En Prádanos de Ojeda, están presentes las riquezas agro-ganaderas de la comarca Boedo-Ojeda, sus ricos pastizales o prados de regadío y la esencia de las cinco unidades paisajística que geógrafos locales determinan para nuestros pueblos, esto es, localidades y municipios que se sitúan en la parte central-norte de la Montaña Palentina. En Prádanos de Ojeda, coexisten armoniosamente dos asuntos importantes y de gran interés ambiental: los bosques de pinos que molduran su perfil paisajístico [‘de color verde oscuro, homogéneos e invariables’], y las aguas corrientes que irrigan sus campos y sembrados, y abastecen al pueblo con fuentes de agua cristalina y abundante, pero cada vez mais escasa (> hablaré de ello en otro apartado). Comencemos, pues, por los bosques > y su riqueza sorprendente. En tiempos no muy remotos, ellos nos ofrecían vistosos y extensos robledales – el roble malojo (Quercus pirenaica)-, así como majestosos encinares o quejigares. Entre tanto, las constantes y abusivas roturaciones, los incendios criminosos o naturales, y también la carga excesiva de los rebaños (en Prádanos, ovino y caprino, principalmente; en mis tiempos de niño, el pueblo tenía 9 rebaños de ovejas), transformaron los bosques primitivos en brezales y formaciones arbustivas. Sólo últimamente consiguieron recuperar su antiguo esplendor al menos em parte. A partir de los años 1950, ocurrieron diversas repoblaciones en nuestras comarcas, sobre todo de pinos, sea de la especie albar o silvestre y laricio, sea de la especie resinoso o marítimo. En consecuencia, grande parte de la comarca modificó el paisaje de sus amplias áreas desarboladas. En la parte norte, Prádanos de Ojeda registró una mudanza completa en su encinar adehesado. En varios pueblos y municipios, el roble marojal – se adaptó bien a las condiciones del páramo donde los veranos son secos y los inviernos largos y fríos – crece vigorosamente originando montes bajos bastante densos. Aquí vamos encontrar plantas del bosque primitivo alternando con matorrales y pastos de todo tipo. Después de los 50/60, en las regiones de páramo y en la comarca de Boedo/Ojeda, los programas de reforestación trajeron de vuelta grupos de animales, ora de mamíferos de grande y pequeño porte como jabalís, corzos, liebres y conejos, ora de pájaros y aves rapaces, como el aguilucho pálido. Y no sólo los animales volvieron a sus madrigueras, también las plantas aromáticas, medicinales, tintóreas y melíferas tornaron a desenvolverse en nuestros pinares.
Junto a los animales y plantas que ornamentan gallardamente nuestros bosques y dan vida intensa a los pinares comarcales, prosperan otras fuentes de recursos económicos de gran utilidad para los habitantes de la Ojeda y sus municipios. Citemos, como ejemplo, la obtención de madera y leña del roble melojo – objeto de gran aprovechamiento en épocas pasadas. Aún en nuestros días él es muy utilizado para uso doméstico debido a su gran poder calorífico. Los fogones a leña prácticamente han desaparecido, pero en muchos lugares, vemos estufas y calefacciones funcionando a base de leña, extraída de los bosques, principalmente ramas y troncos caídos. Hoy no vemos más la figura clásica del carbonero y las construcciones de los hornos para la producción de carbón vegetal. Sin embargo, las especies del genero Quercus son de gran utilidad en mercados que aprovechan esta madera para confeccionar compensados, bastante utilizados en la industria de sierra en tablas o tablones con los cuales se fabrican muebles de madera maciza. A mediados de los años 90, comenzó el aprovechamiento racional de nuestros pinares para fines industriales, una vez que hubo mejoras en la utilización de la madera. Actualmente, existen otros modos y usos importantes de nuestros bosques: entre ellos, son manifiestamente relevantes los hongos comestibles, la producción/extracción de miel y el manejo de plantas aromáticas, medicinales y tintóreas. Los hongos comestibles, ‘tanto los que aparecen en los rebollares como la sorprendente riqueza de los hongos provenientes de nuestros pinares, dan resultados excelentes. De hecho, en los páramos encontramos hongos de varios tipos ej.: boletos, rebozuelos, oronjas, entre otros. En algunos pinares fueron encontradas 200 especies de setas comestibles, una nueva fuente de riqueza para nuestros pueblos en situación económica difícil. La miel es otro recurso alimenticio, producido por abejas melíferas, a partir del néctar de las flores, que ellas liban, transforman, combinan con substancias retiradas del pinar, almacenan y después dejan madurar en los paneles de sus colmenas. La miel de nuestras comarcas depende de las flores del páramo, por cierto una de las más diversificadas tanto por la cuantidad de plantas melíferas como por la presencia del genero ‘erica’ (Erica arbórea), la mejor entre las mejores del mundo. Otros frutos de nuestros pinares son las bayas y frutos comestibles, como manzanas y perales silvestres, endrinos (del cual se fabrica el famoso pacharán), escaramujos (compotas y mermeladas), licores, aguardientes, vinos etc.
