sexta-feira, 15 de novembro de 2013

Prádanos de Ojeda - la lechuza común (7)


 
              La lechuza común (Tyto alba), también conocida como la lechuza de los campanarios –yo confieso humildemente, ‘nunca la vi ni mejor ni peor’ en Prádanos de Ojeda, aunque las personas mayores digan que por aquellas bandas no era difícil encontrarla- es un ave de tamaño medio, de 33/35cm de longitud por 80/95cm de envergadura; y peso medio de apenas 350gr. Su característica más evidente o definida para identificarla entre otras aves rapaces está en su ‘disco facial’ con formato de un corazón y las partes ventrales totalmente blancas (foto), aunque estas últimas varían conforme las subespecies encontradas en España. De cualquier forma, las alas de la lechuza común, cortas y redondeadas, no facilitan vuelos largos y profundos. Leí y procuré entender un comentario sobre estas aves, donde se dice que la estructura de la lechuza es considerada filopluma, o sea, tratase de un ave con plumaje filamentoso, muy delgado, de raquis largo y varias barbas en la punta, distribuido por todo el cuerpo, preferentemente entre las plumas de contorno del dorso y la cabeza. Su función sería apenas sensorial y de ornato. Ciertos grupos como búhos moros, garzas y loros o papagayos, tienen este tipo de pluma llamada plumón de talco, porque se desarrolla en parches localizados en el pecho y dorso, aparentando un mechón de plumas revueltas y polvosas. En realidad, el plumón de talco es propio de las aves de la familia Titónidos (=; del orden estrigiformes o rapaces nocturnas, con un disco facial acorazonado, ojos pequeños y la uña del dedo central aserrada). La lechuza es el exponente máximo y curioso de los Titónidos, siendo que el pulmón de talco crece en ella constantemente. Más tarde se desintegra en pequeñas hojuelas polvosas por todo el cuerpo que la lechuza esparce con la ayuda del pico. La finalidad del pulmón de talco aún no está bien definida, pero probablemente sirva de protección al plumaje y de impermeabilizante para las aves acuáticas. El plumón característico de la lechuza es un tipo de pluma con raquis corto y barbas largas carentes de ganchillos, pero importantes en la regulación térmica. Ya las vibrisas o bridas son plumas modificadas con raquis grueso y rígido, localizadas alrededor de la boca y de los ojos, sirviéndolas de ayuda para atrapar a los insectos. Tal vez ejerzan un papel similar a los bigotes del gato, con la función sensorial en las aves nocturnas como la lechuza y el búho campestre, y las que habitan en agujeros para su orientación  al entrar y salir de la madriguera. De todas las formas, son difíciles de ver, y la función principal sería exactamente sensorial y de ornato, sobre todo en algunos plumajes nupciales.           
     La lechuza está presente en casi todas las regiones del mundo, excepto en Canadá, península Escandinava y gran parte de Asía, desierto del Sahara, etc, bajo el nombre de las 29 subespecies reconocidas oficialmente. Son aves que viven asociadas a los núcleos urbanos rurales, donde se reproducen  en zonas abiertas, como campos de cultivo, páramos, roquedales y sotobosques. Son sedentarias, de hábitos nocturnos o crepusculares, y prefieren las zonas de arbolado disperso donde cazan todo tipo de pequeños roedores (ratones y musarañas), insectos, pajaritos y, en menor medida, anfibios y reptiles. El método de caza utilizado por la lechuza envuelve su amplio disco facial como si se tratase de una sofisticada antena parabólica, receptora de los sonidos que emiten sus presas, a las que localiza y atrapa con sus largos dedos y uñas aserradas, tras abalanzarse sobre ellas en un silencio absoluto. Una lechuza adulta come 3 ratones por día, y si está en la época de criar sus 3/5 polluelos, la pareja deberá cazar otros tantos ratones para compensar la criación de los pollos.  En realidad, los ratones parecen ser el tipo más común de su alimento diario, aunque también consumen una gran cantidad de insectos (arañas, gusanos, cucarachas, murciélagos, lagartijas, etc). Su gusto ‘especial’ por determinados alimentos la obligan a pasar muchas noches en busca de su comida preferida. Cuando cazan, las lechuzas se muestran muy observantes en su ritual mediático: se mueven imperceptiblemente, en un vuelo extremamente silencioso (más que volar, parece estar flotando en su aleteo), antes de lanzarse sobre la presa, que difícilmente consigue huir a su alcance, pues la lechuza es una de las aves rapaces que menos fallos tiene en su trabajo alimentar.       
