sábado, 20 de outubro de 2012

De vacaciones: recuerdos inolvidables (3)


Rapsodia a mis recuerdos

Lejos, muy lejos, del 'mundanal ruido',
Y de los arpegios desafinados de una viola,
Pienso en mis 'hermanos' que aquí y allí dejé:
Cristina/Elpidio, Teodoro y José,
Hermanos queridos que Dios puso en mi camino.
Pienso en los sobrinos [as] y demás familiares,
Todos ellos herederos de una misma sangre.
De ellos, la vida me dijo: 'son tus amigos'.
Y es por eso que les dedico estos versos,
Así como las más entusiásticas rimas,
Siempre de pie y sumamente agradecido
Por su noble amistad, ternura y desprendimiento.
Pues son peregrinos como yo, con los mismos cayados,
Y en dirección a un mismo horizonte.

En días y noches > bajo un cielo de estrellas,
Cuando nuestros recuerdos marcan su presencia
Y los deseos se tornan más sinceros y solidarios
Ellos nos dicen en unísono: ¡somos tus amigos!
Es por eso que pienso en mis caminadas,
En todas las horas de 'luto' y tristeza',
En las alegrías y complacencias de la vida,
Y en todos los momentos de nuestras jornadas,
Fueron hechos o hilvanados con recuerdos perennes,
O pasos indecisos de quien sigue la ruta del sol.

Pienso en los horizontes plúmbeos o de azul turquesa,
En los cielos que traen alegría y paz.
Pienso en los instantes de convivio fraterno,
Y en las sonrisas o carcajadas por todo o por nada,
En el silencio negligente de un día gris.
O en las subidas al pueblo, burbujeando de gente irrequieta,
Y también en las bajadas furtivas rumo a Gran Canaria, 3.

Pienso en todos mis deseos, posibles o absurdos,
En los lugares que de niño yo visité, o pisé con firmeza,
Y la infancia atrevida me llevó por doquier.
Pienso en el pueblo querido que me vio nacer,
En mi Prádanos de Ojeda, un sitio inolvidable,
Donde la providencia divina me hizo sonreír y crecer.
Allí, en sus calles, callejones y vericuetos,
- Yo solo o acompañado de otros niños -,
Viví mis juegos infantiles, mis caricias a la tierra;
Las subidas al monte, los abrazos a los árboles,
Mis corridas a tras de mariposas entre los trigales.
Los llamados del campo o sitios hogareños
Hoy los recuerdo con encantamiento, admiración
Y, sobre todo, con ternura de un adolescente.

Pienso en cada calle, en todos los caminos del pueblo,
En atajos, sendas y veredas por donde el ganado transcurría
Y en los agricultores y parcelas donde lanzaban la simiente.
Pienso en las callejuelas tortuosas y callejones oscuros,
Que yo recorría, de día o de noche, en trepidante carrera.
Pienso en las aguas y arroyos que, alegres, serpenteaban
En medio a los prados verdeantes de siempre;
En las fuentes festivas y sus caños copiosos
Lanzando sus  gestos milagrosos, reidores y solemnes.
Hoy, tan maltratados por 'manos asesinas', secaron, murieron...
Ya no corren más como otrora, en otros tiempos limpios.

Pienso en el monte abierto y en sus laderas solanas.
Fueron replantadas de pinos, desorientando su ternura;
Desfiguraron su fachada tan humilde y sobria.
En sus linderas y sendas labradas por el viento,
Tan sólo vemos pinos, pinos, pinos...
El monte sagrado de Prádanos de Ojeda,
Y sus dos vigilantes de estructuras pétreas
Peña Pico y Peña Cortada, en la frontera con Becerril -
De lejos, observan y defienden al pueblo, a sus habitantes y labriegos,
En cuanto el caserío duerme la siesta española.

Pienso en los ríos que surcan por mi alma,
Llenos de nostalgias, recordaciones y encantamientos,
Y en las horas vividas o añoradas o desenterradas
 De un letargo descubierto por el tiempo
Y de un pasado perdido en la lontananza de los años.
Son los recuerdos que la mente renueva y agradece...

