Hicimos mención, en apartados anteriores,
a la Lista Roja de la UINC = Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza = ‘el inventario más
completo del estado de conservación de las especies de animales y de plantas de
todo el mundo’. Objetivo principal:
transmitir a los ciudadanos globales la urgencia y magnitud de los problemas de
conservación [un público de todas las edades y pueblos] y, sobre todo, a los
encargados de tomar decisiones en cada
país o comunidad autónoma, si desean realmente reducir o minimizar la extinción
de algunas especies en peligro crítico de desaparecimiento [local, regional,
nacional y hasta global]. La Lista Roja es usada por
agentes gubernamentales, departamentos de vida silvestre, organizaciones
relacionadas con la conservación de las especies, ONGs, etc. y, especialmente, por
todos aquellos que están interesados como
yo en hacer alguna cosa por pequeña que sea para revertir, o cuanto menos,
detener la disminución de la biodiversidad ecológica en Castilla y León, o en
cualquier pueblo de La Ojeda, en mi caso
Prádanos de Ojeda > pues es ‘mi tierra
natal’. A este respecto, cité las palabras de García Novo, catedrático de
ecología por la Universidad de Sevilla, cuando decía que había una
contradicción entre la conservación de la naturaleza y el progreso tecnológico
basado en la explotación de los recursos naturales, sobre todo porque la
pérdida gradual de la biodiversidad es ‘un proceso imparable’ no sólo en España,
sino en todo el mundo. Y por tanto, es necesario resolver cuanto antes esa
contradicción entre la biodiversidad y el desarrollo económico. ¿Cómo
resolverla aquí y ahora? Ésta es la gran cuestión, y sólo la sabiduría de los
pueblos y naciones podrá ‘buscar sistemas
alternativos y equilibrados’ para resolver una cuestión de vida o muerte para todos los
habitantes de la Tierra. En realidad, como insistía en decir García Novo, la
sostenibilidad ‘no es no usar, sino hacer
buen uso’. Según la UINC, casi 25% de los sistemas biogeográficos de la
Tierra ya han sido transformados totalmente por la acción del hombre, y otro
porcentaje similar ha sufrido algún tipo de modificación. La mitad subsecuente
se mantiene relativamente intacta,
siendo que de esos 50% complementares,
el 20% corresponde a las zonas heladas (ártica y antártica) y a las áreas
desérticas. A bien decir sólo 30% de la tierra aún puede ser aprovechada
plenamente: Europa, EUA y China poseen las áreas más transformadas de La Tierra:
‘apenas con algunos restos de vegetación
original y grandes pérdidas de diversidad biológica’.
Como también recordé en otros
apartados, hay varias listas rojas sobre animales amenazados de extinción o listados en la categoría vulnerables. Mencioné, por ejemplo, la
lista roja del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de
España, pero existe una lista no menos importante que quiero escudriñar en
líneas complementares, precisamente porque se trata de animales silvestres de
que yo oía hablar en el pueblo en mis tiempos de niño. Hoy en día, creo
piamente no exista ningún de esos animales, por lo menos en la proporción que
se decía o se contaba haber encontrado en nuestras comarcas. No digo ya en
Prádanos de Ojeda que es un municipio muy pequeño (21,35km²), pero en toda la
comarca de la Ojeda/Boedo y la Montaña Palentina de las cuales nuestro pueblo
forma parte integrante. Prádanos de Ojeda se localiza geográficamente en las
estribaciones meridionales de la Montaña Palentina, la región más típica de Palencia junto con la Tierra de
Campos. Pues bien, comenzaré por nuestro lobo
ibérico, la especie más protegida de España junto con el lince del Parque
Doñana/Huelva.
El lobo ibérico (Canis lupus signatus) sería una subespecie autóctona ibérica (España/Portugal). Sus características físicas (manchas blancas en las mejillas/’bigoteras’ y marcas oscuras en la parte frontal de las patas delanteras) le muestran como signatus (marcado). El lobo ibérico merece un estudio especial (siempre le mereció, nadie sabe el porqué a la cierta), por su interacción con el hombre desde el siglo XIX. Tal vez este relacionamiento [¡persiste hasta el momento actual!] se intensificó debido a su funesta y preocupante depredación entre los abundantes rebaños de ovejas atrás de los cuales este hermoso animal se desplazó hasta los años 1970. El proceso de regresión comenzó después de los años 1950/60, cuando tanto en España como Portugal se pusieron en macha campañas deliberadas de acabar con un animal súper-depredador. Sin embargo, tras el abandono progresivo y sistemático del pastoreo en diversas zonas rurales (principalmente en las áreas de trashumancia entre Castilla/León y Extremadura) y la no persecución directa (caza, cebos y venenos) a la especie ahora más alejada de los centros urbanos, el lobo ibérico está avanzando y se encuentra en franca expansión (¡?) en algunas comunidades autónomas ej.: León Y Castilla y Extremadura, en cuanto en Andalucía casi ha desaparecido totalmente. Hasta los años 1990, según estimativa gubernamental, existían en España unos 1500/2000 ejemplares. En el recuento de 2002 existirían unos 1.200 lobos en España y unos 300/400 en Portugal. A lo que parece, el lobo ibérico se recupera y está aumentando su población, aunque es un optimismo ‘no comprobado’. Y las razones son simples: (1) es una especie amenazada en la Lista Roja de la UINC; (2) está en la categoría vulnerable en el Libro Rojo de los vertebrados en España; (3) está casi amenazado en el Atlas de los mamíferos terrestres de España y (4) es considerado en peligro crítico en Portugal.