           Las lechuzas, por suerte, tienen pocos depredadores, aunque los grandes búhos como su pariente próximo el búho real pueda cazar eventualmente algún ejemplar de lechuza más distraído y si la ocasión fuere propicia. En este caso, la naturaleza también lleva adelante aquel dicho humano: la ocasión hace el ladrón. Entre los animales, este refrán es más frecuente de lo que imaginamos. Incluso, algunos granjeros o dueños de ganaderías en general fomentan la nidificación de las lechuzas con el objetivo de controlar la proliferación de ratones en el campo. Suelen aparecer en las zonas más humanizadas como campanarios de iglesias, monasterios y ermitas, así como en desvanes, graneros y ruinas de caseríos abandonados. Cuando visité la ermita de San Jorde de Ojeda, a 2 kilómetros de Prádanos, vi con mis propios ojos lo que supuse ser un ‘encame de lechuza’ en medio a la hecatombe y estado ruinoso de aquella pequeña ermita que tantas nostalgias me causa cada vez que la veo. Una ermita de rango románico fue literalmente dejada de la mano de Dios por gentes insensibles, incluso eclesiásticas. ¡Una pena tamaño descaso! Sin embargo, fuera de estos reducidos hábitats que frecuenta con bastante rareza, la lechuza es un ave rapace que como las demás de su especie prefiere los bosques o ‘montes’ aclarados y adehesados, encamándose (pues no hace nidos como sus congéneres más robustos) en cortados y huecos de árboles, sobre todo en chopas = ‘árboles añosos y centenarios chopos trasmochados y alineados a lo largo de docenas de kilómetros (o solitarios en el cruce de algunos caminos), cordones arbolados que surcan los fondos de los valles, salpican las vegas y se internan en los barrancos de amplios territorios ibéricos’, como los de Castilla y Aragón. No puedo por menor de recordar los versos dolientes de García Lorca, en Chopo muerto (1920), cuando hace referencia a las chopas, verdadero encame de la lechuza común en Castilla:

       ¡Chopo viejo!                                         Fue tu espíritu fuerte,
       Has caído en el espejo                          El que llamó a la muerte,
      Del remanso dormido,                           Al hallarse sin nidos, olvidado
      Abatiendo tu frente                               De los chopos infantes del prado.
      Ante el poniente.                                   Fue que estabas sediento
     No fue el vendaval ronco                       De pensamiento,
     El que rompió tu tronco,                        Y tu enorme cabeza centenaria,
     Ni fue el hachazo grave                         Solitaria,
     Del leñador, que sabe                            Escuchaba los lejanos
     Has de volver a nacer.                           Cantos de tus hermanos.