Hoy, lelos, muy lejos del 'mundanal ruido',
Ondas/olas sucesivas de recuerdos prendidos al pecho
Marcan mis días cuando el reloj de la torre
Repica en la lejanía como campanas contra al viento,
A través de gestos diarios y ocurrencias destejidas
En los intervalos de una pulsación creciente...

Pienso, sí [con insospechada vehemencia], en mi pueblo,
Y en sus pacatos e inofensivos moradores ya cansados
De sus idas y vueltas al campo veraniego;
En sus casas, hoy muchas de ellas olvidadas,
O abandonadas por sus habitantes sin trabajo o empleo.
Pienso en mis compañeros de escuela o de clase
¿Por donde andarán aquellos chavales de traje y corbata,
Sin destino cierto y lejos del mundo glamuroso
Del circo, de las luces urbanas, del aparato ostensivo de la ciudad,
De sus atractivos luminosos, de vestidos y ropas brillantes,
De coches y ruedas circulando por calles asfaltadas,
De las noches seductoras y anuncios centellantes;
De su impetuosidad y llamativa noche veraniega,
Que a todos envuelve en su círculo de fuego y lujuria?

En este día, me recuerdo del mundo bravío de mi tierra;
De su gallardía primitiva y ostentación campestre;
Me acuerdo de todos los momentos tristes o alegres,
Empero recurrentes en mis venas roturadas
Por los avatares del tiempo, de la 'siembra' y de la 'vendimia'.
Me acuerdo de las gentes y apellidos sin nobleza
Impuestos por los usos y costumbres de un pueblo
Tal vez exigidos por la rudeza del campo,
O ¡quien sabe!, por reminiscencias ancestrales,
Cuando no había nombres ni apellidos,
Solamente apodos determinantes y casi absurdos.
De todas estas visiones y algunos fantasmas,
Yo me acuerdo, oh Dios mío,
Con acendrada irreverencia de un pasado que se fue
Y de un futuro que me llama sin pedir permiso.

En tus manos, Dios y Señor de todas las batallas,
Entrego el poder de todos estos recuerdos.
A ellos me agarro como as anclas de un navío
No lejos del puerto en que deberé desembarcar.
En tropel y abiertamente, hoy refulgen al sol
Y vienen a galope en las alas del viento norte.
A ellos repito y con inmenso placer de haberlos vivido,
Me doy la libertad de sonreírles y decirles con ternura:
Lo hago porque 'recordar es vivir dos veces',
Conforme resume un halagüeño refrán popular.

A los parientes: Buscad la paz


Queridos: buscad la paz, no la guerra.

"Mi paz os doy, mi paz y amor os dejo".

Y si de verdad queréis un consejo

Buscad siempre la paz y no la guerra.


Cuando nuestro Cristo vino a esta tierra
Dijo a sus oyentes junto al ‘Burejo’,
Sin distinciones o cualquier manejo:
Amaos unos a los otros, sin guerra.

Desde tiempos inmemoriales, el hombre
Ama a sus hermanos y semejantes
Con entrañable amor y dedicación.

¿Por que, entonces, no llevamos el nombre
De aquellos que son también caminantes
En lo más profundo de nuestro corazón?

A Mari Sol: don especial

Mari Sol: yo vi en mis entresueños,
Una estrella fulgurante en los cielos;
Una luz grandiosa mojada en celos
Y rehecha en múltiples diseños.

Tijeras y perfumes hogareños
Te hacen mujer y reina de 'consuelos'.
Una hechicera de armar os cabellos
De hermosas damas con aires risueños

Tú traes esperanza, gloria y belleza
A quien se aproxima silente en tu espejo.
Es un don que Dios colocó en tus manos.

Por eso, aquí vengo con toda terneza,
Y clamo que sigas el noble consejo
De dar guapura a tus fieles 'hermanos'

A Antonio: gran timonero

Antonio: ¡grande amigo y compañero!
Te recuerdo como un hombre bondadoso,
Un ángel guardián, listo y generoso,
Como en la jornada al Cristo del Otero.

Allí, pedí al Señor hecho un Cordero,
> 'Aquel que curó al ciego y a un leproso'
Que arrime su hombro todopoderoso
Y te firme como gran timonero.

Suplico a los cielos por tu don de ayuda,
Pues, sin ser médico, das al enfermo
Salud, trabajo, 'luces' y alegría.