El lobo ibérico se diferencia del lobo europeo por algunas de sus características físicas, morfológicas, genéticas y ecológicas, y como señalan ciertos expertos también culturales
= su sentido mitológico relacionado a creencias de ultratumba y arquetipo de ferocidad en la literatura ibérica.Nuestro lobo peninsular es un animal fundamentalmente carnívoro, y se alimenta de ‘grandes’ herbívoros y otros mamíferos de menor tamaño: su dieta conlleva 35% de grandes mamíferos (ciervos, corzos, muflones etc), 24% de ovejas y cabras, 14% de conejos y liebres, 9% de ratones de campo, 7% de carroña, 5% de reptiles y aves, 4% de vegetales e insectos, y ocasionalmente de otros carnívoros (zorros, perros, gatos etc). Curiosamente, en su caza prevalecen las presas más débiles (cansadas) y fáciles de alcanzar. Para animales de mayor porte, los lobos siguen la práctica del acecho o caza en grupo. Hieren a sus presas en la parte ventral o en el cuello. El lobo siempre fue temido por los pastores y los pueblos de la montaña; difícilmente este animal se arrisca en algún descampado o campo abierto. Cuando en mi infancia vi un lobo solitario junto a la huerta de los Blases, mi padre me alertaba que aquello era una ocasión única: sólo en el monte con los rebaños de ovejas pastando, el lobo se hacía presente en pareja o en grupo (de siete, no más), acechando su presa y formando fila indiana. Actualmente, aunque se dice que la población de lobos está ‘aumentando’, su conservación no está asegurada ni mucho menos. Sobre todo, porque su hábitat está fragmentado por infraestructuras, autopistas, valladas del ferrocarril… Los conflictos con intereses ganaderos y las disculpas desharrapadas de las autoridades en pagar indemnizaciones a veces denegadas o muy atrasadas, tornan la sobrevivencia del lobo un problema cultural, aunque se diga que son exterminados por supuestos daños a la caza menor, por lo general anecdóticos. Pero existen, claro, varios casos como el ya citado por mí en un apartado anterior ocurrido en la sierra Norte/Guadalajara. Lo peor de todo eso son los cazadores furtivos: se calcula entre 70/80% las muertes de lobos provocadas por esos cazadores irresponsables (con o sin razón). Además, es preciso llevar en cuenta la pérdida de identidad genética por causa del cruce con perros asilvestrados y la propia desorganización social al verse obligados a vivir en condiciones inadecuadas para la especie ej.: para supervivir el lobo apela a la carroña de los basureros.
El lobo ibérico (Canis lupus signatus) sería una subespecie autóctona ibérica (España/Portugal). Sus características físicas (manchas blancas en las mejillas/’bigoteras’ y marcas oscuras en la parte frontal de las patas delanteras) le muestran como signatus (marcado). El lobo ibérico merece un estudio especial (siempre le mereció, nadie sabe el porqué a la cierta), por su interacción con el hombre desde el siglo XIX. Tal vez este relacionamiento [¡persiste hasta el momento actual!] se intensificó debido a su funesta y preocupante depredación entre los abundantes rebaños de ovejas atrás de los cuales este hermoso animal se desplazó hasta los años 1970. El proceso de regresión comenzó después de los años 1950/60, cuando tanto en España como Portugal se pusieron en macha campañas deliberadas de acabar con un animal súper-depredador. Sin embargo, tras el abandono progresivo y sistemático del pastoreo en diversas zonas rurales (principalmente en las áreas de trashumancia entre Castilla/León y Extremadura) y la no persecución directa (caza, cebos y venenos) a la especie ahora más alejada de los centros urbanos, el lobo ibérico está avanzando y se encuentra en franca expansión (¡?) en algunas comunidades autónomas ej.: León Y Castilla y Extremadura, en cuanto en Andalucía casi ha desaparecido totalmente. Hasta los años 1990, según estimativa gubernamental, existían en España unos 1500/2000 ejemplares. En el recuento de 2002 existirían unos 1.200 lobos en España y unos 300/400 en Portugal. A lo que parece, el lobo ibérico se recupera y está aumentando su población, aunque es un optimismo ‘no comprobado’. Y las razones son simples: (1) es una especie amenazada en la Lista Roja de la UINC; (2) está en la categoría vulnerable en el Libro Rojo de los vertebrados en España; (3) está casi amenazado en el Atlas de los mamíferos terrestres de España y (4) es considerado en peligro crítico en Portugal.
