En 2000 anos atrás, la vida de los españoles - donde incluimos especialmente los habitantes de la provincia de Palencia -, era diferente así como también la flora y la fauna que rodeaba sus campos y bosques. La meseta palentina y su famosa Tierra de Campos estaban cubiertas por florestas que abrigaban inúmeras especies de plantas/árboles y animales salvajes – osos, castores, raposos, corzos, lobos y otros muchos. Una grande extensión de eses bosques fue destruida dando lugar a diversos cultivos agrícolas y a la caza indiscriminada durante siglos. Solo restaron algunas zonas montañosas (reservas naturales) y parques nacionales, que resultaron de políticas modernas de protección a la flora y a la fauna de cada región geográfica.
La Europa en general - y España en cierto modo con más abertura -, siempre fue un punto de partida y de llegada para navegantes del mundo entero. Ahí llegaron animales, plantas y simientes de todos los continentes (Asia, América y África). Ciertos roedores, por ejemplo, aunque sin ser convidados, vinieron de la India, escondidos en los sótanos de los navíos Algunas de nuestras plantas más cultivadas como patatas, tomates, maíz, trigo, pepino, naranja y limones, así como también ‘especiarías’ > hierbas medicinales, arbustos y plantas de ornamentación, llegaron a nuestro suelo provenientes de los más remotos lugares de la Tierra. Algunos vegetales y animales se concentraron en zonas climáticas favorables a su sobrevivencia y proliferación. En regiones muy frías o montañosas (inviernos largos y veranos cortos y calientes- Alto Montañés) predominan los bosques de coníferas (pinos y abetos). Estas florestas poseen espesa vegetación rastrera como mirtes, urzes, musgos, zarzas, hojarascas etc., y aquí viven roedores, carnívoros, pájaros e insectos de los más diferentes tamaños.
Bajo la influencia del océano Atlántico, de clima marítimo (influenciado por los vientos húmidos del mar) – con lluvias abundantes, veranos bastante frescos e inviernos menos rigurosos -, la vegetación rastrera es rica en hierbas y arbustos de toda especie. Existen florestas bastante reducidas donde los árboles poseen hojas caducas (las pierden en el invierno) ej.: pinos silvestres, carvallos, encinas, hayas, castañeros, nogales, zarzas etc. En eses bosques aún encontramos linces, gatos-monteses, martas, armiños, corzos, zorros, raposos y lobos (cada vez más raros) etc. Muchos de estos animales desaparecieron casi por completo de los bosques y ríos de nuestra región, víctimas de la caza predatoria. Cuando niño tuve la suerte de ver con mis propios ojos un lobo solitario, cosa ya rarísima en aquel tiempo (1950). Podemos imaginar hoy en día. Un poco aislada del resto de España, a región del norte cántabro y adyacencias (¡nuestros pueblos aún poseen algunas reservas y parques montañeses!) presentan un clima dicho mediterráneo de vientos húmidos, de clima suave con inviernos templados y lluviosos y veranos frescos. Por eso la vegetación es rica en árboles y arbustos siempre verdes (hojas perennes), aunque esta descripción corresponda más acentuadamente al resto de España con especies características del clima templado típico ej.: olivo, pino-doméstico, alecrín, mirto y plantas cítricas.
Prádanos de Ojeda conservó durante mucho tiempo un bosque reducido en su límite municipal con San Andrés de Arroyo y Santibáñez de Ecla. Se trataba más bien de un pequeño corredor donde crecían encinas y robles que el pueblo usó por mucho tiempo como combustible (leña). Hoy su parte montañosa está dominada por pinos silvestres, de plantación reciente. Quien observa esta zona cultivada de pinos y de otras especies no puede por menos de agradecer y loar tamaña visión ecológica, dando al pueblo el aire más puro de la montaña. Prádanos es un pueblo que debería promover la sanidad pública y hacer de su campo un sanatorio a cielo abierto. Las aguas son casi medicinales y la tierra fecunda y rica en nutrientes de toda especie. Prádanos aún no fue descubierto en sus verdaderas dimensiones y posibilidades ‘turísticas’ en cualquier tiempo del año. Nuestro pueblo está resguardado por la montaña, al norte, contra los vientos rigurosos del invierno. La primavera y el verano se constituyen en meses de salud ‘geográfica’, como me dice un pueblerino arrogante. Pero en este caso es la más pura verdad. Las autoridades constituidas deben promover o encontrar una salida para que Prádanos de Ojeda vuelva a ser un pueblo de importancia regional como ya fue en tiempos no muy remotos.
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