terça-feira, 5 de junho de 2012

D. Gonçal’Eanes de Aguilar – ‘O [cavaleiro] das duas espadas (6)

          Cuando se habla en cantigas surge, de inmediato, la irresistible e inquietante pregunta: ¿cómo apareció el poema lírico provenzal en tierras galaico-portuguesas, del cual nuestro antepasado es un legítimo representante? La respuesta es siempre la misma: la cantiga galaico-portuguesa bebió ávidamente sus mejores versos en la cansó > el poema lírico por excelencia, que se traduce en chansón (francés), canzone (italiano), canción (castellano). El horizonte temático de la cantiga ideal se desenvuelve en cinco/siete versos, o sea, el amor/elogio es contado en versos agradables y palabras graciosas, siempre terminadas con un fin amors > idea céntrica del amor cortés, reproducido y sistematizado en la cansó. Los personajes clásicos son siempre los mismos: la dama, el caballero, los aduladores (> lausengiers) y el marido o enamorado celoso (> gilós). Y en toda cansó que se precie debe sobresalir la rima > un elemento esencial en la cantiga. Además, deberá ser estrictamente consonante: una masculina > oxítona, y una femenina > paroxítona. De ahí ser la rima fundamental en toda composición poética galaico-portuguesa. En consecuencia, el arte y modo de trovar presenta una cierta dificultad literaria y, por eso, no es cualquier trovador, juglar o jedrel que compone armoniosas y excelentes trovas. Además, las cantigas se componen de seis estrofas de seis versos endecasílabos y una semiestrofa; en cada estrofa hay seis rimas diferentes. Según las Leys d’Amors toda cantiga perfecta (> el sirventés provenzal así lo exigía), debía centrarse en las críticas, injurias y reproches genéricos y universales para ‘corregir a los locos y a los malos’. Y debería ser un reflejo de las preocupaciones y angustias del momento. Este objetivo ni siempre fue cumplido o se realizó, simplemente porque el trovador o juglar estaba a servicio de un rey o ricohombre, cuando no era él propio [monarca o hidalgo] que fazia trovas ej.: Alfonso X El Sabio, en Castilla; D. Denis I, en Portugal, y el hidalgo luso-castellano D. Gonçal’Eanes do Vinhal – nuestro ancestral, intelectual y compositor trovadoresco, entre los numerosos poetas de la época…
        Las cantigas galaico-portuguesas pueden  ser  personales [cáusticas, groseras], morales [sobre preocupaciones íntimas ej.: el destino del hombre] e históricas [temas políticos o guerreros ej.: las cruzadas, la reconquista Ibérica]. La verdadera cantiga contiene una poesía hermética, repleta de alusiones y figuras de duplo sentido ej.: alegorías, metáforas, metonimias, sinécdoques etc. Es una poesía esencialmente enigmática. Y más: las cantigas son poesías para ser cantadas; de ahí exigirse en su hechura una combinación armoniosa de letra y música, que es la característica específica del lirismo románico. Hay, de hecho, una pequeña pero significativa diferencia entre la cansó provenzal y la cantiga galaico-portuguesa: la primera designa un género particular en su forma y temática; la segunda abarca – letra y música – todo tipo de composición poética, sea de contenido amoroso (cantigas d’amor y d’amigo), sea de contenido satírico y burlesco (cantigas d’escarnio y maldecir), o sea de contenido religioso (Cantiga de Loor, de Fernando III El Santo y Cantigas de Santa María, de Alfonso X El Sabio). Por eso se dice que toda composición lírica galaico-portuguesa pueda llamarse de cantiga. En el siglo XV, esta composición pasó a ser un género lírico erudito, dividido en motes (versos heptasílabos) y glosa (versos pentasílabos), a veces alternados. Hay otros géneros y subgéneros que se distinguen por su contenido: de vilão, de seguir, de maestría, de refram, de romaría... Nuestro ancestral parece que tomó gusto por las cantigas de escarnio y maldecir… Al menos, es lo que suscriben sus 12 cantigas de escarnio.