El lobo ibérico se diferencia del lobo europeo por algunas de sus características físicas, morfológicas, genéticas y ecológicas, y como señalan ciertos expertos también culturales
= su sentido mitológico relacionado a creencias de ultratumba y arquetipo de ferocidad en la literatura ibérica.Nuestro lobo peninsular es un animal fundamentalmente carnívoro, y se alimenta de ‘grandes’ herbívoros y otros mamíferos de menor tamaño: su dieta conlleva 35% de grandes mamíferos (ciervos, corzos, muflones etc), 24% de ovejas y cabras, 14% de conejos y liebres, 9% de ratones de campo, 7% de carroña, 5% de reptiles y aves, 4% de vegetales e insectos, y ocasionalmente de otros carnívoros (zorros, perros, gatos etc). Curiosamente, en su caza prevalecen las presas más débiles (cansadas) y fáciles de alcanzar. Para animales de mayor porte, los lobos siguen la práctica del acecho o caza en grupo. Hieren a sus presas en la parte ventral o en el cuello. El lobo siempre fue temido por los pastores y los pueblos de la montaña; difícilmente este animal se arrisca en algún descampado o campo abierto. Cuando en mi infancia vi un lobo solitario junto a la huerta de los Blases, mi padre me alertaba que aquello era una ocasión única: sólo en el monte con los rebaños de ovejas pastando, el lobo se hacía presente en pareja o en grupo (de siete, no más), acechando su presa y formando fila indiana. Actualmente, aunque se dice que la población de lobos está ‘aumentando’, su conservación no está asegurada ni mucho menos. Sobre todo, porque su hábitat está fragmentado por infraestructuras, autopistas, valladas del ferrocarril… Los conflictos con intereses ganaderos y las disculpas desharrapadas de las autoridades en pagar indemnizaciones a veces denegadas o muy atrasadas, tornan la sobrevivencia del lobo un problema cultural, aunque se diga que son exterminados por supuestos daños a la caza menor, por lo general anecdóticos. Pero existen, claro, varios casos como el ya citado por mí en un apartado anterior ocurrido en la sierra Norte/Guadalajara. Lo peor de todo eso son los cazadores furtivos: se calcula entre 70/80% las muertes de lobos provocadas por esos cazadores irresponsables (con o sin razón). Además, es preciso llevar en cuenta la pérdida de identidad genética por causa del cruce con perros asilvestrados y la propia desorganización social al verse obligados a vivir en condiciones inadecuadas para la especie ej.: para supervivir el lobo apela a la carroña de los basureros.
Interesante la supervivencia del
lobo: varias organizaciones ecológicas y estudios científicos están a favor del
lobo ibérico y contra los ganaderos, pero hay excepciones. En Zamora, por
ejemplo, donde se ha constatado el mayor número de lobos en toda España, hay un
interés especial en conservar una especie amenazada en el resto peninsular, si
bien la Directiva Comunitaria/92 le haya declarado especie protegida al sur del
río Duero, justamente después de su extinción total y definitiva. Y, por eso,
no da para entender la situación actual: casi todas las comunidades autónomas
de España consideran al lobo objeto de
caza (¡?), una especie de diversión cinegética entre clubes ad hoc. Y mucho menos da para comprender
por qué cargas de agua cuando el lobo portugués ultrapasa la frontera española
es abatido, y viceversa. Pero quede muy claro: los lobos están expresamente
protegidos en ambos países por la misma Directiva Hábitats y por el programa
Life+ Natura 2000, de la Unión Europea. Entretanto, no podemos olvidar que 75%
de la dieta del lobo entran en conflicto con los intereses humanos en ambos países
y fronteras lindantes. En una época en que las poblaciones humanas eran
reducidas y aún existían grandes espacios abiertos (libres de la injerencia del
hombre), el territorio y los recursos naturales eran suficientes para sostener
poblaciones numerosas de lobos. Hoy en día ocurren situaciones perversas para nuestro
cánido mayor: las actividades humanas interfieren virtualmente en todos los
lugares disponibles y, por eso, la presencia de este animal resulta
prácticamente imposible, salvo en enclaves donde el desarrollo económico no
haya llegado con toda su fuerza. En la península Ibérica, aún existen cérvidos
salvajes y otras especies silvestres que sirven de alimento a los lobos, pero
sólo eso no es suficiente para la supervivencia de la especie que vive en
manadas (de 7/8 lobos, en la península Ibérica), y por tanto se ven obligados a
recurrir a otras fuentes de alimento ej.: ovejas, carneros y cabras/chivos.
