra, Islas Baleares y Madrid (obsesión de los catalanes, pues piensan que parte de su dinero costea las farras madridistas) poseen una renda per cápita mucho mayor, y superan a Barcelona en el comercio e inversiones industriales. Y si llevásemos en cuenta los capitales, la mano de obra y, principalmente, el mercado interno de toda España, debían colocar el rabo entre las piernas y trabajar más y hablar menos, porque muestran al mundo mucha ignorancia y felonía. 
     8ª -  los catalanes se confiesan democráticos frente a los demás españoles. Otra mentira fácil de comprobar a lo largo de la Historia. Cataluña siempre ha disfrutado (hasta hoy mucha gente se pregunta por qué, aunque es mejor callar para que no nos tilden de xenófobos o racistas dentro de nuestro propio país) de privilegios inmerecidos, ventajas desproporcionales y privanzas excusas, que han impedido el desarrollo industrial y diversificado (¿esto es democrático?) en otras CC.AA. con tantas o más circunstancias favorables sea junto al mar sea en el interior peninsular. Parece que los catalanes no se recuerdan de las fórmulas de salida del Estado español o fórmulas absurdas de pertenencia meramente formal ej.: el tristemente odioso pacto con el gobierno central propuesto por Pujol, en que las otras regiones de España tendrían que replantear su política de compras hacia Cataluña. Así, España se vio obligada a abrir mano de un periodo transitorio de aranceles  para dar una oportunidad más a Cataluña en detrimento de las otras regiones españolas. Son privilegios demás a un pueblo que no los merece y ni los ha merecido en cualquier hipótesis. Y su karma histórico es continuar haciendo de las suyas, en tanto que los demás españoles deberán pagar el pato hasta que la panela de presión explote: sinceramente, yo vivo lejos del centro convulsionado, pero me pregunto cómo el gobierno español y sobre todo el ejército (a final de cuentas, árbitro supremo de la contienda cuando vemos el afronte a la Constitución) tienen tanta paciencia con los catalanes. Porque realmente todos los españoles tienen toda la razón del mundo de estar ‘al borde de un ataque de nervios’ con los desplantes del pueblo catalán.
       9ª - algunos catalanes dicen o supuestamente afirman que Cataluña es una nación sometida a España por las fuerzas de las armas. Absolutamente es una mentira histórica.  Cataluña nunca ha sido estado, nación, reino o cualquier otra entidad con rango  real. Mal y mal ha sido un condado o principado de Barcelona pero no de Cataluña. Al contrario, la Cataluña histórica fue un conjunto de condados entre los cuales se destacó Barcelona: enseguida ésta fue acaparando los otros por la fuerza o por el soborno, pero no por la voluntad soberana de los demás condes, más favorables al imperio carolingio aunque ya en franca decadencia (siglo X/XI). El condado de Barcelona fue absorbiendo otros condados de la Marca Hispánica. Curiosamente, el condado de Barcelona se expandió hacia el sur a medida que los castellanoleoneses imponían sucesivas derrotas al al-Andaluz de los musulmanes. Después, se impuso por las armas frente a los nobles levantiscos de Penedés, Urgell, Pallars, Carcasona etc. Siempre fue un condado, y no pasó de eso en toda la historia. Su sobrevivencia se prueba a través de gestos ceremoniales: en 1223, Pedro IV el Ceremonioso entró en Barcelona y recibió una garlanda y no la corona como simple conde; años después el propio Consejo de Ciento exigió del rey Martín I el Humano junto con la reina María (1400) exactamente lo mismo: en la visita a la ciudad ‘no debía portar corona, sino la garlanda o diadema propia de los condes de Barcelona’. Está escrito en la Crónica de Ramón Muntaner. Y continúa hasta hoy: el rey Juan Carlos I de España ostenta el título de conde de Barcelona, pero no de Cataluña. En cuanto a ser económicamente una entidad industrial es algo también relativamente importante. En términos generales, sólo sobresale el eje Barcelona/Tarragona. El término catalán en sentido económico no existe, es una falacia. Existe, sí, el voluntarismo de unos pocos (en relación al conjunto español no deben llegar al 10%) y a las manipulaciones de sus instituciones políticas, no tan democráticas así como ellos piensan…