Llevas a todos la risa desnuda,
Que prospera siempre, hasta en los yermos,
Y deja largos reflejos de armonía.

A Javier: una profecía (1)

Encontré a un niño-hombre llamado Javier:
Niño, pues la edad aún es pequeña;
Hombre porque su mente aguileña
Observa todo y discurre por doquier.

Hijo amado de una excelente mujer,
Su línea de vida es pura reseña,
Aunque verá en el camino alguna breña,
Un cielo gris-toldado al amanecer.

Su padre –un artista de la palabra
Se sentirá, con razón, orgulloso,
Y contemplará al hijo en las alturas.

¡Hosanna! ¡Bravísimo! ¡Abracadabra!
Veo una historia de río caudaloso
Y un mar de rosas lleno de venturas.

A Javier: al frente… (2)

Javier, chico de alcurnia e hidalguía;
Un joven valiente y muy precavido.
Como ‘soldado de juergas’ aguerrido,
Siempre transmite paz y alegría.

Su presencia es la mejor compañía.
Es amoroso, juguetón y querido
Por todos los de casa; es divertido.
Sus palabras nos pasan mucha hombría.

Honor y gloria a sus pasos seguros,
A sus estudios crecidos; y a los días
Que entrecrucen su río caudaloso.

Ánimo y coraje  delante de apuros,
Estrecheces de sendas y otras ‘vías’
Que el destino prejuzgar onerosos.

A Ana: casi mujer

Ana, una niña pero casi mujer.
Es bella como piedra de alabastro
Donde las ninfas procuran un rastro
Por entre los bosques de un atardecer.

Hoy, niña pero ya casi una mujer,
Es una estrella, el rictus de un astro,
O entre las ondas del mar aquel ‘mastro’ (> mástil)
De un barco vistoso hecho de rosicler.

Ana, una niña pero casi una mujer,
Nos domina con su mirada de luz,
Y nos dice desde dentro, fulgente:

Yo soy la aurora de un suave amanecer
E el crepúsculo de un tardío contraluz.
Yo soy el sol cuando me hago presente.

A Cristina: hermana y amiga (1)

Cristina es hermana y también amiga,
Casi una madre que yo mal conocí.
Desde muy temprano luego percibí
Que ella es un sustentáculo, una viga.

Hábil y acendrada como una hormiga,
De todos cuida, olvidándose de sí.
A todos atiende con gran frenesí.
Su nombre suena cual grácil cantiga.

Sí, Cristina es un hermoso colmenar,
Dulce como un suculento tarro de miel,
Pero fuerte como una mamma italiana.

Ah, Cristina es un refrescante hontanar
De donde brotan las aguas de Betel:
Matan nuestra sed y gritan !mi hermana!

A Cristina: mujer luminosa (2)

Sí, Cristina es una mujer activa,
De aquellas que hacen todas las labores.
Su cocina contiene cien sabores,
Y dentro de casa es muy creativa:

Transforma todo en diversa perspectiva.
Los cuartos tienen distintos colores;
Es muy detallista en los pormenores.
Y tan prestigiosa cuanto intuitiva.

Mi hermana es también una mujer sensata,
De quien nos hablan bien los evangelios:
Es prudente, piadosa y vigilante.

Es humilde, sensible y timorata...
Ella me recuerda los perihelios
Cuando el sol se torna más fulgurante.

A Elpidio: generoso hortelano (1)

Elpidio, hombre de muchas 'ventanillas' (> cualidades)
Es un buen hortelano, y generoso.
En gestos y expresiones primoroso,
Rico en humor y dado a 'gargantillas' (> salidas chistosas).

Se incomoda con melindres y sillas,
Pero es inventivo y hortelano mimoso.
Cuida del huerto con celo amoroso
Y no lo troca ni por otras villas.

A veces inviste contra una abeja,
Retuerce el cuello de una pobre hormiga,
Y casi siempre chispea algún rampante.

Mas visto de cerca es manso como una oveja,
Y reparte entre todos hasta una miga...
Elpidio es humilde, gentil y muy 'elegante'.

A Elpidio: ¿quien soy yo? (2)

Elpidio me dice, siempre de bromas:
¡Que no entiendes la vida moderna!
Y yo le retruco: oh candinga eterna,
¿Quien piensas que yo soy? ¿Por quien me tomas?