Actualmente, las piezas preferidas del lobo son el corzo y el ciervo de
nuestros campos de cultivo, aunque también entran en la dieta roedores,
conejos, liebres, zorros, perros de dehesas, y hasta tejones y jabalíes, si las
manadas los encuentran en su camino. Vi en un video, hecho por competentes profesionales,
la lucha mortal entre un oso y unos 4 o 5 lobos que por lo visto no encuentran
rivales cuando el hambre aprieta sus entrañas, al menos en Europa.
El comportamiento de los lobos es, por esencia, ‘muy extraño’: a pesar de ser uno de los mamíferos mejor conocidos científicamente (existen más de 2 mil artículos y estudios sobre esta especie), es un animal rodeado de leyendas, mitos, prejuicios y falsedades. Pero no deja de ser el predador más presente en el subconsciente humano. Como señala la ASCEL = Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico, este animal posee ‘un enorme atractivo para quienes aman a la naturaleza, pues representa el espíritu más agreste, puro y salvaje del mundo animal’. Interesante considerar que se trata de una especie tan parecida al pastor alemán que de lejos mucha gente puede confundirlo con ese perro verdaderamente hermoso e inteligente. Para no desmerecer a la especie, refrendamos el dicho popular: se trata de un animal gregario, pues se organiza en manadas con jerarquía rígida de una pareja (macho y hembra), la única que se reproduce en el grupo de 7/8 animales, aunque formen parte del clan otros individuos (crías, jóvenes, etc). Nacen ordinariamente 5 crías por pareja: con pocos meses ya siguen a los adultos por lugares donde encuentren alimento y no se sientan perseguidos. Y por increíble que parezca, respetan mucho al ser humano. El peor momento de lidiar con él es en la hora de la comida, como ocurre con los perros. Habitualmente, sus hábitats preferidos son las montañas, los bosques (o ‘montes’), estepas y páramos. Aunque los ganaderos vivan en guerra con los lobos, sabemos que los ecosistemas atlánticos y mediterráneos precisan del lobo como especie clave para mantener su equilibrio ecológico, pues el desaparecimiento de la especie podrá acarrear desequilibrios extremamente dañosos para el medio ambiente ej.: en la vegetación, en las densidades de los herbívoros o carnívoros menores. Hoy la presencia del lobo en España (90% de la especie) está restricta al cuadrante noroccidental de la península Ibérica (comunidades autónomas de Galicia, Asturias, Castilla y León = al norte del río Duero), donde su caza está permitida. Existen algunos núcleos residuales y aislados en Extremadura y Andalucía: aquí los lobos están listados en la categoría de la UINC como en peligro crítico.
El antiguo ICONA (1988) hizo un estudio nacional para evaluar la real situación, problemática y distribución del Canis lupus signatus, nuestro lobo ibérico, en un área que abarcó 100 mil/km², prácticamente toda la cuenca del río Duero y sus provincias dependientes. En el año 2001 el área aumentó para 140 mil/km² donde se supuso existir unos 500/650 lobos adultos. Las estimativas son aceptables, pero los criterios, procedimientos y esfuerzos de muestreo son muy dispares y, por tanto, discutibles. Así, podríamos decir que las poblaciones efectivas se aproximan de los 750 individuos adultos reproductores, lo que nos lleva a pensar en 1500 ejemplares antes de los partos y a unos 2000 lobos (machos, hembras y crías) después del otoño peninsular. Las poblaciones de Castilla y León -‘hábitat natural del lobo ibérico’- muestran una leve tendencia a aumentar y una lenta expansión en las áreas cerealistas de la meseta castellana, al norte del río Duero, sobre todo en Zamora. Las provincias de Palencia y León son también dos áreas ‘residenciales’ del lobo ibérico, sobre todo en la Montaña Palentina y Montes de León. Desde 2005, cuando se aprobó la Estrategia Española de Conservación y Gestión del Lobo, se estableció un marco de referencia y regulador para aglutinar las líneas básicas en defensa de nuestro cánido mayor. La adhesión de España y Portugal a la Unión Europea (1986) implicó en la incorporación de la legislación comunitaria sobre el medio ambiente. Por eso, la gestión del lobo ibérico se enmarca dentro de la Directiva Comunitaria/92 donde se especifica: las poblaciones al norte del río Duero podrán ser objetos de medidas de gestión, pero siempre deberán prevalecer criterios científicos que aseguren la conservación favorable del lobo ibérico, en cuanto las poblaciones localizadas al sur del río Duero deberán estar sometidas a medidas especiales en cuanto a la conservación de la especie. La ley 42/2007 que trata del patrimonio natural y la biodiversidad incorporó asimismo toda esa legislación pertinente de la Directiva Comunitaria/92 sobre las poblaciones lobunas en Castilla y León.