   Entre tanto, nos interesa descubrir el significado de la cantiga Don Gonçalo, pois queredes ir daqui  ella ocupa el número 35 del Cancionero de Santa María -, que el rey Alfonso X, El Sabio (1252-1284), dirigió a nuestro ancestral, D. Gonçal’Eanes do Vinhal, señor de Aguilar. El rey Sabio ironiza su comportamiento y juego duplo, y le llama sin cualquier rodeo, ‘O [cavaleiro] das duas espadas’. El rey menciona el motivo real de ese apelativo, pues tiene enorme consideración por él como se desprende de esta estrofa:

        … foste cousido sempre muit’e mesurado
        De todas cousas comprido apost’e bem talhado
        E [e] nos feitos ardido e muito aventurado.
        … e vossa fazenda teedes bem alumeada…
        … sodes aposto e fremoso cavaleiro…
       Pero entre tantos adjetivos positivos y honrosos, al fin de la cantiga [de escarnio y maldecir] le apellida de ‘o [cavaleiro] de duas espadas’,  donde no cabe elogio algún. Al contrario, le dice abiertamente para que tome partido, entre él [rey de Castilla] y el hermano, D. Enrique  - un infante enredado en confusiones de todo género. Gutiérrez García tiene un excelente trabajo a este respecto. De inicio, él nos dice que después de un análisis exhaustivo pudo concluir: “las dificultades interpretativas, ya propias de las cantigas de escarnio, se ven [en este caso] aumentadas por la relación entre esa composición de Alfonso X y de dos otras de Gonçal’Eanes do Vinhal”:

     1 - Amigas, eu oí dizer

  que lidaron os de Mourón
  con aquestes d'el-Rei e non
  poss'end'a verdade saber:
  se é viv'o meu amigo,
  que troux'a mia touca sigo.

  Se me mal non estevesse
  ou non fosse por enfinta
  daría esta mia cinta
  a quen m'as novas dissesse:
  se é viv'o meu amigo,
  que troux'a mia touca sigo.
    2 - Sei eu, donas, que deitad'é d'aquí
  do reino ja meu amigu'e non sei
  como lhi vai, mais quer'ir a el-Rei,
  chorar-lh'-ei muito e direi-lh'assí:
  «Por Deus, senhor, que vos tan bon Rei fez,

  perdoad'a meu amigu'esta vez».

  Porque o amo tan de coraçón,
  como nunc'amou amigo molher,
  irei alí u el-Rei esteve
  chorando dos olhos, direi-lh'entón:
  «Por Deus, senhor, que vos tan bon Rei fez,
  perdoad'a meu amigu'esta vez».

  E, pois que me non val rogar a Deus,
  nen os santos non me queren oír,
  irei a el-Rei mercee pedir
  e direi, chorando dos olhos meus:
  «Por Deus, senhor, que vos tan bon Rei fez,
  perdoad'a meu amigu'esta vez».

  E por Deus, que vos deu honr'e bondade,
  a Don Hanriqu'esta vez perdoade.

        Varios estudiosos juzgan estas dos cantigas una especie de mediación o tregua para que el rey Sabio fuese generoso y perdonase al hermano de quien Gonçal’Eanes era amigo íntimo:
Porque o amo tan de coraçón
Como nunca’amou amigo molher.
… Irei a el-Rei mercee pedir
E direi, chorando dos olhos meus:
“Por Deus, senhor, que vos tan bon Rei fez
Perdoad’a meu amigu’esta vez”…