Ya recorrí muchos valles y lomas;
Ya ultrapasé cualquier frontera externa
Vencí la más intrincada galerna
Y confronté un revuelo de palomas.

Naci en un prado de plantas floridas;
Me crié por montes y matorrales.
Mi vida se alargó hasta el fin del mundo.

Hoy vivo entre campos divididos
Por la distancia y los gritos ancestrales,
Pues de mi sangre mana un mar profundo.

A Elpidio: en la huerta (3)

Casi todo santo día veo a Elpidio.
Está en el recinto del buen hortelano.
Le veo, allí, debajo de un manzano,
Fumando un cigarro, aunque sea un suicidio.

Ah, la huerta - un bienvenido subsidio -
Es para él un pasatiempo urbano:
Tranquilo entretenimiento romano
A deshojar el tiempo de fastidio.

Mira con entusiasmo su verdura,
El surco que crece muy de mañana,
El agua fresca por la ‘canaleta’…

Con firmeza pisa la tierra dura,
En cuanto el sol se rompe en la solana,
Y las gentes se pierden atrás de la cuneta.

A Elpidio: huerto bien tratado (4)

Yo veo a Elpidio [casi todo día]
En la huerta fértil y bien tratada.
Le veo blandiendo la famosa azada,
Símbolo perfecto de su 'alcaldía',

Con resignación, calma y osadía,
Abre los surcos sobre la tierra alzada.
Planta o coge el fruto de su jornada
Que es, ante todo, el 'pan de la alegría'

Es ardua faena y de mucha paciencia,
Pues debe ojear las nubes del cielo,
Y acariciar la tierra en la sementera.

Cuida de todo con gran reverencia
Y a las plantas da un materno desvelo,
En cuanto se recoge, ve y espera...

A Elpidio: en el Barco (5)

Cerca del río Pisuerga, en el Barco,
Vi un hortelano bajo un sol pulsante.
La tierra herida, seca y escaldante
Sufría con el marasmo en forma de arco.

Lavaba ajos y puerros junto a un charco
Que servía, con razón, de atenuante
En aquella hora de luz sofocante...
Le vi pisando la gleba sin marco.

Un buen hortelano conoce las mañas
Del suelo a espera de agua refrescante
Y del surco con sed de peregrino.

Él  descifra la tierra y sus entrañas
Las remoja siempre con fe constante
Para que den fruto, y él sea más divino. 

A Elpidio: pan y vino (6)

Hoy yo vi el tiempo con aire merino
Él ofrecía buen fruto y mejor grano.
Con eso, las arcas del hortelano
Estarán repletas de pan y vino.

Durante todo el año, él y el vecino,
Viven la esperanza de un sol hermano,
Un gesto del aire más campechano,
Pues la tierra les ofrece un plato fino.

Así vive y se expresa el hombre que espera
Una gota de agua en su hortaliza,
El huerto > el campo siembra sueños de amor.

Desde niños cunde que la vidriera
Precisa de un sol llamado 'de Ibiza'
Y de un regadío que pide  calor…

A Elpidio: el 'vigilante' (7)

En la huerta, Elpidio está vigilante.
Es un hortelano de mano llena.
No descansa ni en tiempo de verbena.
Su huerto le exige trabajo constante.

Con recia fe en la tierra rebosante
-Un ojo en el cielo y otro en la faena-,
Va nuestro hortense de frente serena
En busca del cantero 'desbordante'.

En el surco se le ve desplegado
Con azadas y plantas en floración.
Es una esfinge que piensa y trabaja.

Elpidio fija su vista en el pasado
Y presiente que el año será de oración.
Y la cosecha ¿ofrecerá rebaja?

A José: 'andarillo' (1)

Existe en Herrera, un hombre 'andarillo',
Más conocido por su nombre, José.
Sale temprano y nadie sabe por qué
Deja su 'nido' como el verdecillo.

Sale con Draco > un perro muy sencillo,
De gestos niños y aire dinamarqués;
Va y viene, ligero, con ademán cortés,
Sin mostrar al dueño un solo colmillo.