        10ª - los catalanes requieren el expolio del Archivo de Salamanca sobre la Guerra Civil Española que, como todos sabemos, presenta muchas cositas interesantes sobre los gobiernos y personas importantes de la época, porque ciertamente el expolio que ellos quieren no debe hablar bien de Cataluña. Pero las filas socialistas salamantinas defienden la unidad del archivo, y califican la reivindicación catalana de la Generalitat de ‘prepotente, abusiva y carente de lógica’, y acusa a los catalanes de introducir problemas de convivencia con objetivos políticos subalternos. El dictamen de la comisión de expertos sobre el Archivo de Salamanca no ha sido una respuesta imparcial, aunque los expertos escogidos atendieran aparentemente a criterios profesionales. El desmantelamiento del Archivo de Salamanca sería ‘destruir una realidad histórica y, por eso, debe mantenerse íntegra, como expresión nítida de lo que fue aquella maquinaria represora’, nos dice Juan Manuel de Prada. Los catalanes quieren el ‘retorno del patrimonio expoliado’, ciertamente para tergiversar el sentido de la historia de España, como ya lo vienen haciendo desde hace siglos. Sería interesante que la iglesia pidiese de vuelta todas las propiedades que le fueron robadas por gente desleal y nada patriótica, en Cataluña y en otros lugares de la península Ibérica. O que los árabes y musulmanes reclamasen las mezquitas y palacios que les fueron usurpados durante la Reconquista. O que los indígenas americanos pidiesen la restitución de sus tierras, robadas o expoliadas por los colonizadores ingleses, franceses, españoles y portugueses. El mundo vendría abajo. Ahora aparecen esos dirigentes catalanes de %#$&* a exigir el ‘expolio del Archivo de Salamanca’ después que se supo que el comité de expertos estaba amañado para que los fondos históricos volvieran a Cataluña. Es lamentable que en España se repitan constantemente chanchullos de todo tipo, y en ellos estén envueltos casi siempre ciudadanos de la ínclita Cataluña.        
           Cuesta creerlo, pero el objetivo final de tantas mentiras es uno sólo: a través de extorsiones y chantajes políticos -dicen que quieren la independencia,  aunque saben que la inmensa mayoría de los españoles son contrarios a esa idea alocada y propia de faranduleros- mantienen en pie sus ventajas económicas, o sea, siguen vendiendo productos al mercado interno español, gracias a todos esos chanchullos de los que han disfrutado hasta hoy, sin un resquicio siquiera de solidaridad fiscal en relación a las otras regiones españolas, algunas muy pobres como Extremadura y Andalucía. Muchos españoles se preguntan, ¿por qué el nacionalismo catalán (también el nacionalismo vasco) avanza  electoralmente, a pesar de ser Cataluña una región sin motivos de agravios, antes al contrario, todos los españoles tienen motivos de sobra para reclamar de tanta mezquinaría y cabronada? La respuesta parece sencilla: avanza y avanzará siempre porque económicamente les resulta rentable considerarse nacionalistas. La ley electoral española, por ejemplo, favorece claramente a las opciones regionalistas ej.: el partido catalán CiU, con menos votos que Izquierda Unida, tiene más del doble de diputados que ésta; lo mismo se pasa con el ERC catalán. Los separatistas apoyaron a los principales partidos (PP y PSOE) a cambio de ventajas económicas para Cataluña, haciendo de estos partidos una especie de bisagra electorera. La educación escolar está en manos de las CC.AA.: este dictamen constitucional interesa tan sólo a los separatistas, a pesar de que el 97% de los habitantes de Cataluña y País Vasco hablen correctamente el español, porque a los alumnos se les podrá enseñar (como está aconteciendo) una historia plena de mentiras, donde se les comunica que los nacionalistas vascos o catalanes fueron oprimidos, masacrados por los otros españoles. A largo plazo, Cataluña y el País Vasco conseguirán lo que quieren, pues los votos de la gente joven son casi todos nacionalistas. Un día llegará (y es con esta vertiente que juegan los nacionalistas) en que la propuesta catalana repercutirá en la historia de España como aconteció con el grito de Ipiranga en tiempos de  D. Pedro I, emperador del Brasil: ‘independencia o muerte’  (1822) fue el lema del embate, aunque guardadas las comparaciones de tiempos y países. En consecuencia, hubo una guerra civil no declarada pero con muchas batallas, rebeliones, revueltas, muertes, abusos de todo tipo y mucha, mucha  desorden en todas las provincias brasileñas, unos a favor y otros contra. Dios quiera que no acontezca otra guerra civil en España -sería terrible, porque los odios mutuos aún no cicatrizaron a pesar de que ya se pasaron más de 70 años del desastre nacional, pero las cosas se encaminan para ese desenlace trágico si no aparecer una mano fuerte y decisiva. Contemporizar con vascos y catalanes no es ninguna solución ni una medida seria y contundente; nunca lo fue. La historia es testigo: los catalanes porfiarán en cuanto haya gente del gobierno que consienta y acepte sus intempestivas reclamaciones. Las injusticias corporativistas si no se las cohíbe o rechaza a tiempo terminan mal.  Y para todos los lados. Sólo no lo ve quien desea permanecer encima del muro…