Entre tanto, las plantas aromáticas, medicinales y tintóreas, con las cuales nuestros antepasados hacían sus aceites, jarabes, ungüentos, colonias y tintes, constituyen la ‘enorme’ riqueza de nuestros pueblos, una vez que son la base de fitoterapias modernas, medicinas alternativas y farmacologías actuales. Ya en tiempos bíblicos, hombres y mujeres conocían todos los secretos de las plantas: el vino de los dátiles contra cólicos de colon; el aceite de azafrán contra los dolores de cabeza; los frutos de la higuera contra hemorroides; el hisopo como sedativo estomacal. Nuestros ancestrales, al lado de flores (inagotables fuentes coadyuvantes de la miel) y olivos productores de aceite, conocían y usaban una gran cantidad de recursos vegetales – desde los árboles más corpulentos hasta las pequeñas plantas de jardinería -, sobre todo hierbas aromáticas y medicinales en dosis moderadas. En la Montaña Palentina y adyacencias, encontramos una flora rica en recursos vegetales extremamente variados, de acuerdo con lo que el livro sagrado recomienda: una admirable luminosidad y claridad fantástica especialmente en la primavera, y cosechas abundantes: “el invierno llegó al fin, la lluvia cesó y las flores brotan de la tierra, la higuera balacea sus frutos verdes todavía y la vid en flor exhala su perfume”. Como en la Tierra Santa, en toda la Montaña Palentina, de norte a sur, se van alternando valles y altiplanicies, o sea, un conjunto de vallejos y planicies elevadas que se diferencian por el clima a medida que nos aproximamoss de la montaña cántabra. . Al norte encontramos la noble y leal Pernía, bañada por ríos (Alto Pisuerga y Alto Carrión) y numerosos arroyos, dominada por las crestas de Peña Labra; en el centro, Cervera de Pisuerga – intitulada ‘el corazón de la Montaña Palentina’, fecunda y rica en aguas represadas por los Embalses de Ruesga y Requejada - y el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre; y al sur las comarcas palentinas de Páramos, Vega/Valdavia y Boedo/Ojeda.
Aquí encontramos plantas y árboles de todo tipo:
*flores > carúnculas, centauras, malváceas, escobillas, amapolas, madreselvas, y los más bellos narcisos, rosas, lirios y anémonas, de toda la provincia de Palencia;
*arbustos > laurel, tamarindo, terebinto, zimbro, mirtos, etc;
*árboles forestales > pinos, robles, hayas, encinas, quejigos, olmos, fresnos, álamos, chopos, cipreses, entre otros;
*árboles frutales > perales, manzanos, ciruelos, guindales, cerezos, etc;
*plantas medicinales > lino, aloe, acebo, botonera, aciano negro, amor de dama, amargoso…
*plantas aromáticas > romero, tomillo, manzanilla, anís, orégano, hinojo, coentro, menta, comino, mejorana, azafrán, etc;
*plantas tintóreas y ornamentales > zinnia, timo, etc. y muchas plantas ya citadas;
*plantas cerealistas y melíferas > todo tipo de gramíneas (trigo, centeno, cebada, avena, sorgo, lentejas, garbanzos, titos, etc.), y una infinidad de flores que sirven de libación para millares de abejas y sus colmenas, productoras de una miel de primera clase.
