La
perdiz roja (Alectoris rufa) es un
ave no migratoria de áreas donde predominan colinas o cerrillas como en las
diferentes provincias o regiones de Castilla [La Vieja y La Mancha): se la encuentra
prácticamente en todos los continentes (Eurasia, África y América > aquí se
la conoce como perteneciente a la familia de los odontofóridos, o sea, aves gallináceas conocidas vulgarmente como
codornices del Nuevo Mundo ej.: perdiz de la California, en cuyo grupo se
incluyen aves semejantes a las perdices, pero exclusivas del continente
americano. En realidad, son aves
pequeñas no relacionadas a las codornices del Viejo Mundo/Europa, aunque se las
denomine con el mismo nombre, debido a su apariencia y hábitos similares. Las
especies americanas, como las del Brasil (técnicamente pertenecen a los tinamídeos = aves muy procuradas para
alimento en regiones rurales sudamericanas), pertenecen a una subfamilia
propia, en cuanto las perdices europeas están incluidas en la familia de los faisánidos = aves típicas con fuerte
dimorfismo sexual: la hembra tiene forma redondeada, casi sin cola y cabeza más
o menos negra, plumaje discreto, rojizo y con pintas negras, con 0,38/0,60cm de largo, recordando una
codorniz. Viven en pequeños bandos extremamente discretos, excepto en la época
del apareamiento y la reproducción cuando los machos cantan bastante alto. Pasan
la mayor parte del tiempo en el suelo buscando simientes e insectos; de noche,
procuran las perchas del arbolado más próximo. Son por lo general aves
robustas, de alas cortas y coloración vistosa, pero no aptas para el vuelo a
grandes distancias. A esta familia pertenece también el faisán común = ave de
gran preciosidad en su desarrollo corporal y muy rústica (de fácil adaptación a
diferentes climas); se trata de una especie de caza menor o caza de pluma. En
la actualidad, la subespecie más difundida en España es el faisán de collar (Phaisanus
torquatus), criado en granjas y con el característico anillo de plumas blancas alrededor del cuello;
es muy apreciado por su carne: como se decía antiguamente, ‘sólo los emperadores comen esa carne’. En
Prádanos, siempre oír hablar de este
pájaro, pero yo nunca lo vi en el campo y ni sé si algún paisano lo ha visto en
mi tierra. Sin embargo, aunque la perdiz pertenezca a esa familia, su
constitución física es muy diferente: más conocida en la península Ibérica como perdiz roja, o sea, un grupo de aves que
tiene en común patas y picos de color rojo, pertenecientes al género Alectoris, entre las cuales se destacan
las Alectoris rufa o perdices rojas
–‘las más codiciadas en el mundo
cinegético por protagonizar lances espectaculares gracias a su rapidez en el
vuelo, potente arrancada y dificultad para ser abatida’. Se la considera
una especie autóctona de la península Ibérica, aunque existan otras subespecies
distribuidas por otras partes de Europa e islas mediterráneas.
La perdiz roja ibérica – ‘la reina de la caza menor’- mide unos
0,38cm de longitud y se destaca por su plumaje de color pardo-rojizo con la
garganta blanca y rayas obscuras en la parte superior del pecho. Mucha
atención: no se la debe confundir con la perdiz pardilla (Perdix perdix), especie gallinácea también perteneciente a los faisánidos, pero al contrario de la
perdiz roja es encontrada en colinas y en la meseta castellana, en cuanto aquella vive en
terrenos montañosos por encima de los 1.200m de altitud, particularmente en la
región cantábrica, si bien esté presente asimismo en la Europa
centro-septentrional donde habita en zonas de ‘llanura’, en torno o a lo largo del
río Danubio. Esta especie de perdiz denominada pardilla (también frecuente en la península Ibérica) es la menor de
los faisánidos después de la codorniz. Mide apenas unos 0,25/0,30cm de
longitud. Es un poco más pequeña que la perdiz roja encontrada preferentemente
en España. Su aspecto es de color castaño-anaranjado, así como los flancos de
la cola. Cuando despliega las alas presenta unas plumas en forma de barras con
franjas marrones, mientras el dorso es pardo-claro. Su plumaje pardo-grisáceo
nos muestra manchas blancas en el cuello como las otras especies. Ya en el
vientre muestra claramente la mancha característica de color pardo-oscuro. El
pico de esta especie es mucho menor que el de las otras perdices ibéricas, de
color pardo-mate; las patas son grisáceas. Los ejemplares más jóvenes
disponibles en España presentan la cabeza y el cuello totalmente tomados por
colores castaños-grisáceos con el centro de las plumas recorrido por una estría
leonada, en cuanto la cabeza muestra unas plumas más oscuras de un tono
negruzco. La perdiz pardilla es una
especie gregaria: en bandadas de 8 a 14 individuos, frecuenta los campos recién
sembrados (otra fuente, anota entre 16
y 25 ejemplares), en medio de rastrojos o dondequiera que encuentre semillas y
granos esparcidos por el suelo. Por lo general, su actividad es mañanera (a las
primeras horas del día) o a la hora del crepúsculo. Sus hábitats preferidos son
los campos o los linderos de prados y campos cultivados, así como bosques y
matorrales. A noche se reúnen en bandos protegidas por los ramos de arbustos y
matorrales cerrados. Más que ave voladora, la perdiz pardilla es una excelente corredora. En situación de peligro
no vuela como las demás especies avícolas, sino que corre desde el campo donde
se encuentra hasta el escondrijo en el cercano sotobosque a gran velocidad.