        
            A estos versos doloridos del gran poeta español y granadino (andaluz), Federico García Lorca (1898-1936), quiero juntar las inmensas añoranzas que me recuerdan la chopa frondosa a cuyos pies, en el pequeño regato transformado en pilón, mi cuñado Elpidio (¡hortelano de mano llena!) y mi hermana Cristina, limpiaban las mejores zanahorias de Herrera de Pisuerga. A ellos dedico estas mis palabras al hablar de las lechuzas que anidaban en aquella chopa robusta y memorable, próxima a la gasolinera y muy cerca de donde los niños conmemoraron el día de su primera comunión en un adorable banquete. ¡Cuántas nostalgias sabias y límpidas se acumulan en nuestros pensamientos de antaño! Como el poeta andaluz, las lechuzas emiten un grito lastimero y estridente, aunque la gran variedad de sonidos que ellas producen dificulte bastante la identificación de sus manifestaciones externas, excepto el inconfundible siseo cuando se sienten amenazadas o cuando las crías piden el ‘almuerzo’ de cada día. Ese chirrido tan singular es más determinante y característico en las lechuzas que en los otros tipos de búhos. Y otro detalle también bastante interesante: los machos son extremamente territoriales y luchan de ‘capa y espada’ para que los demás no traten ni siquiera de acercarse a sus zonas preferidas. Son también solitarios, a excepción de cuando están buscando una compañera a finales del invierno. A este tipo de búho, un nombre común dado a más de 200 especies que habitan en casi todos los lugares del Planeta, excepto en la Antártida,  se les denomina búhos de madriguera, porque se cree que sólo vivan en árboles ya trasformados en chopas. Todos ellos, incluso las lechuzas, son aves de rapiña porque se alimentan de animales vivos, tales como peces, insectos, ratones, lagartijas, entre otras muchas presas. Todos ellos también son aves nocturnas y suelen cazar en la oscuridad de la noche. Demuestran sumo cuidado al intentar agarrar su presa, y no hacen el más mínimo ruido y así la atacan: por ser aves nocturnas tienen muy desarrollada la parte visual y auditiva. De todas esas especies, el más pequeño es el mochuelo (Athene noctua), tan popular en nuestros pueblos. La identificación de esta ave está en aquel refrán muy característico de Andalucía, pero llevado a los cuatro vientos de la península Ibérica: cada mochuelo a su olivo a punto de existir refranes refiriéndose a esta ave de leyendas mitológicas. Los mochuelos son más frecuentes en los pueblos intramontanos como Prádanos de Ojeda. Son aves estrigiformes, de ojos grandes, pico encorvado y de unos 13,5/20cm de altura; se alimentan de roedores y reptiles.        
        Muchas personas confunden la lechuza y el mochuelo, ave importante en la mitología griega. La confusión se hace presente y casi diaria, porque el mochuelo posee rango divino, ya que acompaña en su actuación épica y mitológica a Atenea, la diosa de la sabiduría, justicia, artes, técnicas de la guerra, además de ser considerada protectora de la ciudad de Atenas (de donde deriva su nombre científico) y patrona de los artesanos. Minerva ‘la diosa de las mil obras’ era su congénere romana. El mochuelo de Atenas ha sido utilizado en la cultura occidental como símbolo de la filosofía. Tal vez por este dato tan significativo se le confunda con la lechuza, considerada también el símbolo de la sabiduría, incluso usada actualmente por varias ideologías ligadas a los movimientos feministas y a la psicología. Se dice que Atenea ofreció el primer olivar domesticado, la gran riqueza de Grecia y de los pueblos mediterráneos. Los atenienses quedaron muy agradecidos y aceptaron el patronazgo de Atenas, ya que los olivos les proporcionaban madera, aceite y alimento (y hoy, muchos euros que Grecia quiere desesperadamente para espantar la crisis económica en que se metió y no acierta a salir). En la mitología griega, Atenea es considerada como ‘ayudante y protectora de la agricultura’, inventora del arado y del rastrillo. Creó los  olivares, enseñó a uncir los bueyes para arar, cuidó de los caballos e instruyó a los hombres en su doma con bridas. Los nombres de sus primeras sacerdotisas (Aglauro, Pandroso y Herse) significan ‘aire brillante’, ‘rocío’ y ‘lluvia’, tres personificaciones de gran valor en los campos arados y de cultivo. Homero llamó a Atenea de ‘Glaucopis’ = ‘mochuelo’, el pájaro que ve muy bien de noche y, por eso, está estrechamente relacionado con la diosa de la sabiduría. Atenea es siempre representada en forma de mochuelo o lechuza. En tiempos remotos, Atenea fue probablemente una diosa-pájaro, semejante a la diosa desconocida representada por el mochuelo, y los griegos la consideraban como una de las más importantes divinidades de su panteón, y una de los 12 dioses olímpicos (a pesar de mujer). A ella le son atribuidas otras invenciones relacionadas con la ciencia, la industria y arte, y todos sus inventos no son hechos por azar o accidente, sino que requieren reflexión, meditación y mucha sabiduría. Se creía también que Atenea inventara los trabajos en que se empleaba a mujeres, como el hilado y el tejido, y ella misma era diestra en ellos. Por todo eso y algo más se la llamaba Ergane = la diosa de la sabiduría, el conocimiento y el arte como el mochuelo, ave suprema de como se caza sin ruido y sin fallo.         