De hecho, todas esas plantas aromáticas y medicinales y otras tantas referidas en herbolarios comarcales – particularmente aquellas encontradas de forma espontánea en las regiones del centro-norte palentino- constituyen un recurso natural de gran valor ecológico y un importante potencial de desarrollo socioeconómico local en los campos y bosques de la Vega/Valdavia y Boedo/Ojeda y, por supuesto, en toda la Tierra de Campos. Estos lugares son áreas vinculadas a la agricultura desde siglos. Plantas aromáticas y medicinales, como el romero, la lavanda, el tomillo, la salvia, la mejorana, el espliego, la menta, el poleo, la manzanilla, el estragón o el orégano, no permiten otro tipo de producción que no sea el natural. En verdad, son plantas silvestres y, por eso mismo, están sometidas a la dinámica y floración de la naturaleza. Incluso, la propia ausencia de elementos químicos en su composición y tejidos presenta ventajas a más en su cultivo y recolección. Hoy en día, los cultivos de plantas aromáticas y medicinales se extienden por todos los rincones de la provincia palentina y sus comarcas de norte a sur, de este a oeste, delineando y enmarcando con sus diferentes coloridos el paisaje palentino y sus mutantes combinaciones con el paso de las estaciones. Campos recién arados y sembrados dejan ya en el invierno los primeros brotes del cereal. Después, en la primavera, las espigas verdes parecen ondas del mar cuando las mueve el viento. Poco a poco, esas mismas espigas toman un color dorado a medida que se aproxima la cosecha. En el verano, por los campos comarcales vemos a los agricultores recogiendo el fruto de una tierra tan ridente y cortejada a lo largo del año. La propia agricultura de cada lugar no solo marca el paisaje de costumbre, como también la vida de muchos de nuestros paisanos, aunque sean cada vez menos aquellos que se dedican a los trabajos del campo. En esos mismos lugares, la agricultura es un sector en franco declive: infelizmente no atrae más a los jóvenes, pues muchos de ellos no quieren y ni piensan continuar la profesión de los padres y abuelos. Desean ‘otros aires, ‘otros cultivos’, ‘otras labranzas’… Sin grandes perspectivas a corto plazo, pocos jóvenes se adaptan a los hábitos y costumbres del campo.
Por tradición – y a veces por falta de otras opciones – nuestras comarcas y pueblos han dedicado sus esfuerzos al cultivo de cereales y plantas forrajeras: el trigo, la cebada, el centeno, la avena y el sorgo, la alfalfa, la remolacha etc., han ocupado hasta este momento la mayor parte de los campos y, sin duda, son los cultivos más sembrados y cosechados a lo largo del tiempo. Otros cultivos de última hora, como los ajos, las patatas y el girasol, han completado los mosaicos agrícolas de nuestros pueblos. Entre tanto en estos últimos años la rentabilidad de los cultivos tradicionales ven disminuyendo, y la remolacha, por ejemplo, cada vez siembra menos debido al cierre de dos fábricas azucareras en la provincia. La situación del campo se torna cada vez más complicada y difícil. ¡Que lo digan mis hermanos José y Cristina y mi lustre cuñado, D. Elpidio El Magnánimo! De ahí la perspectiva de nuevos cultivos experimentales de plantas aromáticas y medicinales llevadas a cabo por grupos de trabajadores palentinos. Así, la Araduey-Campos > una asociación comarcal creada con el objetivo de impulsar el desarrollo social y económico de la Tierra de Campos, propuso a un grupo de trabajadores palentinos un proyecto de cultivo de plantas aromáticas, en cooperación con una empresa de Toledo. Varios agricultores (16) aceptaron el desafío y realizaron plantaciones experimentales con lavanda y lavandín – un híbrido de la lavanda y del espliego, con aroma un poco menos refinado; después del período acordado la empresa sin más se desligó del proyecto. Los agricultores, al contrario, crearon su propia asociación para continuar con aquella experiencia y encontrar una alternativa a los trabajos tradicionales del campo. Surgió así la APAPAM – Asociación Palentina de Plantas Aromáticas y Medicinales (2010).
