Prádanos de Ojeda – los prados de La Ojeda (1)
La provincia de Palencia así como todo el centro-norte de la península Ibérica están dominados por altiplanos que forman parte de la meseta [castellana], y cuyas altitudes alcanzan en media 600 m. El municipio de Prádanos de Ojeda (21,35 km²) – su pequeña geografía nos recuerda el rostro de una persona - está a unos 850 m o poco más en relación al nivel del mar. Cercada al norte por la cordillera cantábrica, esa meseta palentina se abre a ríos importantes [afluentes del Duero], entre los cuales se destaca el rio Pisuerga; en Alar del Rey él da origen al Canal de Castilla, de grande interés para la agricultura regional. Hoy, la meseta se encuentra sumamente resequida y deforestada, formando ‘plataformas’ bajas [hoyas extensas], achatadas y abiertas a valles rocosos. El material desagregado es transportado por corrientes de agua que parten de los montes cantábricos, en seguida depositado en forma de abanico sobre los cursos fluviales, los ríos Carrión y Burejo. Pero en todo prevalece el aforismo castellano: “en la meseta nueve meses son de invierno y tres de infierno”, pues los rigores del clima tornan el suelo poco fértil y el paisaje ceniciento y sombrío. En decenas de quilómetros recorridos no se ve um solo árbol siquiera.
Los ríos, arroyos y manantiales provenientes de la montaña palentina serpentean sus aguas por valles en U, cuya nomenclatura es conocida del turismo internacional ex. : La Ojeda, La Valdavia, El Boedo, El Norte Montañés etc. Me llamó la atención el siguiente comentario sobre los ríos españoles: “son pocos; casi todos intransitables, pues vencen tantas montañas que se tornan caudalosos, muchas veces estrechos, con frecuencia repletos de curvas abruptas e inesperadas. Pero en sus cuencas surgen prados extensos [campos] de valor inestimable para el agronegocio, o sea, extensiones de tierra a perder de vista, muy parecidas a los pampas brasileños. La Revista Ilustrada Conocer los define así: “los prados se extienden verdes y quietos. A veces son ondulados por el viento [del norte], y este parece ser el movimiento perceptible. A veces, alguna flor levanta el vuelo; llegando más de cerca, vemos que se trata de una mariposa. ¡Y solo! El resto es un desierto, o por lo menos es lo que parece. Sin embargo, se pudiésemos disminuir nuestro tamaño o ampliar la imaginación, y nos embreñásemos por entre las hierbas y el pasto [de gramíneas] que cubren el terreno, encontraríamos uma población enorme de pequeñas dimensiones y colores tristones, sobre todo de insectos cenicientos, castaños o negruzcos. Los prados son antes de todo el mundo de los invertebrados”.
Y un poco mais adelante aquella revista semanal continua en su descripción poética: “ahí asistiríamos a un tránsito intenso que se establece entre una planta y otra: filas y filas de hormigas que van y vienen, cargadas de hojas, simientes, detritos; un saltamontes que pasa trotón; una lombriz que se arrisca con la mitad de su cuerpo fuera de la tierra. De repente, una correría y [muchos] encontrones. Los animalejos se asustan con una hoja que cae del árbol más próximo a causa del peso de una abeja. Inmediatamente se esconden debajo del intrincado y desparramado césped o de cualquier brizna rastrera. Los prados son la seguranza de un buen escondrijo”. Más tarde, con el sol vienen las abejas; no son habitantes del prado, apenas turistas de pasaje; buscan esos campos para aspirar el néctar de las flores. Y existen millares de flores y de mariposas, de todos los colores y dimensiones: grandes o pequeñas, blancas o coloridas. En realidad, la vida se esconde en el suelo y surge durante la noche ej.: los grillos cantores, las luciérnagas o ‘linternas del prado’, las hormigas que trabajan de día y de noche, en cuanto las cigarras cantan su lamento interminable y estridente. Y las libélulas, que viven en las aguas del prado – pequeñas corrientes o arroyos -, y cazan moscas/mosquitos. Las lombrices, trabajadoras incógnitas de los prados, abren túneles y adoban el suelo. Y su vecino el topo – un vertebrado ermitaño - , único mamífero que habita los prados, pasa el tiempo cavando la tierra no se sabe se en busca de tesoros, pero en ese incesante trabajo devora todo tipo de insectos y plagas, extremamente prejudiciales a la vegetación. Es el mundo escondido de las plantas herbáceas. ¡Como parecen desolados los prados – nos dice un escritor! Pero no lo son, yo lo digo con firme e intensa convicción…
Prádanos de Ojeda vive y honra su historia a través de los prados que encubren sus tierras de regadio y le dan el propio nombre. Los tres arroyos provenientes de manantiales y fuentes ya conocidas [Palacios, Arrabal y El hontañón] irrigan prácticamente la mitad de su terreno mesopotámico, localizado al sur de la carretera P-223, así como también a algunos terrenos situados al norte de aquel camino público. La fuente de El hontañón, por ejemplo, nace en el corazón de la montaña pradanesa y sigue su curso a lo largo del valle que recoge sus aguas dejando el preciso líquido en las tierras de abajo; ella brota a los pies de Peña Cortada – la esfinge enigmática de nuestro pueblo. Poco a poco su curso desliza suavemente abriendo camino por el valle de mayor longitud lineal del municipio.