       En las estatuas y otras representaciones, Atenea (o Minerva) posee ‘una belleza simple, descuidada, modesta, de expresión grave e impresionante nobleza, fuerza y majestad. Suele llevar un casco en la cabeza, una lanza en una mano, un escudo en la otra y la égida (coraza) sobre el pecho. Por lo general, aparece sentada, pero cuando está de pie tiene la actitud resuelta de una guerrera, de aire meditativo y la mirada fija en altas concepciones’. ¿Quién duda que se trata de una diosa que nosotros llamamos lechuza, mochuelo o búho real? Otros animales eran consagrados a Atenea (o Minerva), además del mochuelo o lechuza. En ocasiones distintas, el dragón, la hormiga, el escarabajo y la serpiente (‘símbolo de la renovación perpetua’), eran animales consagrados y relacionados  a ella debido a la astucia, sutileza, prudencia, belleza y sagacidad de todos estos animales. También tenía otros objetos a ella consagrados, como la rama de olivo, el mochuelo, el gallo y la lanza. Su atuendo suele ser una túnica espartana sin mangas sobre la que viste una clámide. La expresión de su figura es meditabunda y seria, su cara es más ovalada que redonda, su pelo es rico y peinado hacia atrás sobre las sienes, flotando libremente por detrás. La figura completa es majestuosa y más fuerte que esbelta: las caderas son pequeñas y los hombros anchos. Su conjunto recuerda de alguna forma una figura masculina. En los retratos arcaicos sobre vasijas pintadas, Atenea conserva su carácter micénico con las grandes alas de un pájaro. En estatuas, bustos colosales, relieves, monedas y vasijas pintadas, Atenea muestra sus tres atributos principales: el casco, que suele llevar en la cabeza, bien elevado sobre la frente para revelar su cara con gesto de saludo pacífico; la égida, una coraza de piel de cabra donada por Zeus, su padre, que simboliza su origen divino; y el escudo redondo en cuyo centro aparece la cabeza de la gorgona Medusa, el sello distintivo de su divinidad y sabiduría. Su culto es muy antiguo y entre tantas cosas a ella consagradas no podía faltar el mochuelo, muchas veces traducido aunque erróneamente por la lechuza. En diversas ocasiones se la pinta con un cuervo en la mano. Los sacrificios ofrecidos a Atenea consistían en toros, vacas y  corderos (generalmente hembras) y se celebraban festivales haciendo referencia a Atenea como protectora de la agricultura. Al comienzo de la primavera se le daban gracias por anticipado, pidiendo protección sobre los campos. Era también adorada como señora y protectora de las artes y la artesanía. Atenea no amaba la guerra por sí misma, sino por las ventajas que ganaba el estado al emprenderla. Y sólo apoyaba aquellas empresas bélicas que se iniciaban con prudencia y arrojaran resultados favorables. Por eso, era protectora de los héroes a quienes otorgaba juventud y majestad.                     