El comportamiento de los lobos es, por esencia, ‘muy extraño’: a pesar de ser uno de los mamíferos mejor conocidos científicamente (existen más de 2 mil artículos y estudios sobre esta especie), es un animal rodeado de leyendas, mitos, prejuicios y falsedades. Pero no deja de ser el predador más presente en el subconsciente humano. Como señala la ASCEL = Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico, este animal posee ‘un enorme atractivo para quienes aman a la naturaleza, pues representa el espíritu más agreste, puro y salvaje del mundo animal’. Interesante considerar que se trata de una especie tan parecida al pastor alemán que de lejos mucha gente puede confundirlo con ese perro verdaderamente hermoso e inteligente. Para no desmerecer a la especie, refrendamos el dicho popular: se trata de un animal gregario, pues se organiza en manadas con jerarquía rígida de una pareja (macho y hembra), la única que se reproduce en el grupo de 7/8 animales, aunque formen parte del clan otros individuos (crías, jóvenes, etc). Nacen ordinariamente 5 crías por pareja: con pocos meses ya siguen a los adultos por lugares donde encuentren alimento y no se sientan perseguidos. Y por increíble que parezca, respetan mucho al ser humano. El peor momento de lidiar con él es en la hora de la comida, como ocurre con los perros. Habitualmente, sus hábitats preferidos son las montañas, los bosques (o ‘montes’), estepas y páramos. Aunque los ganaderos vivan en guerra con los lobos, sabemos que los ecosistemas atlánticos y mediterráneos precisan del lobo como especie clave para mantener su equilibrio ecológico, pues el desaparecimiento de la especie podrá acarrear desequilibrios extremamente dañosos para el medio ambiente ej.: en la vegetación, en las densidades de los herbívoros o carnívoros menores. Hoy la presencia del lobo en España (90% de la especie) está restricta al cuadrante noroccidental de la península Ibérica (comunidades autónomas de Galicia, Asturias, Castilla y León = al norte del río Duero), donde su caza está permitida. Existen algunos núcleos residuales y aislados en Extremadura y Andalucía: aquí los lobos están listados en la categoría de la UINC como en peligro crítico.
El antiguo ICONA (1988) hizo un estudio nacional para evaluar la real situación, problemática y distribución del Canis lupus signatus, nuestro lobo ibérico, en un área que abarcó 100 mil/km², prácticamente toda la cuenca del río Duero y sus provincias dependientes. En el año 2001 el área aumentó para 140 mil/km² donde se supuso existir unos 500/650 lobos adultos. Las estimativas son aceptables, pero los criterios, procedimientos y esfuerzos de muestreo son muy dispares y, por tanto, discutibles. Así, podríamos decir que las poblaciones efectivas se aproximan de los 750 individuos adultos reproductores, lo que nos lleva a pensar en 1500 ejemplares antes de los partos y a unos 2000 lobos (machos, hembras y crías) después del otoño peninsular. Las poblaciones de Castilla y León -‘hábitat natural del lobo ibérico’- muestran una leve tendencia a aumentar y una lenta expansión en las áreas cerealistas de la meseta castellana, al norte del río Duero, sobre todo en Zamora. Las provincias de Palencia y León son también dos áreas ‘residenciales’ del lobo ibérico, sobre todo en la Montaña Palentina y Montes de León. Desde 2005, cuando se aprobó la Estrategia Española de Conservación y Gestión del Lobo, se estableció un marco de referencia y regulador para aglutinar las líneas básicas en defensa de nuestro cánido mayor. La adhesión de España y Portugal a la Unión Europea (1986) implicó en la incorporación de la legislación comunitaria sobre el medio ambiente. Por eso, la gestión del lobo ibérico se enmarca dentro de la Directiva Comunitaria/92 donde se especifica: las poblaciones al norte del río Duero podrán ser objetos de medidas de gestión, pero siempre deberán prevalecer criterios científicos que aseguren la conservación favorable del lobo ibérico, en cuanto las poblaciones localizadas al sur del río Duero deberán estar sometidas a medidas especiales en cuanto a la conservación de la especie. La ley 42/2007 que trata del patrimonio natural y la biodiversidad incorporó asimismo toda esa legislación pertinente de la Directiva Comunitaria/92 sobre las poblaciones lobunas en Castilla y León.
