sábado, 8 de fevereiro de 2014

La Ojeda en Castilla y León



               
               
         La Comunidad Autónoma de Castilla y León, con ‘status de comunidad histórica’, fue constituida mediante Ley Orgánica 5/1983, ‘por motivos de interés nacional’ (¡?). A su vez, el Estatuto de Autonomía de Castilla y León (2007) declaró en su preámbulo: ‘la Comunidad Autónoma de Castilla y León surge de la moderna unión de los territorios históricos que componían y dieron nombre a las antiguas coronas de León y Castilla. Hace 1.100 años se constituyó el reino de León del cual se desgajaron en calidad de reinos, a lo largo del siglo IX, los de Castilla y Galicia, y en 1.143, el de Portugal. Durante estas dos centurias los monarcas que ostentaron el gobierno de estas tierras alcanzaron la dignidad de emperadores, tal como atestiguan las intitulaciones de Alfonso VI y Alfonso VII’. (¡Che! ¡Qué redacción pobre, difícil y capciosa, además de  incorrecta, hein, amigos! ¿Cómo se permite una cosa así en un documento oficial? Su autor, ciertamente leonés, quiere por que quiere colocar a León en el centro de la Historia de España.  Colocación boba y extremamente atrasada. Son estas cosas ridículas que destruyen la unidad nacional. Es mucho infantilismo...). A pesar de todo, ese preámbulo defiende una serie de valores y símbolos, propios e indelebles, de los habitantes castellanoleoneses, sobre todo su patrimonio lingüístico (alusión al castellano, leonés y gallego), histórico, artístico y natural. De acuerdo con ese estatuto, Castilla y León forman ‘una comunidad histórica y cultural’. Y con toda razón en lo que se refiere al toque cultural: más del 60% de todo el patrimonio comunitario existente en España (arquitectónico, artístico, cultural etc) se encuentra en Castilla y León. Sólo para tener una idea de tamaña grandeza basta citar algunos números: Bienes de Interés Cultural (1.800), Conjuntos Históricos (112), Castillos (+500), Museos (400), Catedrales (13), Bienes considerados Patrimonio de la Humanidad (8), Reservas de la Biosfera (5) y ‘la mayor concentración de arte románica del mundo’. Ninguna comunidad autónoma española (incluso, hasta países europeos) dispone de un patrimonio tan rico y emblemático en parámetros históricos y culturales. Y no adelanta rechinar los dientes: ante los hechos no cabe discusión.  Y no sólo su patrimonio histórico y cultural gana fueros y aires internacionales: también el territorio de 94. 223km² (18,6% de España), con 2.517.157 habitantes (5,4% del total nacional; casi despoblada). Su IDH > Índice de Desarrollo Humano (0,965 ) es el 8º de España, después del País Vasco (1º),  CF Navarra (2º), CA Madrid (3º), CA Cataluña (4º), CA La Rioja (5º), CA Aragón (6º) e Islas Baleares (7º), conforme refrenda mi pesquisa. Diferentemente a esta colocación en el ranking nacional, consulté otra lista (2010) en que la CA Castilla y León ocupaba el 6º lugar; y una tercera fuente coloca a Castilla y León en 4º lugar. No sé  a quién dar la razón… De cualquier forma estaría al frente de países desarrollados, nos dice el articulista, como Japón, Francia, Suecia y Países Bajos, por ejemplo (¡?). Así está demás!? Su PIB per cápita es de 30.652 US$: según o FMI, entre 181 países listados, Castilla y León ocuparía el 29º, exactamente el lugar ocupado por España en el ranking mundial con una pequeña diferencia. En esa misma lista (2011), España ocupa el 29º lugar con 30.625 US$. Resumiendo: en palabras de nuestro comentarista, ‘Castilla y León es la región del mundo con más bienes culturales Patrimonio de la Humanidad;  la comunidad autónoma con mayor extensión de España, y el 3º territorio más extenso de la Unión Europea’. Aunque los tres presupuestos signifiquen alguna cosa, me parece que no es lo suficiente para vanagloriarse en demasía. Al final, esas tres ‘glorias’ de Castilla y León no matan el ‘hambre de nadie’. Pero, ¡qué sé yo!, tal vez lo maten, sí, cuando bien aprovechadas y conducidas económicamente.