José 'escucha' el campo en sus andanzas,
Y da largas pasadas de gacela,
Sea en la ribera sea en los rastrojos.

El perro, en el Sotillo, va sin tardanzas,
En busca de su palo, piedra o 'vitela'.
Es pura diversión a nuestros ojos.

A José: lobo solitario (2)

José se asemeja al lobo solitario.
Sabe las mañas y atajos del camino;
Cruza los campos como un peregrino
Y deja para tras su itinerario.

De lejos, aún se divisa el campanario
Cuando le vemos en un pueblo vecino
Sentado y absorto junto a un encino,
Escuchando la voz de un legionario.

Sí, porque la vida le sustrajo un canto
De sonoros y armoniosos arpegios
Que todos piensan ser la buena dicha
Pero que no pudo, por vil desencanto,
Realizar ni a través sortilegios.
Los años se van, mas queda la desdicha.

A José: león enjaulado (3)

Mi hermano es como un león enjaulado.
Vive momentos de lenta agonía,
Pues la vida le quitó la alegría
De poder 'construir' algo a su lado.

Hoy, vive de favor en su 'cuadrado'.
Y no toca su propia sinfonía,
Ya que depende de otra sangría
Para vivir su vida de encabalgado.

En fin, 'quien de sastre vira remendón',
No consigue comandar su destino...
Los años se fueron sin decir 'adiós'.

Es cosa del cansancio y de la emoción.
En las caminadas de sol a pino
La luz no nos dice ni un ¡vaya por Dios!

A José: 'ventisquero' (4)

Los seres humanos somos 'romeros':
Vamos a un santuario por devoción.
Unos llegan y hacen su propia oración;
Otros caminan por entre aguaceros.

José se envolvió en largos ventisqueros
Que le cerraron las puertas con aldabón.
Y ni siquiera le pidieron perdón:
Le 'llamaron' como a los perdigueros.

Así, olvidado de Dios y de los hombres,
Sólo una puerta se le abrió alrededor
Y le trajo al paraíso perdido.

Y sobresalió entre todos los nombres.
Desde entonces, su imagen tomó otro color
Y la sonrisa le dio más sentido...

A José: 'entre manadas' (5)

San José surge como un carpintero,
Un hacedor de puertas y ventanas;
Mi hermano José, surge entre manadas
De ovinos para su real desespero.

En la juventud, se torno un 'carguero'
De zurrón, de morral y otras tartanas,
Que el campo le ofreció a carretadas.
Después, le dejó hecho un pordiosero.

Mi hermano no tuvo suerte con nada:
La vida le recusó la alegría;
No le quiso dar ni una miaja de pan.

De ahí su revuelta y la desgana
De confrontarse con la 'ventanías'
Y el mundo que no le dio un solo refrán.

A Sito: hombre cordial (1)

En Herrera, siempre alerta y temprano,
Transita un 'obrero' del Ayuntamiento.
Leal, valiente y abierto al sufrimiento
No recusa ni huye a una mano a mano.

Sensible, gentil, muy cordial y humano,
Balanza entre infortunios y contratiempos,
Entre flores, aves y pasatiempos,
Sobre todo en los días de verano.

De pie, se le ve por todos los lados,
Subiendo o bajando a cualquier horario.
No tiene mañana ni tarde fugaz.

Menosprecia y estruja 'candados' (> dificultades).
No ve reservas en su prontuario,
Y corre, vibrante, en busca de la paz.

A Sito: compañero de alma (2)

En Herrera, el rey de los instrumentos
Tiene poder de mostrar siete vidas,
Domar siete caballos de corridas
Y ensamblar los siete entretenimientos.

Ofusca hasta los más viles sentimientos
Cuando tiene que hacer de salvavidas,
O enjugar muchas lágrimas sufridas
Contra incendios, choques y restos cruentos.

En incendios de rastrojos y montes,
O en accidentes de la carretera,
Él sobrevive por su valentía.

Debe enfrentar feroces 'mastodontes'
Que surgen en su fértil 'sementera,
Y el tiempo le dice, 'va, prenda mía'

A Mercedes: sol blanco (1)

Ah, Mercedes, mi pequeña ‘albufera’,
Como te reclamo en noches de estrellas,
Cuando las tinieblas rasgan centellas
De amor, encanto y llamativa espera.