Infelizmente, en España todo es así:
hay disparidad de criterios y las figuras administrativas que catalogan al lobo
ibérico establecen pautas de gestión en cada comunidad autónoma muy diferentes
en función de sus territorios y situaciones políticas y económicas. Es un hecho
no deseable para la conservación del lobo a largo plazo. En casi todos los
territorio autonómicos, el lobo figura en los listados regionales de las
especies que pueden ser objeto de caza si existir autorización por parte de las
autoridades autonómicas. Precisamente por estos casuismos, el lobo es una
especie sometida al aprovechamiento cinegético de clubes y cazadores diversos.
Todas esas entidades y cazadores solitarios (a veces interesados en la matanza
del lobo) consideran a la caza como el único método posible de gestión, salvo
en Asturias, donde el lobo ibérico no es una especie cinegética, pero también
no está en la categoría de estrictamente protegida por el gobierno regional. En
el país vecino, la legislación es parecida, pero la situación del lobo es más
compleja porque existen apenas 300 ejemplares y por eso el lobo portugués es considerado
una especie en peligro de extinción. Portugal, dígase de pasaje, ofrece a su
cánido el máximo grado de protección legal, en cuanto en España el lobo está
catalogado en la categoría de casi amenazado, de acuerdo con el Libro Rojo de
los Mamíferos de 2006. La categoría casi amenazado está reservada por la UINC a
las especies en situación vulnerables,
en peligro de extinción y en peligro crítico .
Las poblaciones del lobo ibérico sufren bajas constantes, sobre todo en lugares donde la caza está permitida: en las comunidades autónomas de Galicia y Castilla y León donde se concentran prácticamente 90% de los lobos existentes en España, ellos se distribuyen en un área de 140 mil/km², principalmente en la cuenca del Duero y provincias pertinentes a través de sus ríos y arroyos donde los lobos llegan para beber agua pura )(!?). Los lobos ibéricos sufren todo tipo de accidentes, algunos naturales (inanición, luchas entre manadas por comida, enfermedades, etc) y otros provocados por la acción inconsecuente del hombre, su enemigo mitológico. Como dijimos, la causa principal de la mortalidad lobuna está en la caza que es permitida en ciertas comunidades autónomas, donde no sólo está la mayor área de distribución del lobo ibérico, como también la persecución furtiva e ilegal que corresponde a casi 50% de la mortalidad total de la especie en España. La ASCEL dice que en algunas zonas puede llegar a 87% donde a cada lobo cazado legalmente mueren unos 7 abatidos ilegalmente. La caza abusiva e ilegal es la causa principal que limita la multiplicación y prosperidad de las manadas lobunas en Castilla y León. La segunda causa del regreso del lobo ibérico está en los cebos envenenados, lazos, trampas y ‘redes/corredores de captura’, así como reclamos con restos de carroña que atrae a lobos hambrientos cuando no encuentran su alimentación preferida. Las infraestructuras, autopistas y la red viaria con la mayor velocidad de los vehículos (atropellos y muertes) son otras causas del desaparecimiento o fragmentación de los hábitats lobunos en España. Se dice que la tasa de mortalidad del lobo ibérico pueda ultrapasar los 30% de la especie. Para evitar tanto descalabro, es necesario que los gobernantes y autoridades responsables hagan alguna cosa para salvar nuestro cánido mayor, reduciendo la caza furtiva e ilegal y aumentando sistemáticamente las actividades educativas en relación al medio ambiente y sus hábitats específicos como es el caso del lobo ibérico. Si todos hiciésemos alguna cosa a favor de este hermoso animal, ciertamente su situación ambiental no estaría tan deteriorada en nuestra península.
Las poblaciones del lobo ibérico sufren bajas constantes, sobre todo en lugares donde la caza está permitida: en las comunidades autónomas de Galicia y Castilla y León donde se concentran prácticamente 90% de los lobos existentes en España, ellos se distribuyen en un área de 140 mil/km², principalmente en la cuenca del Duero y provincias pertinentes a través de sus ríos y arroyos donde los lobos llegan para beber agua pura )(!?). Los lobos ibéricos sufren todo tipo de accidentes, algunos naturales (inanición, luchas entre manadas por comida, enfermedades, etc) y otros provocados por la acción inconsecuente del hombre, su enemigo mitológico. Como dijimos, la causa principal de la mortalidad lobuna está en la caza que es permitida en ciertas comunidades autónomas, donde no sólo está la mayor área de distribución del lobo ibérico, como también la persecución furtiva e ilegal que corresponde a casi 50% de la mortalidad total de la especie en España. La ASCEL dice que en algunas zonas puede llegar a 87% donde a cada lobo cazado legalmente mueren unos 7 abatidos ilegalmente. La caza abusiva e ilegal es la causa principal que limita la multiplicación y prosperidad de las manadas lobunas en Castilla y León. La segunda causa del regreso del lobo ibérico está en los cebos envenenados, lazos, trampas y ‘redes/corredores de captura’, así como reclamos con restos de carroña que atrae a lobos hambrientos cuando no encuentran su alimentación preferida. Las infraestructuras, autopistas y la red viaria con la mayor velocidad de los vehículos (atropellos y muertes) son otras causas del desaparecimiento o fragmentación de los hábitats lobunos en España. Se dice que la tasa de mortalidad del lobo ibérico pueda ultrapasar los 30% de la especie. Para evitar tanto descalabro, es necesario que los gobernantes y autoridades responsables hagan alguna cosa para salvar nuestro cánido mayor, reduciendo la caza furtiva e ilegal y aumentando sistemáticamente las actividades educativas en relación al medio ambiente y sus hábitats específicos como es el caso del lobo ibérico. Si todos hiciésemos alguna cosa a favor de este hermoso animal, ciertamente su situación ambiental no estaría tan deteriorada en nuestra península.