               La Comunidad Autónoma de Castilla y León está situada en la submeseta norte de la península Ibérica. Como dijimos en otro lugar, su territorio se confunde con la cuenca hidrográfica del río Duero (‘su columna vertebral’), y está  integrada por 9 provincias (Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora). Sinceramente, ‘como geógrafo y historiador de mi tierra’, no consigo ‘entender’ los casos autonómicos de Cantabria y La Rioja: para ‘independizarse’ de Castilla y León adujeron ‘motivos históricos, culturales, geográficos y socioeconómicos’. Precisamente por todos estos motivos deberían haber permanecido unidos indisolublemente a Castilla (La Rioja, es castellana hasta en el nombre propio, escogido por sus próceres actuales),  y si llevado en cuenta un futuro de prosperidad regional.  Si Castilla y León sin estas dos ‘provincias’ ya es un gigante en parámetros internacionales, ‘con cuatro hombros a más’ sería un coloso como ya lo fue en tiempos modernos (cf Historia de España). Entretanto, dejemos correr las aguas pasadas, y aceptemos democráticamente la opción ‘separatista’. Sólo nos resta lamentar una tal decisión, para mí, más perjudicial a esas dos provincias que para Castilla y León. Pero insisto: tanto en la historia como en la geografía ambas comunidades continuaron ‘vivas’ gracias a los caballeros castellanoleoneses. Muchos de esos caballeros andantes, ‘fieles, honestos y valientes, con fuerza e integridad cristiana’ derramaron su sangre para defenderlos de los enemigos internos y externos. ‘La historia abierta y transparente es un testimonio inatacable, para vencidos y vencedores’, pienso yo. Actualmente, las comunidades autónomas son ‘entidades territoriales’, dentro del ordenamiento constitucional de España (1978), así como su mapa autonómico [y geográfico] actual es fruto de ‘pactos autonómicos’ efectuados en los años de 1981/1992, ‘aunque nunca refrendados y llevados a las Cortes Generales’. La división política y administrativa española está formada por 17 comunidades autónomas -Navarra prefirió llamarse ‘comunidad foral’, en alusión a una ley paccionada en 1841, pero sin cualquier diferencia en su status constitucional. Curiosamente, los estatutos de autonomía sólo han sido refrendados por los respectivos ciudadanos de  apenas 4 comunidades (País Vasco, Cataluña, Galicia y Andalucía). Los llamados pactos autonómicos configuraron el mapa de las 17 autonomías (diferentes de las 15 regiones históricas y geográficas de antaño); en 1995 se dio por encerrado el mapa de las autonomías. En adelante no serían más aceptables nuevas remodelaciones o ampliaciones.              