Me acuerdo del tiempo, dulce quimera,
En que tus ojos me hablaban de doncellas,
Y mis pies iban atrás de tus huellas,
En cuanto la luna 'lloraba' en el era.

De inmediato vi una luz repetida,
Descolgada y presa entre corrientes.
Entonces, mi alma niña prorrumpió en llantos,

Se hizo pedazos, triste y dolorida,
Y se fue por atajos y pendientes...
Pero un sol grande 'secó' mis desencantos.

A Mercedes: nombre plural (2)

Mercedes, nombre plural y de arcano,
Usado por reinos y dinastías,
Por doncellas de alta hidalguía,
Linaje y estirpe soberano.

Mercedes es un signo palaciano
De quien da o recibe amplia primacía.
Hace donación y ofrece hostería
Al caminante que viene cansado.

Mercedes es símbolo de honra y orgullo,
Renombre, dignidad y alto prestigio,
Motivo de estima, respeto y decencia.

Algo que nos encanta, y como un arrullo
Nos lleva al delirio. Y sin litigio
Consagra la amistad y complacencia

A Mercedes: como una brisa (3)

Merced o Mercedes, así nominal,
Lleva consigo un don, gracia o favor.
Por eso es nombre cantante y habla de honor,
Y la historia cultiva como a un fanal.

Desde niña de alzas sobre un pedestal;
Iluminas jornadas a tu redor
Y pasos que llegan con intenso fulgor
A la cumbre de un monte descomunal.

Por  las esquinas te vimos con prisa
Mostrando a los cielos tu mantilla blanca,
En encuentros de reina y soberana.

A veces te sentimos como una brisa
Otras tantas como frágil potranca
A enfrentar una lluvia parnasiana.

A Mercedes y Sito: un aniversario

Amar, es palabra dulce y divina,
Porque une las mentes y los corazones.
Es una fuente donde a borbotones
Emanan cariño y ternura fina.

Amar es como la luz repentina
Que nos ofusca y habla en mil razones;
Ella nos lanza una lluvia de canciones
Que hacen vibrar nuestra humilde retina.

Y cuánta alegría poder celebrar
Un año más de posibles recuerdos,
El cumpleaños de muchas raíces,

De cosas que nos ordenan repicar
Las campanas por distintos acuerdos...
Ellos aún nos gritan: ¡sois felices!

O José Miguel: ángel decidido

José Miguel: dos nombres poderosos
Que unen el candor y la mansedumbre
A la fuerza santa y buena costumbre
De ayudar pobres y menesterosos.

José > modelo de hombres piadosos
Y que seduce por la servidumbre,
Cuida de la casa i de su techumbre;
Defiende y ampara a todos los esposos.

Miguel > es aquel ángel decidido,
Defensor de la ley y de los cielos...
Y un fiel amparo em momentos de tensión.

Son, pues, dos gigantes de porte subido
Contra rayos, tempestades y celos,
Dos amantes de la Fe y  de la Razón.

A Asunción: siempre hacia arriba

Asunción, nombre  que nos lleva al cielo,
Y nos dice que somos gotas de Dios;
Es una lluvia de pétalas a dos
Cuando la vemos con amor y desvelo.

Yo vi una bella mujer, ‘de revuelo’,
Ella me dio, entre nubes, un riente adiós.
Y elevándose airosa como un albatros
Vistió en el horizonte su lindo vuelo.

Asunción revela un duplo sentido:
Aquella que está siempre en las alturas
Y masca el aire fresco de la montaña;

aquella que apunta nuestro destino:
Allí donde solo existen venturas
Y la eternidad nos tiene y arrebaña.

A Leticia: en el estudio

Como su nombre proclama, Leticia
Es alegre, sonriente y cariñosa;
Una flor primaveral y mimosa
Que a todos encanta; es una caricia.

En el Studium, ella es pura delicia
Y a todos retrata como a una rosa.
Es delicada como una mariposa.
Los niños se rinden a su pericia…

Es digna maestra en fotografía,
Y sus retratos son maravillosos.
Para ella, el futuro ya está presente.

Leticia, me parece una sinfonía:
Los acordes son claros y majestosos,
Y la dulzaina ya es mero remitente.

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