domingo, 10 de novembro de 2013

Prádanos de Ojeda - el rebeco (2)





       1. El rebeco (Rupicapra pyrenaica parva) es un mamífero bóvido (= rumiante que pastorea o ramonea), pequeño y esbelto, de 1,20/1,35m de largo por 0,70/0,85cm de alto y 35/50kg de peso. La constitución física y el tamaño de este animal extremadamente sociable son muy parecidos a la cabra doméstica, con cuernos verticales más largos que las orejas y curvados un poco hacia atrás en forma de garfio o gancho. Los cuernos de los machos son más robustos, y tienen cola corta tanto machos como hembras. Se trata de un bello y gracioso animal (foto), en cuya anatomía se destacan las marcas faciales que alternan manchas blancas y negras. Las patas son también robustas y terminan en pezuñas  afiladas, finas y altamente versátiles. El rebeco es antes de todo ágil y se desplaza con absoluta facilidad y destreza por acantilados y rocas escarpadas, tanto cuesta arriba como cuesta abajo, a velocidades sorprendentes sobre todo cuando es perseguido por sus peores depredadores, el lobo, el oso pardo, el lince y, sobre todo, el hombre. Es uno de los pocos mamíferos de hábitos diurnos, y vive entre los mayores riscos (rocas altas y escarpadas) de escape en elevadas montañas casi inaccesibles al hombre, y en las partes más eminentes de los bosques alpinos [cantábricos o pirenaicos]. En realidad, existen dos especies bastante diferentes: el rebeco (Rupicabra pyrenaica) que vive en los montes Cantábricos, Pirineos y Apeninos de Italia, y el rebeco (Rupicabra rupicabra) más encontradizo en los Alpes y en otras partes de Europa. Ambas se dividen en otras subespecies europeas o asiáticas (balcánica, carpática, cartusiana, caucásica, rupicapra y tátrica). El rebeco cantábrico es más pequeño que sus congéneres de los Pirineos, incluso en la cornamenta.
              2. El rebeco es un animal social que se moviliza formando pequeños grupos en busca de pasto, por lo general gramíneas y plantas herbáceas. Sienten predilección por algunas especies arbóreas y/o arbustivas como arándanos, enebros, acebos y zarzas. Prefieren asimismo áreas de media montaña, motivo por el cual descienden de los altos peñascos en busca de ciertos bosques montanos, compartiendo este hábitat con los corzos y otros cérvidos. Sin embargo, les gusta sobremanera vivir en terrenos muy accidentados y zonas escarpadas donde consiguen burlar a los predadores. De forma genérica, podemos decir que el rebeco se extiende por el centro y sur de Europa y por áreas peculiares del Oriente Próximo, especialmente Turquía y la región del Cáucaso, pero siempre en terrenos montañosos entre los 800 y 3.100m de altitud. En España, el rebeco es la especie más característica de los Picos de Europa donde vamos encontrar una interesante población de más de 5.500 ejemplares entre los casi 17.000 de toda la cordillera Cantábrica y estribaciones. En los Picos de Europa se estima exista un tercio de la población total de aquella región montañosa. En 2008, aún se practicaba un cierto aprovechamiento cinegético en el sector leonés, pero se dijo en aquella ocasión que la cetrería sería totalmente eliminada de acuerdo con el Plan Director del Parque. Esta regulación es la única existente en España y en gran parte de Europa, sea porque en otras poblaciones o bien los cazadores no cumplen las condiciones de protección a la especie o bien no existen predadores naturales como el lobo o el oso pardo, sea también porque a cada dos años se censa su población para averiguar el número de individuos, estructura de las distintas clases de edad, raza, sexo, densidad, etc.   