           Ya hemos hablado sobre el proyecto de Javier de Burgos, ministro de Estado [de Fomento], en tiempos de Isabel II (1833/68) -‘la de los tristes destinos’ (Pérez Galdós), cuando España creó un Estado centralizado con 49 provincias y 15 regiones de las cuales apenas 11 eran ‘históricas’ (¡?). El Real Decreto (1833) así rezaba: ‘el territorio español en la Península e Islas adyacentes queda desde ahora dividido en 49 provincias que tomarán el nombre de sus capitales respectivas, excepto las de Navarra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, que conservan sus actuales denominaciones’. En expresión de Francisco Iglesias Carreño (1945…), un político zamorano y fundador del Prepal (partido político leonés), ‘esta división provincial y regional de España se consolida e inserta en los Pueblos de España, en la base de sus ciudadanos y [se] cristaliza plenamente hasta llegar a las realidades sociales, en nuestros días […]. Todos los ayuntamientos y sus alfoces  deben estar íntegramente dentro de una provincia’. Al año siguiente (1834), las provincias se dividieron en partidos judiciales, como juzgados de primera instancia e instrucción, base de los distritos electorales y de contribución. En 1868, España tenía 463 partidos judiciales y unos 8.000 municipios; hoy (2013), son 8.037 los ayuntamientos legalmente reconocidos, aunque algunos no tengan ni siquiera 10 años de vida. Esta división en regiones, provincias y partidos judiciales fue asumida tanto por la primera república (1873) como por la segunda (1931), y también por la monarquía constitucional (1978), vigente hasta los días de hoy. Las provincias definidas como tales en 1833, según frase constitucional de 1978, ‘siguen siendo piezas básicas de organización territorial de España (art. 141), base de las circunscripciones electorales (art. 68,) y las unidades de las que se componen las comunidades autónomas (art. 143)’. Un detalle importante: aunque dijimos un poco encima que no se permitirían remodelaciones o ampliaciones, esta división viene sufriendo pequeños retoques: algunos modifican los límites, la denominación y el cambio de nombre de sus gobernantes: jefe político, gobernador civil y subdelegado del gobierno. Ejemplos: la provincia de Logroño pasó a llamarse de La Rioja (1980); Santander,  de Cantabria (1982); y Oviedo, de Principáu d’Asturies (1983)… La historia de las autonomías es un sueño antiguo en Castilla y León (¡no vislumbro las razones precisas de este hecho, pero que tuvo motivos económico-financieros, eso no lo dudo!): en la primera república (1873/74), hubo un proyecto de crear un estado federado con las 11 provincias dependientes o instaladas en el valle del río Duero; estaban incluidas las provincias de Logroño y Santander. Hubo también un pacto federal castellano con las provincias de Castilla la Vieja, pero el ocaso de la república truncó aquel deseo. Más tarde (1921), en el IV Centenario de la Batalla de Villalar, el propio ayuntamiento de Santander  (!cómo los vientos mudan de dirección, hein!)  propuso la creación de una mancomunidad castellanoleonesa con las 11 provincias en aprecio. Durante la segunda república (1936), también se aventó la hipótesis de un regionalismo castellanoleonés con las mismas 11 provincias: en esta ocasión se llegó a elaborar un Estatuto de Autonomía. El Diario de León llegó a escribir (1936): ‘proponemos unir en una personalidad [única] a León y Castilla ‘la Vieja’ en torno a la gran cuenca del Duero, sin caer ahora en rivalidades pueblerinas’. Y el sueño continuó vivo hasta 1983…      
