Prádanos de Ojeda – los prados de La Ojeda (4)
En nuestro pueblo, cuando yo era niño, una cosa llamaba mi atención: los chopos, árboles solitarios en medio del prado extenso y florido, altos como obeliscos que vigilan los acontecimientos recurrentes del trabajo agrícola. La cultura del chopo en nuestro pueblo viene de lejos, de tiempos inmemorables. ¡De cuantas utilidades él ya fue solución! El chopo, el olmo, el nogal, etc. - para citar apenas algunos de nuestros mejores monolitos campestres en la inmensidad de los prados- son árboles altos, de tronco recto, con hojas alternadas, más anchas que largas, ovaladas, cordiformes o lanceoladas.
En general, sus troncos son transformados en madera compensada y sirven para la fabricación de papel, embalaje, confección de tablas y muebles; de su madera se hacen también palillos de fósforos. Para estos y otros usos el chopo y el olmo se tornaron actividades rentosas en tiempos que no se ven más. Sabemos que los árboles crecen por cuenta propia, pero tratándose del chopo y del olmo los cuidados exigen métodos especiales para que su madera no pierda el valor comercial. Un botánico más sensible decía que los cuidados con el chopo deben ser los mismos observados por un jardinero cuando trata de flores delicadas.
En verdad, el cultivo del chopo exige técnicas y un proceso específico. Y yo me detengo en estos pormenores porque los chopos de Prádanos de Ojeda (¡hoy, simplemente desaparecidos!) fueron famosos en la historia del pueblo. Antes de todo se debe cuidar de la distribución racional de este árbol. Primeramente se escoge el lugar que debe ser próximo de aguas abundantes y corrientes, en los bordes/orillas de arroyos y riachos. Además, deberán estar dispuestos en filas separadas, distantes al menos de 5 en 5 metros entre si, o como dice un botánico deberán ser de 250 plantaciones por hectárea, cuya densidad depende así mismo de la fertilidad del terreno, especies de chopos y cualidad de madera que se desea obtener. Las raíces del chopo no pueden acumular humus ni deben existir heridas en su tronco pues pierden valor comercial. Igualmente no se deben plantar muy próximos unos de los otros porque crecerán flacos y torcidos. Un terreno pantanoso tornase impropio para formar una alameda de chopos.
La edad más conveniente para cortar este árbol es de 12 años si se quiere obtener una tonelada de madera. De árboles con más de 14 años pueden conseguirse 300 o 400 toneladas por hectárea. El chopo - o álamo como también es conocido – se torna adulto con 5 años, tiempo en que es costumbre cortarlo. Las especies más difundidas son el Populus nigra y el Populus alba, ambos utilizados tanto en jardines como en parques y alamedas, y aún como mata ciliar a lo largo de arroyos o regatos Su madera es blanca, dura y compacta, y no quiebra con facilidad. Cuando yo fui niño, junto con otros chicos igual a mi, hacíamos silbatos que mucho nos entretenían en tiempos de pocas distracciones pueblerinas.
Prádanos de Ojeda – los prados de La Ojeda (3)
En La Ojeda encontramos tres tipos de campos: los prados > terrenos húmedos o de regadío en los cuales se deja crecer o se siembra la hierba; las praderas > lugares de campo llano y abierto con muchas y distintas hierbas forrajeras; y la pradería > un conjunto grande o pequeño de prados continuos/discontinuos, en general localizados en valles de extensión considerable. Todos estos subjuntivos persisten en el centro-norte de la provincia de Palencia. En Prádanos de Ojeda predominan prados hermosos de carácter mesopotámico, irrigados por tres arroyos que afluyen de sus respectivas fuentes, hasta hoy de grande apelo popular. Las praderas y praderías se identifican más con otros pueblos de La Ojeda, Boedo, Valdavia etc., por donde corren ‘ríos’ y arroyos con ciertos caudales que más adelante engrosan el río Pisuerga de un lado, y el rio Esla, del otro, pero ya en tierras leonesas.