     3. El rebeco de los Picos de Europa es una de las 10 subespecies que habitan en las montañas europeas, llamándose  Rupicapra pyrenaica parva, mientras que la de los Pirineos recibe el nombre de Rupicapra pyrenaica pyrenaica.  Ya en 1985,  Giuseppe Nascetti (rector de la Universidad de Viterbo/Italia) y sus colaboradores estableció las dos especies europeas: la típica de los Alpes y la típica de los Pirineos = con tres subespecies (montes Apeninos, montes Pirineos y montes Cantábricos). El último censo se realizó precisamente en 2008 con la cifra de 5.500 ejemplares citados arriba. En la época de cría, se reúnen grandes cabradas de hembras con las crías de aquel año y del año anterior. Estas cabradas suelen ser numerosas, en torno de 50 ejemplares (nunca lo he visto, ni en video). En esta época, los machos son solitarios o forman grupos pequeños, sin juntarse con las hembras. Ya en la época de celo los rebecos son aún más agrupados, y los machos reproductores reúnen una cabrada, compuesta de hembras con sus cabritos y a veces con crías del año anterior. Los grupos pueden reunir entre 30 y 50 individuos, aunque normalmente no pasen de 10 a 12. Los machos no reproductores o viven aislados o en grupos muy reducidos. Los Picos de Europa con 660km² son divididos por sectores en relación a los rebecos: cada sector está delimitado geográficamente por los macizos más importantes (altos de Valdeón, Sajambre y Camaleño). En cada sector, la densidad de rebecos está en torno de 8/10 individuos/km², si bien existan zonas en que ese valor se duplica debido a la ausencia de caza desde hace decenas de años (macizo occidental).Tienen costumbres diurnas, aunque al mediodía disminuyen su actividad pastoril que es mayor durante la mañana y al atardecer. La vista, el oído y el olfato de los rebecos es de particular excelencia, lo que les ayuda a identificar rápidamente a sus más audaces depredadores (lobos, osos pardos, linces y, sobre todo, cazadores empedernidos) = hasta hoy, ya un hombre maduro, me pregunto cómo alguien puede tener la osadía de matar un bicho tan humilde y cariñoso como ese. En verdad, la caza debería ser prohibida en todas sus dimensiones, ya que el ‘espíritu de matar animales’ no puede elevar el alma de nadie. La sociedad psicoanalítica debería estudiar esta faceta de los cazadores, pues con certeza no tiene ningún valor intrínseco o ‘positivo’.         
         4. Otra característica interesante del rebeco es su pelaje que muda conforme la estación del año: en el verano es de color pardo-rojizo, aunque  la mudanza entre los colores sea leve. De cualquier manera se nota una banda de pelaje negro desde la boca hasta los ojos, con el vientre, la garganta, el morro y las patas traseras se presenten con un color blanquecino. En el invierno, al contrario, el pelo es mucho más denso y oscuro, con el dorso, las patas y parte del cuello tirando más para grisáceo. Pero el color negro está bastante marcado en la parte delantera (orejas y cuello), además de la cola y la cara donde aumenta de extensión con los bordes bien marcados. Las bandas negras son más evidentes en los costados del cuerpo y en las partes altas de las patas (anteriores y posteriores). Ya otras partes del cuerpo como el rostro, parte del cuello, el vientre, los pies y los glúteos tienen un color entre blanquecino y grisáceo. Muchos expertos consideran al rebeco muy parecido con la cabra, aunque con un cuerpo más airoso y macizo. Y como en algunas cabras las características morfológicas más marcadas de los rebecos están en las dos bandas negras que cruzan la cara desde la boca  a través de los ojos hasta las orejas, produciendo un gran contraste sobre el color grisáceo o amarillento de la cabeza. Los estudiosos dicen que se trata de un animal tan sociable y tímido que el pelaje es ‘variable’, desde el castaño rojizo durante el verano al pardo negruzco en el invierno, época en que se le espesa el pelo y se le alarga por el espinazo. Esta coloración es una característica del rebeco asturiano –‘el animal más representativo, según los habitantes de la región, de la fauna cinegética de la alta montaña’-, bastante frecuente en los rebecos de los montes de Asturias.       