             Para comenzar, la Comunidad Autónoma de Castilla y León, con la separación uniprovincial de Santander/Cantabria y su no inclusión en el pacto autonómico castellanoleonés, perdió una de sus bases económicas y mercantiles: la salida directa para el océano Atlántico (o mar Cantábrico). Por lo demás, la ubicación geográfica de Castilla y León se localiza en el cuadrante noroccidental de la península Ibérica, entre Asturias, Cantabria, País Vasco (al norte); La Rioja y Aragón (al este); Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura (al sur) y Galicia y Portugal (al oeste). En su actual geografía, tanto Castilla la Vieja como el León histórico de nuestros antepasados están dominados por un cinturón de montañas y, principalmente, por la submeseta norte donde prospera una altiplanicie de altitudes medias (entre 670/800m), cubierta de materiales silíceos, arcillosos y kársticos que originan un paisaje árido y seco con gran predominio del páramo castellano. Sin embargo, lo que más llama la atención del viajante son las altas y espigadas cumbres al norte de León, Palencia y Burgos, separadas de la cornisa cantábrica por ‘puertos’ y desfiladeros que permiten la comunicación y transportes en general con Asturias, Cantabria y el País Vasco. Toda la región norte de Castilla y León está dominada orográficamente por la cordillera Cantábrica que llega hasta la ciudad de Burgos y Saldaña/Palencia. En los otros cuadrantes vemos: al este/sureste, los montes sorianos del  sistema Ibérico presididos por el Moncayo; al sur, diversas sierras de renombre regional pertenecientes al sistema Central; y al oeste, las montañas de Zamora y Salamanca, con picos amesetados por la erosión cuaternaria de las aguas y borrascas. Durante los plegamientos herciniano y alpino -la actual Centroeuropa y zona norte de España se elevó en su trabajo geomorfológico- la meseta castellana se rompió en diversos lugares. Como consecuencia surgieron los montes de León (‘la espina dorsal de la meseta’), la cordillera Cantábrica y el sistema Central, originando y formando pizarras y zócalos metamórficos sobre los cuales se asientan las tierras castellanoleonesas. Incluso, con afloramientos de agua minero-medicinal o termal, como en Castromonte, Caldas de Luna, Morales de Campos… Haciendo cuestión de impresionar a nuestros lectores, podemos decir que la Comunidad de Castilla y León es grande y poderosa, sobre todo en su geografía: y a pesar de su territorio ser vasto, en sus ‘calles’ y campos impera la diversidad de cuatro regiones bien diversificadas:   

   (1) la amplia ‘llanura’ esteparia, poblada de enebros y sabinas y bellos animales, como el zorro, el gato montés y el casi extinto lince ibérico [zamorano], además de los rebaños de ovejas y cabras; 
       (2) las dehesas mediterráneas de Salamanca/Zamora, jalonadas por una vegetación de encinares y alcornocales donde habita el mayor número de ganaderías de toros bravos, campeones en las lidias ibéricas de la llamada por los españoles de Fiesta Nacional (las famosas torerías);
       (3) las montañas septentrionales o cordillera Cantábrica, la más occidental de Europa con morfologías redondeadas y características alpinas. El flanco oriental (todavía no emergido) fueron sedimentos bajo un mar existente entre la placa ibérica y la placa europea. La cordillera representa el límite sur de la llamada España húmeda o verde, dividida en tres tramos: el macizo asturiano (al oeste),  los montes vascos (al este) y las montañas cántabras > de calizas y margas mesozoicas y páramos calizos donde se asienta La Ojeda y todo el norte burgalés-palentino. Aquí vamos encontrar impenetrables bosques de hayedos y fauna atlántica;
       (4) el sistema Central, la cordillera ‘de tierras con pinares y águilas reales’, se subdivide en una serie de sierras separadas entre sí por grandes valles o puertos de montaña; su mayor elevación es el Pico Almanzor (2.592m). El sistema Central es una ‘cordillera’ formada por rocas muy antiguas, pero con un relieve reciente, e edad similar a la de los Pirineos, Alpes, Andes e Himalaya. La flora de estas montañas se caracteriza por la abundancia de bosques (pinares silvestres) y la presencia de robledales y encinares en las partes más bajas; en las cumbres predominan los pastizales y arbustos de montaña. En su fauna abundan mamíferos (ciervos, jabalíes, corzos etc) y una gran cantidad de aves acuáticas en los embalses, así grandes rapaces ej.: el águila imperial y el buitre negro. Durante mucho tiempo, el pastoreo y una modesta agricultura de subsistencia han sido las bases económicas de la cordillera; hoy predomina el turismo en todas sus acepciones, incluso el deportivo ej.: el piragüismo.      