Por otro lado, la asociación escogió la lavanda y el lavandín porque son plantas más fáciles de comercialización y, por eso, se decidió de común acuerdo continuar con el proyecto, principalmente porque el sector está ‘en expansión’. La lavanda se utiliza para obtener aceites esenciales y elaborar perfumes; del lavandín se extraen aceites esenciales y con él se fabrican jabones, geles y esencias (perfumería). El investimento y la maquinaria exigen altos capitales en euros, aunque las plantas sean rentables por 12 años. Los asociados incluso viajaron hasta Núremberg (Alemania) para aprender las técnicas necesarias al cultivo de plantas aromáticas. Aquella ciudad alemana lleva años explotando esas culturas con gran rentabilidad. Pero las culturas aromáticas y medicinales y, consecuentemente, la lavanda y el lavandín requieren trabajos diferenciados en contraste con las prácticas agrícolas del cereal y de las plantas forrajeras. Al principio, los cultivos aromáticos no necesitan de herbicidas ni de mucho abono, y su detalle leñoso se asemeja a las exigencias de las viñas. Los asociados piden un fuerte empujón de las administraciones regionales o provinciales. Actualmente, el cultivo de plantas aromáticas y medicinales se realiza alrededor de Palencia (capital) y de algunos pueblos circunvecinos; son 35 hectáreas cultivados de lavanda y lavandín con perspectivas de ampliar esa área para 300 hectáreas y su procesamiento en destilaría propia para obtener aceites esenciales con un investimento superior a 500 mil/euros, aporte que los agricultores no pueden asumir. Hay agricultores interesados evidentemente, pero permanecen en la expectativa de resultados viables, pues la época por la cual atraviesa España (2011/12) no es muy propicia para asumir riesgos en ese montante. A favor de los cultivos de plantas aromáticas y medicinales está el factor principal, o sea, las plantaciones no necesitan de tierras fértiles y los resultados son más rentables si comparados a los cultivos tradicionales, además de poseer un interés paisajístico y medioambiental muy interesante en tierras palentinas. Un agricultor animaba a sus colegas diciendo: Hoy, tenemos una plantación de lavandín que esperamos ampliar este año (2012); es un cultivo de rentabilidad media, pero puede ser una alternativa a los otros cultivos. La comercialización sin embargo es complicada, ya que el mercado es cerrado. De cualquier forma, los cultivos de plantas aromáticas y medicinales son una realidad en Castilla y León. Varias empresas han estimulado las plantaciones de manzanilla: la Soria Natural da empleo a 60 personas de forma fija y 34 eventuales; lo mismo hace la cooperativa Campeador en Burgos. En Palencia, ya existe una área dedicada al cultivo de la lavanda y del lavandín, y dispone de números en sus estadísticas: una producción de 2.475 toneladas de secano y 4.034 toneladas de regadío.