          5. Los rebecos son animales muy desconfiados, y resulta difícil aproximarse de ellos cuando son descubiertos de sorpresa. Son sociables y, al mismo tiempo, muy tímidos, y ante cualquier molestia huyen a la carrera con gran agilidad, pues corren y saltan muy bien y trepan con velocidad sorprendente por entre los riscos de escape en las altas montañas. Curiosamente, en el invierno bajan hasta las zonas soleadas de los bosques subalpinos y praderas alpinas aparentemente sin ningún miedo, mientras en el verano hacen el camino inverso, o sea, ascienden hacia los prados alpinos y se establecen en las laderas de umbría, desplazándose muchas veces a cotas más elevadas por la presión del hombre o por el ganado doméstico. Durante el invierno, en las bajadas a los bosques y huyendo de las nieves, los rebecos son víctimas frecuentes de los lobos y zorros hambrientos, sobre todo los rebecos más jóvenes y los disminuidos físicamente, aunque en conjunto no sufra tanta depredación como los corzos, más débiles frente a la nieve. Los asturianos no se cansan de resaltar al rebeco de la tierra, por su agilidad en caminar por entre los riscos más empinados del monte y por su corrida exuberante por entre las piedras y acantilados de Asturias. En estos rincones cantábricos, nadie se admira de ver al rebeco siempre pastando si los días son nublados, en cuanto ramonea los pastos de montaña y mordisquea los brotes más tiernos, las bayas de los arbustos y las hojas de árboles con el ramaje más bajo. Los machos suelen vivir separados de las hembras y sus crías en forma de rebaños, pero siempre hay algún individuo vigilando mientras el resto del rebaño se alimenta a sus anchas de hiervas, brotes, hojas y acículas de coníferas, plantas de herbáceas y hasta líquenes y musgos que encuentra en los bordes del mosque subalpino. Infelizmente, el rebeco es una de las piezas más codiciadas de la caza mayor en Asturias y en otras regiones cantábricas, según nos garantiza Alfredo Noval, en su libro La fana salvaje asturiana.      
         6. Dentro de los ungulados, el rebeco también se caracteriza por su distribución más generalizada en las altas montañas, al contrario de corzos, ciervos y gamos que se encentran más delimitados al norte de la península Ibérica. Pero todos ellos son auténticos equilibristas de las alturas donde suelen brindarnos  con sus espectaculares carreras y saltos. Más reservados que sus congéneres suportan mejor la gran presión cinegética por parte de cazadores desocupados [y sin nada o poco a fisgar en la vida]; también se reproducen con cierta desinhibición formando grupos numerosos de varias familias durante el verano, y que se dispersan al principio del otoño. Los apareamientos ocurren a finales de noviembre y el nacimiento de las crías a principios de junio. En la temporada reproductiva, los rebecos machos luchan entre sí para hacerse con un número mayor de hembras para sus harenes; las hembras paren 1/2 crías capaces de ver y andas tras el nacimiento, cubierta de pelo que permanece a su lado durante los 2 primeros años de su vida. La mayoría de las hembras pare a los 3 años, aunque en poblaciones poco densas; la vida fértil puede prolongarse hasta los 18 años. La organización social depende de muchas variantes, como la densidad y estructura demográfica, de la orografía y del hábitat, de la disponibilidad de alimento etc. Pero el vínculo más estrecho en el grupo se establece entre madre y cría del año. Los machos suelen estar separados de las hembras excepto en el periodo de celo en noviembre.; ya en el resto del año pueden ser solitarios, formar grupos con otros machos o grupos mixtos con las hembras. Durante la época de celo, los machos dominantes o reproductores establecen harenes con varias hembras que guardan y defienden frente a otros machos más valientes y atrevidos.            
