Si nos centramos apenas en los juegos
infantiles, podemos notar que todos ellos son oriundos de un determinado lugar
(pueblo, región, zona geográfica, y hasta de un país). En casi todos ellos existe
por parte de los habitantes del lugar un conocimiento que pasa de generación a
generación > de padres a hijos, de niños mayores a los más pequeños,
presentando de inmediato una continuidad histórica, aunque hoy en día ese
detalle esté en franco desuso. De cualquier manera, es preciso darlos a conocer
a las generaciones venideras antes que se pierdan por completo. Es muy loable
lo que maestros y profesores de educación física hacen en sus respectivos
centros de enseñanza: renuevan los ejercicios prácticos de clase y trabajos
extraescolares con juegos tradicionales y populares que parecían perdidos para
siempre. Por eso, aquí desde mi ordenador/computador quiero colaborar –y
repetir con Manuel Vizuete Carrizosa, profesor titular de Didáctica de
la Educación Física, y director del Servicio de Educación Física en la
Facultad de Educación de Badajoz (1997): ”debemos
ofrecer a las generaciones venideras practicando, aprendiendo y dando a conocer
las actividades físicas que forman parte de nuestra cultura, como la única
forma posible de proteger y preservar este patrimonio cultural de la humanidad”
> los juegos tradicionales y populares de los pueblos de España.
Es
interesante observar –así como ocurría en Prádanos
de Ojeda, en mis tiempos de niño- que los juegos se desarrollaban en
zonas/lugares especiales de las poblaciones: plazas, calles principales, eras
donde se trillaban las mieses, espacios reservados, sitios donde el pueblo se
juntaba para discutir o aplaudir asuntos importantes de los pueblos limítrofes
o de la comarca. Y, por lo general, acontecían en datas festivas o días
determinados por el folclore provincial. Cuando se trataba de juegos de adultos
llevaban implícitas apuestas en dinero o especie (jamones, chorizos, fanegas de
trigo o cebada, etc). Casi siempre eran ‘separatistas’: por sexo (hombres/mujeres)
y por edades (mayores, muchachos/as, niños/as). Hasta los materiales con que se
realizaban los juegos formaban parte del cotidiano agrícola de los pueblos:
huesos, hilos, tabas, palos, cuerdas, chitos, navajas etc. Y junto con los
juegos, se transmitían ciertos valores hoy en decadencia: respecto a las reglas
[aunque fuesen simples] y a los buenos costumbres en palabras y actos; obediencia
y acato a los mayores; camaradería y solidaridad, simpatía y amistad etc. De
ahí la necesidad imperiosa de transmitir a hijos y nietos los juegos
[tradicionales y populares] de nuestro pasado, siendo que a su mayoría posee
una gran fuerza motivadora y colectiva contra el sedentarismo de la vida
moderna.
Además, el binomio salud y actividad física es una forma de garantizar la salud y protegernos
de las enfermedades. Desde finales del siglo XVIII, médicos, pedagogos e
higienistas demandan la necesidad de realizar ejercicios físicos, una manera
segura de preservar nuestra vida saludable. Muchos maestros discuten los
criterios y ejercicios pedagógicos, metodológicos y las estrategias didácticas
a emplear para que la actividad física (juegos y deportes) sea un bien para la
salud de nuestros niños y jóvenes. Con bastante frecuencia, los maestros nos
interrogamos, aunque esta no sea mi área específica de enseñanza: ¿qué enseñar?
¿a quien enseñar? ¿cómo y cuánto enseñar? Según entendimiento de algunos
profesores, el deporte escolar se
fundamenta con certeza en la sociedad en la que se vive y a la familia a que se
pertenece, allí donde la acción educativa se realiza siempre por impregnación,
y en muchos casos orbita entre los usos, tradiciones y costumbres del hogar
materno.