Prádanos de Ojeda - los prados de La Ojeda (2)
La vegetación de Prádanos de Ojeda obedece a dos grandes factores: los climáticos [temperatura, pluviosidad, vientos etc.], y los ‘edáficos’ o relativos al suelo y a las plantas [porosidad, humedad, elementos químicos etc.], además de otros componentes de menor o mayor influencia conforme el lugar ej.: el relievo, la altitud, la distribución geográfica etc. Los prados son típicos de altiplanicies donde predomina una vegetación herbácea con algunos raros y pequeños arbustos. Los campos localizados en altiplanos como los de Prádanos de Ojeda son ricos en densa y continua cobertura de gramíneas. Estos campos de altitud máxima o região montañosa se localizan en áreas que miden entre 800 y 1200 m. En verdad, las gramíneas prosperan en todos los climas, terrenos y altitudes del globo terrestre y, por eso, están en todas las regiones biogeográficas de la Tierra ej.: arroz, maíz, trigo, centeno, cebada, avena [los cuatro últimos encontrados especialmente en Europa y América], etc. Pero es en las zonas templadas donde las gramíneas se ambientan mejor y dan lugar a los campos [prados o praderías], posiblemente el tipo principal de vegetación que cubre cualquier terreno.
Las gramíneas no tienen tamaños patronizados: la diversidad de su porte es muy grande. Los bambús, por ejemplo, llegan a 35 m de altura; algunas especies que crecen en las regiones árticas miden 3 o 4 cm de largura. Entre tanto, el crecimiento es rápido: el maíz gana muchos centímetros en pocas semanas; en algunos casos, 10 cm diarios. Las gramíneas presentan el tallo cilíndrico, hueco y nervudo, y tienen hojas amplias y largas siendo su fruto seco. Sin embargo, sus hojas poseen alto tenor alimenticio y sirven aún de alimento para los animales tanto en forma de pasto verde como de heno (seco y guardado). Y existen también gramíneas con propiedades medicinales, y plantas forrajeras muy estimadas por el ganado. A veces forman espigas o son usadas en escobas y utensilios domésticos como el sorgo. De esta gramínea [mide 3 o 4 m] se obtienen azúcar y harina, y sirve de alimentación para puercos y gallinas, entre otras servidumbres. Lo mismo se diga del bambú usado en la industria de muebles, cestos y en la construcción de casas (como pared o techos).
Las gramíneas más famosas son el trigo, el arroz, el maíz, la cebada, el centeno, el sorgo y la avena. Todos ellos ampliamente cultivados y consumidos en grandísima escala. El trigo, base de la alimentación de Europa y América; el arroz, de Ásia oriental e India; la cebada y la avena son óptimos alimentos para humanos y animales, además de su utilidad industrial. El centeno tiene el grano más duro de todas las gramíneas y se constituye en la planta de mayor resistencia agrícola: fermentado y destilado se transforma en whisky. Existen otras muchas gramíneas que sirven de alimento para el ganado, las más comunes son llamadas plantas forrajeras (hierbas, pastos, etc) que crecen junto con la remolacha, el trébol y la alfalfa. En Prádanos de Ojeda son millares…
No olvidemos que en la primavera surgen en los prados tufos blancos tan leves que fluctúan en el aire. Son simientes de chopo o de sauces llevadas para lejos por el viento. Muchas no sobreviven, pero otras encuentran suelo favorable y allí se fijan y germinan dando origen a una nueva planta. El viento, el agua y los animales [las aves principalmente] se tornan auxiliares involuntarios en ese trabajo de germinación. Algunas semientes germinan antes que el fruto madurezca, ej.: trigo, centeno, fréjoles etc.; en otras, al contrario, tardan en germinar dos años como la mayoría de los frutos carnosos ex.: el peral y el duraznero. Algunas otras mueren se no germinan luego que caen como el sauce, el cafetero, el ciruelo etc. Otras, en fin, pierden la vitalidad después de mucho tiempo como el trigo – unos 8 años.
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