               De  Castilla y León no sólo admiramos su conjunto histórico-artístico -el hombre castellanoleonés, desde épocas remotas, ha dejado las huellas de su arte y cultura a lo largo del territorio (catedrales, monasterios, castillos y ciudades amuralladas, en perfecto estado aún en nuestros días). Admiramos también su hidrografía, constituida por la cuenca del río Duero y sus numerosos afluentes: del norte descienden el río Pisuerga (nuestro río amigo e inolvidable compañero, de grandes recuerdos y añoranzas tanto de niño como de adulto), el Valderabuey y el Sella (curiosamente nace de un manantial denominado Fuente del Infierno) > es considerado una de las imágines más emblemáticas del Principado de Asturias: desemboca en Ribadesella en forma de estuario de los  más bonitos de España. Por el sur o margen izquierda, después de pasar por Zamora, el río Duero se encajona entre los cañones del Parque de Arribes del Duero, recibiendo impetuosos afluentes como el Tormes (de aguas bravas e importantes embalses) y el Águeda, frontera natural España/Portugal por 40km > sus pequeños tributarios sufren fuerte estiaje durante el verano. También el Adaja > 2º afluente más importante del Duero después del Pisuerga  y corredor ecológico de primera categoría por su fauna es un curso de agua con grandes recuerdos históricos; sus aguas son famosas por crear esculturas zoomorfas (toros y verracos). Algunos subafluentes son históricamente famosos como el Carrión en tierras palentinas, el Arlanza/Arlanzón en Burgos, el Eresma en Segovia y el Bernesga en León. Y más aún: pasada la zona de arribes o arribanzos, el Duero gira hacia el oeste adentrándose en Portugal donde recibe los afluentes Sabor, Tua y Támega, nacidos en el macizo galaico-leonés, pero los tres abren paso singular en el país vecino: el río Sabor es un ‘rio salvaje, caso raro en Europa’ por no tener embalses y poseer hábitats naturales indescriptibles; el río Tua muy maltratado por los deyectos de empresas instaladas en sus márgenes; y el río Támega con un valle maravilloso, pero poco cuidado. Y no sólo la cuenca del Duero ‘baña’ y rejuvenece nuestras tierras: la cuenca del Ebro (930km), el río más caudaloso de España transcurre, impetuoso aunque irregular, por tierras de Campoo/Palencia, Burgos y Soria a través de los primeros tributarios después de sus nacientes en el río Hijar (Pico Tres Mares), y no en Fontibre como tientan legitimar creencias populares sin cualquier apoyo científico. 
          
                   Además de los ríos, Castilla y León es rica en embalses o pantanos, en lagos y lagunas y, sobre todo, dueña y señora del Canal de Castilla -una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes no sólo de España como del mundo entero; se construyó entre 1753 y 1849. Con una anchura que varía entre 11 y  22m, el canal discurre por 207m y atraviesa 38 municipios de tres provincias (Palencia, Burgos y Valladolid): une Alar del Rey (a 3,8km de Prádanos de Ojeda) a las localidades de Valladolid (ramal Sur) y Medina del Rioseco (ramal de Campos), después de vencer un desnivel de 150m (con 1,8 a 3m de profundidad) y 49 esclusas. Originalmente, el proyecto presuponía 4 ramales que unirían  Segovia a Reinosa/Cantabria en busca del puerto de Santander, en el mar Cantábrico. Pero solo se construyeron tres (Norte, Sur y Campos). El canal discurre por 75km en la provincia de Palencia (ramal Norte); ya en Grijota/Palencia se bifurca en forma de una gran Y invertida en dirección de Medina de Rioseco (ramal de Campos con  78km) y de Valladolid (ramal sur con 54km).  Sus humedales fueron declarados Zonas de Especial Protección para las Aves (ZAPA) y Lugares de Interés Comunitario (LIC). El canal aún conserva un valioso entramado  de esclusas, molinos de harina, almacenes y dársenas de enorme interés histórico. Además es un ‘río’ que proporciona abastecimiento de agua a pueblos, regadíos, espacios culturales y de ocio a todo tipo de gentes (autóctono y visitante). Según reza la propaganda oficial, se piensa darle una salida, dentro del turismo rural y caminos se sirga como vía ciclo-turística, visto que en sus orillas han surgido diversos ecosistemas de ribera con tres franjas de vegetación: los carrizos y espadañas, el bosque-galería (olmos, chopos negros, álamos blancos, fresnos etc) y los numerosos arbustos que albergan una fauna de valor ecológico insuperable. En el Canal de Castilla se han encontrado 121 especies de aves nidificantes (invernantes y migratorias), 42 especies de mamíferos, 11 especies de anfibios, 14 especies de reptiles y 14 especies de peces. Tras estos números ‘gloriosos’, el canal ha sido incluido en la Red Natura 2000. Sin embargo no todo son flores: esa protección no fue suficiente para salvar las lagunas que se encuentran en estado deplorable, algunas hasta han desaparecido del mapa. Evidentemente, por incuria de las autoridades constituidas y no de los pueblos. Yo mismo vi, personalmente, el amor que Herrera y Alar mantienen en relación a su canal benemérito.