Las plantas aromáticas y medicinales tienen un importante mercado en la industria alimenticia, cosmética, perfumería y farmacéutica. Y todas ellas demandan cada vez más cuantía y calidad de estas especies. Castilla y León disponen de una extraordinaria biodiversidad en sus tierras y, sobre todo, por tratarse de una región esencialmente agrícola con grandes posibilidades de desarrollar de forma extensiva varias especies vegetales, siendo una alternativa a más en las explotaciones agrarias de Palencia. Hasta el noticiario jornalístico y televisivo provincial hacen eco a la viabilidad de algunas plantas aromáticas y medicinales. Sirva de ejemplo esta noticia, encontrada en el Diario Palentino (2012): agricultor realiza las labores de cosecha del lavandín, que se ha llevado a cabo en Palencia, durante los últimos días. ¡Quien sabe: un día visito mi pueblo, Prádanos de Ojeda, y veo sus tierras cubiertas de lavanda o lavandín. Qué tal, mi conterráneo ¿no te animas a cultivar plantas aromáticas y medicinales en tus tierras de regadío? Parece que el negocio es serio y rentable. Y el ejemplo viene de la administración provincial, porque como se dice a boca pequeña el mercado a cada día se hace más exigente, demandando más calidad y mayores volúmenes de este material [plantas aromáticas y medicinales], tanto para uso medicinal y condimentario, como para uso industrial en perfumería y cosmética, sin olvidar el posible uso plaguicida y herbicida de alguna de esas plantas. Además, existe una realidad cada vez más exigente: la recolección directa de plantas aromáticas, medicinales y tintóreas – principalmente, aquellas que nacen espontáneamente en nuestros campos y bosques – ya no cubren las expectativas del mercado actual. Por lo tanto, es necesario buscar otras alternativas para la producción de esas y otras especies vegetales.
Por otro lado, las posibilidades de producción, transformación y comercialización de las plantas aromáticas y medicinales en nuestras comarcas y pueblos son muy grandes y presenta perspectivas de valores incalculables, pues ya existen
proyectos de desarrollo en varios puntos de la geografía palentina. Un ejemplo bastante promisor es el de Tierra de Campos y Montes Torozos > páramos elevados sobre los valles circundantes entre Valladolid y Palencia, con una área de aproximadamente 2 mil/km². En el Medievo tuvo importancia estratégico-militar entre los reinos de Castilla y León; aquí fueron derrotados los comuneros y la ejecución de sus cabecillas (1521). Históricamente, las plantas aromáticas y medicinales con propiedades especiales siempre fueron consideradas remedios y soluciones a problemas caseros de salud. Prueba de esta importancia es la ‘botica’ de monasterios y castillos donde se conocían las utilidades de ‘hierbas mágicas’ que abrían el apetito y bajaban las fiebres. Se hicieron famosos los ‘manzanilleros’ y monjes o hermanos ‘boticarios’ > en los monasterios existían monjes/frailes que cuidaban de los enfermos por medio de remedios naturales que ellos mismos cultivaban en huertos ‘especializados’. De este trabajo nacieron los ‘hospitales’, en un principio simples albergues y hospederías para pobres y enfermos: aquí existía una ‘botica’ (farmacia), adyacente a la herboristería y al huerto donde se cultivaban numerosas hierbas curativas. Aún sobrevive el Monasterio de Santa Espina (del siglo XIII), hoy transformado en escuela de capacitación agraria; en su huerto se cultivan plantas aromáticas y medicinales. También en el Monasterio de Matallana (siglo XII), actualmente existe un jardín botánico de plantas aromáticas y medicinales; continúa famosa la Colegiata de São Luis (foto), anexa al Hospital de la Magdalena, en Villagarcía de Campos (Valladolid).