Es preciso, pues, remontar y replantear
los valores sociales de los ejercicios físicos, y actuar sólidamente contra el
sedentarismo y la aparición de nuevas enfermedades a él atribuidas y, de esta
forma, enfrentar la pérdida del interés social y familiar por la práctica de actividades
físico-deportivas en la infancia y adolescencia escolares. Como decía con
cierta ironía un destacado profesor de Educación Física: en España, el deporte escolar es el hermano menor al que, a pesar del
ampuloso discurso político, no se le han cambiado los pañales. Y como están
desapareciendo los habituales espacios de juegos libres y espontáneos en los
entornos urbanos, la actividad deportiva, en la edad escolar, está sometida a
horarios y planificaciones pseudo-técnicas y a planteamientos didácticos
obsoletos e inapropiados. En palabras de Paul de Knopp, un profesor laureado de
la Universidad de Bruselas (1996), el deporte es ahora demasiado organizado, demasiado serio y menos divertido. Prueba
de esta verdad es el rechazo por parte de niños y jóvenes a muchos deportes. Sin
duda, los juegos escolares deberían ser más amables, menos rígidos y más
divertidos como eran los juegos de antiguamente. El mismo Knopp nos repite: la excesiva influencia del deporte de
adultos sobre el deporte de los niños y jóvenes, tanto en lo que se refiere a
los valores como a las normas y reglas […], obliga a un niño/a de 8 años a
jugar con las mismas reglas y normas [especificadas] para un adulto. En muchos deportes, los niños son tratados como
adultos pequeñitos u homúnculos.
Después de estas mis explicaciones que
reputo razonables, doy continuidad a más juegos tradicionales de mi pueblo. Y
sobre todo, mucho más divertidos y alegres que esos ejercicios dichos modernos. De esta forma, comenzaré por
un juego que es ‘universal’:
20
– jugar a policías vs. ladrones:
este
juego es colectivo como indica el propio nombre. Los chicos se dividían en dos
grupos: uno, hacía de policía, y el
otro, de ladrones. Como la mayoría
prefería ser ladrón (sic), se
sorteaba a través de una china o piedrecita, que se ocultaba por tras de la
espalda en una mano, en forma de puño y, a seguir, se mostraban las dos manos
cerradas para elegir quien era de un bando, y quien sería miembro de la otra
pandilla. Si el número de jugadores fuese impar, el sobrante se colocaba en
cualquier uno de los dos grupos con la esperanza de que apareciese otro chaval
para completar el juego. En general, se escogía un lugar apropiado –en Prádanos, repito-, la plaza era el lugar
preferido de todos los juegos- y, de inmediato, los ladrones procuraban
esconderse de la mejor manera posible. En el verano, se escogían las eras atrás
de las morenas o montes de paja y alrededores. El bando de policías esperaba durante un cierto tiempo hasta que los ladrones encontrasen un escondrijo por entre
las columnas, soportales, transeptos de las casas, atrás de algún banco o
árboles etc. En verdad, a veces la distancia era relativamente grande, pues la
cercanía no era bien vista por el bando de los ladrones. Después de un tiempo razonable, la policía se ponía en
movimiento en busca de cada ladrón. Cuando localizado, le acorralaban y le
atrapaban. Así uno a uno la pandilla era aprisionada y llevada al lugar
determinado de común acuerdo. Una vez que se prendían todos los ‘maleantes’, el
juego se invertía: ahora quien hizo de policía
viraba ladrón; y viceversa. En algunas modalidades, había la posibilidad de un
ladrón rescatar a la pandilla si ocurriese una distracción lamentable de la
policía, lo que era raro, porque algunos elementos del grupo se quedaban de
vigilantes. Las correrías eran frecuentes y podían ir lejos, muy lejos, y
despistar a los enemigos. En cuanto eso, el reloj y las horas pasaban sin darse
cuenta. Como Prádanos es pequeño, el grupo podía expandirse hasta donde
quisiese, pero raramente se hacía – tal vez por miedo cuando la noche se
aproximaba con mayor declino y oscuridad.
21
– jugar a la gallinita ciega
este juego se hace en grupo. Uno dde los jugadores/as hace
de gallinita ciega, con el cuidado de
taparle debidamente los ojos con un pañuelo grande a fin de que no vea
absolutamente nada. El resto de los participantes hace un corro y comienza una
canción apropiada:
Corro - ¿Gallinita ciega, qué se te ha
perdido?
Gallinita – Una aguja y un dedal
Corro – Pues da tres vueltas y los
encontrarás.
Uno,
dos y tres, y la del revés.