No nos olvidemos de una cosa
fundamental en toda esta polémica entre cazadores y ganaderos en general: el
lobo siempre fue un súper-depredador que ocupa ‘en su hábitat natural y sin la competencia del hombre, la parte
superior de la pirámide nutricional’. Lo que quiere decir en pocas
palabras: se trata de un depredador que carece de competencia/concurrencia
externa para regular su población y, por
eso, su crecimiento poblacional está regulado:
(1) por la disponibilidad de alimento suficiente en su ‘demarcado territorio’ = los lobos pueden recorrer 100km diarios en busca de comida;
(2) por varias enfermedades (rabia, parvovirosis, moquillo canino, sarna etc) que pueden diezmar su población;
(3) por el hombre, igualmente un súper-predador, que entra en litigio con el lobo: a principio porque es un peligro real para el ser humano, sobre todo cuando se presenta en manadas; después porque ambos compiten en la caza de otros animales dentro de la pirámide nutricional (jabalíes, cabras monteses, corzos, conejos y liebres, etc). En la falta de alimento dentro de su territorio, el lobo amplía la zona de caza, llegando ocasionalmente a atacar rebaños de ovejas/carneros o cabras/chivos… Además, el lobo es un animal social o gregario (vive también en manadas), cuya base social comunitaria es la fuerza jerárquica rígida. La loba posee una camada entre 3 y 5 cachorros: en cuanto la hembra amamanta los lobeznos (menos de 3 meses), el macho caza. Cuando cumplen un año y medio se tornan adultos y siguen su vida particular. Lobos solitarios son raros, pero se dan casos de individuos aislados en busca de otros individuos en la misma situación con los cuales podrá formar una nueva manada, o se integrar a otro grupo.
(1) por la disponibilidad de alimento suficiente en su ‘demarcado territorio’ = los lobos pueden recorrer 100km diarios en busca de comida;
(2) por varias enfermedades (rabia, parvovirosis, moquillo canino, sarna etc) que pueden diezmar su población;
(3) por el hombre, igualmente un súper-predador, que entra en litigio con el lobo: a principio porque es un peligro real para el ser humano, sobre todo cuando se presenta en manadas; después porque ambos compiten en la caza de otros animales dentro de la pirámide nutricional (jabalíes, cabras monteses, corzos, conejos y liebres, etc). En la falta de alimento dentro de su territorio, el lobo amplía la zona de caza, llegando ocasionalmente a atacar rebaños de ovejas/carneros o cabras/chivos… Además, el lobo es un animal social o gregario (vive también en manadas), cuya base social comunitaria es la fuerza jerárquica rígida. La loba posee una camada entre 3 y 5 cachorros: en cuanto la hembra amamanta los lobeznos (menos de 3 meses), el macho caza. Cuando cumplen un año y medio se tornan adultos y siguen su vida particular. Lobos solitarios son raros, pero se dan casos de individuos aislados en busca de otros individuos en la misma situación con los cuales podrá formar una nueva manada, o se integrar a otro grupo.