En un pasado no muy remoto, Prádanos de Ojeda vio repetirse una escena comunísima: el padre y el hijo mayor salen de casa a las 5 horas, mal el día amanece. La madre y los hijos menores están en casa, pero se levantan de la cama también muy temprano. Como la familia es grande, el trabajo cansino y la comida escasa, nadie en el pueblo se queda en la cama con la mañana clara. La madre una vez cumplida la misión de alimentar a los hijos, retoma al trabajo doméstico que debe ocupar su tarea hasta el final de la tarde. Y cuando puede y el tiempo lo permite dedica algunas horas a la huerta familiar, cuya tierra es tratada con base en herramientas de pequeño porte ex.: palas, azadas, regadores etc. Muy diferente de la extensa plantación de cereales y hortalizas donde el labriego y su hijo son dos a más entre muchos trabajadores del campo. En general, esas huertas producen ajos, cebollas, lechugas, tomates, pepinos, melones y otros frutos/hortalizas de consumo casero. El trabajo exige conocimientos específicos que costumbres tradicionales y prácticas pueblerinas consiguen resolver, como los casos de roturar y adobar la tierra, escoger los viveros/canteros y las mejores plantaciones, cuidar para que las plagas no acaben con ellas etc. Em Prádanos, se cultivan diversos tipos de legumbres: tubérculos (patatas, remolacha, zanahorias); bulbos (ajos, cebollas, puerros); hojas (lechugas, espinaca, moscarda); flores (coliflor, berzas); simientes (fréjoles, guisantes); frutos (tomates, pepinos, calabazas)… Todos estos productos hortigranjeros son utilizados en saladas o mal cocidos, siendo fuentes de vitaminas que fornecen hierro, calcio, potasio y otros minerales indispensables al cuerpo humano
Pero los prados y las huertas de nuestro pueblo se transforman cuando el invierno extiende sus garras heladas sobre el caserío y tierras circunvecinas, pues en regiones de clima frío la naturaleza sufre tremendas modificaciones: los árboles pierden las hojas, las hierbas de las praderas dejan caer sus tallos y las plantas antes llenas de vigor se enflaquecen con las primeras ráfagas del viento cantábrico. La tierra por así decir se desnuda, y el verde desaparece junto con los animalejos; hasta los pájaros emigran para regiones más calientes o amenas. Entre tanto, la vida vegetal y animal continúa en la pradera: simplemente busca un refugio en cuanto la primavera no llega. A final de cuentas, los animales y plantas (inclusive el propio hombre/mujer) se regulan por las estaciones del año. Algunas especies enfrentan el frío sin mayores dificultades, pero otras ven en la llegada del invierno una amenaza a la propia sobrevivencia. La escasez de alimentos y la caída brusca de temperatura exigen una resistencia que solo algunos seres poseen en la vida. Muchos animales se esconden, otros emigran y algunos hibernan. Los insectos, por ejemplo, huyen del frío como el diablo de la cruz. Su instinto de conservación les lleva a esconderse o poner los huevos bajo la tierra hasta la llegada de la primavera. Los vegetales como las simientes de trigo y cebada germinan durante el invierno, así como la remolacha, los bulbos de la cebolla e muchas otras plantas del bosque y del prado adormecidos.
Prádanos de Ojeda, durante el invierno, así como las raíces de las plantas y los animales del campo ‘descansa’ bajo la capa de nieve/hielo, restringiendo a lo máximo sus actividades agrícolas. Las simientes de cereales y otros vegetales lanzados a la tierra durante el otoño ya están germinando cuando el frío intenso acontece. El trigo, por ejemplo, brotó sus primeros folículos: es el milagro de la naturaleza que ocurre bajo la costra entumecida del suelo a causa del frío ártico. En el invierno, en nuestro pueblo querido, cuando la naturaleza parece muerta, la tierra prepara en sus entrañas el grano de trigo, una de las plantas más útiles al hombre/mujer en el mundo entero.
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