La
gallinita da las tres vueltas pedidas
y, con los dos brazos extendidos, intenta coger a alguno de los participantes,
en cuanto el corro la despista agachándose, tocándola de leve, apartándose
ligeramente de ella. Cuando alguno se deja atrapar, la gallinita deberá adivinar quien es solamente por el tacto. Si
acertar, coloca la venda en el jugador descubierto, pasando éste a servir de gallinita ciega. Pero si no acertar,
continúa el juego, y se repite todo el tinglado de nuevo. Y como todo juego que se aprecia
mucho, la gallinita ciega tiene variantes. Sirva esta, por ejemplo: en cuanto el corro entona una
canción y se cierra en torno de la gallinita ciega, ésta en determinado momento
grita: ¡alto! Entonces todos se paran
y se quedan en silencio. La gallinita
apunta en dirección a un jugador que se presenta en el corro, e intenta no ser
atrapado pela gallinita, pero si le
toca se quedará parado y la gallinita
intentará adivinar quien es y podrá tocarle o hacerle preguntas. También podrá
dar órdenes, diciendo: ‘habla, habla
gatito’. O ‘habla, habla perrito’,
etc.
22
– jugar a la corrida de sacos:
es un juego tradicional de mucho equilibrio. Para
jugar son necesarios unos buenos sacos de aspillera y una pista ancha a ser
posible de hierba; el asfalto o cimiento es desaconsejable debido a las caídas
inevitables. La salida y llegada deberán ser delimitadas con antecedencia y, si
fuere posible, un árbitro situado en la llegada, porque en general la llegada
es medio confusa y apretada. Las normas del juego son simples: si el corredor
tropezar intencionalmente con otro, será desclasificado. Pero si ocurre sin
querer o involuntariamente, el jugador se levanta y sigue compitiendo. La
longitud de la carrera es competencia de los organizadores: en general, no debe
ultrapasar los 100m. Todo mundo sabe que se trata de un juego de fiestas
populares, y pueden participar hombres, mujeres, muchachos/as, niños/as. Tan
solo se pide buen humor y alegría porque las caídas, como dijimos, son
inevitables. Pero la fiesta y la risa están aseguradas en este juego muy
divertido y sano.
23
– jugar a las anillas o cintas
en
Prádanos, este juego era de gente un poco mayor, pues exigía saber correr de
bicicleta y ensartar el pequeño estilete por los agujeros (anillas), colgados
de una portería echa a cuatro sopapos. Mi hermano Teodoro –no sé con que
bicicleta; en casa nadie tenía esa ‘señorita’ – hacía verdaderas acrobacias
montado, recostado, en pie, de todas las formas… En mi tiempo, el juego de anillas era un poco diferente
de ese que se practica hoy en los patios de las escuelas: no había cestillas ni
anillas coloridas y ni pivotes. La variante de que os hablo, en mi tiempo, era
pura magia. Los asistentes vibraban y gritaban por su campeón, pues había
campeonatos y grupos que mostraban interés en ganar de cualquier manera. Yo,
como niño que era, me entusiasmaba ver a mi hermano ganar repetidas veces.
24
– jugar al corro:
en
este juego todos los participantes se cogen de las manos formando un círculo.
En Prádanos, era juego de niñas; yo nunca vi un niño jugando al corro. Por lo
general, el corro entonaba canciones populares y las acompañaba con movimientos
rítmicos conforme las palabras del cancionero. En estos corros populares se daban
cita muchas manifestaciones pueblerinas y de tradición vetusta que madres
pasaban a las hijas desde antiguamente. En realidad, esas canciones servían de
pretexto para danzar, bailar, hacer gimnástica, mover el esqueleto y gritar slogans que las niñas aprendían en la
escuela. Otras veces, las canciones eran acompañadas de gestos, exclamaciones y
movimientos dando énfasis a las letras y a sus dichos infantiles, acentuando
los versos y estrofas del momento histórico. Se establecían hasta verdaderos
diálogos entre las niñas y la maestra o una niña más experta. Existían títulos
curiosos en esas canciones ej.: el corro
de la patata, el patio de mi casa,
a tapar la calle, la chata Berenguela, estaba el señor don Gato, etc.