           7. En la cordillera Cantábrica, los grandes depredadores son el lobo, el oso pardo y el zorro hambriento (también el lince sería hipotéticamente su depredador, pero está ausente por estas bandas); en los Pirineos, ante la sabida ausencia casi total de grandes depredadores, los únicos enemigos a vista son las águilas reales y muy escasamente los zorros en época de hambre, pues de lo contrario no se aventuran a grandes altitudes donde viven los rebecos. En los lugares donde los rebecos se hacen presentes, ha habido registros de depredadores clásicos peninsulares: el lobo, el oso pardo y el lince ibérico. Leí en un apartado sobre rebecos en los Pirineos, no sé si con razón o sin razón que ‘no existen censos globales de ambas subespecies, pero puede afirmarse que las poblaciones del rebeco pirenaico superan los 50.000 ejemplares y los del rebeco cantábrico los 17.000’. De cualquier forma, el rebeco junto con el corzo y el venado han pasado épocas mucho peores. Por ejemplo: en 1905, se creó el Coto Real de los Picos de Europa con la finalidad de proteger al rebeco cantábrico, y a raíz de la creación asimismo de las Reservas Nacionales de Caza, la especie ha experimentado una expansión demográfica a partir de todos esos grupos aislados, a veces con poblaciones excesivas (¡?). En realidad, el rebeco cantábrico es una subespecie endémica, y se diferencia de los otros rebecos de Europa, incluido el rebeco pirenaico a quien se denomina sarrio o isar, por ser menor de tamaño y haberse desarrollado sin ningún tipo de contacto con sus congéneres europeos, de quienes se vio separado por una glaciación.       
      8. Pido permiso a la bloguera Alicia García Gómez, y sin escondrijos de cualquier especie, transcribo un párrafo reservado por ella a la capacidad innata del rebeco como acróbata de los Picos de Europa (entre Valdeón y la Vega de Llos), allí definido como ‘un trepador de altura y abismos’. Alicia, como amante de la naturaleza regional de Cantabria y de la Montaña Palentina que soy, te diré que me gustó muchísimo la descripción que haces de este animal tan simpático, siendo el mayor equilibrista de las altas montañas de León. Te escucho con la mayor atención del mundo. Aquí están tus palabras de amor al rebeco: ‘es un animal de zonas montañosas y vive en la franja altitudinal que ocupa desde la alta montaña entre sus riscos, vegas y pastos, puertos con brezal y cuajados de escobales, hasta el límite superior del bosque [subalpino], siendo esta última zona donde los rebecos encuentran refugio en los inviernos más nevados. Sus movimientos por estos terrenos son gráciles a la vez que vigorosos: suben laderas y trepan por los riscos montaraces sin mostrar [cualquier] esfuerzo, pues entre sus adaptaciones a la altura [intramontana] está el poseer un corazón grande para bombear más sangre a los músculos, sangre que a su vez contiene un elevado número de glóbulos rojos. Son ellos que capturan el necesario oxígeno cuya concentración disminuye en la atmósfera según se avanza en altitud. Además para poder moverse por lugares escabrosos los rebecos poseen unas fuertes patas dotadas de dos pezuñas móviles que les permiten la marcha, la carrera y el salto, incluso por rocas pulidas o heladas, porque esas pezuñas son equipadas con almohadillas adherentes, además de estar unidas entre sí por una membrana muy útil para la progresión en nieve, ya que cuando abren las pezuñas se estira la membrana y esto les permite avanzar sobre ella sin hundirse. Pero esto no es todo lo que tengo a decir sobre su movilidad por terrenos accidentados… Puede realizar un salto y apoyarse con todo el peso de su cuerpo sobre una superficie de apenas 0,30cm de diámetro, el tamaño de una baldosa no muy grande. Esto tal vez puede parecer fácil sobre un lugar llano, pero ¿y si el salto es sobre una pared [rocosa] o peñasco inclinado, suspensos sobre el abismo? Y Alicia prosigue su maravillosa descripción: los rebecos ‘poseen un óptimo olfato, buena vista y excelente oído que les ayudan a estar en alerta para huir rápidamente ante una situación que así lo requiera, visto que los rebecos son animales  desconfiados. Y tienen la capacidad de emitir sonidos en una situación de peligro semejante a una especie de silbido, pero de tono grave y prolongado’.