Parece que adivina la reacción del cazador, su mayor enemigo en España, y creo
en el mundo entero. Otra diferencia clásica de la perdiz pardilla en relación a
otros faisánidos es su carácter monogámico:
macho y hembra se juntan en la primavera y pasan el resto del año en familia,
en bandadas. El nido es una especie de taza en el suelo -¡ah, que nostalgias de
mi tiempo de niño en Prádanos de Ojeda. ¡Qué alegría y encantamiento cuando
encontrábamos un nido de perdiz o codorniz en el campo! Al contrario de algunos
niños, yo nunca destruí un nido siquiera; mi amor por el campo y la naturaleza
comenzó por ese desvelo y cariño por los bichos ya antes de verlos nacidos! Además de su estilo concentrado, el nido
solía estar oculto entre las hierbas altas. Es muy curioso: los polluelos de la
perdiz ya son capaces de seguir a la madre al poco tiempo de nacer; los padres
les enseñan desde pequeños a buscar el alimento de cada día, básicamente
semillas y gusanos. El hábitat ibérico de la perdiz pardilla es normalmente la
cornisa cantábrica entera y las montañas pirenaicas, pero se la ve también en
todas las regiones europeas: desde las islas Británicas/Islandia hasta la
región de los Balcanes/Turquía. Existen dos subespecies denominadas Alectoris rufa hispaniensis (1894) con casi
las mismas características (a penas es un poco menor; sólo un ornitólogo es
capaz de diferenciarlas), y la Alectoris
rufa intercedens (1858), más oscura y de colorido brillante con
pico más grande.
Mientras tanto, la perdiz roja o
perdiz común (Alectoris rufa) – como
dijimos, ave autóctona de la península Ibérica- es una especie eminentemente
cinegética que ocupa variados hábitats, incluidos los campos de cultivo donde
nidifica y completa la reproducción anual. Es ave gregaria y vive normalmente
en bandadas. En nuestros pueblos es ave de verano, encontrada en cualquier
paraje. Cuando menos se espera, si se anda por el campo, surge a nuestra frente
con aquel clásico alboroto de alas desplegando desde el ras del suelo, sobre
todo en arroyos con un poco de humedad. En mis paseos veraniegos, ¡cuántas
veces yo topé con estos graciosos animales silvestres!. Incluso, me encontré
con un guarda forestal muy cuidadoso y amante de su profesión: a él dedico este
recuerdo y homenaje por ser un vigilante atento al cumplimiento y defensa de
las aves cinegéticas en mi tierra natal. Infelizmente, la perdiz roja es un ave
muy cazada en toda la península Ibérica; en verano, parece que los cazadores se
ceban en matarlas. No sé con qué objetivos, pues actualmente con tantos cebos y venenos extendidos
por nuestros campos resulta tremendamente arriscado comer carne silvestre. La
perdiz roja es, antes de todo, una especie terrestre; vive en bandadas fuera de
la temporada con motivo de la reproducción. En la época de apareamiento vive en tierras
bajas de secano (agrícolas y/o áreas abiertas y pedregosas), y aquí pone sus huevos
(oscila entre 12 y 18) en un nido hecho en la tierra aplastada. Su alimento
habitual son las semillas y granos, que completa con un suplemento proteico
esencial a la especie, los gusanos. Su reclamo característico es aquel
trisilábico y monótono ka-chu-chu
universal, según opinan los ornitólogos y estudiosos del genero Alectoris.