            La navegación del Canal de Castilla -de los otros 4 canales de España, sólo el Canal Imperial de Aragón (110km) detiene asimismo importancia natural e histórica- comenzó a finales del siglo XVIII, siendo la época de mayor esplendor entre 1850/60 cuando surcaban las aguas del canal más de 350 barcazas. A partir de la abertura de la línea férrea Valladolid-Alar del Rey (1857), de trazado casi paralelo, cedió su utilización como vía de transporte y comunicación. Sin embargo, sigue proporcionando otros usos derivados de su fuerza motriz ej.: fábricas de papel, de harinas y cueros, de molinos y armas, incluso de astillero, generando un desarrollo económico e industrial en los pueblos y ciudades por donde pasa. Comenzó con la navegación comercial de cereales (granos) por medio de las barcazas hasta 1860, pero la inauguración del ferrocarril provocó el colapso del tráfico de mercadorías. Actualmente, el principal uso económico del canal es el regadío agrícola y el abastecimiento de agua potable a los núcleos urbanos de su recorrido; la navegación para fines comerciales terminó en 1959. Otro recurso muy explotado es el turismo: en 2010, por ejemplo, ocurrió el Gran Premio del Canal de Castilla (prueba deportiva de cicloturismo): en un futuro próximo se convertirá en carrera ciclista profesional. La ruta combina tramos asfaltados con tramos donde los ciclistas circularán por las sirgas tipo el Tour de Flandes. Los antecedentes de esta obra gigantesca  se remontan a los siglos XVI/XVII cuando se desarrollaron en Europa los grandes sistemas de navegación para fomentar el comercio y el regadío. Estos estudios comenzaron con Bartolomé Bustamente (1501-1570), en la cuenca del Pisuerga/Nogales de Pisuerga, ‘en los arrabaldes de Prádanos de Ojeda’. Sacerdote y famoso arquitecto renacentista, el padre jesuita Bartolomé Bustamante desplegó una gran actividad como arquitecto teórico con numerosos pareceres que facilitaron la difusión del estilo clasista en España. Hombre muy respetado por su piedad y fuertes convicciones religiosas, intervino en tareas constructivas con pareceres y comentarios técnicos muy avanzados para su época. Uno de ellos fue la construcción del Canal de Castilla (1549). Más tarde (siglo XVIII), por iniciativa de Zenón de Somodevilla y Bengoechea (1707-1781), marqués de Ensenada, y uno de los políticos más influentes de la ilustración española (‘gracias a su seductora presencia en la corte. Era un ministro de carácter activo, inteligente y enérgico, además de galán’). Interesante, a pesar de galán nunca casó. En aquel entonces, se podía decir que Madrid era la capital más culta de Europa, gracias a la actividad irrequieta de este marqués riojano. ‘Era tan importante su labor que la política europea empezó a hacerse en Madrid. Las distintas cancillerías sabían que era él quien mandaba, y con él negociaban’. Trascurrían los tiempos del despotismo ilustrado de Carlos III (1716-1788), conocido por la historia como el ‘mejor alcalde de Madrid’. 