          En otras ocasiones, Atenea adoptaba la forma de águila marina, en referencia a que en tiempos antiguos, la propia Atenea fue una lechuza; después abandonó esta máscara antes de perder las alas. Cuando aparece en la mitología como protectoras de las artes, Atenea ya se había despojado completamente de su forma animal, reduciendo las formas de serpiente y pájaro que tuvo como atributos principales en vidas pasadas,  aunque ocasionalmente siga apareciendo con alas negras (¡?). El filósofo griego Plantón (427- 347 aC) transmitió para la posteridad la opinión que sus conciudadanos tenían acerca de Atenea: ‘los antiguos atenienses siempre consideraron a Atenea como responsable por la inteligencia y el pensamiento’. Él mismo decía que Atenea designaba la ‘inteligencia de dios’, ella misma era la ‘inteligencia divina’ y, por encima de los demás ‘conocía las cosas divinas’. El nombre propio Atenea significa, en griego, ‘mente de la deidad’. En todas estas peripecias mitológicas la lechuza y el mochuelo se hacen presentes cada cual con un significado específico: el mochuelo de Atenea es el ave que acompaña a la diosa de la sabiduría,  las artes y las técnicas de la guerra, en todas sus actividades de diosa patrona de la ciudad de Atenas. El mochuelo ha sido utilizado en la cultura occidental como símbolo de la filosofía (o sabiduría), y durante siglos, aunque erróneamente, se han empleado los nombre de ‘lechuza de Atenea’, y ‘búho de Atenea’, cuando en realidad se trata del mochuelo común europeo, especie cuyo nombre científico es precisamente Athene noctua. El concepto analógico con la sabiduría proviene de aquella idea tan significativa en la mitología greco-romana: Atenea nació de la cabeza de Zeus, el dios más importante del panteón griego, como fruto de la unión entre Zeus (fuerza) y Metis (prudencia). Zeus se tragó a Metis cuando esta se encontraba a punto de dar a luz a Atenea, por indicación de la pareja Urano y Gea, para evitar que ningún otro dios fuera tan poderoso como Zeus. En el instante en que  la diosa-madre daba a luz, Hefesto partió con una hachazo la cabeza de Zeus, y de la brecha nació Atenea, ‘vestida con una armadura, y lanzando un potente grito de guerra’. El filósofo alemán Friecrich Hegel (1770-1831), en su libro ‘Líneas fundamentales de la filosofía del derecho’ nos dejó está pequeña pero exuberante frase: ‘el ave de Atenea (o Minerva) no emprende el vuelo hasta el oscurecer’. Autores hay que interpretan la frase de Hegel con este significado: ‘la filosofía no ha de entenderse como predictora ni, por tanto, como prescriptora, ya que sólo alcanza el entendimiento de los fenómenos después de haberse producido éstos en determinada época de la historia’. El mito de Atenea, tanto en altorrelieves como en monedas atenienses, la diseña como un mochuelo. Y se dice: tenía ojos de búho, en señal de sabiduría y perspicacia. Sin embargo, no todos los búhos están asociados a la sabiduría; hubo tiempos en que el ave representativa de la filosofía fue una lechuza campestre.       