25
– jugar a la cunita o cordel
al hilo, al cordel, a la cuna, a la hamaca etc. Este
juego es simple y complejo, al mismo tiempo, pues depende del entrelazamiento y
del número de figuras que se desea o consiga formar. De ordinario, son dos jugadores/as
porque había una cierta competitividad entre ellos/as. Para jugar bastaba una
cuerda fina (o lazo colorido), atada en los extremos formando un círculo de
unos 30/50cm y 80/100cm de longitud. Con ella y una habilidad siempre creciente
algunas niñas llegaban a hacer
entrelazamientos curiosos y delicados con los dedos, que giraban a una
velocidad espantosa. Había una variante que exigía la compañía de otra niña
después de la primera figura básica: hacían concurrencia para ver quien
realizaba figuras más interesantes. A veces en la hora de pasar o recoger la
figura del oponente, se fallaba, y la cuerda se liaba, ocasionando el fin del
juego. Pero había niñas que demostraban gran habilidad en los distintos
movimientos de la cuerda, y formaban dibujos extraños… Muchas veces, esos
movimientos y figuras tenían nombres populares ej.: cama, cuna, bigotes de gato, tijeras, boca de lobo
etc. Yo mismo, en cuanto niño, sólo veía a las niñas jugar a la cunita. Más
tarde, también tenté jugar, porque en el colegio interno (masculino) donde
estudié las primeras letras, se jugaba bastante. Allí nadie se preguntaba si
era de niños o de niñas…
26
– jugar a retahílas:
este juego era más para niñas, y de una cierta edad.
Yo no me acuerdo de haber participado de cualquier retahíla. En Prádanos,
esto no se estilaba entre niños, pero ciertamente entre las niñas debía ser
algo común. En realidad, yo personalmente no tengo casi ningún conocimiento de
los juegos de niñas, principalmente porque pertenezco a una época en que la
enseñanza era repartida entre niños de un lado y niñas del otro. Guardo pocas
recordaciones de la escuela de mi pueblo. Pues bien: como se acostumbra decir,
las retahílas son piezas poéticas o
palabras ‘incomprensibles’ del
folclore infantil: en ellas extravasa el mundo de los niños/as. Para nosotros
adultos, los versos de los niños parecen sin sentido, porque buscan apenas el
ritmo, los gestos, la asociación fónica medio simplona. Sin embargo, las retahílas son universales, y existen en
todas las culturas de los pueblos indoeuropeos por más primitivos/atrasados que
ellos sean; las retahílas hispánicas
guardan una afinidad muy grande con retahílas italianas, portuguesas, griegas,
francesas etc.
Hay retahílas
de echar suerte y constituir los equipos; retahílas
para decidir quién se queda o se libra al iniciar el juego; retahílas de juegos de dedos y de manos;
retahílas de recitar y cantar; retahílas de cuentos infantiles; retahílas de saltar; retahílas de curar y palmear, etc. Hay
retahílas hasta para hacer dormir bebés… De esta manera, las retahílas son en si mismas juegos de
palabras típicamente infantiles, y sirven para beneficiar la fluidez, la
atención y la memoria, pues a través de la armonía y las repeticiones se
consigue entretener a los niños en cuanto practican inconscientemente el
lenguaje. Las retahílas se parecen a aquella
figura literaria castellana llamada concatenación
> una figura literaria consistente en emplear al principio de dos o más
cláusulas (> miembros del periodo), la última voz de la cláusula (>
miembro) inmediatamente anterior. Hasta hoy no olvidé aquella retahíla que oía en la calle: tengo, tengo, tengo/ Tú no tienes nada. / Tengo tres ovejas/ en una
cabaña. / Una me da leche/ otra me da lana/ y otra me mantiene/ toda la semana.
O aquella otra tan popular en Castilla: Santa
Rita, Rita, Rita/ Lo que se da no se quita. Y esta otra también famosa: el que fue a Sevilla/ Perdió su silla. / El
que fue a Aragón/ Perdió el sillón. Y por fin, esta que todos repetían: José se llamaba el padre/ Josefa la mujer/ y
el hijo que tenían / también se llamaba José…Mi hermano José se enfurecía
cuando, por cualquier motivo menor, le cantábamos estos versos…
27
– jugar a la rana:
según el comentario más difundido entre nosotros, la
rana era un juego muy tradicional, de lanzamiento, precisión y puntería. El
juego en si consiste en introducir, a partir de cierta distancia, una chapa o
moneda por la boca abierta de una rana de metal, colocada sobre una mesa o
también en el suelo. Se juega por equipos de 10 niños – ordinariamente mayores.
En el primer tiempo cinco jugadores lanzan 80 fichas, repartidas en 8 tandas de
10 fichas; en el segundo tiempo se cambian los jugadores conforme el deseo del
equipo, y se lanzan otras 80 fichas por cada jugador. Las cualidades del
jugador deberán ser: buena vista, buen pulso y mucha serenidad.
