La nobleza galaico-portuguesa y castellana de la segunda mitad del siglo XIII estaba muy familiarizada con la leyenda de Gaia > historia de un amor trágico entre Gaia, reina de Asturias y mujer de Ramiro II (931-951), y el rey moro Alboazar; y el amor fulminante entre el rey cristiano y la hermosa árabe Zahara, hermana de Alboazar. De la misma manera, esa ricahombría manoseaba las leyendas y mitos sobre el rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, así como del legendario héroe que decide colocar en risco la propia vida, atraviesa las aguas en busca de Avalón > isla donde vive Morgana > una hechicera discípula y entrenada por el mago Merlín. Así, bajo el disfraz de un personaje burlesco, loco y enfermo, se aproxima de su amada, que le reconoce a causa de un anillo. Basado en estos simples argumentos, Gonçal’Eanes escribió sus ‘Cantares da Cornualha’, una obra lírica desaparecida, pero que el propio trovador menciona en la cantiga de escarnio y maldecir [mestría] denominada Maestre, tôdo’los vossos cantares. Eis la cantiga como aparece en el original:
Maestre, tôdolos vossos cantares
Já quê filhan sempre d’um a razom,
E outrossí ar filham a mí som;
E nom seguides [i] outros milhares
Senom aquestes de Cornoalha;
Mais este[s] seguides ben, sem falha
E, ai trobador, per tantos logares.
D’amor e d’escarnh’, em todas razões,
Os seguides sempre; [e] bem provado
Eu o sei que [os] havedes filhado
Ca, se ar seguíssedes outros sões,
Nom trobaríades peior por én;
Pero seguides os nossos mui ben
E já hogan’ i fezestes tenções.
Em razom d’um escarnho que filhastes
E nom [no-lo] metestes ascondudo
Ca já quê era de Pedr [o] Agudo
Essa razom em que vós i trobastes;
Mais assi a soubestes vós deitar
Antr’uas rimas e entravincar,
Que toda vo-la na vossa tornastes.
Por maestría soubestes saber
Da razom alhea vossa fazer
E seguir sões, a que vos deitastes;
E gram careza fezestes, de pram;
Mais los trobadores travar-vos-am
Já quê nos tempos, que bem nom guardastes.
El ‘maestre’ a quien D. Gonçal’Eanes do Vinhal dirige esta cantiga [de mestría > en ella, no existe refrán, pero sí estribillo y un paralelismo consonántico] es, sin duda, el ‘físico’ y conocido médico de la corte en tiempos de Alfonso X, el maestre Nicolás, con el cual nuestro ancestral se encontraba con frecuencia en la corte. El maestre Juan Nicolás era formado por la Universidad de Montpelier [en la época, pertenecía a la corona de Aragón], famosa por sus estudios médicos. Según comentarios, era un hombre irrequieto, audaz, con aspiraciones políticas, ambicionando ocupar altos puestos en la corte de Castilla. Un trovador le ironizaba en su cantiga: es un buen médico, porque no sabe cuidar bien de sus enfermos, pero le veo con birrete oriental y ropas de Montpelier; y dice que entiende latín como cualquier clérigo, aunque no sabe traducirlo. La sátira del poeta critica su atuendo personal y su pedantería insoportable, pero suficientemente interesante para llamar la atención de reyes y ricoshombres. Cuanto a la cantiga, es una composición trovadoresca que se asemeja a la cantiga de seguir, esto es, una modalidad satírica utilizada por trovadores galaico-portugueses y construida a partir de otra cantiga, reaprovechando el tema, los versos, las rimas y las músicas de otro cantar conocido y popular. Gonçal’Eanes también alude a las cantigas dichas de tenções > un desafío poético donde dos menestrales o juglares exponen sus habilidades trovadorescas. Es, por lo tanto, una cantiga que lidia con el ‘arte de seguir’ donde el maestre Juan Nicolás preconiza las rimas, los versos y las músicas de Gonçal’Eanes. ¡No se sabe bien por que lo hace, pero maestre Nicolás quiere impresionar al rey como todo buen alpinista social! En la cantiga se dice que el médico-trovador escoge a nuestro ancestral como modelo entre ‘millares’ de otros trovadores. Aquí alude a Pero García Burgalés, mas conocido por Pedro Agudo, un juglar tardío de Burgos, y satirizado como ‘cornudo’ en dos cantigas de Pero da Ponte.
El mito artúrico tal vez tenga por base el poema gálico Y Gododdin > composiciones elegíacas a cerca del reino de Gododdin y sus soldados, muertos en combate contra los sajones (siglo VI). Con certeza, Gonçal’Eanes conocía este y otros poemas sobre el mismo tema. En una de las estrofas, se menciona a un héroe que ‘sació a los negros cuervos en las murallas de la ciudad’. Este caballero no era Arturo, pero muestra que ya existía un mito literario que comenzó así: en dado momento, es necesario encontrar el cálice sagrado donde Jesús Cristo, en la última cena, bebió el vino [para los cristianos, la sangre de Cristo], símbolo de la unión entre los discípulos del Crucificado. Ese cálice tendría poderes milagrosos (metafóricamente curativos y regenerativos). En la leyenda, José de Arimatea y sus descendientes – por divina providencia, depositarios del Santo Grial – tendrían llegado a Inglaterra, y ahí fijaron residencia. Mucho tiempo después, Merlín > un mago de la corte, solicitó al rey Arturo para que procurase aquel divino tesoro. Inmediatamente, el rey ordenó a sus mejores caballeros que encontrasen el Santo Grial. De esta forma, la leyenda se pone en marcha con la figura de Uther Pendragón > rey de una pequeña comarca bretona: en una noche tenebrosa, por medio de un embrujo del mago Merlín, el rey Uther se disfraza y duerme con Ingraine > bellísima mujer de Gorlois, duque de Cornualla; de esta unión nace el rey Arturo.
Sin embargo, esta leyenda del rey Arturo dio margen en la Edad Media a un intenso ciclo literario de donde surgieron innumerables poemas y escritos, entre los cuales está el libro de nuestro ancestral, D. Gonçal’Eanes de Aguilar, cuyo título parece ser Cantares da Cornualha, una vez que se desconoce su paradero. De cualquier forma, podemos decir sin peligro de equívocos, que todos los poemas o cantares del Medioevo se fundamentan en un núcleo narrativo muy parecido, si no absolutamente igual. Las variaciones, personajes míticos y detalles episódicos son realmente infinitos. Y no resta la menor duda: el interés de los autores galaico-portugueses y su trovadorismo peninsular procuraron adaptarse a los gustos de la época. Sobre el mítico personaje Rey Arturo, sabemos que su exportador europeo fue Geoffrey de Monmouth > un clérigo inglés y su crónica escrita a principios del siglo XII. A su vez, Chrètien de Troyes la extendió por toda la Europa occidental, incluso por Galicia y Castilla. De esta forma, creemos que por estos caminos de desvío llegó a los oídos de Gonçal’Eanes de Aguilar. Luego después, por medio de una lectura refinada pasó a usarla como substrato y fundamento de sus cantares; el resto es pábulo del conocimiento público.
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