         9. Entre las curiosidades sobre el rebeco cantábrico, sin duda la más importante de la geografía e historia españolas, es ésta atribuida al mastozoólogo Ángel Cabrera y Latorre (1879-1960), considerado el ‘maestro de maestros’ en el estudio de los mamíferos vivientes de España. En ese paisaje de los Picos de Europa (foto), concretamente en los canchales al pie de Peña Olvidada, y por encima del Chalet Real donde se alojó el rey Alfonso XIII (1912) para una cacería de rebecos o gamuzas, el autor de Fauna Ibérica. Mamíferos, el primer tratado sobre los mamíferos de España, nos recuerda un hecho que se hizo famoso. Ángel Cabrera y Latorre incluyó en su obra una lámina con un macho y un hembra adultos, en pelaje de verano, de los Picos de Europa, regalados por Alfonso XIII al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid en el cual Ángel Cabrera trabajó 25 años. Recuerda también la amistad entre el rey y Pedro José Pidal (otro aficionado a la caza de rebecos), gran impulsor del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Desde aquella época hasta los días actuales, las poblaciones de rebecos han sufrido varias transformaciones. A comenzar por el censo de 2007/08 que contabilizó en la cordillera Cantábrica 17.430 ejemplares, un número considerado en declive ya que en 1995 se censaron 20.165. Las cusas son varias, pero el motivo principal es atribuido a la sarna sarcóptica, un brote epidémico provocado por un ácaro en los términos asturianos de Aller y Caso; poco después ella se expandió hacia el este a una velocidad de 2,6km/año. La virulencia de esta enfermedad se hizo más fuerte debido a la densidad de los hospedadores (los rebecos), su agregación espacial y al contacto y uso común de las zonas de rascado y reposo. Las poblaciones del Parque Picos de Europa decayeron de 6. 940 en 1995 para apenas 3.916 en 2007/08. El 100% de las poblaciones de rebeco, censadas en el Macizo Occidental, fueron afectadas por la enfermedad: disminuyeron el 37%, de 3.360 individuos restaron 1.230, mientras que en el Macizo Oriental (Cantabria/Palencia), la población no afectada por la sarna aumentó de 200  para 343 durante esas mismas datas. También en las sierras periféricas hubo una disminución considerable: de 1.520 ejemplares (1995), el censo contabilizó 804 (2008).            
        10. A pesar de estos percances, la UINC da al rebeco status de preocupación menor (LC), tanto en la categoría mundial como en la de España. No olvidemos que en la península Ibérica hay dos grupos aislados: el de la cordillera Cantábrica se extiende desde los collados de Asón, al oeste de Cantabria/Castilla (Palencia), hasta la sierra de los Ancares de Lugo/Galicia. El grupo de los Pirineos se extiende desde la Carrotxa/Cataluña  hasta el valle del Roncal/Navarra. Ambas poblaciones han registrado mínimos poblacionales históricos entre los siglos XIX/XX, incrementando sus efectivos, aunque sufriendo también reducciones locales debido a la sarna sarcóptica. Los últimos números señalan en la región cantábrica unos 17.000 ejemplares y en la zona pirenaica en torno de 53.000. Por otro lado, el rebeco cantábrico desapareció de algunas sierras del norte peninsular donde han existido siempre referencias escritas. A partir de 1970 se ha intentado recuperar el rebeco en esas zonas afectadas por el descenso mediante el traslado de algunos ejemplares procedentes de otras áreas cercanas. Por ser un animal típico del piso subalpino y una especie ecotonal = referencia a los causales ecológicos para conservar el ecosistema acuático, los rebecos se mueven entre el límite superior del bosque y los pastos superforestales. Así, en la primavera, a medida que ocurre el deshielo  de la nieve invernal los grupos de rebecos se desplazan progresivamente  aprovechando la hierba en altitudes cada vez mayores. En el verano, esos mismos grupos van ocupando las máximas altitudes, por lo general encima de los pastos de la ganadería doméstica familiar. Ya en el invierno, los rebecos pastan en las laderas menos expuestas a los vientos del norte. En las áreas sometidas a las actividades cinegéticas, el rebeco evita las zonas ocupadas por el hombre. Prefiere las zonas de escape, riscos, peñas y el ecotono forestal.