En
Castilla y León –también en Galicia, Asturias y Cantabria- se forman peñas de
jugadores. La puntuación es la siguiente: cada ficha que entra vale un
punto/tanto. Gana el jugador o equipo que sume más puntos/tantos al final de la
partida. Existe una variante más sofisticada: en una mesa hay varias opciones
de puntuación: la rana, 50 puntos; el
molino, 25 puntos; el puente, 10 puntos; y cada agujero, 5 puntos. A cada tanda de
10 fichas se suman los puntos. El ‘campo
de juego’ deberá ser llano, de 3 x 8m; y el número de fichas, 10. La
distancia es de 3,80m, entre la raya de tiro y el centro de la rana, situada
sobre una mesa de 0,80cm de altura. La rana oficial mide 12cm de alta, 14cm de
larga y 10cm de ancha. La boca tiene 6cm de ancha por 3cm de alta. En partidas
oficiales y cuando se usa la mesa, ésta debe ser cuadrada y medir 50/50cm, con altura
de 0,80cm. En el juego oficial, la puntuación ya se encuentra marcada en cada
molinete, puente o agujero. Por fin, las fichas miden 5,5cm de diámetro y 6 grs
de peso.
28
– jugar a la petanca
este juego tenía bastante aceptación en mi pueblo,
aunque fuese más un divertimiento de adultos. Los niños también lo practicaban,
pues se trata de un juego muy simple. Objetivo del juego: lanzar algunas bolas
metálicas (7/8cm de diámetro por 600/800
grs de peso) de modo que se quedasen lo más cerca posible de un boliche o bolín (2,5 por 3,5 de diámetro) que se
lanzaba previamente> podía ser de madera o plástico. El juego podía tener
dos o tres jugadores. Cuando el juego era mano a mano, cada jugador lanzaba
tres bolas; si fuese por equipos, cada jugador lo hacia con sólo dos bolas.
Había sorteo para ver quién salía primero: este debería trazar un círculo en el
suelo de 35/50cm para delimitar la línea de tiro. Siendo el bolín el objetivo del juego, cada jugador
tentaba colocar su bola lo más cerca posible del bolín. A continuación cada jugador del equipo tentaba hacer lo
mismo. Así, hasta que todos los jugadores hubiesen lanzado sus bolas. Na
realidad, había tres objetivos distintos: 1) ‘arrimar’ la bola del
boliche/bolín; 2) ‘tirar’ la bola del contrario, y hacer con que su bola se
quedase más próxima y ocupase el lugar del oponente; 3) ‘empujar’ o desplazar
la bola del propio equipo y acercarla más del boliche, en cuanto se tentaba
desplazar la bola del equipo contrario y distanciarla más del bolín. Cada partida comprendía varias
jugadas y ganaba quién (jugador/equipo) alcanzase primero los 13 puntos
oficiales. Puntuaban tantas bolas cuantas estuviesen próximas al boliche, sin
que en el medio existiese alguna bola del equipo contrario. El último jugador
hacía la medición para saber a quién correspondían los puntos obtenidos.
Después de la primera partida, el boliche
era lanzado en la dirección opuesta por el jugador/equipo vencedor.
Interesante, yo no me acuerdo de haber jugado a la petanca, pero el juego estaba bastante difundido en Prádanos de
Ojeda.
29 – jugar a la
cucaña:
entre
todos los juegos infantiles y de adolescentes más tradicionales, la cucaña ocupaba un lugar de preferencia
entre los muchachos del pueblo. También
era conocido como ‘palo enjabonado’ o
‘palo ensebado’. Este juego era más para
muchachos que de niños; yo nunca jugué a la cucaña: primero, porque era
difícil; después, porque en casa no me lo permitían. El objetivo del juego era
trepar o escalar un poste tan sólo con los pies y manos –o un palo en posición
vertical (más común) u horizontal. Su medida estaba en torno de 5m, y debería
estar embadurnado de sebo, jabón o grasa de tocino, para que los participantes
se resbalasen, dificultando la subida y llegada al topo, donde estaba el premio
(jamones, chorizos etc). En Sevilla, el poste se colocaba horizontalmente sobre
la proa de una barcaza en el río Guadalquibir. Los participantes debían caminar
sobre el palo previamente embadurnado con grasas resbaladizas y evitar caer al
agua, hasta conseguir el premio. En algunos lugares, este juego sigue hasta hoy
en día la tradición del árbol de mayo
> un palo adornado con cintas y frutas que se colocaban en la plaza a donde
concurrían muchachos/as para divertirse con bailes, danzas y otros regocijos.