De cualquier forma, al igual que
los seres humanos, lo lobos son fundamentalmente sociales: su comportamiento
está determinado por las relaciones con la manada, pues sólo así consigue
ventajas para su propia supervivencia. En grupo, es invencible: no existe otro
animal en el mundo salvaje capaz de competir con una manada de lobos. Su
destreza y habilidad, incluso los aullidos (sirven para comunicarse entre ellos
y reunir a la manada cuando es necesario) fueron puestos a prueba tanto en las
praderas y bosques templados como en las
montañas y desiertos de todos los continentes. Sólo no consigue enfrentar a
otro súper-depredador, el hombre. Los
lobos cazan en grupos acechando a sus presas sigilosamente y dan inicio a una
persecución implacable. Todos los miembros del grupo acorralan a la presa hasta
ser atrapada debido al cansancio impuesto por la manada. Como dijimos, los
lobos atacan principalmente al cuello de sus víctimas, a la cabeza y a la parte
ventral. Al final, todos participan del banquete sin riñas ni desafíos por el
mejor pedazo. Son también igualitarios: todos van a la ‘guerra’ y nunca
desisten del desafío por más intempestivo o difícil que se presente. Para el
lobo no existe mejor o peor momento: sólo la hora cierta, cuando sabe por intuición
que la víctima caerá en sus ‘garras caninas’ extremamente afiladas, sus dientes
duros, resistentes y sangradores. Se
dice que los lobos son los animales más inteligentes de la naturaleza después
del propio hombre, su mayor enemigo y desafiante de quien huye conscientemente,
o recusa la lucha en campo abierto. Tal vez por eso construya sus madrigueras
en cuevas o troncos donde descansa y se libra ora del calor estival ora del
frío del invierno.
Un comentario ‘mitológico’ decía sobre el lobo: desde el descubrimiento de América, el hombre americano tendría matado unos 2 millones de lobos (¡?); nunca se supo en la historia de un ataque lobuno al ser humano (¡?). De hecho, los indígenas consideraban al lobo como ‘el maestro de los maestros’ por considerarlos excelentes señalizadores de caminos. Los nativos americanos le tomaban como ejemplo de velocidad, sabiduría y cooperación. En las culturas nórdica y germana, el lobo es símbolo de la luz: las valquirias (mujeres guerreras) cabalgaban montadas en lobos para atravesar el cielo. Egipcios y etruscos hablan del lobo como guía y conductor de almas en el mundo de ultratumba. Osiris, dios de los muertos, tomó la forma de lobo. Para los griegos, el lobo abre caminos y por eso era venerado en Licópolis = la ‘ciudad del lobo’. Entre los romanos, el lobo simbolizaba la fuerza del dios Zeus, un animal sagrado y asociado al dios Apolo, símbolo de la luz y del sol, de la verdad y la profecía, de la medicina y de la cura, de la música, poesía y artes… Era ‘el patrón defensor de los rebaños y manadas’. El lobo transmite energía con su presencia a través de la mirada penetrante, magnética, límpida y transparente. Es un ser clarividente porque consigue ver en la oscuridad y un guerrero feroz que se mueve a sus anchas entre los mundos invisibles como conductor y protector de almas en dirección a la luz celestial. Además, los lobos son ferozmente leales a sus parejas y tienen un fuerte sentido de ‘familia’ en cuanto mantienen su individualidad mediante cambios sutiles en la inflexión del aullido y los movimientos de su cuerpo aparentemente tranquilo. Interesante verlo en acción: parece estar jugando con la víctima, sólo esperando el último compás del cansancio de su presa ya exhausta.
Un comentario ‘mitológico’ decía sobre el lobo: desde el descubrimiento de América, el hombre americano tendría matado unos 2 millones de lobos (¡?); nunca se supo en la historia de un ataque lobuno al ser humano (¡?). De hecho, los indígenas consideraban al lobo como ‘el maestro de los maestros’ por considerarlos excelentes señalizadores de caminos. Los nativos americanos le tomaban como ejemplo de velocidad, sabiduría y cooperación. En las culturas nórdica y germana, el lobo es símbolo de la luz: las valquirias (mujeres guerreras) cabalgaban montadas en lobos para atravesar el cielo. Egipcios y etruscos hablan del lobo como guía y conductor de almas en el mundo de ultratumba. Osiris, dios de los muertos, tomó la forma de lobo. Para los griegos, el lobo abre caminos y por eso era venerado en Licópolis = la ‘ciudad del lobo’. Entre los romanos, el lobo simbolizaba la fuerza del dios Zeus, un animal sagrado y asociado al dios Apolo, símbolo de la luz y del sol, de la verdad y la profecía, de la medicina y de la cura, de la música, poesía y artes… Era ‘el patrón defensor de los rebaños y manadas’. El lobo transmite energía con su presencia a través de la mirada penetrante, magnética, límpida y transparente. Es un ser clarividente porque consigue ver en la oscuridad y un guerrero feroz que se mueve a sus anchas entre los mundos invisibles como conductor y protector de almas en dirección a la luz celestial. Además, los lobos son ferozmente leales a sus parejas y tienen un fuerte sentido de ‘familia’ en cuanto mantienen su individualidad mediante cambios sutiles en la inflexión del aullido y los movimientos de su cuerpo aparentemente tranquilo. Interesante verlo en acción: parece estar jugando con la víctima, sólo esperando el último compás del cansancio de su presa ya exhausta.
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