         11. Aunque el rebeco compite de cierto modo por el pasto con otros especies de ungulados salvajes (corzos, venados y cérvidos en general) y domésticos (cabras, ovejas, vacas y caballos), no forma grupos mixtos con ninguna de las especies mencionadas. Y como acentuamos, su único depredador propiamente dicho es el lobo (e infelizmente, también el hombre); los cabritos tienen como depredadores también al águila real y al zorro en épocas de hambre. Actualmente, dos otras causas afectan profundamente a los rebecos cantábricos: 
         (1) la sarna sarcóptica (ataca igualmente a perros y gatos) aún afecta al rebeco en los días de hoy. Desde 1993, cuando fue detectada por la primera vez en las proximidades del Pico Torres (Aller/Asturias), el área contaminada ya se extendió de forma continua en dirección oeste/este afectando 56% de las poblaciones de rebeco y el 60% de su área de distribución. En los efectivos del rebeco pirenaico, otra enfermedad denominada queratoconjuntivitis ha sido la única epizootia importante en los últimos 40 años. Pero la receptividad es muy variable entre los diversos individuos siendo el contagio muy elevado, pero la patogenicidad reducida. Las propias poblaciones de rebecos se recuperan adecuadamente del brote epidémico. Por lo demás, cualquier medida profiláctica o hasta preventiva se torna prácticamente inútil. Así mismo las afecciones respiratorias son consideradas patologías peligrosas en los rebecos. La pleuroneumonía causa igualmente una gran mortalidad entre los rebecos. Recientemente se ha descubierto un nuevo agente patógeno en el Pirineo Catalán, conocido como pestivirus; los expertos del rebeco temen por una epizootia extensiva a las poblaciones peninsulares de la cornisa cantábrica; 
       (2) una segunda causa decreciente del rebeco estaría en la reproducción de la especie: la mayoría de las hembras sólo pare después de 3 años. La fertilidad entre los rebecos es baja, visto que varía entre 0,5 y 09 cuando debía ser de 2,0. Además, ella depende de varios factores entre los cuales están: la disponibilidad de recursos, la densidad y variaciones climáticas, la vida fértil de las hembras, etc. Los rebecos son considerados en España especies cinegéticas; en Navarra el rebeco pirenaico está catalogado por la UINC en la categoría vulnerable, pues cuenta con pocos ejemplares. Ya en las reservas cantábricas y del Pirineo oriental han ocurrido notables recuperaciones poblacionales a pesar de la sarna sacóptica. Por eso, algunos cazadores se juzgan con derecho a practicar una ‘caza razonable’ para asegurar las poblaciones del rebeco. Ah, ellos siempre vienen con esas pamplinas o pamemas idiotas, intentando explicar lo inexplicable. Increíble, amigo on-line: vi en video la muerte estúpida de un rebeco solitario, y el guarda forestal chocando la mano del cazador por abatir al pobre animal indefenso con un único tiro. Me indignó supremamente. Aquel balazo me dejó con los nervios a flor de la piel; no es posible tolerar tan horrendo disparate en días de hoy. La escena es deprimente al extremo, incluso para los tres infelices protagonistas.

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