      Cuando hablamos de lechuzas, casi de modo instintivo, nos viene a la mente la figura del búho real; la gente de los pueblos le confunde fácilmente con la lechuza.  La palabra búho es un nombre común dado a las aves de la familia Estrígidos, que engloba las aves rapaces nocturnas. A diferencia de las lechuzas comunes, los búhos reales tienen plumas alzadas que parecen orejas (foto), inexistentes en las lechuzas encontradas en los campos y ‘montes’ de nuestros pueblos. Hasta el diccionario español describe al búho como una especie que identificamos claramente con el búho real (Bubo bubo) = ave rapaz de tamaño grande, cuyo nombre científico deriva de la onomatopeya de los sonidos que emite: en Prádanos, los niños le identificábamos precisamente por aquel monótono y estridente bubo-bubo repetitivo. Es ave utilizada con relativa frecuencia en cetrería debido a su majestuosidad y fácil cría en cautividad. Son aves muy territoriales, y utilizan varios sistemas de señalización para delimitar sus territorios e indicar su ocupación ej.: cantos territoriales en posaderos o rocas que ‘marcan’ con fecas (heces). Generalmente, nidifica en cortados rocosos situados entre el nivel del mar y los 2000m de altitud. Es muy astuto y experto, llegando a utilizar nidos antiguos de otras aves rapaces, como el busardo ratonero o el azor común, ambos frecuentes en La Ojeda. En lugares donde la densidad de parejas territoriales es muy elevada, nidifica simplemente el suelo, aunque prefiere hacerlo en troncos de árboles o acantilados. A pesar de frecuente en Prádanos de Ojeda, yo nunca conseguí ver un nido de búho real. Comparado con la lechuza cuyas medidas son relativamente pequeñas  = 35/39cm de longitud por 0,90cm de envergadura, con peso medio de 300/350gr, el búho real parece un gigante = 70/80cm de altura por 1,40/1,70 de envergadura y peso de 3/4kg. Estas medidas le convierten en el ave rapaz nocturna de mayor tamaño. Su vuelo es directo, potente y con planeos frecuentes. Su voz o aullido es profundo tipo úú-oo que puede oírse a 2km de distancia. Cada individuo tiene un aullido característico; también emite ladridos tipo zorro cuando corre peligro. Detalle: 80% de los búhos reales no alcanzan 1 año de vida, pero si superan esa fase crítica pueden supervivir 20 años o más. En cautividad se ha registrado la edad de un ejemplar con 60 años. Es un súper-depredador como el águila real, encontrándose en los lugares más altos de la cadena trófica. Su dieta incluye pequeños roedores, conejos, liebres, cervatillos y otros carnívoros como zorros; depreda también  diversas aves de presa. Caza de noche, prefiriendo los espacios abiertos a los bosques y matorrales: su aleteo es silencioso, y une la   extraordinaria visión nocturna de sus ojos bien abiertos a su agudeza auditiva que utiliza con especial dedicación.
          Se ha tornado famosa la lechuza de los libros y películas protagonizados por Harry Potter y sus amigos Ronald Weasley  y  Hermione Granger, en el seriado de aventuras fantásticas escritas por J.K. Rowlig (1997-2011). La lechuza en cuestión es la especie Bubo scandiacus o búho nival, casi tan grande como el búho real, sólo encontrada en la Laponia finlandesa, pero que se desplaza hasta la Europa central en busca de los leminos = roedores miomorfos de la tundra, taiga y praderas árticas, su alimento predilecto.  Algunas de estas especies citadas se encuentran amenazadas, principalmente por la destrucción de su hábitat y la caza, además de los plaguicidas utilizados para controlar las poblaciones de langostas que acaban matando a muchos búhos de madriguera. Estos animales son muy versátiles cuanto al hábitat a veces también sorprendente, como las zonas boscosas, delimitando el propio territorio, donde se esconden de sus depredadores durante el día y cazan de noche, pues son animales veloces, de visión excepcional y con garras muy afiladas, lo que facilita su caza preferida ej.: roedores, conejos, gusanos, caracoles, cangrejos etc. Los búhos y las lechuzas ‘buhónicas’ poseen un excelente sentido auditivo, del cual se sirven para cazar totalmente a oscuras. Son capaces de inmovilizar a las presas en fracción de segundos con sus poderosas garras. A veces las devoran en el aire, dependiendo del tipo de presa, pues los búhos no mastican su comida; al contrario, la tragan en cuanto la desgarran en pedazos más digeribles. Popularmente, se cree que los búhos y las lechuzas vivan en los árboles, sin embargo pueden hacerlo en los troncos o en las vigas de establos, en arbustos y matorrales, en madrigueras bajo tierra, y en casas abandonadas o ruinosas. Son muy expertos y, por eso mismo, son capaces de encontrar buenos refugios y mejores moradas que cualquier otra especie de la naturaleza, incluso los tejones que como vimos construyen auténticas catedrales excavando la tierra.

Nenhum comentário:

Postar um comentário