El árbol recordaba los rituales de la
fertilidad: casi todas estas danzas se celebraban en torno de un largo madero.
Tal vez, por eso, el palo ensebado sea un vestigio del culto dendrolátrico (> culto a las
plantas/árboles) mezclado con actos de fe religiosa.
30
– jugar a tirar de la soga:
este juego recibe
nombres distintos conforme el lugar: tira
y afloja, soga-tira o cinchada. Nosotros lo llamábamos apenas
y simplemente de soga. Se jugaba en equipos de 8/10 o más miembros cada –fue deporte olímpico entre 1900 y1920. Para
jugar se precisa de una soga o cuerda/maroma con algunos metros de longitud
(entre 15 y 20), y de cierta grosura, conforme el número de participantes.
Antes del juego se señalan tres rayas: una, en el centro del terrero –si
posible mejor en hierba o arena- para delimitar los dos campos, y las otras dos
para marcar los campos respectivos a partir de los cuales se comienza a tirar
con fuerza intentando que el lazo rojo (señaliza el medio del campo y de la
soga) pase al propio terrero. Es necesario también un árbitro o monitor que dé
la salida y resuelva los pequeños incidentes que ocurrieren ej.: no es
permitido enrollar la cuerda en la mano o en el brazo; es preciso que haya equilibrio y número entre
las fuerzas de los dos lados; no se puede anticipar al señal del árbitro.. Por supuesto, el
juez deberá mostrar total ecuanimidad delante
de los equipos, etc.
31
– jugar a las matracas/carracas:
la
pesquisidora Leticia Ocampos tiene un trabajo magistral sobre carracas/matracas. En Prádanos, durante
la Semana Santa, yo y otros niños blandíamos las carracas (menores) y las
matracas de mano – ¡las grandes eran complejas y difíciles de conseguir! Aún en
nuestros días, en la zona rural y en pueblos del interior, es costumbre dar reposo sacro a las campanas durante la
Semana Santa. Para llamar los fieles a los oficios divinos, los monaguillos son
encargados de recorrer las calles haciendo sonar las matracas/carracas. Como
las campanas representaban a los apóstolos, ellas desaparecían según la
tradición en los días de la Pasión de Cristo. Sólo los leños debían ‘hablar’ en
aquellos días, santificados que fueron por el leño de la cruz de Jesucristo. De
ahí el uso de las matracas y carracas portátiles y su participación tradicional
en el Oficio de las Tinieblas.
Todavía me acuerdo del momento: de noche, fui con mi padre a la iglesia; en la
subida, me encantó sonar aquel instrumento. Ocampos dice que los propios
fieles, dentro de la iglesia y
completamente a escuras, hacían sonar ‘repentina
y estruendosamente matracas y carracas’. Sinceramente, yo no me acuerdo de
ese detalle. Sin embargo, a pesar de la tradición estar llena de simbolismo
religioso, las matracas/carracas – su ruido representaba el temblor/terremoto
de tierra en el momento de la muerte de Cristo- perdieron su utilidad y, por
eso, han desaparecido en la iglesia, pero no como juguete de niños y muchachos.
La carraca consta
de una rueda dentada sujeta a un eje que sirve de asidero. Una pieza de madera
con una lengüeta suena al entrar en contacto con los dientes de la rueda. A su
vez, la matraca consta de un cuerpo
de madera al que se unen unos martílleles móviles (mazos) de madera o metal que
golpean el cuerpo central. Pueden tener asa cuando portátiles, o una manivela
cuando gigantes. Hoy, tanto las matracas como las carracas son utilizadas en eventos
deportivos. Beethoven, Mozart y Haydn las utilizaron en sus composiciones
musicales. Richard Strauss la usó en su magnífica obra Don Quijote. También en el jazz acostumbran ser usadas, así como en
el fútbol, en varios países da América Latina. Na última copa fueron
substituidas por las famosas vuvuzelas
(> cornetas).
¿Señores (as)
alcaldes (as), cuál de estos juegos ustedes están dispuestos (as) a implantar y desarrollar
en sus pueblos? No se olviden, depende de cada un de nosotros en hacer que
estos divertimientos se multipliquen en los pueblos del interior, visto que
viven prácticamente sin cualquier diversión durante el año entero. ¡Hasta
luego, amigos!
FIN (3C)
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