La perdiz roja, especie naturalizada
por siglos en el sudoeste de Europa (Francia y España/Portugal), ahora se la ve
compitiendo y a veces reemplazada por otra muy parecida con ella, la perdiz
griega (Alectoris graeca). Las dos
subespecies europeas oscilan entre 0,35 y 0,40cm de longitud por 0,50/0,60cm de
envergadura y una cola que no supera los 0,10cm. Se la identifica por la cabeza
maciza en la base, un pico de fuerte consistencia y su coloración rojiza
brillante. Los ojos muy vivos y saltones están ligeramente rasgados hacia atrás
de color pardo-claro. En la nuca, aparece el píleo (tipo sombrero, presente en las aves con plumajes coloridos)
de color castaño-grisáceo o, como prefieren otros, gris-vináceo muy subido (¡?).
El pecho y la zona superior del vientre son grises con tonalidades pardas; ya
las partes inferiores son de un ton amarillo-anaranjado. Por lo general, las
perdices tienen coloraciones que alternan los tres colores más frecuentes: blanco,
rojo y castaño, ribeteados por líneas negruzcas. Las patas y el pico son también
rojos, siendo precisamente en las patas donde más se caracteriza el llamado
dimorfismo sexual entre la especie: el macho posee en los tarsos el famoso
espolón (una excrecencia de naturaleza
córnea muy común en los gallos); las hembras carecen de esta particularidad o
la tienen en un tamaño casi invisible. En algunos casos, las huellas de la
perdiz presentan el dedo frontal medio con una longitud casi duplicada en
relación a los dos laterales (están separados por un ángulo idéntico), en
cuanto el tarso posterior está en la misma línea que el tarso medio. Los machos
tienen manchas negras, amplias y brillantes, en el pico y en el collar. Y
poseen espolones en ambas patas de aspecto compacto y ancho. Las alas tienen
una envergadura de 0,15/030cm o más. A su vez, las hembras tienen las machas negras
más reducidas, con el pico y el collar de color negro-mate. No poseen
espolones, al menos del tamaño de los machos. Si por acaso alguna especie
aparece con esta excrecencia, sólo lo muestra en una pata y tiene un aspecto
puntiagudo aunque con cierta anchura en la base. El espolón es simplemente una
concreción ósea usada por los machos como defensa; las alas de las hembras son
también un poco menores.
La perdiz roja es una especie avícola
que come todo tipo de alimento (es, por tanto, omnívora), aunque predominan en su comida diaria las semillas y
granos de cereales cultivados por el hombre. Según leí en un escrito sobre el tema,
su autor aseguraba que la dieta de las perdices está compuesta: ‘a la semana de vida por unos 66% de
invertebrados y 33% de semillas y flores. A las 2 semanas, su alimentación se
invierte e ingiere un 66% de semillas y flores, y un 33% de invertebrados. A
las 3 semanas, cuando se pueden considerar adultos, siguen consumiendo un
porcentaje mayoritario de vegetales (97% que se reparte entre semillas, frutos,
hojas, raíces y flores; el resto lo aportan los insectos y los líquenes). En
realidad, la alimentación de las perdices está
condicionada por la disponibilidad de alimento que, a su vez depende en
gran medida del clima y del hábitat existente en el lugar donde habita. Sin
embargo, algunas subespecies se alimentan preferentemente de hojas, hierbas
verdes de los prados, frutas silvestres… La perdiz –y los cazadores conocen
este detalle- suele aparecer con cierta regularidad en las proximidades de
manantiales y fuentes de agua, charcas y arroyos (su ‘lugar de siesta’ predilecto), debido a que este elemento natural es
absolutamente necesario en su organismo en mayor medida que en otras especies
avícolas. Los polluelos, a diferencia de los adultos (machos y hembras) se
alimentan sobre todo de larvas de insectos, pequeños moluscos de agua dulce,
gusanillos terrestres y pequeñas semillas que encuentran en los campos y
consiguen triturar con su pico aún por crecer. Toda la familia, a medida que
crece y se desenvuelve, pasa a tornarse cada vez más granívora o predadora de simientes, lo que quiere decir que su
alimento principal o exclusivo son las simientes de plantas o granos, y la
naturaleza les proporcionó un medio importante, el pico y el organismo adaptados
al consumo de granos y simientes ej.: la perdiz, el gorrión, las palomas, los
pardales, etc. Estas características alimentarias de las aves granívoras tipo la perdices facilitan su
cría en cautividad y con ello un supervivir más largo y tranquilo.
