Además de ser un ricohombre a servicio de quatro reyes [Fernando III, Alfonso X, Sancho IV y Alfonso XI], D. Gonçal’Eanes de Aguilar fue también un poeta preciosista y trovadoresco que se destacó en el cancionero medieval de la época tanto por sus cantigas de amigo y cantigas de amor como por cantigas llamadas de escarnio o maldecir. En sus composiciones, nuestro ancestral cumple las normas rígidas de hacer trovas, un género literario poético surgido en la Edad Media (siglos XII/XIV), como producción de trovadores hidalgos, de cuño popular y versos cortos (redondillas) > las cantigas galaico-portuguesas. Estas obras poéticas son hechas generalmente para ser musicadas, tocadas y danzadas. La própia palabra ‘cantiga’ exige una poesía que debe ser cantada y oida. En la Provenza [ > antigua provincia de Francia, donde se dice que nació la trova o trovo] la conocían por cansó, en cuanto en la península Ibérica recibió el nombre de cantigas. Las trovas y cantigas de nuestro ancestral fueron documentadas en cancioneros (> colección de composiciones en verso) galaico-portugueses y castellanos tardo-medievales ej.: el Cancionero de Ajuda (1280), de autor desconocido; el Cancionero General (1449), de García Resende… Estas composiciones aparecieron al lado de villancicos y cantigas de vilanos (de origen no hidalgo), aunque también compuestas por nobles linajudos visto que la escrita era prerrogativa casi exclusiva de ricoshombres. El trovador es un poeta generalmente noble que compone sin preocupaciones financieras; ya el menestrel y el juglar, al contrario, son poetas de condición social inferior y, por eso, recorren castillo atrás castillo en busca del sustento diario. La alta nobleza cantaba poesías escritas por trovadores y las harmonizaba com música: la cantora podía ser también una doncella que cantaba, tocaba y danzaba al mismo tiempo, en cuanto se hacía acompañar por el toque de castañuelas o pandero.
La característica principal de las cantigas de amigo es el sentido femenino evidenciado en sus versos compuestos por hombres, en general nobles hidalgos. En sus letras, la voz de la mujer expresa el sufrimiento por estar separada del amigo (amante o enamorado). En cada verso, la mujer vive angustiada por no saber si el ‘amigo’ volverá o no otra vez, o simplemente la trocará por otra dama/doncella. En las cantigas de amigo, el horizonte temático está en la zona campestre, y no en la corte como ocurre en las cantigas de amor. En aquellas, la mujer siempre es retratada como una pastora o campesina. Las cantigas de amigo aparecen en la península Ibérica y son, cronologicamente, anteriores a las cantigas de amor, aunque no tengan sido registradas hasta la entrada de las cantigas provenzales, y cuando ya existía un desarrollo mayor del arte poético. La cantiga galaico-portuguesa utiliza mucho el paralelismo y el refrán (o estribillo) que se repite al final de cada estrofa. Y al contrario de la cantiga de amor que trata de sentimientos irrealizables no plano físico, las cantigas de amigo mostran la dimensión física de las relaciones amorosas. En éllas, se hace referencia a la nostalgia (o 'saudade'/añoranza) del amigo que está ausente. Y es una poesía que no tiene nada de ingénua o de inocente como insinuan algunos estudiosos (as). Las mujeres medievales son ‘retratadas’ a través de los ojos de hombres carnales. Curiosamente, esta visión tuvo su origen en la poesía lírica de Andalucía, justamente donde nuestro ancestral fijó residencia. Estudiosos del trovadorismo medieval resaltan una cosa interesante: las cantigas galaico-portuguesas (y castellanas) son marcadas, sobre todo las cantigas de amigo, por la voz femenina que traduce el amor ausente, o la vuelta del amigo personificado en las relaciones familiares (madres, hermanas, consejeras y amigas confidentes), en general impreganadas de sentimientos duraderos y que la distancia y el tiempo no consiguieron apagar.
Las cantigas de amor muestran esa tensión dramática, visto que los amantes duelan contra el deseo de satisfacción inmediata, pero tienen cosciencia de los valores morales y restricciones sociales externas. Por eso, muchas veces el trovador oscila entre las ambiciones personales y las restricciones sociales y religiosas. Georges Duby tiene una frase incisiva: los hombres que empuñaban la espada, la espada de la justicia, se sentían los representantes de Dios, escogidos para mantener y hacer respeitar las ordenaciones divinas en la tierra. Y más aún: el siglo XII particularmente se caracteriza por transformaciones que influenciaron el comportamiento del hombre/mujer medieval. Através de la religión y de la sexualidad, hombres y mujeres, buscan, implícita o explícitamente, la universal presencia de Dios y mayor control de sus cuerpos.
Las cantigas de escarnio utilizan el doble juego de palabras o sentido metafórico, el recurso a la aequivocatio o palabras ‘cubertas’ (> que tapan o resguardan algo), mientras que las cantigas de maldecir utilizan un lenguaje directo, sin rodeos, más hiriente, incluso por veces grosero y obsceno, generalmente alusivo a hechos desconfortantes para cualquier tipo de persona ej.: reyes, caballeros, damas etc. Aunque su forma sea lírica, existe la posibilidad de encontrar una parte en prosa como síntesis del asunto a ser narrado, para luego después colocar otra parte lírica donde la cantiga/trova relata las maledicencias que, ordinariamente, denuncian irregularidades en la vida familiar y doméstica, señalando y apuntando licenciosidades, registradas a veces de modo grosero y repulsivo. Las cantigas de escarnio, aunque menos impiedosas, protestan contra los desregramientos de los individuos o de la sociedad como un todo. De este modo, ellas se constituyen en un instrumento crítico o simples repertorio picante de las costumbres del momento. D. Gonçal’Eanes de Aguilar supo manejar este tipo de lirismo en una época de guerra y entrechoque de ideas, cuando la Edad Media estaba en su auge. Y más: con su literatura contribuyó para la formación de nuestro idoma nacional.
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