         En realidad, si llevásemos en cuenta la ‘guerra’ entre los dos hermanos por el trono de Castilla, la actitud de nuestro ancestral es más que un simple equívoco; llega a ser una traición innominable para con su bienhechor, pues fue en su reinado que ‘o [cavaleiro]  das duas espadas’ recibió de las manos regias, en donación, el Señorío de Aguilar y todos sus legajos y heredamientos. ¡Una verdadera fortuna! Pero no juzguemos precipitadamente a nuestro pariente, porque caben dos presupuestos que enaltecen o carácter de Gonçal’Eanes de Aguilar: primeramente, en esta ocurrencia resaltan la lealtad, honradez y amistad sinceras de nuestro antepasado para con D. Enrique de Castilla. Y en segundo lugar, él sabe que tiene un poder disuasivo como diplomado mediador, cosa que demostró en los conflictos entre la nobleza castellana y el propio rey Sabio. En virtud de estos dos desagravios juzgase capaz de conseguir el perdón del rey para su amigo [‘rebelde’]. Pero El-Rey no piensa así. Y es por eso que le dirige ese epíteto ya conocido en la literatura medieval. Y más: D. Gonçal’Eanes sabe y conoce el significado atribuido al caballero de las dos espadas, porque a él son atribuidos los misteriosos Cantares da Cornualha, hasta hoy un asunto no bien pesquisado. Gutiérrez García hace cuestión de deslindar quien recibió ese epíteto en la literatura del Medioevo. Según su entendimiento hay cuatro caballeros que ostentan el apellido en cuestión: Palamedes, un caballero sarraceno, también reconocido como Cavaleiro da Besta Ladradora;  este lucha por el amor de Iseo contra Tristán. La referencia a las dos espadas tiene su razón de ser: Palamedes lleva dos espadas al torneo, dispuesto a enfrentar dos adversarios al mismo tiempo. De hecho, venció el torneo, pero no llevó la mano de la princesa; ella le recusó por ser cristiana y él árabe. El segundo sería Samaliel, hijo del príncipe Frolle, que también aparece en Tristán e Iseo.Comparece al torneo para vengar la muerte del padre, muerto a mando del rey Arturo. Llevaba dos espadas, la que recibió cuando entró en el Orden de caballería y la del padre muerto, a quien quiso igualar en valentía y honradez. Este personaje también luchó contra dos adversarios al mismo tiempo. Un tercero caballero sería Meriadeuc que da el título al romance (en verso) Li Chevalier aus Deusx Espees, obra de la primera mitad del siglo XIII. También aquí, el personaje decide vengar la muerte del padre, y recoge la espada del asesino, Brien de la Gastine. El cuarto sería Ballaain, un caballero pobre de Northumberland: él consigue apropiarse de la espada encantada que una doncella ceñía en sus flancos; ningún caballero de Logres consiguiera realizar semejante e inusitada hazaña. Desde entonces quedó conocido como el ‘caballero de las dos espadas’.
Sin embargo, lo que aquí nos interesa es saber por que Alfonso X recuerda a nuestro ancestral el hecho legendario del caballero de las dos espadas, cuando su relación parece tempestuosa con el Señor de Aguilar. Gutiérrez García explica: el caballero de las dos espadas es recordado como amigo querido (Samaliel y Meriadeuc), y como un caballero premiado por haber superado la prueba en el supradicho torneo (Meriadeuc y Balaain). Las analogías entre D. Gonçal’Eanes y los caballeros del rey Arturo serían las siguientes: Palamedes Y Samaliel son extranjeros y se arriscan en el combate; Meriadeuc y Balaain consiguen arrancar la espada mágica y la usan como segunda arma en el torneo. En los ejemplos, las dos espadas son señales de valentía, y no de comportamiento ambiguo – nos dice Gutiérrez García. Sí, en principio Palamedes y Samaliel presentan facetas ‘negativas’: el primero es musulmán y rivaliza con Tristán; el segundo se dirige al reino de Logres para matar el rey Arturo, asesino de su padre. Pero Meriadeuc mata apenas al verdadero culpado, Brien de la Gastine. Así, podemos concluir que de los cuatro caballeros el modelo que más se aproxima de Gonçal’Eanes es Balaain, porque utiliza una situación ambigua, no tanto por el carácter del personaje como porque no mide las consecuencias del reino en guerra fratricida. La relación de Balaain y el rey Arturo es una señal evidente de la situación real que Gonçal’Eanes atraviesa: períodos de amistad y períodos de enfrentamiento. La lealtad de Balaain nunca es puesta en duda; ya la lealtad de Gonçal'Eanes…
         Gutiérrez García ve algunos puntos de contacto entre Balaain y Gonçal’Eanes como caballeros de dos espadas. Ambos ostentan una posición privilegiada en la corte; y arriscan los favores  conseguidos ante un comportamiento ambiguo de verdadera y coherente lealtad. Y más: tanto Balaain como Gonçal’Eanes vienen de países vecinos, aunque esto no sea algo importante o motivo de un ‘escarnio’ regio. Balaain es un caballero noble y desgraciado; al contrario,  Gonçal’Eanes es un ricohombre y de grande fortuna. Alfonso X parece recordar a nuestro pariente: ‘fueron tus servicios militares que te granjearon estimación en la corte y te hicieron conocido en Castilla’. Balaain se consagró como el mayor caballero en la corte del rey Arturo al apoderarse de la espada encantada; Gonçal’Eanes también se arrisca al manejar la segunda espada.  Curiosamente, las dos espadas tienen  un solo ‘mango’ o empuñadora. La referencia a las dos espadas – en aquel momento ‘agudas y amoadas’ – son evidentemente Alfonso X y D. Enrique de Castilla, su hermano. El rey Sabio le recuerda que lo sucedido con Balaain podrá repetirse también con él, y la espada -¡quien sabe!- podrá ser para él causa de ruina y desgracia. Alfonso X asume conscientemente el papel del rey Arturo: como respuesta espera de su vasallo un gesto inequívoco de lealtad.



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