Las perdices rojas ibéricas
prefieren, según me decía un vecino, lugares pedregosos con monte bajo y
tierras de labranza, donde se hacen frecuentes las siembras de cereales de
invierno y las leguminosas =
plantas leñosas o herbáceas con frutos tipo legumbres y con diversas especies
cultivadas por su importancia en la alimentación humana y del ganado doméstico
o aplicaciones industriales ej.: el garbanzo, la lenteja, la judía, el guisante
etc, y plantas forrajeras ej.: alfalfa, trébol, veza etc. Es una especie
sedentaria y se distribuye por toda Europa, principalmente en la península
Ibérica, excepto en la cornisa cantábrica. Su hábitat se extiende desde el
nivel del mar hasta los 2.500m de altitud. A partir de enero empieza la
temporada de apareamiento: el macho prepara varios nidos en depresiones someras
o superficiales, siempre con poco tapizado de vegetación. La hembra escoge uno
de ellos, anida en el suelo y pone entre 12 y 18 huevos, sub elípticos, lisos,
brillantes y coloridos, dispersamente manchados o ‘pintados’. Pone los huevos a
intervalos y los incuba en poco más de un mes. La hembra puede hacer dos
puestas en nidos diferentes: en este caso, una puesta es incubada por la hembra
y la otra por el macho. Los polluelos son nidífugos = abandonan el nido con rapidez, aunque
los perdigones (= los polluelos son
insectívoros, consumiendo gran cantidad de hormigas, larvas y gusanos)
permanecen unidos al grupo hasta el próximo periodo de cría. Las perdices
ocupan un territorio pequeño, de solos 500m², debido a su carácter eminentemente
sedentario y el riesgo que supone desplazarse en busca del alimento. Durante el
invierno, las perdices emiten un sonido o canto peculiar por la mañana y a la
puesta del sol (generalmente en el momento de la dispersión y en el celo
amoroso). Un detalle que este bicho inteligente no muda, y es aprovechado por los
cazadores contra ella: cuando la bandada se dispersa lo hace en la misma dirección, ya
cuando duerme lo hace en lugares abiertos para facilitar la huida. Se desplaza
para comer caminando al amanecer y al crepúsculo en cuanto algún individuo
vigila alrededor. Beben en charcas cuando las fuentes y arroyos no están en las
cercanías. A veces aprovechan el rocío condensado, y al medio día hacen la
higiene personal, cuidando del plumaje y tomando baños de arena, una de las
actividades (desde la primera hora del nacimiento) que más practica la perdiz:
recostada sobre la tierra desnuda, esponja las plumas mientras con el pico, las
alas o las patas se echa polvo sobre el pecho, el dorso y los costados.
Las perdices, a pesar de ser bastante gregarias
-forman parejas, grupos familiares y hasta plurifamiliares-, son aves muy
inquietas, nerviosas, asustadizas y tímidas, que se esconden al menor peligro,
agazapándose entre la vegetación, demostrando preferencia por los bordes de
caminos, cunetas, arroyos y lugares por donde transitan habitualmente personas
y vehículos. En marzo, el reclamo de los machos y hembras es continuo en los
caminos y campos de Castilla. Es proverbial entre los labriegos el canto de las
perdices, ciertamente característico y comparado al sonido de una antigua
máquina de vapor. Parece increíble, pero cuando un macho invade el territorio
de otro macho, los dos miden fuerzas a través de su canto, tratando cada uno de
los contrincantes amedrantar al rival con el canto cada vez más fuerte, en cuanto
que se aproximan por entre la hierba. Si el invasor no se retira parten para la
lucha física a picotazos y saltos sobre la cabeza y espaldas del adversario
para herirlo con los espolones de las patas como hacen los gallos de corral.
Generalmente, las consecuencias no son graves, pues el perdedor procura retirarse
o escurrirse como puede, y si lo permite el vencedor. El desenlace es un gran finale apoteótico: con más fuerza
que nunca, el vencedor de la pelea entona su canto de victoria en cuanto las
hembras responden haciendo coro a tamaña cantoría. Los perdigones o pollitos son tan vivarachos que antes de 24 horas tras
romper el cascarón ya están corriendo atrás de la madre corriendo por entre la
vegetación con una agilidad sorprendente y ‘extraña’. En la reproducción de la
perdiz, la vida corre a mil por hora; no existe pérdida de tiempo. Y desde
pequeñines, los polluelos muestran el collar punteado de blanco y negro a los
dos lados del cuello, unas rayas de color castaño que los ornitólogos
decidieron llamar de chalecos.
Desde pequeños tienen un aspecto rechoncho, con alas y cola cortas como los
padres (machos y hembras).