             Otro aspecto importante de Castilla y León son sus dominios climáticos: encuadrada dentro del clima continentalizado (contraste acentuado entre las temperaturas de invierno y verano, del día y la noche), la región castellanoleonesa presenta ‘tres  climas diferenciados’:
     (1) al norte, en la parte más elevada de la cordillera Cantábrica, predomina el clima atlántico (templado y húmedo) > de inviernos suaves y veranos templados, con lluvias abundantes a causa de la proximidad del mar; en las partes más bajas (Prádanos está a 1.180m de altitud) o regiones típicas de montaña, los inviernos son más fríos y acentuados;
   (2) al centro, predominio de la meseta propiamente dicha, se instala un clima mediterráneo continental, de veranos calurosos e inviernos severos; un clima frío y seco. En realidad, es el clima mediterráneo típico con elementos continentales ej.: amplitudes térmicas acentuadas, pues no recibe la influencia del mar y, por eso, las temperaturas son extremas; ya el verano es seco con 30ºC. En el invierno, las temperaturas caen a 0º, con heladas en noches despejadas y nevadas esporádicas. Es propio de la meseta central en toda su extensión;
   (3) al sur, este y nordeste montañosos, el clima es típicamente mediterráneo de montaña, con lluvias escasas, veranos calurosos e inviernos rigurosos. Los relieves interiores se encuadran dentro del piso subalpino, aunque las tierras meseteñas son elevadas y sufren los rigores continentales: en este caso las diferencias son más de carácter pluviométrico que térmico. Los inviernos son largos y fríos, y los veranos son cálidos aunque por bajo de 22ºC, con contrastes diarios muy fuertes. Sus características climáticas están siempre sometidas a influjos de la circulación subtropical.       
               Y por fin, hablemos un poco de los espacios naturales protegidos: los encinares y sabinares solitarios que ahora dibujan la ‘llanura’ castellanoleonesa son restos de los bosques primitivos que cubrieron estas mismas tierras. Las explotaciones agropecuarias (hubo necesidad de tierras para el cultivo del cereal y pastos para los numerosos rebaños trashumantes) provocó la deforestación casi sistemática de la meseta. Aún se ven restos de bosques frondosos formando comunidades mixtas ej.: León, Burgos y Soria. Las vertientes meridionales de las montañas cantábricas (aquí se sitúa nuestro amado pueblo, Prádanos de Ojeda) y en las estribaciones de los sistemas Ibérico aún supervive una rica vegetación, sobre todo en las laderas más húmedas y frescas, pobladas de hayedos, tejos, abedules etc. En las laderas de solana prosperan robles, tilos, carvallos, castaños y pinares de Lillo. Ya en las laderas inferiores del sistema Central perviven amplias extensiones de encinares, castañares, melojares etc, a veces substituidos por pinares de repoblación. Las zonas subalpinas acogen matorrales de piornos y enebros. En la provincia de Salamanca y Zamora, aparecen las dehesas > 'bosques parecidos a las sabanas africanas, con encinares, alcornocales, quejidos' etc. Hay regiones en León y Valladolid donde superviven los únicos olivares castellanoleoneses; cabe destacar también las regiones vinícolas con vinos de buena calidad ej.: Toro, Ribera de Duero, Rueda, Cigales, entre muchos otros. Lo mismo se diga de su fauna, de gran diversidad, pues existen numerosas especies de especial interés por su singularidad y endemismos ej.: el oso pardo, la cabra montés, el rebeco, el gato montés etc. EL aislamiento a que están sometidas las altas montañas propicia esos endemismos: pequeños y grandes mamíferos abundan en algunas áreas de la cordillera cantábrica. Diversos ejemplares suelen frecuentar los bosques caducifolios, de coníferas y montes bajos como el de mi pueblo, Prádanos de Ojeda. Castilla y León es un ambiente propicio para pequeños reptiles como lagartijas, culebras y anfibios ej.: tritones, salamandras y sapos, en tanto que en sus ríos de montaña viven nutrias, desmanes, truchas, barbos y carpas en abundancia. Y donde los ríos se encajonan formando hoces y cañones viven sobre las rocas centenas de aves rupícolas y aves en peligro de extinción ej.: la cigüeña negra y el águila imperial. En los bosques de coníferas vive también una infinidad de paseriformes como pinzones, arrendajos, pitos, picapinos etc, así como en las llanuras despejadas con cultivos de secano aparecen numerosos pajaritos y rapaces forestales como el azor. Los humedales castellanoleoneses concentran centenas, millares de ánsares comunes que se reproducen en el norte de Europa y visitan nuestra tierra en el invierno. En Castilla y León, como nos dice un experto, ‘se contabilizan animales adaptados a la vida en la alta montaña, habitantes de roquedos, moradores de cursos fluviales, especies de llanura y residentes forestales que forman el mosaico de la fauna castellanoleonesa’.

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