La ‘botica’ a que nos referimos era una casa contigua al monasterio o colegio donde de preparaban los remedios farmacéuticos. Allí había botes, orzas y ánforas así como una infinidad de frascos, vasos, pucheros, matraces, limetas, trébedes, peroles de azófar y muchas calderas para destilar y ‘espirituar’ (> desentrañar la esencia o sustancia de algo) las hierbas mágicas. Incluso, había una amplia biblioteca y numerosas famacopeas y libros relacionados con el saber sobre plantas aromáticas y medicinales. Incluso, los referidos ‘boticarios’ calculaban y pesaban las dosis de los remedios o medicamentos. Tenemos una lista de sus preparados y mejunjes elaborados por ‘boticarios’ de aquella época, en orden alfabética:
*jarabes > alcaparra, alcaravea, altea, amapolas, anís, arrayán, avellanas, calabaza, cominos rústicos, canela, ciprés, gálbano, genciana, manzanilla, nísperos, peonías, regaliz, ruibarbo, sándalo, salvia, violetas, zarzaparrilla, entre varios otros;
*aguas medicinales > bayas de laurel, cardo santo, celidonia, coclearia, flor de azahar, guindas, habas de santo Ignacio, hinojo, lechuga, llantén, malvas, mejorana, pasionaria, rábanos, saúco, verdolagas, etc. También ‘preparaban’ aguardientes purgantes, aguas de borraja, licores y vinos. Hasta hoy son famosos en España algunos licores y vinos ‘monacales’;
*plantas y flores secas (polvos) > acíbar, adormidera, ajenjo, bardana, canela, caña tostada, pimienta, quina, sarcocola, tormentilla y otras muchas citadas en los jarabes y preparados arriba citados. Elaboraban igualmente polvos con sustancias animales y minerales: estos mejunjes tenían propiedades antifebrífugas, antipleuricas, antihidrópicas, carminativas (digestivas), cáusticas, aromáticas y quitamanchas;
*aceites medicinales > oliva, almendras, artanita, azafrán, azucena, clavo fino, cominos, coloquíntidas, enebro, espinardo, espliego, hierbabuena, lirios, naranjas, ninfea, nuez moscada, romero, ricino, tabaco nardino, trementina y verbena. Otros elaborados también formaban parte de este rol;
*ungüentos y pomadas > en general llevaban rótulos ponderativos como ungüento admirable, regio, magistral, refrigerante etc.
En nuestras comarcas y pueblos se tornó famoso el llamado ‘manzanillero’ –en la época, una profesión de ‘señorito’ - debido a la abundancia de plantas aromáticas y medicinales existentes en esta zona palentina. La recolección directa de estas hierbas no solamente proporcionaba rentas extras al ‘manzanillero’ y familia como también a mucha gente de los pueblos, sobre todo a mujeres o amas de casa que recolectaban estas hierbas para el ‘boticario’. Reunían miles de kilos distribuidos a herboristerías de toda España. En nuestros pueblos de Boedo/Ojeda – entre ellos, mi pueblo ‘herboristero’, Prádanos de Ojeda – se recogían, particularmente, manzanilla, salvia, espliego, siempreviva amarilla, borraja, hinojo, gordolobo, espino albar, hipérico, cardo corredor, romero, lavanda, mejorana, tomillo vulgar y salsero, así como flores de saúco, ciprés, majuelo, zarzamora, endrino y escaramujo. En verdad, estas plantas se vienen recolectando desde muchos años atrás porque ‘combaten’ dolencias y enfermedades tanto externas como internas. Si mal no recuerdo en mis tiempos de niño se destacaban los emplastos de manzanilla usados contra la hinchazón de los ojos; las famosas infusiones de salvia de propiedades antisépticas; las infusiones de hinojo que eliminaban gases y flatulencias; o las plantas secas de tomillo, salvia y romero utilizadas como condimento o infusiones contra catarros y dolores de cabeza. Los ramilletes de manzanilla, tomillo, burrero y cantueso se utilizaban para dar buen olor a la casa y ahuyentar polillas, insectos y mosquitos. Mi hermana Cristina, aún muy joven, mantenía sus ramilletes de manzanilla y tomillo atrás de la puerta. Y mi padre (hasta hoy no sé cual el significado) guardaba en la tenada un ramillo de cardos corredores. En ganadería, estas plantas también tenían uso consagrado: una famosa infusión de manzanilla y ajo para favorecer la rumia; una dieta de alfalfa, mielga y centeno para mejorar la leche; las espinas del cardo y las ramas del gordolobo eran usadas contra heridas del ganado. Y plantas rastreras como el diente-de-león se añadían a la dieta de conejos y cerdos para mejorar su alimentación. Como se puede ver, parte de la gente de nuestros pueblos ha utilizado y aún utiliza actualmente las plantas aromáticas y medicinales para afrontar diversas enfermedades y dolencias como gripes, catarros, problemas nerviosos, trastornos digestivos y dolores de toda especie. Los remedios caseros aún constituyen una práctica generalizada en nuestros pueblos del interior.
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