No sé si ya señalé lo bastante que la
perdiz busca terrenos despejados, y vive lejos de bosques densos, aunque de vez
en cuando visite las linderas de sotobosques con especies caducifolias (árboles y arbustos que pierden el follaje durante
una parte del año, por lo general en el otoño/invierno). En España la perdiz
anida con relativa frecuencia en extensos claros del bosque mediterráneo, donde
abundan las encinas, los robles y los quejigos junto a tomillos, romeros y
brezales, pero su hábitat preferido es sin duda alguna los campos de cereales
que le ofrecen comida abundante (semillas y granos). Y aunque se las ve
prácticamente en toda Europa, y de modo particular en la península
Ibérica, las perdices son más abundantes
en cotos y reservas cinegéticas del centro-sur y levante de España. Las
repoblaciones actuales permiten altas densidades en zonas donde antes se cazaba
mucho y se impedía deliberadamente su reproducción. En contrapropuesta, la
región norte-ibérica detiene bajas densidades, sobre todo en la costa
cantábrica desde Galicia hasta los Pirineos. No obstante, cautelas y precauciones deben
ser tomadas en relación a la reproducción de la perdiz, especie autóctona de la
península Ibérica, pues las parejas tan sólo consiguen sacar adelante unos
30/35% de las crías incubadas y nacidas durante el año. Los causadores de este
lamentable desempeño de la perdiz está en sus depredadores naturales: lirones,
culebras, ratones, lagartos, zorros, águilas reales, halcones peregrinos y
otras aves de rapiña de mayor envergadura como los azores y gavilanes
ratoneros. Y como siempre -¡hasta con
más frecuencia si cabe!- los cazadores que se ensañan en perdices y codornices
como recreación por no tener otra cosa que hacer. La mortalidad de la perdiz
causada por todos esos factores oscila entre 60 y 65%, pero estudiosos y
conservacionistas estiman que más del 40% de esos totales se debe a la caza
tanto la regulada como la furtiva –leí que debemos considerar con ‘reservas propias este tipo de afirmaciones’ (¡?).
Yo, personalmente, creo que es
todo lo contrario: muchas de esas estadísticas están camufladas (tal vez
forjadas) en detrimento de las especies silvestres, o sea, los índices de
mortalidad casi siempre son mucho mayores en virtud del poder venal de los
clubes de caza y sus miembros, ciertamente encobertados por quienes de hecho y
de derecho debían cuidad y proteger la fauna local o regional. Y para probar
que mi pensamiento no es errático, transcribo lo que nos dice el Cuaderno de Caza, de José Luis Garrido, considerado
‘alma mater’ y maestro en asuntos de
perdices (¡?). Su estudio versa sobre el ‘declive
de la perdiz roja’ en España. Desde el inicio nos plantea la siguiente
cuestión: ‘la existencia de muchas
especies predadoras, con alta densidad y con afinidad exclusiva hacia la perdiz,
cuya población es muy escasa y, además, se dé en un coto donde haya pocas
presas alternativas, será la situación más negativa para la perdiz. El año de
2007, con la plaga de topillos, fue un año de excelencia perdicera en Castilla
y León, porque rapaces y cánidos tenían asegurada la comida sin moverse de un corro
y sin necesidad de espiar a las perdices’. Siendo verdadero, el razonado me
parece correcto, pero al final del estudio él mismo reconoce: ‘espero recupere parte de las perdices que se
llevaron las incongruencias acumuladas de todos los que las manejamos,
condicionamos y agredimos. Esperemos este año y en el futuro un trato más
racional’. La conciencia parece pesar un poco, porque en el futuro nuestro
paisano castellanoleonés espera no agredir
(¿matar?), y tratar a la perdiz con mayor racionalidad, porque hasta la hora
presente pocos cazadores lo hacen. ¿Será que algún cazador, por casualidad,
piensa en eso? … De ahí valer mucho el trabajo de la UNAC = Unión Nacional
de Asociaciones de Caza, pidiendo socorro al Ministerio de la Agricultura, o
sea, medidas enérgicas contra cazadores furtivos
y también labradores que están acabando con ‘la reina de la caza menor’, nuestra hermosa y encantadora perdiz roja. De no hacerlo ‘no solo acabará con las últimas poblaciones
salvajes de la perdiz roja, sino que acabará también con gangas, terreros,
sisones o avutardas que presentan en España las últimas poblaciones silvestres
de Europa’. SOS Perdiz exige, por tanto y con razón: ‘Europa debe parar esta sangría que en las últimas dos décadas está
minando a pasos agigantados nuestra riqueza ecológica y natural’. En 2006,
la UINC listaba a la perdiz en la categoría preocupación
menor (LC). ¡He dicho!
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